¿Seguro que maquillarse no es un trabajo?

SE levanta y se mete en la ducha. Se rasca el cuerpo con una esponja exfoliante. Se arranca el vello de piernas, ingles, axilas, cejas y labio superior. Se jabona y se hidrata con loción corporal. Se echa champú, mascarilla nutritiva y crema desenredante. Se alisa el pelo con el secador, se riza mechones alternos con la plancha y finalmente se despeina para conseguir un look casual. Se pone un sujetador que le comprime el pecho, unas bragas que le alzan las nalgas y unos pantis que le oprimen la barriga. 20152410174402

Se enfunda en un vestido que se adhiere como una segunda piel acentuando su kilo de más y su sentimiento de culpa. Se pone un abrigo muy mono con el que se pela de frío y un pañuelo ideal aunque pica. Busca pendientes, pulsera y collar conjuntados con las gafas, que no sean muy jipis ni muy serios. Vacía el bolso y traspasa el contenido a otro de la misma gama cromática que los complementos. No encuentra unos zapatos cómodos que peguen, así que se pone unos incómodos con un taconazo de dejarse los piños en un traspiés.

Antes se coloca pegatinas antirrozaduras y almohadillas antijuanetes. Subida a los zancos, se hace un selfi y le pide el visto bueno a su bloguera de cabecera. En lo que tarda en aplicarse maquillaje, antiojeras, polvo antibrillos, colorete, raya y sombra de ojos… su pareja se levanta, se ducha, se viste, desayuna, se va a la oficina y entonces, solo entonces, empieza a trabajar.

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Medallas a vírgenes y perras

00    Jorge Fernandez condecora a la Virgen.SEGURO que comentas a las puertas de un instituto que han concedido una medalla a la virgen y se les viene a la cabeza uno de esos programas de muchachos ciclados y chicas tetijuntas en los que no haber mantenido relaciones sexuales sería no sé si meritorio pero al menos digno de mención. Pero no, lo que la Audiencia Nacional acaba de avalar es la concesión de la medalla de oro al mérito policial a Nuestra Señora María Santísima del Amor, una virgen de las de saya, manto y corona que fue distinguida el año pasado por el Ministerio del Interior. El asunto, más que de un alto tribunal, parece propio de esos juicios televisivos en los que la peña reclamaba cuestiones de vital trascendencia, como la pensión alimenticia de un caniche o los daños morales por haber dejado unos zapatos a una amiga y que le hubiera roto un tacón. Al margen de eso, se sienta un inquietante precedente, ya que la mayoría de magistrados no consideran “irracional” galardonar a una figura religiosa, en representación de una cofradía, y argumentan que entra dentro de la “potestad discrecional” de la Administración. Vamos, que mañana les da por condecorar a Chewbacca y punto en boca. Yo, si de destacar el mérito policial se trata, antes le daría la medalla a Diesel, la perra que falleció durante la operación antiterrorista en Saint Denis. O a las madres, capaces de olfatear que te has fumado un cigarrillo a tres kilómetros de distancia.

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Deformación profesional

ENTRAS a un bar a cambiar dinero para la OTA, oyes a un tipo diciendo que este fin de semana piensa “desconectar” y, de pura sobredosis de butifarra informativa catalana, te da por imaginártelo subido a un escalón de Ikea, cortando con un serrucho una circunferencia de suelo a su alrededor y declarando, espumadera en alto, la república independiente de su casa. Enseguida caes en que no solo no pretende desenchufarse de España, sino que el viernes a las tres piensa salir disparado a desconectar a un pueblo de Burgos. Así que, hecha trizas tu teoría, asumes que será cosa de los periodistas, que sufrimos una preocupante deformación profesional y pensamos que a todo el mundo le interesan las cuestiones de Estado cuando un buen puñado, en vez de especular sobre el futuro de España, lo hacen sobre el siguiente expulsado de Gran Hermano o la última entrega de La Guerra de las Galaxias. Nos consuela que no somos el único gremio afectado. Lo sé porque un día coincidí con un directivo en un ascensor. “Parece que ha refrescado”, musité en modo mortal estándar. “Sí, es una variable a tener en cuenta, dado que acentúa la probabilidad de precipitaciones, lo que repercutiría en la instalación de componentes externos por las filiales del grupo en la zona norte, influyendo en los movimientos del stock y, por consiguiente, en la cuenta de resultados”. Dicho esto, se abrieron las puertas justo cuando iba a empezar a derribarlas a cabezazos.

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Felicitaciones al peso

FELICITACIONES,CUMPLEAÑOSNO es por ser aguafiestas, pero sospecho que si no fuera por el recordatorio de Facebook, no le felicitarían por su cumpleaños ni la quinta parte de sus contactos. Y si no, haga la prueba, omitiendo su fecha de nacimiento en la red social. Seguramente recibiría las llamadas de los más allegados, algún que otro WhatsApp y pare de contar. Lo que viene a ser la gente que se acuerda de usted a pelo porque le tiene cariño, sin necesidad de que le suene una alarma, como si tuviera programada una reunión de trabajo o una cita médica.

Será cosa mía, pero las felicitaciones indiscriminadas, lo mismo a un amigo del alma que a aquel que no sabes muy bien de qué lo conoces pero te suena que hizo contigo la EGB, han perdido su esencia. Llegará el día en que las programemos, como quien domicilia el recibo de la luz, para no tener que ocuparnos ni siquiera de teclearlas. No se sientan culpables, porque seguro que el homenajeado hace lo propio con los mensajes de vuelta dando las gracias.

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que nos aprendíamos los teléfonos y las efemérides del entorno de memoria. Ahora no retenemos ni las propias. Hace meses me llegó un WhatsApp felicitándome. No era mi cumpleaños, no juego a la lotería, no esperaba un ascenso, ni me había presentado al Pulitzer… Tardé días en caer que había sido mi aniversario de boda. Por puro descarte.

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Abstemio de móvil

ME hablaron en una ocasión de un tipo que no tenía teléfono móvil y se me antojó que debía ser una especie de niño salvaje incapaz de adaptarse a la civilización en su edad adulta, además de objeto de estudio antropológico y posible entrevistado de suplemento dominical por rara avis. Pero resultó que el adalid del minimalismo tecnológico no tenía greñas ni andares de selva amazónica.

Abstemio de móvil
Abstemio de móvil

Era un hombre con apariencia de sabio al que no le hacía falta para nada un dispositivo al que mirar 150 veces al día, como acaba de afirmar un estudio sobre el resto de los mortales. Supongo que, en vez de contemplar fotos ajenas y leer chistes malos, este activista antismartphone preferirá comerse también con los ojos el pincho de tortilla del almuerzo o esperar a llegar a casa para decirle a su pareja lo mucho que la quiere esbozando su propia sonrisa y no recurriendo a la del emoticono con dos corazones saltones por ojos, que uno no sabe si representa a un romántico empedernido o a un tío puesto hasta arriba de pastillas. Suena raro, estando el 77% de los ciudadanos enganchados al móvil, eso de andar por la calle ilocalizable, con las manos colgando, los bolsillos vacíos… Como si uno no tuviera otra cosa que hacer que desplazarse. Sin sacar ninguna foto, sin consultar ninguna web, sin leer ningún mensaje. Suena a niño chapoteando desnudo en la playa. Suena a sabio libre.