Cuarto y mitad de hígado

PATATAS 

La peña con pasta se compra de todo. Ahora se me antoja un islote. Luego me construyo un casoplón con el felpudo en la arena donde todos deberían poder poner la toalla. Más tarde me voy de viaje espacial con transbordo en Suiza para actualizar la cartilla o me agencio como mascota un ejemplar de una especie en extinción. Acostumbrados a satisfacer sus caprichos, muchos pagan incluso por conseguir favores, titulares en los medios o silencios cómplices. Y también hay –estos son los peores– ricachones que se creen con derecho a adquirir personas, ya sean enteras –caso de las esclavas sexuales– o por partes.

Uno de esos viajó en su día a Valencia con la intención de que le pusieran cuarto y mitad de hígado para trasplantar. Y como intuía que no se lo iban a dar de buenas a primeras, ofreció 40.000 euros a ciudadanos sin recursos a cambio de esa porción de órgano que le hacía tanta falta. Un pedazo de capullo de los de libro, vamos. También me lo parecen, en la acepción más benevolente de la palabra y salvando las distancias, los que invierten sus ahorrillos en bautizar una estrella o un cráter en Marte. Hasta 5.000 euros cobra una empresa de EE.UU. por poner nombre a uno de esos boquetes que están a tomar por saco, si es que están. Si lo que quieren es invertir su dinero a fondo perdido, podrían llenar los biberones de los bebés desnutridos, las neveras de vacunas, las arcas de las asociaciones de niños con cáncer…

 

Cada loco con su tema

Ni el debate sobre el estado de la nación, ni el vídeo del arsenal de la Señorita Pepis. Lo que le quita el sueño a mi cuñado es que le espíen por la mirilla de su smartphone. Así que se le han hinchado las innombrables -esas que han prohibido disparar ahora que ya han muerto quince inmigrantes- y ha desinstalado el WhatsApp. Aislado del resto de la familia por esa zanja digital, trata de convencernos, de puerta en puerta cual mormón, para que nos pasemos al Telegram. De momento ya ha captado a mi sobrino de 9 años. Yo le miro, embebido como está en su cruzada, y flipo. Casi tanto como cuando recibí vía e-mail una nota de prensa con motivo del Día Nacional del Pistacho. Sí, sí. El pistacho tiene día, al igual que la Nutella o la crema batida. No sé qué hacemos que no le dedicamos uno ya mismo al bacalao al pilpil. Me pregunto si algún medio, además de este, le habrá reservado al pistacho unas líneas y me reafirmo en mi teoría de que cada loco con su tema.

Otra prueba, Revilla, que se compró el Interviú para leer el reportaje de Blesa, pero se le debió interponer el culamen de Cristini, que estuvo a punto de hacerse cura a los 15 años y luego, a la vista está, decidió que mejor no. A mí, como si lee Zero o el Marca, pero en sus ratos libres. Hablando de locos, muchos se lo hicieron ayer cuando salió a relucir en las charlas el incendio de Doña Urraca. «¿Es una pajarería?», preguntó un becario. Y los compañeros no dijeron ni pío.

El coño y las terroristas

Todo el mundo está en contra hasta que les pasa a ellos». Me lo dijo la trabajadora de una clínica donde se practican interrupciones voluntarias del embarazo y digo yo que algo sabrá de esto. Opinar sobre el aborto en cabeza ajena resulta tan fácil como cuestionar a una madre de cinco hijos que sobrevive con la RGI. Que ya se lo podían haber pensado antes, que si no saben que existen los anticonceptivos, que no traer criaturas al mundo o traerlas en no sé qué condiciones es una irresponsabilidad… Y así, en lo que apura uno un café juzga a estas o a aquellas sin tener el gusto de conocerlas. Y sin mentar al propietario de los espermatozoides, que, al parecer, solo pasaba por allí.

