Espacios libres de padres

AHORA que se ha puesto tan de moda retransmitir los partos por las redes sociales, temo que lo próximo sea difundir también el momento de la concepción. Me imagino a una pareja sudorosa haciendo un receso en plena efervescencia para sacarse un selfi y compartirlo por Facebook sin previo aviso. Como no salga una teta satánica, se lo dejan publicar fijo. Y yo que me quejaba de las fotos de pies… En fin, que si la pobre criatura ha visto un smartphone antes que la jeta de sus padres ya se puede ir poniendo en lo peor. Ella y el resto, que también los sufrimos. tumblr_nitiparjuz1u7ejlyo1_500

El otro día, una petarda se pasó media función de un espectáculo infantil fotografiando a los actores y la otra media inmortalizando la carita de su hijo, que lleva camino de quedarse cegato con tanto flashazo. Pero, vamos a ver, ¿qué parte de “Apaguen sus teléfonos” no ha entendido? ¿Y por qué trae al crío a ver una obra para más mayores? ¿No ve que no entiende nada y pregunta y acaba usted hablando más que el protagonista? ¿No ve que, tras quejarse diez veces porque no empieza y otras cuarenta y tres porque no acaba, algún espectador de nervio fácil puede cometer un infanticidio? ¿No habría sido mejor que le diera la merienda al salir en vez de estampar con pegotitos de fruta el patio de butacas? Y luego se preguntan por qué no dejan entrar a los niños a determinados lugares… Pues ¿por qué va a ser? Por no aguantar a sus padres.

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Órdago a la galleta

LA otra noche, el crío me lanzó un ultimátum: “Si no me das más galletas de chocolate, me marcho de casa”. Tenía preparada una batería de sesudas réplicas y contrarréplicas para ese órdago, pero en un altillo, archivadas, a la espera, en el A-Z de la Adolescencia. Ni una sola palabra al respecto en la carpetilla actual de Mico ni en el manual de Cómo salir por peteneras. carteles-humor-bebe-coche-desmotivacionesVamos, que me pilló fuera de juego. “¿Y a dónde se supone que vas a ir?”, acerté a decir como una principianta cualquiera. “A un hotel, para que no me molestes”. No quise preguntar cómo pensaba pagarlo porque tenía pinta de haber duplicado hace tiempo mis tarjetas, falsificado mi firma y tenerlo todo perfectamente planeado. Debí sospechar algo cuando dijo que iba a independizarse y empezó a hacer vida en la caseta de tela de La Patrulla Canina plantificada en un rincón del salón. Ante tal panorama, le acabé dando unas Príncipe para evitar males mayores. Más que nada porque llovía y me daba no sé qué que se mojara el pijama. Ahora, lo de que le molesto se me quedó clavado. Creo que quiere minarme la moral, como esos inquilinos que mean en tu felpudo para que te vayas del piso. Anteayer no me dejó pegar ojo simulando unas anginas. Le salió tan bien que tenía fiebre y no lo llevé al colegio. Estaba tan albardada que al salir de casa era la hora del recreo y me quedé mirando el patio para ver si lo veía. Y él partiéndose la caja en el sofá. He tocado fondo.

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Mejor una fiesta de pijamas

img_como_organizar_una_fiesta_de_pijamas_para_ninos_20059_origEN ocasiones, los padres sufren estados de enajenación mental transitoria e invitan a otros niños a dormir en casa. La primera media hora, lo que tardan en desparramar todas las piezas del Lego, es llevadera. El resto, de bidón de tila. Imposible entretenerlos con algo civilizado. Fuera juegos de mesa, fuera pinturas, ni hablar de manualidades o cupcakes. Solo quieren jugar al escondite -y pisotear tu fondo de armario-, construir casetas -y pisotear tus cojines- y jugar al corre que te pillo -y pisotear tus pies-.

