Historia del reloj de ajedrez

 

El Árbitro Vasco, J.M. Villanueva, desde su Consultoría Arbitral nos envia esta aportación histórica sobre el Reloj de Ajedrez.

Una de las cosas que más llama la atención a los profanos de ajedrez es el reloj, ese extraño artilugio con dos esferas (en los relojes analógicos) que marca el tiempo que falta a cada uno de los jugadores para culminar la partida sin necesidad de ¡Jaque Mate! Y que es objeto de nuestros continuos manotazos entre movimiento y movimiento.

Algunos espectadores se quedan mirando más al reloj que a la propia partida, viendo como se mueven la agujas, como se aporrean los pulsadores, esperando ver caer la bandera que marca el fin del tiempo asignado y quizá, pensando cómo hace el tiempo para doblar las esquinas en los relojes cuadrados.

El reloj, regula el tiempo del que dispone cada jugador al objeto de que la partida no se eternice. Al igual que Damas, Alfiles, Peones, cada jugador tiene un tiempo que ha de administrar de forma correcta; Quien agota su tiempo, pierde la partida y como decía el GM Walter Browne “The Clock Is Α Piece” el reloj es una pieza más de la partida y hay que saberla usar aunque todavía no he encontrado ningún libro que analice el movimiento de esta pieza.

Cuando no existían los relojes de ajedrez.

Con ocasión del match entre los maestros más fuertes del la 1ª mitad del siglo XIX, George MacDonnell y Louis La Bourdonnais que se celebró en el “Westminster-Chessclub” de Londres el año 1834, y en el que normalmente una partida se alargaba desde el mediodía hasta por la tarde a las 19 horas. Si era necesario, se reanudaba dicha partida al día siguiente, por la mañana.

Durante el encuentro ocurrió que, el inglés necesitó en repetidas ocasiones más o menos 90 minutos para estudiar y efectuar una jugada. En tales situaciones, al francés La Bourdonnais se le agotó la paciencia y lo expresó mediante ruidosas conversaciones y carcajadas.

Como anécdota sobre 1850, H. Staunton (campeón no oficial del mundo) abandonó por tiempo en un match contra E. Williams. La explicación al abandono de Staunton está en el reloj de ajedrez; en concreto, que en esa época no existía. Williams conocía el mal carácter de Staunton y por eso optó por utilizar mucho tiempo para cada movimiento (llegó a las 2h y media en algunas jugadas), esto hacía que cada partida durase varios días. Staunton terminó hartándose y decidió rendirse para no continuar aguantando las artimañas de su rival. Cada partida duraba entre 15 y 20 horas.

Los primeros relojes.

Antiguamente los relojes solían ser de madera, más o menos elegantes y con unas esferas de relojería. El primer Reloj de Ajedrez mecánico fue inventado por Thomas Wilson en el año de 1883. Con anterioridad, se usaban relojes de arena. Los Relojes de Arena se usaron por primera vez en Londres en 1862. Los Relojes presentes de botones oprimibles fueron perfeccionados por Veenhoff en 1900.

A finales del siglo XX aparecieron los relojes digitales, obligado en cierta medida por los ritmos de juego que han ido apareciendo recientemente, sobre todo los que tienen incrementos por jugada, retardos (delay), incrementos al realizar un número concreto de jugada o por aumentar la precisión del tiempo, por ejemplo a un minuto donde un segundo es un segundo.

Este tipo de relojes en vez de esferas, tienen dos pantallas donde aparecen los tiempos en formato digital, en el interior habitan diodos, cables, tabletas con chips, … y algún habitáculo para colocar las pilas u otro sistema de alimentación ya que este tipo funciona con electricidad.
Lo más raro que he visto ha sido uno fabricado a mano por el bilbaíno Karmelo Fernández, en él existen las esferas pero en vez de agujas se van iluminando con diodos la posición donde debería estar la punta de la aguja.

La programación del reloj.

En los relojes analógicos la programación es sencilla basta con mover la aguja grande (minutero) a falta de los minutos a los que se ha de jugar dejando a aguja menor (horas) de modo que no moleste visualmente al finalizar la partida. Si la partida requiriese más tiempo hay que tener en cuenta la colocación de la aguja menor y que el final del tiempo asignado coincida a las seis.

Por supuesto no hay que olvidarse de que los dos relojes tengan cuerda suficiente para poder funcionar.

En los relojes digitales suele haber unos ritmos de juego preestablecidos de fácil acceso y otros de programación manual y dado que hay multitud infinidad de marcas modelos, tipos, etc., cada uno de ellos requiere una forma distinta de programación y aparte de saberse los más habituales, leerse el manual de instrucciones no viene nada mal.

Ajedrez Esencial, de A. López y J. Monedero

El trabajo de estos dos autores es fruto híbrido de entrelazamiento de miscelánea, finales curiosos e historia del Ajedrez.
El libro está bien estructurado en lo que concierne a la secuencia de los mejores ajedrecistas de la Historia iniciando la andadura con Philidor – pequeña desilusión porque ya puestos se podían haber remontado a Ruy López – y finalizándola con Shirov. Los jugadores son excelentemente bien retratados en fichas técnicas que recogen sus datos personales, sus méritos deportivos, cuál fue su principal contribución al juego, etc. A la ficha técnica le acompañan una o dos partidas muy bien escogidas del personaje en cuestión.
No puede decirse lo mismo del resto de contenidos que son arbitrariamente incrustados en la anterior magnífica exposición. La aparición de los problemas, anécdotas y curiosidades, no sigue más lógica que la de rellenar lo que sin su presencia hubiera sido un excelente manual de historia del Ajedrez para monitores. Con todo, las anécdotas que aparecen son de notable interés y muchas de ellas tienen el mérito de no ser muy frecuentes en otros libros de miscelánea, verbigracia, la partida que jugara Bogoljbow en la cual ofrece a su rival cambiar de bando si lo desea en una posición que juzga comprometida, cosa que su oponente acepta sin dudar y tras dos jugadas, pierde igualmente.
La virtud de este texto es la de ofrecer al enseñante fichas y partidas con las que dar a conocer la Historia del Ajedrez sin necesidad de volverse loco reuniendo lo esencial de cada momento. Además han tenido el acierto de no saltar de cumbre en cumbre, es decir, de Campeón Mundial a Campeón Mundial, sin pasearse por los verdes valles donde habitan jugadores como Zukertort, Pilsbury, Keres…

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