Hacía ya varios siglos que la Justicia había abandonado a los habitantes humildes de aquellas callejuelas bilbaínas. Los había dejado huérfanos de ley, desamparados sin ecuanimidad social alguna para sobrellevar sus angustiosas existencias. Los tribunales civiles no podían atenderlos por estar demasiado ocupados en cubrir todos los desmanes que los ricachones cometían, un día sí y otro también, para enriquecerse sin escrúpulos. Y la divina… qué decir de la justicia divina en un siglo como aquel, el XIX, en el que un clero gordinflón alentaba bajo palio constantes guerras con las que desheredó de toda esperanza a sus más humildes súbditos. Dios, una vez más, paseaba despistado mirando más al cielo que a la tierra…
¿QUÉ ERA EL UCHALABETE? Es ahí cuando el pueblo llano atrapa a la justicia por sus más nobles partes y crea el uchalabete, una fórmula propia para resolver los problemas más cotidianos y domésticos de la gente humilde, lejos de avarientos leguleyos que no podían costearse. Un método que, al parecer, hizo furor en aquel Bilbao de hace siglo y medio.
En realidad consiste en un «sorteo que consistía en ocultar en una mano un objeto pequeño cualquiera, dejando vacía la otra y presentárselas ambas al compañero para que acertara cuál era la llena» tal y como lo describiera en su Lexicón bilbaíno (1896) Emiliano Arriaga.
Así, cuando una discusión o elección entre dos opciones no tenía solución equitativa posible, se recurría a esa suerte, consistente en provocar una situación en la que la mera casualidad determinase la resolución del conflicto y que, precisamente por ser casualidad, era aceptada como resultado justo por ambas partes.
Podría ser algo similar a dirimir las disputas con un cara o ceca aragonés o con un cara o cruz castellano. Pero para estos últimos era necesaria una moneda, un tesoro no conocido en aquellos bolsillos agujereados por las hambrunas y la miseria. Pero para el uchalabete servía cualquier piedrecilla del suelo o pequeño objeto. Por ello, como toda buena bilbaínada que se precie, el uchalabete era el mejor, más popular y polivalente que aquellas fórmulas de suerte al azar.
En el fondo el resultado no era tan casual, ya que podía jugarse con cierta picaresca, ahuecando la mano para engañar al contrario, sin saber el de enfrente si ello se debía al objeto encerrado en la palma o a una maniobra de despiste. Por eso era tan sugerente y divertido aquel uchalabeteque recogen varios diccionarios del momento…
¿ANGELICAL O DEMONÍACO? Era un método tan perfecto que recurrían a él hasta los seres de las dimensiones no humanas. El mismísimo Miguel de Unamuno nos relata que «un día apostaron a quién saltaba más, se fueron a la entrada de Los Caños, echaron auchalabetequién saltaría el primero. Le tocó al diablo, saltó y dejó en el suelo, en una losa, la huella de su pie deforme, huella como de coz de borrico. Saltó después el ángel y...» (El Nervión de 9 de abril de 1891)
Así era cómo la tradición popular había interpretado la creación de unas oquedades en la roca, visibles desde el concurrido paseo de Los Caños y que la gente atribuía a las archiconocidas pisadas del ángel y del diablo.
Aunque… hoy en día ya no puedan verse porque las enterró el cemento. Como hizo desaparecer luego la esencia y gracia de lo bilbaíno.
Algo similar sucedió con nuestro uchalabete, ahogado en la modernidad y hoy totalmente en desuso y que, de tener alguna discusión, lo resolveríamos con ese castellano travestido en estética vasca, tan en uso en el Bilbao actual: bien podría ser un karaokruz. Porque en los bolsillos bilbaínos no faltan hoy abundantes monedas (¿o no?), vil metal que aun así no sirve para recuperar aquella idiosincrasia orgullosa de lo castizamente bilbaíno (¿o no?).
Y es en ese tan tortuoso camino del tiempo como perdimos no sólo la dichosa palabra sino la misma justicia popular que conllevaba. Así es que, desaparecido el uchalabete, tan sólo nos quedan la justicia civil y la celestial, esas que siempre amparan al poderoso y aplastan al pobre. Porque, os desvelo el secreto mejor guardado de la historia, la palabra uchalabete no era sino el eusquérico “huts ala bete”, ‘[mano]llena o vacía’, reflejo también de nuestro tan lamentable estado social actual: unos con tanto y otros sin nada. Huts ala bete…
Hizkuntzen arteko gurutzatze bitxi bati zor diogu jarraian kontatuko dizuedana.
Hainbat arazo PAIRATZEN ari naiz azken boladan eta ez nik eragindakoak. Baina, zorionez, gauzak zuzentasunez eta zilegitasunez egiten egotearen sentsazioarekin nago. Hau da, neurri handi batean, «me la trae al PAIRO» nola amaituko diren problema horiek guztiak.
