Como no quería taza, me han tocado tres. Vaya puntería la mía, que hace unos meses echaba aquí las muelas por la difusión, mayormente en labios y dedos muy finolis, del palabro “aporofobia”. Pues ya ven, ahora resulta que el artefacto verbal ha sido declarado “palabra del año 2017” por la llamada Fundación del Español Urgente, más conocida por su (creo que) acrónimo, Fundeu. Conste que es una organización que, en general, nos resulta muy útil a los que nos movemos en los andamios de la lengua castellana, pero como ya vamos para viejos zorros, bien sabemos que en no pocas ocasiones sus recomendaciones se las sacan de la sobaquera. Y luego hay un hecho en el que tendemos a no reparar, pero que si quisiéramos, nos haría ver el mecanismo del sonajero: la entidad está costeada por uno de los dos principales bancos de España.
Es gracioso al tiempo que hartamente revelador que una institución cuyo mecenas es una corporación financiera sin un gramo de piedad hacia los pobres encumbre como término del año uno que justamente significa “Miedo, rechazo o aversión (¿odio?) a los pobres”. Parecería una paradoja, pero no lo es. Todo cuadra. De hecho, “Aporofobia”, como ya señalé en su día, es un término de y para ricos… ¡que manifiestan un desprecio infinito a los pobres! Tipos y tipas de riñón bien cubierto lanzan el exabrupto como insulto a personas que malamente llegan a fin de mes, junto con las manidas imputaciones de ignorancia, zafiedad, insolidaridad y, cómo no, racismo. Lo hacen, simplemente, porque se lo pueden permitir, que para eso viven allá en lo alto de la escala social, donde los pobres no pisan.