Pactos a mil bandas

Habrá que reconocer a Pedro Sánchez, o sea, a sus negociadores, es decir, al zar Ivan Redondo, su excelsa genialidad en el billar político a las bandas que hagan falta. De prórroga en prórroga, los artistas del alambre monclovitas han ido superándose y saliendo siempre victoriosos en escenarios cada vez más complicados. La que se vota hoy, que es la sexta y juran que última, va a salir adelante con el respaldo, ya sea en forma de sí a la llana o de abstención afirmativa, de Ciudadanos, ERC, PNV y —supongo— EH Bildu.

Vive Dios que es una extraña macedonia de siglas, aunque lo verdaderamente prodigioso no es que fuerzas tan diversas coincidan en el mismo objetivo, sino que cada una ellas vaya dando a entender que se ha llevado al huerto al PSOE. Eso, incluso cuando al atender una a una las explicaciones de lo pactado, resulte que se han firmado cuestiones abiertamente contradictorias. Así, tenemos a los naranjas presumiendo de una última fase del estado de alarma ejecutada desde Madrid y, naturalmente, a las otras formaciones asegurando que por fin las decisiones se tomarán en cada territorio

¿Cuál es la verdad? Creo que ninguna. Si algo ha demostrado Sánchez desde la moción de censura de hace dos años es su capacidad de prometer lo que sea para luego incumplirlo sin mayores efectos adversos.

Diario del covid-19 (53)

Una hora después de que el ultramonte motorizado pusiera la nota bicolor —rojo y gualda— por el sufrido asfalto de varias ciudades hispanistaníes, incluyendo Bilbao y Gasteiz, el Timonel Sánchez emitió una suerte de adelanto de último parte de guerra. Faltaría más, no dio por cautivo y desarmado al bicho, puesto que todavía queda un rato para seguir ordeñándolo como se hace con las benditas maldiciones, pero sí apuntó que la nueva normalidad, o sea, la vieja tuneada, está a la vuelta de la esquina. Apertura al turismo extranjero ya en julio, no vaya a ser que los italianos, a los que se ha seguido al milímetro en cada mala decisión, y que ya se han adelantado en ese terreno, le coman la merienda a la tierra que nació entre flores, fandanguillos y alegrías.

Y la cosa es que no seré yo quien critique tal decisión, del mismo modo que me parece absolutamente razonable celebrar a mediados de ese mes unas elecciones si la situación sanitaria lo permite. Hasta entonces seguiremos en este columpiarnos de fase en fase o de desfase en desfase, con episodios como la toma al asalto y antes de tiempo de las playas, las colas kilométricas ante las terrazas o la cuchufleta del inicio de las fiestas de Beasain el viernes pasado que le costó la dimisión a una edil de EH Bildu que se dejó llevar por el jolgorio.

Truco o trato

La sublimación del arte del timo se alcanza cuando el timado festeja la estafa de la que ha sido objeto. Puede ocurrir esto porque el primo se la haya comido con patatas, porque quiera evitar a toda costa aparecer como el pardillo que ha sido o, en una versión más rebuscada, porque todo haya sido una componenda de dos pillos y los auténticos timados sean otros.

¿Qué es lo que ha ocurrido en el presunto trile de Sánchez a EH Bildu ofreciendo una derogación total e inmediata de la Reforma Laboral para, acto seguido, aclarar que ni será total ni inmediata? Hombre, de entrada, llama la atención que se compre lo que ya está vendido ni se sabe las veces. Tanto en la moción de censura contra Rajoy como en la segunda investidura de Sánchez y todo el tiempo intermedio, la derogación ha sido una promesa tan cacareada como incumplida. Poco sentido tiene hacer de ella materia de un pomposo pacto, salvo que el supuesto contenido sea solo una excusa para poner en el mismo papel las firmas de PSOE, Unidas Podemos y EH Bildu, y allá películas con si se lleva a la práctica o no algo que, en todo caso, se sabe que no se puede hacer de la noche a la mañana. Doy fe de que no soy el único que apuesta por esta posibilidad que, de ser la real, implicaría que nos disponemos a vivir tiempos (todavía) más interesantes.

Diario del covid-19 (42)

Como señaló certeramente mi compañero Juan Carlos Etxeberria, ayer en el panel de votaciones del Congreso de los Diputados se dio un curiosísimo Tetris ideológico. Ocurrió que PSOE, PNV y Ciudadanos coincidieron en el sí, mientras que PP y EH Bildu se abstuvieron al unísono y… ¡tachán!… en el marcador se sumaron los noes de Vox, Junts per Cat y ERC. Evidentemente, se trata de una casualidad que probablemente tardará en darse de nuevo o de la golondrina solitaria que no hace verano. Sin embargo, también es un retrato del momento político actual donde literalmente puede ocurrir cualquier cosa, como que se acuesten en la misma cama, aunque sea para un polvo rápido y sin amor las formaciones que les he citado arriba.

