Felicitaciones al peso

FELICITACIONES,CUMPLEAÑOSNO es por ser aguafiestas, pero sospecho que si no fuera por el recordatorio de Facebook, no le felicitarían por su cumpleaños ni la quinta parte de sus contactos. Y si no, haga la prueba, omitiendo su fecha de nacimiento en la red social. Seguramente recibiría las llamadas de los más allegados, algún que otro WhatsApp y pare de contar. Lo que viene a ser la gente que se acuerda de usted a pelo porque le tiene cariño, sin necesidad de que le suene una alarma, como si tuviera programada una reunión de trabajo o una cita médica.

Será cosa mía, pero las felicitaciones indiscriminadas, lo mismo a un amigo del alma que a aquel que no sabes muy bien de qué lo conoces pero te suena que hizo contigo la EGB, han perdido su esencia. Llegará el día en que las programemos, como quien domicilia el recibo de la luz, para no tener que ocuparnos ni siquiera de teclearlas. No se sientan culpables, porque seguro que el homenajeado hace lo propio con los mensajes de vuelta dando las gracias.

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que nos aprendíamos los teléfonos y las efemérides del entorno de memoria. Ahora no retenemos ni las propias. Hace meses me llegó un WhatsApp felicitándome. No era mi cumpleaños, no juego a la lotería, no esperaba un ascenso, ni me había presentado al Pulitzer… Tardé días en caer que había sido mi aniversario de boda. Por puro descarte.

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Cómo complicar un cumple

trastadas-13-maid-in-barcelonaEL año pasado lo resolví con un pícnic en un parque, pero este curso va a ser que no. El crío ha asistido a dos cumples y ahora la pelota está en nuestro tejado. Él se decanta por una celebración low cost, esto es, un regalo, un invitado. Servidora, consciente del grave conflicto diplomático que podría generar su espartana decisión en el patio, trata de evitarlo. Así que ahí ando, intentando explicarle que, además de a su amigo, debe invitar a los compañeros que previamente le han invitado y, por supuesto, a los hijos de los padres con los que me hablo. Un absurdo como otro cualquiera que se prorroga, generación tras generación, hasta las mismísimas bodas, en las que uno paga los langostinos por compromiso a gente con la que ni siquiera ha hablado. Por si confeccionar la lista fuera poco complicado, está el tema de la paridad. Que a él se la trae al pairo, pero yo paso de los cumples segregados. Llevo días persiguiéndole con la foto de la clase. “¿Y qué tal si invitamos a esta?”. Y él, que “a esa no porque tiene coleta”, que son el tipo de argumentos que esgrimen a los cuatro años. Por si fuera poco estresante, hay que pensar en los regalos. Un año con la niña decidí innovar y pedí a los padres que no le compraran nada. No lo he vuelto a hacer porque me miraron raro, como si fuera de una secta o algo. Con lo fácil que sería hacerle caso, un invitado, un regalo, no sé por qué me empeño en complicarlo. Estoy a un tris de marcarme un Quiroga.

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Lo tuyo es puro teatro

Puro teatro

LOS programas de la tele se empeñan en buscar minitalentos musicales cuando lo que sobran en las aulas de infantil son actores como la copa de un pino. Bajo esas inocentes amantalas, hay auténticos profesionales que, sin necesidad de usar lágrimas artificiales, son capaces de pasar de la risa al llanto en cuanto enfilan el colegio. Los gimoteos, acompañados de esa última mirada de lechón camino del matadero, duran lo que tarda uno en salir de su campo de visión y se reanudan a la salida, como si llevasen instalado un temporizador de riego.

Algunos lo llaman chantaje emocional, pero para mí es una interpretación magistral, digna de competir con Loreak en los Oscar. Si no fuera porque las andereños te juran que en clase están fenomenal y porque sabes que, si no pararan de llorar, saldrían con la cabeza morada, serías tú quien iría moqueando al currelo. Intuyo que algo parecido les pasa a algunos políticos. Lloriquean en la intimidad de sus gabinetes por no haber alcanzado su meta electoral y recuperan la sonrisa estándar ante la militancia y las cámaras. Lo que les digo, que hay mucho teatrero suelto. No vendría mal un Félix Rodríguez de la Fuente, oculto tras los ficus de los despachos o agazapado tras las montañas de ropa sin planchar, para estudiar al ser humano en su hábitat natural. Porque a veces nos la cuelan. “Te quiero mucho”, te dice el crío y te deshaces. Hasta que va un día y se lo suelta también al cartero.

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(Re)vuelta al cole

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VÍSPERA de la vuelta al cole. Con la ayuda de un taser de imitación y unas esposas, consigues acostar a los críos dos horas después de lo previsto. Te las crees muy felices cuando silba el WhatsApp. Otra vez. Y dieciséis más. Una iluminada pregunta que si “los txikis tienen que llevar vaso”. Y en caso afirmativo, si de PET o PVC, con o sin asa, liso o con dibujos, apto para microondas o no, lo que genera una gran revuelta a horas a las que ya están cerrados los chinos. Están a punto de estallarte los sesos cuando la happy flower plantea si “valdrá una cantimplorita de Peppa Pig”. Piensas: “Mejor un vaso de tubo con hielos y bien de ginebra para la andereño porque como nos tenga que aguantar a pelo se coge la baja por estrés antes de terminar la semana”.

Es solo el comienzo. La sábana para la siesta y cómo coser cuatro puñeteras gomas en las esquinas da, como poco, para un seminario. Y con el reparto de libros resurgirá el debate ¿Con forro adhesivo o de toda la vida? y el clásico ¿El nombre a lápiz o con rotulador permanente? Dos bobadas como otras cualquiera que suscitan más tráfico de mensajes que de influencias.

Sospecho que el periodo de adaptación no es por el bien de los niños, sino por la salud mental del profesorado. De no tener las tardes libres para practicar yoga, con tal oleada de consultas tontas a pie de patio, desertarían. Y de devolvérnoslos a casa, nada, majitos. Que conocemos nuestros derechos. Y hemos echado el pestillo.

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Merkel no, manda amama

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LE dice un día el crío a su hermana, en plena reyerta por un plumero desmochado, que ella no manda, que quienes mandan son ama, aita, la cuidadora, la andereño y los bomberos. El padre de las criaturas me mira con un ojo -ha desarrollado la habilidad de dejar el otro pegado en el smartphone– y le juro y perjuro que, como no se refiera a los del calendario, no ha entrado ninguna otra manguera en casa. Al menos, digna de mención. Días después leo que Euskadi reconocerá a los bomberos como agentes de la autoridad y constato que mi hijo es un visionario, un adelantado a su tiempo, una especie de niño lama versión hardcore.

No obstante, ha sido pisar la casa de veraneo de los aitites y ser desbancados todos de nuestros puestos. En su lista Forbes de los más poderosos no hay rastro de Merkel, mucho menos de Rajoy. La ocupa toda, de cabo a rabo, amama, la madre de la madre, the master, para que me entiendan ellos. Esa que se pasa por el forro de la bata de boatiné la pirámide alimentaria y ve helados de chocolate donde hay puerros. Esa que interpreta a sus anchas el Tratado internacional de libre comercio, esto es, que mete al niño a un bazar chino y compran lo que les viene en gana. Esa que forma un lobby con los nietos que me río yo de las farmacéuticas. “Me tienes frito”, le dice el padre al niño desbocado. “Frito y los Fitipaldis”, contesta él. Carcajada de amama. Claudico.

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