Quiso Antonia que fuesen mis manos las encargadas de recoger y custodiar esa entrañable obra de arte que durante décadas habían admirado en casa. Mª Antonia Martínez Aldaiturriaga —hoy con 87 añazos aunque sin perder ni un ápice de su vitalidad— había localizado mi teléfono y me llamó para concertar una «cita a ciegas», el pasado día 16. Antonia, al margen de otras muchas virtudes, lleva sobre sus espaldas la historia de haber puesto en marcha y dinamizado diversos grupos culturales de mujeres cuando, hace casi medio siglo, aquello parecía una herejía que atentaba contra los pilares de la familia. Cuando la igualdad era una quimera, ella luchaba con uñas y dientes por conseguirla y por devolver a las mujeres esa autoestima que el oscuro régimen político-militar les había arrebatado… Pero ya hablaremos de ello en otra ocasión…
BIGURI. Me había citado porque, consciente de su edad y del cúmulo de objetos que posee, quería hacerme entrega de un cuadro que su marido, Antonio Biguri Rubina (1929-2010), había encargado años atrás a un pintor de Orozko, un objeto que había tenido en gran estima mientras vivió. Al igual que Mª Antonia, también Biguri había sido alguien de armas tomar en eso de la organización festiva, cultural o deportiva… todo lo que fuese popular. Destacó especialmente en el ámbito del ciclismo, al que se entregó en cuerpo y alma. Pero también en ese campo tradicional y popular, lo que le llevó a encargar el dibujo.
URQUIJO. El cuadro, que puede verse en las imágenes adjuntas, es un retrato del músico laudioarra Ruperto Urquijo Maruri (1875-1970) usando la técnica del puntillismo. Además del memorable personaje, completa la escena un fondo en el que se aprecian la bucólica aldea de Urigoiti (Orozko), con los icónicos farallones de Itzina y la cumbre de Gorbeiagana al fondo, coronada por la cruz que tanta fama le ha dado.
Sin duda, ello se debe a que Ruperto compuso hace un siglo el zortziko Lusiano y Clara que, tras unos retoques por otras manos ajenas, pasaría a convertirse en la archiconocida canción de En el monte Gorbea. Una romántica historia en la que relata la desdichada relación entre un pastor que debía pasar el verano en Gorbeia, cuidando rebaños de ovejas, y dejando abajo a la arratiana Clara, de la que se había enamorado perdidamente. Habla también de la cruz cumbrera que, por aquel entonces, era algo relativamente novedoso en el lugar.
Ruperto Urquijo, aquel muchacho que aprendió música imitando con una flauta las calandrias mientras cuidaba su rebaño de ovejas en las faldas de Ganekogorta…
UGARRIZA. La obra pictórica se la había encargado Biguri a un tal Simón Ugarriza Zorrozua (1939-1993) orozkoarra que tenía ya cierto reconocimiento por ese estilo de retratos y, además, por obras realizadas con curiosas piedras de rebuscadas formas que encontraba por su Gorbeia del alma: las fuentes de la plaza de Ibarra (Orozko) o de Pagomakurra (Gorbeia, Zeanuri) son suyas.
Casualmente, al igual que sucedía con Ruperto, también él aprendió a dibujar y perfeccionó su técnica de un modo autodidacta, sacando provecho a aquellos tiempos muertos mientras vigilaba su rebaño de ovejas en el monte.
Quiso la fatalidad que, en un día en que transportaba esas piedras tan llamativas de sus construcciones, sufriese un accidente en torno al puerto de Bikotx-gane y perdiese allí la vida, cuando contaba con 54 años. Fue un día como hoy, 28 de junio, pero de hace 27 años. Yo mismo recuerdo la conmoción social que aquella desgracia supuso.
Por eso he querido esperar hasta el día de hoy para publicar estas líneas. Para dar las gracias a ese trío que con tanta generosidad tanto aportó al pueblo: Biguri, Urquijo y Ugarriza que hoy, seguro, nos miran desde arriba orgullosos de que aquel cuadro que les une entre sí y que refuerza nuestra historia popular, esa íntima y alejada de los grandes acontecimientos.
El cuadro en cuestión está en el Ayuntamiento de Laudio, para que pueda verlo y honrarlo quien lo desee. Porque estas cosas no se pueden encerrar en una casa: es mejor hacerlas de todos, para que quien quiera las goce o disponga.
Por si fuera poco, existe otra versión similar del mismo dibujo que Ugarriza hizo algún tiempo después para la sociedad Los Arlotes y que da la bienvenida a quien se adentra en su entrañable local. Fue asimismo la imagen usada en la carátula del disco que en honor a Ruperto Urquijo se grabó entre varios grupos en 1992.
Un recuerdo para todos ellos: para en infatigable Biguri y para aquellos dos artistas que vieron nacer su arte mientras pastoreaban. Y , cómo no, mis más sinceros agradecimientos a Mª Antonia por su generoso acto: es un honor y un auténtico placer.