Eta jarrera filosofiko horretaz ari nintzela, hausnartu bitartean, bitxikeria linguistiko bat etorri zitzaidan burura. Bitxia, polita eta jakingarria. Horregatik otu zait zuekin partekatzea.
Pairatu darabilgunean euskaraz, ‘jasan’ ‘sufritu’ esan nahi dugu edo, zehatzago izanda, ‘ezbeharrak, kalteak, minak eta kidekoak sentitu edo bizi; ezbeharra, kaltea edo gogoko ez dena amore eman gabe edo etsi gabe eraman’. Horrela dio behintzat Euskaltzaindiaren Hiztegiak.
Hitz hori Ipar Euskal Herrikoa da jatorriz, nahiz eta azken urteotan oso hedatu den Euskal Herri osora euskara batuaren bitartez. Sorburua, Gaskoinian mintzatzen zen hizkuntzan [okzitanieraren dialekto bat] dago, pairar aditzean, hain zuzen ere. Bere esanahia, euskaraz bezala, ‘egoerari eustea’, ‘ezbeharra jasatea’, ‘pazientzia izatea’ da, azken finean.
Eta gaskoizko iturri horretatik ere hartu zuen gaztelaniak, itsasoan marinelek egiten zuten maniobra berezi bat izendatzeko: pairar. Hau da, «dicho de una nave: estar quieta con las velas tendidas y largas las escotas» (RAE). Marinelen liburuetan, halaxe dago deskribatuta: «mantener la posición respecto al fondo. Cuando hay temporal significa mantenerse proa al oleaje con poco trapo (poco velamen), a fin de compensar el efecto de abatimiento». Hobeto hitzez hitz ematea, ezagutzen ez dudan esparru batean ez okertzeko.
Eta «ponerse al pairo» hori berori da: itsas korronte bat dagoenean, belak egoki erabiliz, ontziak ez egitea ez aurrera ez atzera, hots, oreka edo geldiune moduko batean jasatea. Horretatik ere, pertsonei buruz ari garenean, «estar, quedarse… al pairo» da ‘estar a la expectativa, para actuar cuando sea necesario’. Bestela esanda, erabaki bat hartu aurretik, hausnartzen eta aukera ezberdinak baloratzen gaudenean.
Ez dakigu zehazki nondik datorren azken boladan hedatu den «me la trae al pairo» baina «me la trae floja» edo antzekoetatik ez da urrun ibiliko.
Eta ez dago besterik. Beraz, bizi pazientziaz, ezbeharrak duintasunez jasaten… pairoan egon… baina, mesedez, ez pairatu hitz horrek sufritzearen adiera baldin badu.
En Laudio somos gente de aldea. Por mucho que nos empeñemos en autoengañarnos con el espejismo de los últimos cien años de industrialización, pesan mucho más en nuestro carácter los siglos y siglos que hemos pasado recogiendo castañas, viendo orgullosos crecer las txahalas o colocando a cada txarrikuma en la teta correspondiente de la makera. Sin duda, somos de aldea…
Eso conlleva también que seamos algo resentidos y que, cuando nos hacen alguna faena, aguardemos a la espera de un momento dulce para ejercer la venganza: lo que más nos va. Y ese estado de acecho lo podemos apuntalar hasta cuando haga falta: de generación en generación, de familia a familia y por los siglos de los siglos… amén.
Por eso creo que hoy es el día para resarcirnos de una afrenta que les hicieron a nuestros colegas hace nada menos que cien años algunos tuercebotas uniformados de Bilbao. Fue el 10 de febrero de 1918 y multaron y / o metieron al calabozo a unos muchachos que sólo querían cantar. Vayamos al relato de los hechos…
Ya desde 1912 llevaba una cuadrilla de chavalotes del barrio de Gardea (Laudio) construyendo unas carrozas carnavaleras. Sobre ellas cantaban e interpretaban unas obrillas teatrales musicales que llevaban de un lado para otro, tiradas por una yunta de bueyes.
En diversas ocasiones bajaron incluso hasta Bilbao, buscando un público más numeroso y agradecido que el local, que no percibía en aquellas muestras de arte aldeano nada más allá de la gracia o la trastada juvenil, ya que sus letras eran en ocasiones y como corresponde al carnaval, reivindicativas y satíricas.
Se autodenominaban la Comparsa de Llodio y tenía su precedente en otro grupo anterior, la Charanga de Llodio, fundada en 1903.
Los carnavales de aquel entonces se limitaban al domingo, lunes y martes. Este último era el día grande, el más íntimo, y lo aprovechaban para recorrer los caseríos cantando, acompañados de un gallo y pidiendo la voluntad de puerta en puerta para hacer luego una merienda.
