2 de febrero: más que bendecir velas

Acabo de regresar de bendecir unas velas porque hoy, 2 de febrero, es su día: Día de Candelas o Candelaria. Y no unas velas cualquiera sino unas expresamente compradas para la ocasión en la cerería Donezar de Iruñea, el último establecimiento artesanal que se dedica a aquella labor gremial que conoció mayores glorias que hoy. Porque en días especiales como hoy todo capricho parece poco.

Las velas bendecidas en esta fecha tan señalada adquirían un poder mágico, sobrenatural y se usaban –junto al agua bendita– como desesperado último auxilio frente a aquellas situaciones que superaban lo humanamente alcanzable y que, por ello, necesitaban de la intercesión divina.

Velas artesanas de Donezar, en plena actuación milagrosa contra la tormenta de viento y granizo que hemos vivido en el mismo día de ser bendecidas

Encender una vela que se había bendecido un 2 de febrero era la mejor de las soluciones para hacer que una tormenta se aplacase, para que no descargasen su temible fuerza los rayos, para retornar al cauce habitual un desbordado río o aminorar la fuerza del mar que amenazaba a los marineros, para ayudar a los moribundos agonizantes a poner fin a su existencia corporal, para orientar a las almas de nuestros difuntos a la hora de regresar a casa en fechas como Todos los Santos o Navidad u otras que andaban penando, errantes en cruces y rincones, por no haber cumplido una promesa en vida o cualesquiera otra razón. Igual que para ahuyentar brujas y otros seres maléficos cuando crujía el caserío, temblaban las tejas o se mostraba especialmente inquieto el ganado. Porque las velas y la cera en sí estaban consideradas como el más apropiado vínculo material para enlazar lo humano con lo divino, lo terrenal con lo celestial.

Bendición de las velas en la parroquia de San Pedro de Lamuza, Laudio, con José Mª García

RITOS PREVIOS. Pero en el fondo, como siempre suele suceder con nuestros ritos y creencias, bajo esta fiesta cristiana –que por otra parte conmemora la presentación de Jesús en el templo tras cumplir los 40 preceptivos días de purificación tras el parto– subyacen otros símbolos de creencias más arcaicas, ancestrales si se quiere, previas a la cristianización y que nos transportan a lo más intenso, puro y esencial de nuestra cultura y existencia. Vamos a repasarlas aunque sea someramente.

Realmente las velas que algunos madrugadores hemos bendecido hoy representan la victoria de la luz frente a las tinieblas, de lo humano frente a lo no humano y mitológico, de la primavera frente al invierno, del bien frente al mal o, por simplificarlo, de la vida frente a la muerte.

No es casualidad que el 2 de febrero coincida en una concatenación de días rebosantes de rituales con los que buscamos una vida mejor o la misma la supervivencia: Candelaria,  San Blas, Santa Águeda, carnavales rurales, basaratuste (ofrendas al bosque)… Sin duda estamos en el epicentro del calendario de nuestra simbología tradicional, en ese punto de inflexión en el que hay que dar paso a la vida frente al mal y la oscuridad, la fiesta que marca el centro el invierno.

También subyacen bajo esta fecha los cultos previos que se rendía en diferentes épocas de la historia de la Humanidad, a las divinidades Demeter griega y su posterior Ceres romana, con sus precedentes y más lejanas Isis egipcia o Astarté fenicia. Todas ellas, concatenadas en la historia, celebran el despertar de la naturaleza tras el letargo invernal por medio de esas diosas, siempre femeninas, que son guía de la agricultura, alimento de la tierra joven y fértil y artífices de que se repita con éxito cada cada año ese ciclo vivificador entre la muerte y la vida.

EL OSO. En toda Europa existe la creencia popular de que el día de hoy es la fecha en la que el oso abandona su hibernación para salir de la madriguera (la marmota en las Américas).

