¿Problemas en Houston? Ja

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ESTÁS a punto de operar, cuadrar la caja o entrar a una reunión y te suena el móvil. Descuelgas. Intuyes la voz de tu pareja tratando de hacerse oír por encima de la batidora, los cánticos rojiblancos del pequeño y la flauta de la cría. Le sugieres que apague el electrodoméstico y se encierre en el váter. Escuchas un portazo, golpes, chirridos, gritos, trotar por el pasillo, al pequeño berreando y a la cría repitiendo “pásame a ama, pásame a ama” con la misma angustia de quien está rodeado de llamas y marca el 112. El padre de las criaturas intenta simular calma: “No te preocupes. Lo tengo todo controlado”. ¿Controlado? Si no fuera porque los conoces como si los hubieras parido, te colocarías una sirena en la cabeza y saldrías quemando zapatilla preparándote para presenciar algo así como la matanza de Texas versión botxo. El caso es que ni te inmutas. “A ver, ¿qué pasa?”. “Es que el crío…”, dice uno. “Es que mi hermana…”, dice el otro. “Es que aita…”, cierra el círculo la tercera. Lo que viene a ser un rosco de conflictos, pero sin opción a pasar palabra. Oyes lloriqueos, quejas y ahora es el padre el que dice “pásame a ama, pásame a ama” como si le ardieran los pelillos de las piernas. Lo resuelves y cuelgas. “¿Problemas?”, te pregunta tu jefe, al que su hija, presa de los nervios por la selectividad, le ha lanzado un grito huracanado esta mañana y le ha dejado el flequillo convertido en tupé. “Qué va, que no encontraban el mando”, zanjas.

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Espacios libres de padres

AHORA que se ha puesto tan de moda retransmitir los partos por las redes sociales, temo que lo próximo sea difundir también el momento de la concepción. Me imagino a una pareja sudorosa haciendo un receso en plena efervescencia para sacarse un selfi y compartirlo por Facebook sin previo aviso. Como no salga una teta satánica, se lo dejan publicar fijo. Y yo que me quejaba de las fotos de pies… En fin, que si la pobre criatura ha visto un smartphone antes que la jeta de sus padres ya se puede ir poniendo en lo peor. Ella y el resto, que también los sufrimos. tumblr_nitiparjuz1u7ejlyo1_500

El otro día, una petarda se pasó media función de un espectáculo infantil fotografiando a los actores y la otra media inmortalizando la carita de su hijo, que lleva camino de quedarse cegato con tanto flashazo. Pero, vamos a ver, ¿qué parte de “Apaguen sus teléfonos” no ha entendido? ¿Y por qué trae al crío a ver una obra para más mayores? ¿No ve que no entiende nada y pregunta y acaba usted hablando más que el protagonista? ¿No ve que, tras quejarse diez veces porque no empieza y otras cuarenta y tres porque no acaba, algún espectador de nervio fácil puede cometer un infanticidio? ¿No habría sido mejor que le diera la merienda al salir en vez de estampar con pegotitos de fruta el patio de butacas? Y luego se preguntan por qué no dejan entrar a los niños a determinados lugares… Pues ¿por qué va a ser? Por no aguantar a sus padres.

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130 millones a pachas

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ESTABA en el ambulatorio para anular una consulta que le han fiado a una tía abuela para 2017, porque tiene un pie en el más allá y de reencarnarse supongo que pasaría a pediatría, y me entretuve pensando en lo mucho que les habría ayudado a los políticos el haberles suspendido el sueldo hasta alcanzar un acuerdo. Sería ver la nómina en blanco y entrarles de la misma un deseo irrefrenable de darse besos de tornillo. Fijo que de un mes no habría pasado el cortejo. Deberían empezar a cobrar como todo quisqui por objetivos cumplidos. Que no son capaces de negociar, pues derechitos al Inem a hacer un curso de gestión ambiental. Que prometen miles de empleos y el paro sube, de cabeza a reciclarse en tornero fresador.