Asumida la ligereza con la que algunos dictan veredicto, cabía esperar un poco más de seriedad a la hora de defender sus posturas por parte de ciertos políticos. Pero va uno y se topa, pongamos por caso, con la concejala del Partido Popular en Calasparra que llamó a las mujeres que abortan «terroristas» y solo acierta a decir «a mí ese desfibrilador». Dejando de lado el antiproyecto de Gallardón –que según Villalobos no convence ni a los de su partido, aunque lo disimulan divinamente al votar en el hemiciclo–, también en el otro bando hay quien pierde las formas. «En mi coño y en mi moño mando yo», reivindicó una parlamentaria de Amaiur. Y eso ¿con qué argumento se rebate? ¿Con el de «Para chulo, chulo, mi pirulo»? Dialéctica política en estado puro… de descomposición.

Mr. President de la comunidad

GOOGLE

Al padre de las criaturas le han nombrado presidente de esta nuestra comunidad y, a pesar de que le anuncié la noticia a lo Marilyn Monroe, contoneándome con voz sensual en medio del pasillo, no le hizo ni pizca de gracia, oigan. Lo que viene a ser un desagradecido. La próxima vez se lo suelto a bocajarro. Ayer le citaron para tomar posesión del cargo y de la cuenta de las derramas y se fue como infanta camino del juzgado. La única que está entusiasmada es la cría, que se cree que nos va a recibir Obama y nos va a regalar una bolsa de conguitos, como a Rajoy.

Yo ya les he advertido a los vecinos que el susodicho es de reflejos diferidos. De hecho, la otra madrugada se fue la luz del edificio y me costó media hora despertarle y que tomara conciencia de que era persona, así que si hay un incendio, somos carne de salsa barbacoa. Su antecesor en el cargo ya le ha dicho que no se moleste en tratar de eludir sus funciones, que aquí no hay objeción de conciencia que valga, que él lo intentó todo y que esto es como cuando te toca ser presidente de una mesa electoral o miembro de un jurado popular. Pero yo no las tengo todas conmigo porque he visto a muchos personajes conocidos ser presidentes de honor de tal o cual fundación o partido, pero a ninguno tener el honor de presidir su escalera. Acontecimiento histórico que, supongo, merecería como mínimo una reseña en el Hola. ¿Qué alegarán para escaquearse? ¿Incompatibilidad de cargos? ¿Valdrá la de caracteres con ciertos vecinos?

Tres personas en los huesos

http://youtu.be/ak8EjMszkVg

Será esa tendencia absurda que tiene una a rebuscar similitudes, será que internet me lo puso a huevo, pero el martes me topé en una web con tres imágenes de personas que estaban en los huesos. La primera era de una seguidora de la estúpida moda del bikini bridge, que no es otra cosa que fotografiarse el espacio que queda entre la braguita y el abdomen cuando el vientre, más que plano, es cóncavo, y la goma pende en el aire de lado a lado de la pelvis. En esas estaba, pensando en lo enferma que hay que estar o lo gilipuertas que hay que ser para adelgazar hasta el punto de arriesgar la salud por una ridícula ocurrencia, cuando al girar la rueda del ratón la imagen de otro cuerpo escuálido me anudó la boca del estómago. Estaba tendido en el suelo como el primero y se le marcaba la pelvis con nitidez. También el esternón y las costillas. Y el fémur. Y la rótula. Y la tibia. Era un esqueleto envasado al vacío en su propia piel. Pertenecía a uno de los 11.000 hombres que supuestamente han sido torturados hasta la muerte por el régimen sirio. La Humanidad, o mejor dicho, la (in)Humanidad no tiene remedio, me dije. Por los que ejecutan la barbarie y por los que la contemplan, pudiendo hacer algo por evitarla, como si tal cosa. Sumergida en esa desesperanza me di de bruces con el vídeo de Lizzie, una veinteañera que apenas pesa 30 kilos debido a un raro síndrome. La llamaban la mujer más fea del mundo pero ella se supo bella por dentro y ahora ofrece charlas de motivación. Justo lo que yo necesitaba.