El domingo, también festividad grande, era sin embargo el día más apropiado para bajar a Bilbao porque en la villa, lejos de la percepción de la aldea, se aplicaba ya lo del fin de semana ocioso.
Corría por tanto el año 1918. 10 de febrero. Porque hemos dicho que fue exactamente hace un siglo.
Aquel domingo de carnaval había amanecido cálido, con un viento sur que animó más que nunca a los bilbaínos a salir a ver el desfile de carrozas que, por la situación convulsa del momento, sólo contó con dos carrozas que previamente habían tramitado el permiso para desfilar: el coro bilbaíno de Caballeros de los Campos y la docena de laudioarras que se presentaron como Los chicos de la aldea, que era lo que mejor les definía, porque eso es lo que eran y un siglo después es lo que somos.
E hicieron las delicias del respetable como nadie y la expectación y acogida fueron extraordinarias. No en vano, se daban todos los ingredientes para cosechar aquel éxito.
El primero, que en aquella época se da una exaltación y añoranza en Bilbao de aquel país rural que ven cómo se va desvaneciendo. Se frecuentan más que nunca los chacolís de Begoña y Abando y surgen obras musicales de imitación a lo baserritarra, algo que también sucede en la literatura y pintura. Y la obra y escenificación de aquella carroza reflejaban como nunca aquel gusto por lo aldeano.
Por otra parte, tenemos la composición musical de Ruperto Urquijo Maruri (1875-1970) –que por aquel entonces vivía en Bilbao– cuya letra se recogía en un folleto encabezado con un dibujo de su amigo José Arrue Valle (1885-1977), el artista de moda en aquellas épocas, retratista del mundo rural añorado.
Aquellas coplas se vendieron, siguiendo la costumbre de la época, para que la gente pudiese seguir la obra —al no haber megafonía éste era el método habitual— y de paso para sacar algún real con el que tomarse luego algunos cuartillos de vino.
Y esa fue la causa de su tragedia, el no tener en cuenta que los edictos municipales recogían bien claro que no se podía vender nada: «Queda prohibida la circulación de comparsas y estudiantinas por la vía pública, exceptuando las que lleguen de fuera de la provincia […] sin que puedan postular ni vender coplas en la vía pública ni en los cafés y otros establecimientos». Más claro, imposible.
Eran años tensos por motines, huelgas, etc. y no se dejaba que ningún detalle escapase del control policial. Hasta se había pensado en suspender aquellos carnavales por el riesgo que suponían… Pero todo aquello sonaba a chino a los chicos de la aldea y, creyéndose intocables, no hicieron ni caso. Y se armó la marimorena.
A pesar de alegar ante las autoridades que tan sólo habían pedido la voluntad por los libretos –que por cierto, también quedaba prohibido– los numerosos testimonios dejaron patentes que sí los habían vendido. Y todo acabó en un pequeño alboroto y, dicen algunos y las canciones posteriores que hacen referencia al suceso, que dieron con sus huesos en el calabozo o perrera: «En Bilbao al perrera no nos han de meter, cansiones de quimera que no nos gusta haser. Además, verdaderos bilbaínos los que son, tienen para los aldianos abierto el corasón».
Ellos sospechaban que alguien afín al Marqués de Urquijo, había dado el chivatazo de que eran gente «polémica» pero nunca se pudo probar. El marqués era una isla liberal dentro del océano carlista de Laudio y la hostilidad frente a aquel ricachón era una realidad patente en ciertos ambientes populares. Pero nos extraña que fuese así porque era el mismo marqués quien cubría los gastos de la elaboración de aquellas carrozas con forma de caserío, unas carrozas que luego quedaban en los jardines de su palacio, como un elemento pintoresco más.
En opinión de otros testimonios, a pesar de que así lo contaron y cantaron —y cantamos en la actualidad— no acabaron en ningún calabozo y todo se redujo a una reprimenda y una vejatoria y cuantiosa multa.
Y es así como aquel día de gloria acabó en desastre. Con la humillación además de quien se siente ofendido y vapuleado. Por ello es aún una anécdota muy sonada, comentada y celebrada en Laudio y alrededores, porque la tradición oral se ha encargado de mantenerla viva.
De aquella cuadrilla surgiría años después el glorioso club Rakatapla (1931 aprox.) y, décadas más tarde y con un Ruperto Urquijo ya anciano, Los Arlotes (1950 aprox.). Un grupo éste cuya canción más identitaria, titulada Carnavales, grita a los cuatro viento que «Que digan lo que digan ya estamos aquí, nos traen los Carnavales…» y, por si acaso, pone en aviso a los oyentes de que todo aquello fue un error: «…no pedimos nada a nadie porque eso está prohibido pero si echan a la calle será muy bien recibido«. Con terquedad se defiende aún que no se vendieron, buscando un resarcimiento cara a la historia.