Tenía ya un corrillo de pacientes jaleándome -hasta el punto de que un octogenario quería proponer la idea en change.org- y en estas llegó una señora cojeando, dolorida, pidiendo saltarse la cola para preguntar si le podían atender porque se había torcido el tobillo. “Aquí todos estamos para hacer una pregunta”, le soltó la de delante mío en su condición de borde mayor. ¿Qué le diría a un paciente con el cráneo partido? ¿Saque número y sujétese los sesos que lo está poniendo todo perdido? Me quedé con la duda, porque el octogenario leyó en un tuit que el bis electoral nos iba a costar 130 millones del ala y se puso a recoger firmas para que lo pagaran ellos a pachas. Me arrebató el liderazgo. Le sacamos en volandas.

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Órdago a la galleta

LA otra noche, el crío me lanzó un ultimátum: “Si no me das más galletas de chocolate, me marcho de casa”. Tenía preparada una batería de sesudas réplicas y contrarréplicas para ese órdago, pero en un altillo, archivadas, a la espera, en el A-Z de la Adolescencia. Ni una sola palabra al respecto en la carpetilla actual de Mico ni en el manual de Cómo salir por peteneras. carteles-humor-bebe-coche-desmotivacionesVamos, que me pilló fuera de juego. “¿Y a dónde se supone que vas a ir?”, acerté a decir como una principianta cualquiera. “A un hotel, para que no me molestes”. No quise preguntar cómo pensaba pagarlo porque tenía pinta de haber duplicado hace tiempo mis tarjetas, falsificado mi firma y tenerlo todo perfectamente planeado. Debí sospechar algo cuando dijo que iba a independizarse y empezó a hacer vida en la caseta de tela de La Patrulla Canina plantificada en un rincón del salón. Ante tal panorama, le acabé dando unas Príncipe para evitar males mayores. Más que nada porque llovía y me daba no sé qué que se mojara el pijama. Ahora, lo de que le molesto se me quedó clavado. Creo que quiere minarme la moral, como esos inquilinos que mean en tu felpudo para que te vayas del piso. Anteayer no me dejó pegar ojo simulando unas anginas. Le salió tan bien que tenía fiebre y no lo llevé al colegio. Estaba tan albardada que al salir de casa era la hora del recreo y me quedé mirando el patio para ver si lo veía. Y él partiéndose la caja en el sofá. He tocado fondo.

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Mejor una fiesta de pijamas

img_como_organizar_una_fiesta_de_pijamas_para_ninos_20059_origEN ocasiones, los padres sufren estados de enajenación mental transitoria e invitan a otros niños a dormir en casa. La primera media hora, lo que tardan en desparramar todas las piezas del Lego, es llevadera. El resto, de bidón de tila. Imposible entretenerlos con algo civilizado. Fuera juegos de mesa, fuera pinturas, ni hablar de manualidades o cupcakes. Solo quieren jugar al escondite -y pisotear tu fondo de armario-, construir casetas -y pisotear tus cojines- y jugar al corre que te pillo -y pisotear tus pies-.

Me río yo de la Eternal Running. Si sobrevives y mantienes la calma como para no cometer un infanticidio, solo te quedará darles de cenar -yo quiero al lado de menganito, yo también, yo lo he dicho prime– y acostarlos -yo quiero al lado de menganito, yo también, yo lo he dicho prime-. Cuando se duerme el último, tu departamento de I+D bulle: urge un casco insonorizado para las fiestas infantiles o un Chupa Chups de alquitrán que deje pegada la lengua al paladar. En esas estás cuando se cuela el pequeño en tu cama y, al de un rato, tu sobrina, saltándose el aforo, a no ser que tu pareja se haya caído ya a la alfombra.

Lo bueno es cómo acuerdan beber y mear todos a la vez. Sé de uno que, en vez de a una ronda de consultas, debería invitar a una de marianitos y luego a una fiesta de pijamas, a ver si se relajan, acaban cantando el hit Panamá, patria querida y pactan algo, lo que sea, con tal de no tener que sufrirlos otra vez en campaña.

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