Aquí no respira ni Dios

Tengo una hipótesis, absurda, lo sé, pero también Galileo Galilei fue un incomprendido y ahí está el tío, en la Wikipedia. Me apuesto un roscón seco de Reyes, digo, a que últimamente está aumentando la cantidad de oxígeno en el aire. Y a falta de probeta y ratoncillo de laboratorio, baso mi teoría en lo que oigo en el metro, el patio, la cafetería del curro y el ascensor. No es tan riguroso como un estudio científico, pero por ahí andará, y sale muy económico.

La tesis de todo a cien de que hay más oxígeno que nunca se sustenta en que cuatro de cada cuatro ciudadanos han dejado de respirar a pleno pulmón. Buena parte de ellos porque están en paro y se han tenido que apretar el cinturón. Tanto que, a estas alturas de la crisis, dan bocanadas como anchoíllas fuera del mar. Y encima a oscuras porque con lo que ha subido el recibo de la luz hay quien solo enciende la linterna de minero para freír las salchichas de la cena.

Otros muchos damnificados se han lanzado sin manguitos a la economía sumergida y no les queda otra que taparse la boca y la nariz. Me han hablado de una secretaria con un par de empleos y ningún contrato. Uno de sus jefes es abogado. Podría contratarle para que se autodenuncie. Por último, los que trabajan legalmente, en calma chicha, también lo hacen conteniendo la respiración. Algunos para pasar desapercibidos, bajo la amenaza de ERE o despido. El resto, porque, después de Navidades, si no meten tripa, no hay forma de abrocharse el pantalón.

Isidro, un asesor senior con boina

Se llamaban Isidro y Moisés y saltaron a la fama cibernáutica por predecir la crisis, allá por 2007, con la boina calada, desde un pueblo de Soria. «Si el hombre gana cinco duros y se gasta seis, ya se jodió la economía», resumía uno de los ancianos, que auguraba que esto iba a «terminar mal, pero muy mal». «Yo, si no lo tengo, no lo compro. Me estoy sin él», suscribía, vara en mano, el otro. Y ofrecían su lección magistral de sentido común sentados al fresco, sin necesidad de atrio, corbata, ni presentaciones de Power Point. Sin iPad ni conexión a internet. Sin coaches ni comités consultivos. Así, a pelo.

Uno de ellos acaba de fallecer, pero el Gobierno haría bien en contratar al otro como asesor senior. Qué mejor que un veterano habitante de Valdegeña, con experiencia en pastoreo, para reconducir a los borregos que aún andan sueltos. Que yo no miro a nadie, entre otras cosas porque me he puesto a contarlos y me estoy durmiendo, pero hay algunos responsables políticos que están empezando a dar mucho miedo.

El PSOE, que no se enteró de la crisis, o eso dijo, hasta que nos atizó de lleno, pide ahora perdón por no haber reaccionado antes para atajar los desahucios. Se agradece la autocrítica, pero sí que andan lentos de reflejos. Que la gente se lleva quedando sin trabajo ni casa desde hace tiempo. Más me asusta, si cabe, que en el PP haya quien, en vez de pedir responsabilidades por las muertes del Madrid Arena, pida a la virgen. Si la virgen está en paro y con el pesebre embargado. ¡Como para hacer milagros!

El arte me confunde

Ya sé que es un sacrilegio y prometo flagelarme con el ratón del ordenador mientras veo Intereconomía esta noche, pero miro la porción de tarta gigante de Claes Oldenburg que se expone en el Museo Guggenheim Bilbao y no puedo evitar pensar que es un puf de Ikea. Y que conste que me encantan los diseños suecos.

De todos modos, creo que últimamente tengo las facultades estéticas mermadas porque cada vez entiendo menos a algunos artistas. Pongamos que hablo de Sabina, que vivía en el número siete, calle Melancolía, quería mudarse de barrio hace años y por fin ha cogido el tranvía. En el equipaje de mano llevaba la letra del himno de España para Ciutadans.