Nuestros antepasados, sin duda, lo percibirían como la reaparición del mal, no solo por los daños que como alimaña les causaba, sino porque surgía de las cavernas, de las entrañas de la tierra, de la oscuridad en donde reina el mal y los seres mitológicos no humanos. Hay por ello quien apunta que quizá muchos de nuestros gentiles o basajaun avistados en los bosques serían en realidad osos, interpretados por aquellos atemorizados personajes que les tocó vivir tan duras condiciones.

Tampoco es casualidad que la misma doctrina cristiana ubicase el infierno, el diablo… en un idealizado interior de la tierra, readecuando para su beneficio las antiguas creencias previas. El mal, por ello, reaparecía estos días desde los avernos de nuestro mundo.

Apresamiento del oso en carnaval rural de Ituren, carnaval 2019

CARNAVALES. De ahí que las representaciones populares de los carnavales rurales, los de verdad, culminen en muchas ocasiones con el apresamiento y muerte del oso, tras una purificación del entorno con el sagrado sonido de los grandes cencerros: Vijanera, joaldunak de Ituren y Zubieta, Markina… Simbolizan así la victoria del bien sobre el mal, de lo humano y divino sobre lo diabólico… de la vida sobre la muerte. Así es que disfrutad de esta fecha que nos transporta mucho más allá de la bendición de unas simples velas: es el fin del invierno y a partir de estas fechas renace una vez más la naturaleza que nos mece en nuestra existencia. No es pequeño motivo para una celebración

Entre la vida y la muerte

El día de hoy, 28 de octubre, San Simón y San Judas, se considera en la cultura vasca como la fecha que deslinda el verano del invierno o, dicho de otro modo, el final del vigor de la naturaleza para reposar hasta principios de febrero, cuando el bosque y animales resucitarán de nuevo exuberantes de vitalidad.
Así es… “San Simon eta San Juda, joan zen uda eta negua heldu da” dice la celebre sentencia popular, ‘San Simón y San Judas, se fue el verano y ha llegado el invierno’.

Pero poco hay que rascar para comprobar que esos dos santos son una máscara intencinadamente superpuesta por el cristianismo para ocultar aquellos ritos paganos mucho más profundos, arraigados y ancestrales y que nos advierten de esa llegada de la oscuridad, de la muerte de la tierra que nos mece y de la época de más actividad y de empoderamiento de los seres del más allá, de todo lo que se temía.

En realidad, hoy estamos celebrando lo mismo que dentro de unos días será el Día de las Ánimas o de Todos los Santos o de esa nueva fiesta impuesta que, maldito sea su nombre, conocemos como Halloween. Por no hablar del samaín gallego o las fiestas de las castañas (hoy por ejemplo en Orozko), Gaztainerre o los magostos de la cornisa cantábrica, tal relacionadas con el culto a los difuntos, a la muerte… a ese invierno que todo lo envuelve y sincretiza a partir de estos días.

En las culturas del norte de la Península, la castaña está presente en las ofrendas a los muertos, al más allá que habita en la oscuridad

Celebramos hoy por tanto aquella transición entre estaciones anuales que se amoldaban más a los ritmos de inhalaciones y exhalaciones de la naturaleza que a rígidos y exactos calendarios con los que hoy nos regimos.

Aquí tienes unas notas en euskera más extensas sobre el tema, escritas el año pasado. Y vívelo como prefieras pero, en cualquier caso, ten presente que el de hoy no es un día más, sino una fecha especial, fascinante, sobrecogedora… más con la ventaja de –al contrario que les sucedía a nuestros ancestros– saber que pronto volverá la primavera con todo su esplendor y derroche de vida. San Simon eta San Juda, joan zen uda eta negua heldu da

11 de noviembre: a cada santo le llega su San Martín

Y más si cabe al húngaro Martinus Turonensis, cuya festividad celebramos hoy, 11 de noviembre ya que, como veremos, fue luego nuestro San Martín de Tours. Pero la fecha no coincide ni con su nacimiento ni con el martirio ni con nada similar como suele ser habitual.