Yo soy miembro de este coro, arlote por tanto y chico de aldea a partes iguales, y a mí no se me despistan estas fechas. Por eso sé que ha pasado un siglo exacto… y aquí ando dándole vueltas sin saber cómo poner fin a aquella necesidad de venganza que nos transmitieron nuestros predecesores, que hemos mantenida encendida durante diez décadas y que no podemos cerrar en vacío. Porque las eternidades son muy tediosas.
Se me ocurre el echar el guante a la asociación bilbaína que lo desee o al mismo ayuntamiento y que nos invite a bajar a las Siete Calles a compartir unos potes y a llenar de música y color el ambiente bilbaíno, como sucedió hace ya cien años. Porque preferimos solucionarlo de una vez por todas y vivir lo que nos quede en paz. Que tan de aldea no somos ya…
ANEXO CON LOS DOCUMENTOS ORIGINALES (ARCHIVO MUNICIPAL DE BILBAO). Tienes una visión normal de los documentos. Pero si pinchas en los enlaces podrás además acceder a los documentos con gran resolución, para poder descargarlos e imprimirlos con calidad.
[Expediente tramitado por el Ayuntamiento de Bilbao en virtud de instancias presentadas por varias comparsas y estudiantinas, solicitando permiso para desfilar por la vía pública durante el Carnaval de 1918, y de la moción del concejal Facundo Perezagua proponiendo la supresión de dicha fiesta por considerarla inoportuna ante de la situación de crisis que se atraviesa. INCLUYE: Programa de la comparsa Los Chicos de la Aldea para las fiestas de Carnaval de 1918 que incluye un dibujo firmado por José Arrúe. Impreso por la Imprenta Sucesores de Aldama en Bilbao. Bando promulgado por el Ayuntamiento de Bilbao haciendo saber al vecindario las disposiciones adoptadas para la celebración del Carnaval los días diez, once y doce de febrero de 1918]Solicitud que junto al libreto presentó al ayuntamiento de Bilbao el laudioarra Juan Etxebarri, en representación de Los chicos de la aldea:
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Atzo gauean, sorginei buruzko informazioa bilatzen ari nintzela sarean, Gustav Henningsen ikertzaile daniarrak Galizian 60ko hamarkadan egin zuen argazki zoragarri bat aurkitu nuen: emakume bi, bahe eta artazi batzuez, antzematen ea meigarik –sorginik– ote zegoen euren ingurune hartan. Behinolako Galizia sakon, ilun eta galdua…
Pozarren hartu nuen aurkikuntza hori gogoan nuelako Artziniega (Araba) herrian ere horrelako metodoak erabili izan zirela bestelako garaietan edo, behinik behin, horrela dokumentatu zituela J. M. Barandiaran (1889 – 1991) apaiz antropologoak.
Horrela zioen bere oharretan: «En Arceniega [Artziniega] recurren a los servicios de una mujer de la localidad para saber quién esta embrujado. Ella toma una criba, mete por uno de los orificios unas tijeras hasta su eje, las abre y hace que la criba cuelgue de ellas. Entonces pregunta: “¿Fulano es brujo?”. Si la criba oscila es señal de que la persona nombrada está embrujada»
Galbahea eta artaziak ouija baten modura erabilita…
Etxe edo ingurune batean sorginik bazela susmatzeko nahiko zen gauerdia baino lehenago oilarraren kukurrukua entzutea edo behi baten azalpenik gabeko marru arranguratsua. Edo, beste barik, uste izatea bolada bateko zortea normala baino txarragoa zela: kasuistika hutsa zena sorginkeriei egozten zitzaien.
Artaziak dira, bestetik, sorginen kontrako babes preziatuak, batez ere gurutze itxura hartzen dutenean. Horregatik da hain ohikoa beste kultura askoan umeen burukoaren azpian artaziak jartzea, sorginekiko harresi gisa. Arrazoi beragatik ezartzen dira tximinien beheko partean egur zatiak hartzeko burdinazko suhatzak, gurutze baten forman, tximinia baita euskal tradizioan sorginak etxera sartzeko bide ohikoena.
NONDIK DATOR AKELARRE HITZA? Azkenik, eta bat-bateko lerro hauei amaiera borobildua emateko asmoz, aipatu nahiko nuke argazkia egin zuen Gustav Henningsen dela, seguru asko, sorginei eta sorginen kontrako prozesuei buruz gehien ikertu duen gizakia.
