130 millones a pachas

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ESTABA en el ambulatorio para anular una consulta que le han fiado a una tía abuela para 2017, porque tiene un pie en el más allá y de reencarnarse supongo que pasaría a pediatría, y me entretuve pensando en lo mucho que les habría ayudado a los políticos el haberles suspendido el sueldo hasta alcanzar un acuerdo. Sería ver la nómina en blanco y entrarles de la misma un deseo irrefrenable de darse besos de tornillo. Fijo que de un mes no habría pasado el cortejo. Deberían empezar a cobrar como todo quisqui por objetivos cumplidos. Que no son capaces de negociar, pues derechitos al Inem a hacer un curso de gestión ambiental. Que prometen miles de empleos y el paro sube, de cabeza a reciclarse en tornero fresador.

Tenía ya un corrillo de pacientes jaleándome -hasta el punto de que un octogenario quería proponer la idea en change.org- y en estas llegó una señora cojeando, dolorida, pidiendo saltarse la cola para preguntar si le podían atender porque se había torcido el tobillo. “Aquí todos estamos para hacer una pregunta”, le soltó la de delante mío en su condición de borde mayor. ¿Qué le diría a un paciente con el cráneo partido? ¿Saque número y sujétese los sesos que lo está poniendo todo perdido? Me quedé con la duda, porque el octogenario leyó en un tuit que el bis electoral nos iba a costar 130 millones del ala y se puso a recoger firmas para que lo pagaran ellos a pachas. Me arrebató el liderazgo. Le sacamos en volandas.

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Órdago a la galleta

LA otra noche, el crío me lanzó un ultimátum: “Si no me das más galletas de chocolate, me marcho de casa”. Tenía preparada una batería de sesudas réplicas y contrarréplicas para ese órdago, pero en un altillo, archivadas, a la espera, en el A-Z de la Adolescencia. Ni una sola palabra al respecto en la carpetilla actual de Mico ni en el manual de Cómo salir por peteneras. carteles-humor-bebe-coche-desmotivacionesVamos, que me pilló fuera de juego. “¿Y a dónde se supone que vas a ir?”, acerté a decir como una principianta cualquiera. “A un hotel, para que no me molestes”. No quise preguntar cómo pensaba pagarlo porque tenía pinta de haber duplicado hace tiempo mis tarjetas, falsificado mi firma y tenerlo todo perfectamente planeado. Debí sospechar algo cuando dijo que iba a independizarse y empezó a hacer vida en la caseta de tela de La Patrulla Canina plantificada en un rincón del salón. Ante tal panorama, le acabé dando unas Príncipe para evitar males mayores. Más que nada porque llovía y me daba no sé qué que se mojara el pijama. Ahora, lo de que le molesto se me quedó clavado. Creo que quiere minarme la moral, como esos inquilinos que mean en tu felpudo para que te vayas del piso. Anteayer no me dejó pegar ojo simulando unas anginas. Le salió tan bien que tenía fiebre y no lo llevé al colegio. Estaba tan albardada que al salir de casa era la hora del recreo y me quedé mirando el patio para ver si lo veía. Y él partiéndose la caja en el sofá. He tocado fondo.

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Mejor una fiesta de pijamas

img_como_organizar_una_fiesta_de_pijamas_para_ninos_20059_origEN ocasiones, los padres sufren estados de enajenación mental transitoria e invitan a otros niños a dormir en casa. La primera media hora, lo que tardan en desparramar todas las piezas del Lego, es llevadera. El resto, de bidón de tila. Imposible entretenerlos con algo civilizado. Fuera juegos de mesa, fuera pinturas, ni hablar de manualidades o cupcakes. Solo quieren jugar al escondite -y pisotear tu fondo de armario-, construir casetas -y pisotear tus cojines- y jugar al corre que te pillo -y pisotear tus pies-.

