¿Hay que temer a Vox?

¿Quién teme al lobo feroz? O lo que es lo mismo en el actual momento procesal: ¿Quién teme a Vox? Llámenme inconsciente, pero yo todavía no. En este instante, me limito a observar el fenómeno con infinita curiosidad, asco indecible —eso también es verdad— y cierta sorpresa porque, aun teniendo claro que son fascistas sin remisión y bodoques carentes de la menor humanidad, confieso que no esperaba que desplegaran toda la artillería pesada tan pronto ni con semejante nivel de descaro.

Como siga la progresión mostrada hasta ahora, llegaran a las vísperas del 28 de abril pidiendo grúas para colgar públicamente a los homosexuales y paseíllos con final en cuneta para quienes consideren rojoseparatistas, es decir, todo quisque menos ellos. Por brutal que suene lo que acabo de escribir, no parece exagerada la expectativa, si tenemos en cuenta que hasta la fecha ya hemos visto a Abascal y su recua cavernícola pidiendo que se permita portar armas a “los españoles decentes”, negando el bombardeo de Gernika y el holocausto o justificando la violencia contra las mujeres, mientras infestaban sus listas sin recato de militares abiertamente franquistas.

¿Y dice que tamañas atrocidades no han de ponernos temblonas las rodillas, ingenuo columnero? No digo que no sea para contener el aliento, pero también añado que quizá estemos ante un susto necesario. Me explico: el canguelo auténtico llegará si al contar los votos resultara que unas ideas como las enunciadas cuentan con un gran respaldo de la ciudadanía. Eso sí sería un drama, y más, si la aritmética convierte en decisivos los sufragios. En nuestra mano está que no ocurra.

Ertzaintza, tenemos un problema

Verán qué historia. Un periodista escribe unas líneas críticas sobre el comportamiento absolutamente impropio de un puñado de agentes de un cuerpo policial, y se le llena el buzón de mensajes de buenos amigos preocupados por las consecuencias que le acarreará su texto. “¿Sabes dónde te has metido?”, le pregunta uno. “Supongo que te consta la que te viene encima”, le advierte otro. “Que no te pase nada, colega”, le deja caer uno más. Y así, hasta quien le suelta, desde el inmenso cariño, que quizá debería haberse callado porque “ya sabes cómo las gasta esta gente”. Pensarán que hablamos, qué se yo, como poco, de México. Pero la cosa es que no. Hablamos de un plumilla vasco, digamos que yo mismo, que ha dejado negro sobre blanco cuatro apuntes sobre determinados miembros de la Ertzaintza. ¿Les parece medio normal?

A mi tampoco, pero los hechos descritos funcionan como retrato de situación. Oigan, creo que tenemos un problema, y bien gordo, cuando se instala como opinión ampliamente extendida la posibilidad de ser objeto de represalias si, en el ejercicio de libertad de expresión, se manifiesta el menor reproche al comportamiento de un grupo de individuos uniformados.

Y verán que una y otra vez insisto en que no se trata de todo el cuerpo —y la columna que ha dado lugar a esta apostilla también lo subrayaba—, sino de un cierto número de individuos a los que hemos visto y escuchado en actitudes y declaraciones radicalmente incompatibles con su condición de servidores públicos y, por añadidura, de garantes de la seguridad y el orden. ¿Cuántos? Pues eso es lo que nos queda por saber. Ojalá sean una minoría.

Miedo anaranjado

Susurran los conocedores de las catacumbas genovesas que de un tiempo a esta parte, a la grey peperil le ha entrado un canguelo considerable a cuenta del vuelo que ha (re)tomado el chaval del Ibex 35, también conocido como Albert Rivera. Se malician que después del pastón gastado en piolines con porra y demás aparatajes judicioso-policiales para meter en vereda a los disolventes catalufos, no vaya a ser el PP sino los advenedizos naranjas los que rentabilicen el estado de sitio declarado vía 155 en el nordeste peninsular.