Eta hari zor diogu akelarre hitzaren jatorriaren interpretazioa: Akelarretoponimo zehatza zen lehenbizikoz aipatu zenean 1609ko maiatzaren 22an, Auzitegi Gorenera bidalitako gutun batean. Bertan, Nafarroako hainbat tokitan egindako sorgin-batzarrak deskribatzen dira. Hortik hiru hilera, azken “ustezko sorginak” atxilotu zirenerako, tokiari emandako izen hura generiko bihurtua zuen prozesua zeraman Valle Alvarado inkisidoreak, agian, aker demoniakoarekin lotzeko primeran zetorkiolako. 1609ko maiatz eta abuztu bitartean asmatu zen akelarre hitz arrunta, esan bezala, leku-izen zehatz batetik eratorria. Eta geroztik dokumentu guzti-guztietan aipatuko zen akelarre hitza, amesgaiztozko batzar lizun haiek izendatzeko.
Valle Alvarado inkisidore hari zor dioguAkelarre toponimotik akelarre berba arrunterainoko bilakera. Geroztik, mundu osora zabaldu zen izendapen hori, gaztelaniak ere beretzat hartu zuelako: aquelarre ‘junta o reunión nocturna de brujos y brujas, con la supuesta intervención del demonio ordinariamente en figura de macho cabrío, para sus prácticas mágicas o supersticiosas’.
Hala dio Espainiako RAE Akademiak eta horrek esateak susmo txar guztiak uxatzen ditu. Eta hala ez bada, bahe eta artaziek erabaki dezatela…
A pesar de que ya habían perdido el euskera décadas atrás, se intercambiaban como alegre saludo la frase ritual «Sanblasa agerian!!«, ‘¡el [cordón de] san blas a la vista!‘.
Era la manera de mostrar en comunidad la importancia del cordón de San Blas en aquel Laudio de 1935. Lo sabemos gracias a unas anotaciones manuscritas que José Miguel Barandiaran (antropólogo, etnólogo y arqueólogo vasco: 1889 – 1991), el famoso sacerdote ataundarra, recibió a través de un alumno suyo del seminario tras entrevistarse con los ancianos del lugar: Juan Egia Orue, del caserío Torrejón en Gardea (Laudio). No es la única sorpresa que nos aportan aquellos apuntes que hoy sacamos a la luz.
El cordón de San Blas es un fino cordel de llamativos y variados colores que es bendecido el día del santo (3 de febrero) y se porta atado al cuello durante un período de tiempo para ser finalmente quemado. De hacerlo así, adquiere cualidades sobrenaturales y se convierte en el amuleto perfecto para protegernos de «todos los males de garganta«, sean cuales fueren éstos.
Poco sabemos del porqué de esta costumbre tan arraigada en el occidente vasco pero que, a su vez, es desconocida en la mitad oriental del territorio. Pero el hecho de que nos encontremos en el período de la reactivación de la naturaleza, el que se bendigan alimentos con los que salvaguardarnos con tan solo ingerirlos y que con idéntico fin se protejan los animales de la casa al darles espigas bendecidas, su relación con la llegada de pájaros de buen agüero como la cigüeña, etc. nos hace pensar en un posible origen previo a la cristianización, con raíces más profundas que el relato de que un eremita turco –luego declarado santo por la Iglesia– sanase a un muchacho que tenía una espina en la garganta.
Margarita Basterra Agirre (1928-2021), con sus mostachones y cordones bendecidos, infalibles talismanes para los males de garganta.
DE DÓNDE SURGE No lo sabemos. Pero dentro de este desconocimiento, se han aventurado diversas especulaciones como que se comenzaría a utilizar en una epidemia en concreto u, otra más curiosa, que sugiere que parte de la bendición tradicional de los alimentos en ese día. Para llevar éstos (rosquillas, etc.) a la iglesia se usarían al parecer cordeles de vistosos colores e incluso alambres. Al llegar de nuevo al hogar, alguien en algún momento de la historia se percataría de que aquellos amarres estaban tan bendecidos como los alimentos mismos. Y por tanto podrían aprovecharse y usarse como protección en vez de tirarlos.
No deja de ser algo aventurado pero sí que encajaría con las notas de Barandiaran que nos dicen que, en el Laudio de hace casi un siglo, «se bendicen además [de los alimentos para personas y ganado y en referencia a los cordones del cuello] toda clase de collares metálicos o de hilo». Metálicos…
Nuria Larrinaga Ortiz muestra los cordones bendecidos para la numerosa familia.
HASTA CUÁNDO LO LLEVAMOS Tras ser bendecidos en la misa de la festividad de San Blas se anudan en el cuello y no se retiran de él bajo ningún concepto. Pero no nos ponemos de acuerdo en el hasta cuándo.
En amplias zonas de Bizkaia –incluido el gran Bilbao, en donde esta costumbre goza de gran arraigo– suele portarse durante nueve días, lo que se conoce como una «novena» [‘práctica devota, dirigida a Dios, a la Virgen o a los santos, que se ofrece durante nueve días’, según la RAE].
