No les toquéis los huevos

ARRAUTZAK3

Hay costumbres en las tradiciones rurales que nadie sabe a ciencia cierta a qué responden. Pero son incuestionables y axiomáticas en el universo ritual de quienes la practican. Y que nadie quiera ir más allá porque ya le adelanto yo mismo la respuesta que va a recibir: «porque siempre ha sido así». Y punto…

Vayamos a uno de esos casos… uno de cuando les tocan los huevos a las gallinas.

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Si pregunto a mis padres, me dirán sin dudar que para que una puesta de gallinas llegue a buen puerto, para que las condiciones de la incubación sean las óptimas, para que el beneficio del proceso sea el adecuado, el número de huevos puestos por las gallinas habrá de ser impar. Porque yo qué sé. Y, si no, empezamos mal…

No creáis que es creencia local sino que ha estado muy extendida entre nuestros baserritarras. O sea, que de devaneo de algún enajenado, nada. En fin… pongamonos serios, que habiendo huevos delante, la etiqueta lo requiere.

Rizando el rizo del costumbrismo popular, no sólo se conformaban con que fuese impar sino que cada comarca tenía sus preferencias. Por algunas zonas de Uribe-Kosta servía con que fuese número impar entre siete y quince, cifra que se acotaba más en Gernika siendo el número de huevos ideal o trece o quince (ni más ni menos), similar a la creencia de Karrantza en donde, con gran generosidad, además de las cantidades anteriores, también daban por bueno un número tan extraño y patán como es el once.

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Pero también entre las creencias rurales ha habido pueblos atravesados y díscolos. Si no cómo puede entenderse que en Elgoibar tuviesen por número ideal el dieciocho y en Ajanguiz y Orozko la docena. Si se enterasen mis padres… ¡vaya ofensa al buen hacer!

Así es que para atinar con tanta precisión en ese número mágico que garantizase una próspera pollada había algún que otro infame pervertido que hacía trampas y andaba todas las veces tocando los huevos a las pobres gallinas. Pero era una práctica que nunca ha estado bien vista.

Y a estas alturas ya no hay baserritarra que no sepa que para que te sonría la suerte no hay nada en la vida como el tener los huevos bien puestos. Pero, por dios, que nunca sean «un par de».