Bien es es cierto que igual cabría remedar aquel tópico sobre el fútbol y Alemania. Esta vez se puede decir que la política española es una cosa en la que juegan todos contra todos y siempre ganan el PNV y Pedro Sánchez. Respecto a la victoria jeltzale, esperemos que no sea pírrica y solo para la estadística. Es decir, que el Napoleón monclovita suelte el juguete del mando único y lo comparta de verdad con quienes debe. Permítanme que sea escéptico. Ya les digo que el hombre está de dulce y se la bufa un kilo cumplir los compromisos porque todo le sale bien. ¡Esta vez hasta se ha cargado a Girauta!

Diario del covid-19 (40)

¿Apoyar o no apoyar la prórroga del Estado de alarma? He ahí el dilema. O sea, la tremenda trampa para elefantes en que han caído las formaciones que auparon a Napoléon Sánchez a Moncloa y que lo han venido respaldando con lealtad. Si lo hacen, como podría indicar cierta lógica y quizá (esto ya es más discutible) la necesidad del momento, estarán regalando de nuevo al prócer máximo la facultad de seguir haciendo de su capa un sayo dictatorial. Si no lo hacen y, en consecuencia, decae la prórroga, la nueva caverna, que es un calco inverso de la otra, se lanzará con los ojos inyectados en sangre a acusar a estos partidos de cómplices criminales de Vox, el PP y los restos de serie de Ciudadanos. De rebote, la tri(ultra)derecha recién citada se pondrá cachonda y llamará al alzamiento nacional.

En resumen, la opción es entre lo malo y lo peor. O lo sería, si no fuera porque es muy probable que en este minuto del partido la lucha contra el bicho y sus consecuencias se pueda afrontar con la legalidad ordinaria. No lo digo yo, que en esto soy igual que cualquier cuñado de grupo de guasap. Lo anotan catedráticos de Derecho Constitucional de diversos credos, en cuyos análisis deslizan algo que debería parecernos terrorífico: Sánchez ha banalizado groseramente una herramienta excepcional de la democracia.

Diario del covid-19 (36)

Hay anécdotas que huelen a categoría. Al gobierno que dice perseguir bulos por tierra, mar y aire le han pillado con el carrito del helado. Ni corto ni perezoso, infló los datos de test realizados para salir guapo en el ránking que elabora la OCDE. Y así fue que durante todo el lunes el sanchismo mediático y el mediatizado anduvo sacando pecho aquí y allá porque había conquistado el octavo puesto de la clasificación. Ayer, sin embargo, fueron los de la acera de enfrente los que estuvieron de despiporre porque el organismo transnacional tuvo que darle una patada a España hasta el decimoséptimo lugar de la lista, una vez comprobado —supongo que con manifiesto sonrojo— que desde Moncloa se la habían intentado meter doblada.

Cazado en renuncio, el licenciado en Filosofía y ministro de Sanidad, Salvador Illa, que el día anterior presumía con el mentón arriba del gran logro, remedaba a la zorra de la fábula. Las uvas estaban en verdes. O, en sus palabras: “El lavado de manos, la higiene y las medidas de distancia social son más efectivos que hacer test a personas que no presentan síntomas”. Este humilde tecleador, que carece de los conocimientos sanitarios adecuados, no duda que lo que dice Illa sea verdad. Lo que no entiendo es que por qué entonces se llegó a mentir a la OCDE y a la ciudadanía.

Diario del covid-19 (31)

Cómo se conoce uno a sus clásicos. Un minuto después de enviar la que debería haber sido esta columna, poniendo de vuelta y media al gobierno español por lo que pretendía hacer con las criaturas para el desconfinamiento, corrí a Twitter a dejar por escrito mis sospechas de que habría donde-dije-digo-digo-Diego… y tendría que volver a teclear otro puñado de líneas. Pues aquí me tienen, con el párpado a medio asta de quien se levanta a las cinco de la mañana, cumpliendo mi autoprofecía.

Y sí, se sabe uno lo de la sabiduría de la rectificación, pero también llevo las suficientes renovaciones de carné para discernir cuándo una enmienda es, en realidad, un grosero bandazo más de quien se maneja a golpe de puñetera ocurrencia. Por lo demás, me parece de cine que haya imperado la cordura y, en efecto, se vaya a permitir que los churumbeles den paseos en lugar de la soplagaitez de acompañar a sus progenitores a esa guerra en que se ha convertido la compra. Lo que ni es de recibo ni cuela es que haya habido nueve horas de diferencia entre el pomposo anuncio inicial y el giro de 180 grados. Anoto que es la segunda vez en diez días en que el ministro Illa, un tipo que tengo por muy serio, sale a desmentir al cien por ciento a la portavoz de su gobierno. Uno de los dos está de más, salvo que sea estrategia.