En otros casos, los menos, se lleva durante una semana o incluso sin ninguna duración determinada.
Por el contrario, la práctica totalidad de los cordones-collares en Laudio, Enkarterri, Okondo, Orozko, Amurrrio… se retiran el Miércoles de Ceniza –los más rigurosos, al comenzar ese día, noche de martes de Carnaval– es decir, el inicio de un período de penitencias y recogimiento conocido como Cuaresma. Y, más que retirar, han de quemarse para recordárnos lo efímera que es la existencia humana.
Mi madre por ejemplo, siempre recuerda haberlo hecho en el fuego bajo, en la noche que media entre el martes de carnaval y el Miércoles de Ceniza. En nuestra misma cuadrilla de amigos lo hemos quemado varios años a la media noche del último día de carnaval, en la puerta de un conocido bar por el que andábamos gozando de la noche festiva.
Este calendario móvil plantea situaciones curiosas ya que en unos años llevaremos el cordón durante mucho tiempo y en otros, muy poco. Hay incluso casos extremos en que sólo se lleve un día por caer el Miércoles de Ceniza en el día 4 de febrero. Eso sucedió en 1573, 1668, 1761 y 1818, y ocurrirá de nuevo en 2285: creo que no lo veremos.
Por el contrario, en años como el 1546, 1641, 1736, 1886 y 1943 así como en el futuro 2038, será cuando más días llevemos el cordón al cuello, ya que el Miércoles de Ceniza será el 10 de marzo: un total de 35 ó 36 días en función de que febrero sea bisiesto o no. Un lío…
Cordones de San Blas rodean entrañables dibujos de José Arrue (1885-1977)
Como vemos, la fecha de la quema del cordón ha sido motivo de grandes corrientes del «pensamiento popular», con apasionadas discusiones como si nos fuese la vida en ello. Por el contrario, aquel informante de Laudio no tuvo reparos en declarar al sacerdote etnógrafo que «se acostumbra llevarlos al menos una semana o hasta el sábado siguiente o bien todo el año hasta el siguiente año». Y no era alguien extravagante sino una persona que había buscado los informantes idóneos para recabar las respuestas al cuestionario etnográfico, conocedores de las costumbres populares antiguas del pueblo.
En otro lugar de sus apuntes [también de 1935 y con un informante local de nombre Daniel Isusi, también alumno suyo en el seminario] añade que los cordones estarán «…atados al cuello de cada uno de la familia. Lo han de llevar hasta el año siguiente». Añadiendo a continuación que «en caso de que a alguno se le rompiese en el transcurso del año, lo lanzará instantáneamente al fuego, después de hacer la señal de la cruz».
Un año al cuello… Y, sin embargo, hoy nos choca. Y aquello que antes debía ser normal hoy parece motivo de herejía.
Así las cosas, opino que esa rigidez en la fechas ha de ser moderna y, si bien su origen puede ser más antiguo, se generalizarían en el uso con la excesiva clericalización que la sociedad sufrió durante el franquismo. Y cuidado con la memoria, que es traicionera…
El harri-jasotzaile –ya retirado– Venancio Ussia, con el cordón benefactor al cuello.
LA OBLIGADA QUEMA El acto de quemar el cordón era en sí tan importante como el de su bendición inicial ya que, sin el uno o el otro, carecería de poderes benefactores para la salud de la garganta. Hoy es algo que se ha olvidado y que pocos practicamos. Por eso invito a recuperarlo, especialmente si hay niños/as de por medio, ya que la incorporación del fuego dotará a todo ello de un halo de magia hechizante.
El cordón, en el momento previo a ser incinerado
Solía recogerse entre los dedos y, tras hacer una oración o santiguarse con él, se arrojaba al fuego, el elemento purificador por excelencia. A partir de ahí comenzaba a reinar la renuncia, la oscuridad, la mortificación del cuerpo… propios de la Cuaresma. Un período duro, temido e incluso odiado.
Por ello estoy seguro de que, hasta el mayor de los beatos, soñaría con que aquello finalizase cuanto antes y que llegase un nuevo año para poder saludarse airosos por la calle con aquel “sanblasa agerian!” que indicaba que nos iba más el carnaval que la cuaresma, la fiesta que la penitencia y la felicidad que la tristeza. Sanblasa agerian… orain eta beti. Izan zaitezte zoriontsu.
Anexo con las notas textuales tomadas por J. M. Barandiaran el 1 de enero de 1935:
«2 de febrero, San Blas
Bendición de objetos comestibles que se supone tienen eficacia contra las enfermedades, tanto en las personas como en los animales domésticos, principalmente el vacuno.
Consistía en pan, naranjas, galletas, espigas (enteras siempre) de maíz, etc.