La aflicción en el nido del charrán —supongo que saben que aunque nos lo parezca, no es una gaviota— llega a tal punto que un tipo tan fuera de sospecha abertzalizante como Alfonso Alonso anda afeando a su socio principal que se haya subido a la parra del “Euskadi nos roba”. Y no se queda ahí. Hasta nombra a sus dirigentes, empezando por el principal, como nacionalistas españoles. Vivir para ver.

Motivos para el tembleque en Casa Mariano, haberlos, haylos. La seguidilla de (vomitivas) martingalas sobre Concierto y Cupo parecen haber prendido en la yesca malvada e indocumentada a partes iguales del ultramonte mediático. Pesebristas monclovitas de tronío no tienen empacho en desmarcarse de su principal suministrador de alpiste para reír las gracias al chiquilicuatre del partido-probeta, ese que se cree entre Macron y Suárez, cuando a duras penas llega a Paquito Chocolatero.

Me confieso incapaz de discernir si estamos ante un guión preparado al dedillo o, como es tan propio de Celtiberia, frente a un experimento con gaseosa que se ha desmadrado. El caso es que yo también tengo miedo.

Qué miedo

Hoy sí que no puedo negarlo. Esta es la columna de un cuñado. Escribiré sobre lo que no sé. Peor que eso, seguramente lo haré desde los prejuicios alimentados por el miedo. Confieso que es todo lo que hallo al palparme los bolsillos del alma: un canguelo creciente como el que a mi abuela le hacía llevarse las manos a la cabeza mientras se preguntaba adónde vamos llegar.

Pues les traslado tal cual la pregunta: ¿Adónde vamos a llegar (o sea, adónde hemos llegado ya) si en un abrir y cerrar de ojos es posible montar un desaguisado del carajo en los sistemas informáticos de gobiernos y multinacionales de todo el mundo? Lo nombro así, desaguisado, porque no tengo ni pajolera idea de la palabra más adecuada, al igual que se me escapan todos los detalles fundamentales del asunto. Y no será porque en las últimas horas no he leído y escuchado a individuos presentados por mis colegas plumillas como expertos en la materia. En general, todos (sí, la mayoría hombres) sonaban la mar de solventes, pero al traducir sus palabras, el mensaje venía a ser que lo mejor es que vayamos rezando lo que sepamos porque lo del viernes fue un menú-degustación.

Imposible no agarrársela llorona y filosófica ante tal panorama. Tanto esfuerzo, tanta pasta, tanto discurso engolado sobre la seguridad, y resulta que un grupo por lo visto no muy numeroso de tipos que ni siquiera sabemos si son malvados, guasones o buenos samaritanos, demuestra que somos vulnerables como gatitos recién nacidos. Según nos cuentan, de propina, para llegar al tuétano de la Bestia les bastó un agujero del mismo Windows que usted y yo usamos todos los días.

Sánchez da miedo

Cunde el pánico en el Ferraz más formal y los titulares lo cuentan rozando el esperpento. “Los barones cargan contra Pedro Sánchez por rojo”, se medio choteaba anteayer un diario madrileño. No era el único que se hacía lenguas sobre el canguelo creciente entre los partidarios de los candidatos de orden —lean Patxi López y Susana Díaz— ante la capacidad movilizadora del aspirante que, de perdido al río, se ha echado al carril izquierdo con gran éxito de público. Sobre todo, de eso. Contra el pronóstico de muchos, incluyendo al autor de estas líneas, Sánchez abarrota los locales —y no necesariamente pequeños— allá por donde pasa su frenética gira. Los modositos actos de López y Díaz no aguantan la menor comparación ni en asistencia ni, desde luego, en el entusiasmo mostrado por los parroquianos. Y claro, por eso mismo, las ardorosas homilías del exsecretario general despechado y sus pintorescos teloneros resultan mucho más colocables en los (todavía llamados) medios de comunicación, lo que provoca que siga aumentado la bola de nieve.