Y lo decimos porque su vida se encuentra bien documentada ya que la escribió su discípulo Sulpicio Severo (¡vaya nombre! Fue otro santo, no un torturador como aparenta el nombre) en el mismo año de su fallecimiento, en 397.

Pero esa no coincidencia de ninguna parte de su vida con su celebración de hoy, 11 de noviembre, ya nos hace intuir que nos lo han colocado ahí para cubrir otros rituales ancestrales, precristianos, previos y tan arraigados que la Iglesia de la época no pudo eliminarlos. Y es así…

A CAPA Y ESPADA
Martinus o Martín fue un militar vocacional y ya con 15 años ingresó en la guardia imperial romana en donde sirvió 25 años. Repartía si ton ni son pero a la vez se dice que era clemente con el enemigo. Su mejor arma era la nobleza.

Curiosamente, el hecho más renombrado de su vida y el que le da carácter de milagroso, de sobrehumano, no tiene nada que ver con una actitud guerrera sino todo lo contrario. Sucedió en Amiens cuando llevaba seis años de militar. Allí encontró a un mendigo tiritando de frío. Conmovido con lo que veía, desenvainó su espada y cortó la mitad de su capa para dársela. No se la entregó entera porque se suponía que la otra mitad era propiedad el ejército, una especie de usufructo del uniforme.

Y de esa guisa es como siempre lo veremos representado en nuestras iglesias, en pinturas, etc. Ya tenemos un truco para identificarlo y hacernos los listos en cualquier visita.

Pero sigamos con la historia. Dicen que esa misma noche escuchó una voz (una psicofonía de la época) en la que Jesús le decía que, al cubrir aquel mendigo, le había dado calidez a él mismo. Y que le quedaba muy agradecido. Otras versiones dicen que se le apareció, pero no cambia el resultado.

VERANILLO DE SAN MARTÍN
Por eso dice la tradición popular que, en recompensa por haberle calentado con su capa, nos devolvió Dios el favor con el “veranillo de San Martín” (último repunte del buen tiempo antes de entrar en el invierno), una manera de hacernos más cálida y gozosa la vida.

CORRE CURRÍN
También por eso se decía que esa era fecha ideal para sacrificar los cerdos ya que se había acabado generalmente el viento sur típico de las semanas anteriores (que echaría a perder toda la carne) y era previo al veranillo “divino” que a continuación suele aparecer: era como un intervalo mágico y perfecto para esa labor.

Pero lo cierto es que eso sería en familias muy poderosas con muchos cerdos que matar o en otras latitudes. En la zona en que yo me muevo (el lejano oeste vasco) la matanza siempre ha sido más tardía, en torno a la primera semana de diciembre para que los manjares ya estuviesen aptos para Navidad. No había un período establecido. También se tenía muy en cuenta la fase de la luna, en menguante, así es que la fecha en cuestión tenía cierta movilidad: nada por tanto eso de aferrarse al 11 de noviembre.

En cualquier caso, refranes como “A cada cerdo le llega su San Martín” o el alavés “Por San Martín, sal del cortín [cortín: pocilga]” nos hablan de lo fatídico de la fecha para el colectivo porcino.

RITOS PAGANOS
No sé que nos ha pasado aquí. Pero no ha quedado ni rastro de unos rituales paganos que sin duda se dieron, ya que fueron comunes en toda Europa o en la Península. O yo al menos no he conseguido detectarlos.

En otros lugares esta fecha se preña de rituales y ofrendas al invierno que inicia su período de reinado. Es lo mismo que la fecha de Todos los Santos (era una fiesta ofrenda para el invierno, la oscuridad, el origen del omnipresente Halloween) que hemos pasado hace unos días.

El ritual de San Martín consistía (y consiste) en encender unas hogueras o pequeños fuegos, ahora convertidos en ocasiones a velas, con los que se bajaba de la montaña al valle para pedir por las casas y con ello hacer pasadas unas jornadas una merienda.