Me río yo de la Eternal Running. Si sobrevives y mantienes la calma como para no cometer un infanticidio, solo te quedará darles de cenar -yo quiero al lado de menganito, yo también, yo lo he dicho prime– y acostarlos -yo quiero al lado de menganito, yo también, yo lo he dicho prime-. Cuando se duerme el último, tu departamento de I+D bulle: urge un casco insonorizado para las fiestas infantiles o un Chupa Chups de alquitrán que deje pegada la lengua al paladar. En esas estás cuando se cuela el pequeño en tu cama y, al de un rato, tu sobrina, saltándose el aforo, a no ser que tu pareja se haya caído ya a la alfombra.

Lo bueno es cómo acuerdan beber y mear todos a la vez. Sé de uno que, en vez de a una ronda de consultas, debería invitar a una de marianitos y luego a una fiesta de pijamas, a ver si se relajan, acaban cantando el hit Panamá, patria querida y pactan algo, lo que sea, con tal de no tener que sufrirlos otra vez en campaña.

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Historial clínico o delictivo

urgencias

PACIENTE crónico de casi todo flanqueado por dos familiares en el papel de apuntadores, con sus memorias humanas de serie, sendos smartphones cargados de fotos de medicamentos, informes de alta y pautas de tratamientos y un socorrido A-Z donde archivan el historial clínico, las citas y los resultados de las pruebas. Especialista que, tras un largo silencio, levanta los ojos del ordenador e interroga al sujeto, octogenario, a la velocidad de Christian Gálvez. “¿Fecha del último ingreso? ¿Toma atorvastatina? ¿Cuándo se hizo la última placa? ¿Próxima cita con el cardiólogo? ¿Medicación habitual?”. “¿Medicación habitual? ¿Está de broma?”, piensan.

Aprenderse todos esos principios activos es como memorizar la lista de los Reyes Godos. Entre los tres contestan a duras penas, consultando las chuletas en todos sus formatos, mientras el médico teclea. No entienden muy bien para qué, porque lo que escribieron en su día otros colegas no parece haber llegado a su terminal. Conductor que vuelve de las vacaciones y encuentra a un agente en su felpudo. “Tras cruzar las bases de datos de la Travel y la CIA con la de socios del Athletic y cotejar su cogote en las fotos del Facebook y los vídeos de las cámaras de seguridad, aquí tiene su multa por circular a 56 kilómetros por hora por Valdemorejo del Cornete el Domingo de Ramos a las 13.14 horas. Esta otra es por pagar las persianas en B en mayo de 2013”. ¿Seguro que la tecnología venía a ayudarnos?

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Conciliar y seguir vivo

UN juez ha reconocido el derecho de un padre a flexibilizar su horario de entrada para llevar a la guardería a su hijo. Eso va a ser eso tan raro que llaman concinosequé. A ver qué dice la Real Academia de la Lengua… Conciliar: hacer compatibles dos o más cosas. No aclara si se refiere a compaginar, por ejemplo, una nómina de diputado con un sobresueldo o

dos trabajos de birria para llegar a fin de mes. Me temo que muchos nos sentiríamos más identificados si añadieran la coletilla Y no morir en el intento. Porque conciliar, en la práctica, es cubrirse las ojeras con esmalte color vainilla para exteriores para no asustar a los clientes cuando enlazas tos con pesadillas. O llamar a tus padres para que lleven al crío al pediatra porque te han puesto una reunión a las cinco, quizás para que otro concilie la siesta con su jornada laboral. Es comerte un pincho frío para llegar antes de que acabe la función navideña del colegio. Es salir de la oficina y pasar cinco horas con tu madre en el hospital. Es trabajar a turnos y coincidir con tu pareja solo en el descansillo. Es tener que contratar a una persona para que lleve a la niña al autobús porque no te dejan llegar media hora más tarde a trabajar. Habrá que ver si eres tan imprescindible cuando vayan a recortar personal. Es guardar días de vacaciones para cubrir los virus y las fiestas escolares. Es que la cuidadora te cuente, mientras metes horas extras, la vida de tus hijos por WhatsApp.

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