Cuando enferma algún animal, se le administran. No existe para este caso ninguna fórmula ritual.
Se bendicen además toda clase de collares metálicos o de hilo. Se acostumbra llevarlos al menos una semana o hasta el sábado siguiente o bien todo el año hasta el siguiente año.
Se les atribuye alguna eficacia como amuleto, creyéndose que al que los lleve no le atacará "ningún mal de garganta".
Es corriente entre erdaldunes la frase euskerica "SAN BLASA AGIRIAN" ('el san blas a la vista') cuando por algún motivo se deja ver.
NB: estas prácticas están en uso solamente en los caseríos»
Zer egin toponimia kaltegarri suertatzen zaizunean… Bizitzan dena ez da eztitsua. Horregatik natorkizue kontu-kontari.
Joan den asteazkenean, urtarrilaren 18an, lan-batzar bat izan genuen Lakuan, Eusko Jaurlaritzak deitua. Xedea, gardena: orain eta etorkizunean (2018-2020), ahalik eta hoberen kudeatzea eta eskaintzea Euskadiko Autonomia Erkidegoko toponimia (leku-izenak mapetan, nabigatzaileetan, ofizialtzeak…).
Hor nengoen, duela gutxi berriztatu didatelako lehendik hor nuen zeregina: EUDELen ordezkari teknikoa naiz Euskararen Aholku Batzordeko Toponimia Azpibatzordean. EUDEL da, dakikezuenez, Euskadiko udal gehienen bilgunea: garen 252 udaletatik 234 daude hor, hau da, guztien %93. Nik lan egiten dudan udala, Laudio, kidea da: hori da ni hor egotearen arrazoia. Bestela esanda, kide den udal bateko langilea izan barik ezin ninteke batzorde horretan EUDELen ordezkaria izan.
Euskadiko Autonomia Erkidegoan dauden udal teknikarien artetik hautatu ninduten ni toponimia bezalako esparru ederrean jarduteko: nekez irudikatu liteke plazer handiagorik. Ez dakit zergatik hautatu ninduten 2015ean eta zergatik orain (2017ko azaroan) berretsi, ez baitut erakunde horretan inor ezagutzen. Baina egia da, bestetik, aritua naizela aspaldidanik toponimian: Euskaltzaindiko euskaltzain urgazle eta Akademia horretako Onomastika batzordeko kidea izateak lagunduko zuen, hala nola, hainbat toponimia lanetan ibili izanak.
EUDELen ordezkaritza hori, euro-zentimorik kobratu gabe egiten da eta, nire kasuan helburu bakarra du: gure herriaren ondare kultural eta linguistikoan ahalik eta hoberen jardutea, utziko dugun Euskal Herria aurkitu genuena baino hobea izan dadin.
Batzar-mahai handi haren inguruan hainbat erakunde izan ginen, Miren Dobaran sailburuordea mahaiburu eta anfitrioi genuela:
– Eusko Jaurlaritzaren Ingurumena, Lurralde Plangintza eta Etxebizitza Saileko ordezkaria
– Eusko Jaurlaritzaren Gobernantza Publikoa eta Autogobernua Saileko ordezkaria
– Arabako Foru Aldundia
– Bizkaiko Foru Aldundia
– Gipuzkoako Foru Aldundia
– Instituto Geográfico Nacional [Espainiakoa]
– Euskaltzaindia
– toponimian aditutako batzuk eta
– EUDEL, udalak, nire bitartez.
Hori guztia ez litzateke aipatzeko albistea izango, esan bezala, lehendik ere ari nintzelako. Baina aldaketa egon da.
Aho bete hortz geratu ziren guztiak hor jarduteko nuen arazoa mahairatu nienean: nire udalean ukatu egin didate horretarako orain arte nuen baimena eta batzar bakoitzeko nire opor-egun bat baliatu beharko dut.
Lehenbiziz suertatu da horrelako egoera eta guztiz berezia da. Salbuespenekoa esango nuke nik. Orain artean, harro zeuden udalak hor euren teknikaria izatearekin. Izatez, horrela egon naiz orain artean.
Bestalde, niri toponimiaren ardura horrek lan-zama handitzea besterik ez dakarkit, esan bezala, «etxeko lana» berdin egin behar dudalako eta batere konpentsazio ekonomikorik izan gabe egiten dudalako lan.
Nirekiko hartu den erabaki hori zilegi eta zuzena bada ere, ez da ezer ezetik sortu den zerbait, ibilbide luze baten azken ondorioa baizik. Eta seguru nago erabaki «berezi« horrek (eta batez ere jakinaraztean erabilitako tonua) zerikusi zuzena duela orain gutxi herritarrek ni «urteko laudioarra« hautatze eta izendatzearekin: akzioaren kontra, erreakzioa. Batzuei ez zaie gustatzen ni hain «ezagun eta baloratua» izatea. Ez dago besterik.