 Tampoco le pillo el punto al tipo ese que pretende recrear el secuestro de Ortega Lara encerrándose ocho días en un zulo y retransmitiéndolo. Aunque ahora que lo pienso, su idea no es tan mala. Propongo a quien le competa que esta performance temporal se convierta en permanente y el videoartista se quede ahí recluido sine díe por listillo.

Luego hay quien se echa las manos a la cabeza porque un municipio de Londres quiera vender, por la crisis, una obra de Henry Moore. Oye, si pueden… Otra cosa es que en Castellón se intentaran deshacer de la escultura de Fabra, porque ni para chatarra.

Ahora, para artistas, los diputados, a los que los iPads se los quitan de las manos, como las bragas tres por dos del mercadillo. Pues ale, majetes, a resolver los sudokus a boli, como todo hijo de vecino.

¡Que sobrevivan los novios!

Que una boda terminara en batalla campal, como ha pasado en Donostia, era cuestión de tiempo. Lo que resulta chocante es que la gota que colmara el vaso fuera una canción de Benito Lertxundi, cuyo repertorio, dicen las lenguas viperinas, más que para animar un guateque, se antoja banda sonora de velatorio. Si la música amansa a las fieras y se lio parda con las melodías del cantautor, ¿qué habría pasado de amenizar la velada con el rock de Berri Txarrak? ¿Se habrían lanzado, además de los pétalos de rosa de rigor, los centros florales? Por fortuna, nadie homenajeó a los novios con una ezpata dantza porque, si se ponen en plan Uma Thurman en Kill Bill, podrían haber rodado cabezas, pero de forma literal.

Se desconoce si los esposos, cuyos invitados entraron en disputa por discrepancias ideológicas, se están planteando el divorcio exprés, pero de llevarlo adelante, a buen seguro lo tramitarían en la más estricta intimidad, sin testigos que valgan. La puñeta es que las parejas que se casan este fin de semana están de los nervios. Con lo complicado que es distribuir las mesas de los invitados, teniendo en cuenta el número de comensales, su edad, su relación y las viejas rencillas familiares, ahora hay que añadir la variante de la afinidad política y ríase usted de los sudokus. Mientras los novios se devanan los sesos, los DJ hacen acopio de cascos y chalecos antibalas y los camareros, por si las moscas, cambian los cuchillos de carne y pescado por cubiertos de plástico. ¡Que sobrevivan los novios!

Salto estratosférico para huir de la crisis

Dijo el otro día el ministro del Interior que en la operación contra la mafia china habría más detenidos y que seguramente alguno de ellos podría sorprender. No es por quitarle la ilusión, señor Fernández, pero a estas alturas de la película estamos curados de espanto. La culpa la tienen los curas pederastas, los políticos corruptos, los mangantes de guante blanco emparentados con ya sabe quién y un etcétera más largo que la cola de los servicios sociales. Visto lo visto, ni siquiera me ha asombrado el arresto de Nacho Vidal, que si alguna vez ha dejado boquiabierto a alguien ha sido por su larga trayectoria, en el sentido más porno de la palabra. Puede que servidora sea de corchopán, pero a menos que nos anuncie usted la implicación de Espinete, como desempleado de larga duración acosado por las deudas, temo no inmutarme. Y no se lo tome como algo personal. Tampoco me ha impresionado que un indio de 96 años acabe de tener un hijo. Si a él no le parece sospechoso, ¿por qué habría de extrañarme a mí?

En este mundo desquiciado lo imposible no es, como argumenta la peli de moda, que todos los miembros de una familia se reencuentren tras un tsunami. Lo imposible hoy en día es no conocer a nadie en paro, ERE o viceversa. El panorama es tan deprimente que me dan ganas de hacer el salto estratosférico de Felix Baumgartner, pero a la inversa. Es decir, que me lancen cual mujer bala y quedarme allí, flotando en el espacio. Porque en la Tierra, Houston, no tenemos uno, sino muchos problemas.