Me río yo de la Eternal Running. Si sobrevives y mantienes la calma como para no cometer un infanticidio, solo te quedará darles de cenar -yo quiero al lado de menganito, yo también, yo lo he dicho prime– y acostarlos -yo quiero al lado de menganito, yo también, yo lo he dicho prime-. Cuando se duerme el último, tu departamento de I+D bulle: urge un casco insonorizado para las fiestas infantiles o un Chupa Chups de alquitrán que deje pegada la lengua al paladar. En esas estás cuando se cuela el pequeño en tu cama y, al de un rato, tu sobrina, saltándose el aforo, a no ser que tu pareja se haya caído ya a la alfombra.

Lo bueno es cómo acuerdan beber y mear todos a la vez. Sé de uno que, en vez de a una ronda de consultas, debería invitar a una de marianitos y luego a una fiesta de pijamas, a ver si se relajan, acaban cantando el hit Panamá, patria querida y pactan algo, lo que sea, con tal de no tener que sufrirlos otra vez en campaña.

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Historial clínico o delictivo

urgencias

PACIENTE crónico de casi todo flanqueado por dos familiares en el papel de apuntadores, con sus memorias humanas de serie, sendos smartphones cargados de fotos de medicamentos, informes de alta y pautas de tratamientos y un socorrido A-Z donde archivan el historial clínico, las citas y los resultados de las pruebas. Especialista que, tras un largo silencio, levanta los ojos del ordenador e interroga al sujeto, octogenario, a la velocidad de Christian Gálvez. “¿Fecha del último ingreso? ¿Toma atorvastatina? ¿Cuándo se hizo la última placa? ¿Próxima cita con el cardiólogo? ¿Medicación habitual?”. “¿Medicación habitual? ¿Está de broma?”, piensan.

Aprenderse todos esos principios activos es como memorizar la lista de los Reyes Godos. Entre los tres contestan a duras penas, consultando las chuletas en todos sus formatos, mientras el médico teclea. No entienden muy bien para qué, porque lo que escribieron en su día otros colegas no parece haber llegado a su terminal. Conductor que vuelve de las vacaciones y encuentra a un agente en su felpudo. “Tras cruzar las bases de datos de la Travel y la CIA con la de socios del Athletic y cotejar su cogote en las fotos del Facebook y los vídeos de las cámaras de seguridad, aquí tiene su multa por circular a 56 kilómetros por hora por Valdemorejo del Cornete el Domingo de Ramos a las 13.14 horas. Esta otra es por pagar las persianas en B en mayo de 2013”. ¿Seguro que la tecnología venía a ayudarnos?

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Un corrupto de souvenir

demoSEÑORES inventores de souvenirs: no se lo tomen como algo personal, pero ya va siendo hora de que prejubilen a la bailaora y la sustituyan por un icono más acorde con los tiempos, un corrupto, por poner un ejemplo. Apenas tendrían que cambiar el traje de faralaes por el de chaqueta y enderezar la postura. Tampoco demasiado porque seguro que más de uno se desmelena, hasta arriba de Moët&Chandon, en la intimidad de un reservado. Deberían asimismo trasladar lacorrupcion peineta del moño al dedo, tipo Bárcenas, y poner, en lugar de tacones, unas ventosillas en los zapatos para adherirlos al filo de las televisiones planas.

Es solo una idea, extrapolable, eso sí, a otros artículos. Ya están tardando los de Playmobil en actualizar el aspecto del preso que venden con su cárcel. Un macarra con camiseta de calavera que poco tiene que ver con los ladrones de gomina, corbata y gemelos que salen por la tele. Asumámoslo, llegará el día en que los críos ya no jueguen a polis y cacos, sino a inspectores de Hacienda y defraudadores. También se echa en falta a un Ken al frente de una Agencia Tributaria que controle las construcciones de Lego y los negocios de la Barbie, que tiene en franquicia desde clínicas veterinarias a dentales y no paga al fisco. Sugiero, para terminar, un remake de las míticas Perros callejeros o Los últimos golpes del Torete. No hacen falta figurantes. Tenemos delincuentes para rodar La guerra de las falacias versión extendida.

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