ASTUTO SAN MARTÍN
En Euskal Herria sí es por el contrario muy renombrado San Martín como un personaje extraordinariamente astuto y que consigue engañar a seres en principio superiores a él. Por medio de él se explican cómo la gente aprendió a soldar metales (haciendo contar en un descuido a diablos, gentiles… que era añadiendo algo de arcilla), o a poner en marcha ferrerías, etc.

También a fabricar las sierras (“mirando a la hoja de un castaño” dijeron involuntariamente, sin pretenderlo), etc.

Curioso es también el recurso popular a San Martín para explicar el comienzo de la agricultura. En Gipuzkoa se habla de trigo, etc. pero en el querido valle de Orozko (Bizkaia) se limita a interpretar la aparición del maíz, cultivo tardío como sabemos proveniente de América.

Dicen las leyendas populares que sólo gozaban de aquellas semillas mágicas los gentiles (seres mitológicos de gran tamaño). Las almacenaban en una cueva en un gran montón. Y, para intentar hacerse con ellas, San Martín apostó con ellos que se quedaría con el montón quien pudiese saltar por encima del mismo, sin tocar el maíz. Apostaron rápido los gentiles sabiendo que por su grandiosidad les iba a resultar facilísimo pero imposible para el pequeño Martín. Y así lo hicieron. Lo sobrepasaron sin problema los gigantes pero Martín cayó en medio de la pila de grano. Marchó compungido y ridiculizado por las mofas y risas de los gentiles. Pero lo que no sabían es que todo ello había sido una treta, un montaje, para llenar de granos las holgadas botas de Martín sin que nadie se percatase del pequeño hurto. Desde aquel día en que el personajillo bajó los granos de borona (maíz) al valle nunca más hubo necesidad.

AZAROA
El nombre de noviembre es “azaroa” o “zemendi” en euskera. Ambos hacen mención a la siembra que en esas fechas ha de hacerse con los cereales: “hazi+aroa” (`´epoca de simiente’) y del latín “sement-” respectivamente. Similar Zemendi a como se denomina en ciertas partes de Álava a esta época de sementera: “semencia”.

Por ello no es extraño que los mitos hagan referencia cruzada a San Martín, a la siembra y a noviembre, el mes por excelencia en esta labor.

También la relación con el mundo del metal, ferrerías, etc. parece que fue intensa ya que los ferrones eran apodados “matxin”, un hipocorístico o forma más doméstica del nombre Martín.

Era esta fecha de San Martín cuando, recuperados ya los caudales de agua, comenzaba la temporada de plena producción de las ferrerías.

PETIRROJO
Curiosamente con el nombre de “matxin”, como los ferrones, son denominados los petirrojos en Laudio. Probablemente por su sonido similar el martilleo constante y rítmico de la fragua y también porque en noviembre estos pajarillos buscan la cercanía de las casas y se convierten en un avecilla de buen agüero, talismán en cierto modo.

¿Y POR QUÉ DE TOURS?
Porque nuestro personaje militar dejó las armas para dedicarse con fervor a la religión cristiana. Tanto que llegó a ser obispo de Tours, Francia. Su vida pastoral se caracterizó por la evangelización y la lucha contra las costumbres paganas y, por buen impulsor de la expansión de aquella religión, fue declarado santo. Falleció ya sin salir de Francia, en Candes-Saint-Martin, allá por el 397. No pisó nunca más su Hungría natal.

UN AGUJERO NEGRO
Una vez más, observamos la complejidad de nuestro mundo y cómo en una simple celebración como la de hoy, confluyen mil y una historias, creencias, rituales y saberes milenarios. Porque el 11 de noviembre, San Martín, es mucho más que el día atribuido a la matanza del cerdo y a su gozoso veranillo.

Sin más… sean ustedes bienvenidos al invierno. Y si tienen frío sueñen con que algún apuesto soldado le regale la mitad de su elegante capa.