Resumiendo, el PSOE oficial tiene sobradísimos motivos para el nerviosismo. Quién le iba decir a la conocida como Sultana de Andalucía que el títere al que encumbró para mandar al peligroso Eduardo Madina a la reserva cobraría vida propia y se convertiría en su peor pesadilla. Literalmente, cría cuervos. No me hagan caso, porque en esto llevo la plusmarca mundial de fallar pronósticos, pero juraría que lo que le toca a la doña es dar un paso atrás, no presentarse a las primarias y fiarlo todo a la baraka que suele acompañar a Patxi. Ni aun así las tendrá todas consigo.

Gracias, Pablo

No era fácil prever los resultados, pero sí lo que ocurriría si no salían al gusto de la creciente cofradía de los enfurruñados demócratas selectivos. De manual: la culpa es del jodido pueblo que no sabe abanicar, o sea, votar. Me cuento entre los desazonados por la contundente victoria del PP, y si bien no fui capaz de olerla en su dimensión completa, una vez convertida en hecho, se me antoja perfectamente explicable. ¿En el natural rebañego y sumiso de determinados votantes que, al parecer, no son cuatro ni cinco? ¿En el voto del miedo? No les voy a decir que no hay algo de eso, aunque inmediatamente después añado que tampoco sé de partido que no agite estos o aquellos espantajos. ¿O es que acaso cuando se mentaban los recortes que vendrían si Rajoy repitiera no se apelaba al canguelo?

Por lo demás, y más allá de la comprensible frustración por las expectativas largamente incumplidas, quizá mereciera la pena que quienes están en ese trance no busquen todos los errores fuera. ¿Les parece muy descabellado pensar que uno de los principales aliados del Ícaro de Pontevedra ha sido el mismo que se postuló como su único rival, ayudado por un sinnúmero de heraldos de ocasión que lo piaban de tertulia en tertulia? Por ahí tengo anotada mi sospecha de que por cada equis simpatizantes que seduce Iglesias Turrión para su causa, consigue ene adeptos para la contraria.

Hay motivos para que Génova reconozca al líder de Podemos los servicios prestados. Y de rebote, para que también lo haga Ferraz. El sorpasso no consumado ha convertido en triunfo el nuevo tortazo del PSOE. Qué menos que un Gracias, Pablo.

Catalunya, ira o miedo

Francamente, me ha defraudado la Iglesia española en su metida de hocico en el lodazal catalán. Yo pensaba que iba a decir que el independentismo, igual que la masturbación, provoca ceguera. Se ha quedado en la monserga requetesobada —“No hay justificación moral para la secesión”— y en la soplagaitez de convocar una vigilia por la unidad de la nación. Idea de ese fashion-victim que responde por Monseñor Cañizares, que de propina ha instado a la tropa curil a que durante un mes en todas las parroquias patrias se rece para que no se rompa la tierra de María y martillo de herejes. Lo bonito es que algún mosén que derrota por la cosa soberanista ha llamado también a sus feligreses a orar por la independencia.

Vamos, que Dios en persona va a tener que pronunciarse, como en estos frenéticos días de ira lo han ido haciendo la totalidad de las fuerzas vivas, desde los de los tanques a los de los dineros, pasando por la ya mentada jerarquía eclesial, jarrones chinos diversos o mangutas sin matices. Como característica común de sus picas en Flandes, el miedo, es decir, el acojone. Que si desierto empresarial, que si corralito, que si capitales en fuga, que si, por resumir, los cañones de Espartero en 1842 o los Savoia S 79 de enero de 1938.

Me pregunto por el efecto real de esta ristra de asustaviejas y anuncios del apocalipsis. No lo veremos hasta pasado mañana, pero estaría por jurar que más que amedrentar a los que estaban a medio decidir, han conseguido enardecer, vía tocamiento de entrepierna, a no pocos de los que no acababan de tenerlo claro. Desde lejos, eso sí, no sé sumar si serán suficientes.