Horrelakoa da bizitzan zenbaitetan pairatzen dugun «kuku-kumearen paradigma«: batzuek hazi ahal izateko, aurretik bota behar dituzte habian dauden beste kumeak, genetika ezberdina dutelako; erail behar dituzte habia-kideak, neba-arrebak, nahiz eta amildutako txoritxoak leku horretako bizilagun legitimoenak izan. Eta hori da duguna eta pairatzen ari garena.
Zer egin? Askatasunaren defentsagatik bada ere, aurrera jo. Eta baliatu horretarako erabili beharreko opor-egun guztiak. Batzar horietan nahi ez nautenei ez diet nik alde egiten ikustearen plazera eskaini nahi: ez dute merezi, ez dut merezi.
Dudan pena bakarra da nire familiari, bereziki nire alaba txikiari, dedikatu beharreko egun horiek lapurtzea. Baina seguru nago noizbait ulertuko, barkatuko eta eskertuko didala. Eta toponimia egoera hobean izango da, neurri batean, bere aitaren ahalegin zigortuari esker. Erraza da horma bat mailuka txikitzea baina zaila eraikitzea: ondo ikas dezala. Eta inoiz ikusiko balu gure herria eraikitzeko opor-egunak erabiltzera kondenatuta dagoela, erabil ditzala batere zalantzarik egin gabe.
PS (2018 02 15): gaur, denbora luze samarra igarota, arazoa konpondu omen da eta batzar horietara joateko baimena (eskubidea) ontzat eman du alkate-udalburuak.
Gaurko egunean –urtarrilak 17, San Anton– hain bizi neketsua zeramaten gure mandoek eta astoek ez zuten zamarik eraman behar, euren jaieguna zelako. Eta ondo errespetatzen zuten hori gure baserritarrek.
Idiak eta behiak aske zebiltzan egun markatu hartan, larreetan bazkatzen, gurdiari edo goldeari lotu gabe, alaiki ospa zezaten hain egun loriatsua. Ardiek ere opari berezia zuten eta urte osoan eraman beharreko arran ederrak gaurko egunean bedeinkatzen ziren: horrelako kutuna saman eramanda, zeri izango zioten beldur, zein hodei ausartuko zen artaldeari kalte egiten?
Ikuiluan, aparteko janaria ematen zitzaien abereei eta, areago oraindik, hainbat otamen gizakiokin partekatu. Lagun zuten San Anton etxeko animaliek, beti zegoelako zutaberen batean bere irudi bat iltzatuta.
Entzutekoak izango ziren, bestetik, gaurko eguna urratzeko oilarrek joko zituzten kukurrukuak, pozarren zeudelako ikusita euren maitaleak, oilo jasankorrak, arrautzak erruten hasiak zirela, inoiz baino maiztasun eta kopuru handiagoan, beti zeruko argiari begira. «Por San Antón, huevos al montón» esaera, haren lekuko eztabaidaezina.
Azkenik, duela ia mende bateko galdeketa etnografikoetan jaso bezala, gure arbasoek laztantzen zituztela makeren –ama izandako txerriak– sabelak, titiak batez ere, errapeak, hortik ateratzen zen oparotasuna eta euren ahalegina eskertu nahi zizkietelako.
Eta maitekiro hitz egiten zieten bitartean, ferekak luzatzen zizkieten, ahal zituzten berba goxoenekin nahastuta.
Ez naiz ni fededuna eta ez da nire asmoa gaur den egunean inongo eremita baten heriotza oroitzea. Baina bai ahaleginduko naiz arimaz eta gorputzaz gaurko eguna apartekoa, berezia, izan dadin.
Lanean sartu aurretik (7:30) kaleko txoriei jana ipiniko diet eta gurasoen etxera hurbilduko naiz, sutondoan eta haiek ohartu barik, atzo txerrikiz paratu nuen lapikotxo bat uzteko, opari. Haiei ere naizen guztia zor diedalako. Sarri ahaztua dugun arren, pertsonak ere animaliak garelako.
Eta gero eguerdian, behin lanetik itzulita, etxekookin jango dugu lapiko horren beste guztia, ahal dela, ardotxo on batekin lagunduta.
Batez ere gure alabatxoak ikus dezan egun guztiak ez direla berdinak gure etxean. Bihotzean barneratu dezan mezu hau: gaurko eguna suposatzen duen guztia gozatu eta kontuan izan barik… ez dugula gure etxean, Euskal Herrian, bizi nahi.
Beno, utziko zaituztet, goizaldeko ordu ilun hauetarako zain izango ditudalako kaleko txoriak, irrikan, euren zaindariari kantari hasteko. Gora gaurko eguna, gora San Anton eta gora gu garena.
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