A los ídolos se les va la olla

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ESTABA curioseando uno de esos currículum vítae que llegan por mail, compadeciéndome de aquel chico que coleccionaba currillos de tres meses y pensando que al menos no se apellidaba Chasco, como otra pobre que envío el suyo el año pasado, y en esas llegó un compañero avergonzado por cuenta ajena por el grito hipohuracanado que había lanzado Cristiano Ronaldo. “¿Y qué esperabas? Ha ganado un Balón de Oro, no un Premio Nobel”. A mí, el alarde gutural me recordó a los irrintzis del crío cuando le enseño unas natillas de chocolate y me pareció, discúlpenme los futboleros, muy representativo de, al menos, una parte del sector. Además, a un deportista o a una miss no se les debe exigir un discurso de académico de la lengua, lo mismo que al descubridor de una vacuna no se le pide que haga la bicicleta en el campo o desfile en tanga y tacones y con unas alas de ángel gigantes a la espalda. Dicho esto, no estaría de más que el portugués empleara parte de su fortuna en que alguien le enseñara a comportarse en público porque a los ídolos de masas, y líderes en general, tiende a írseles la olla. Como a ese religioso saudí que ha prohibido los muñecos de nieve porque fomentan “la lujuria”. Será por la zanahoria, porque cualquier roce te tiene que dejar la libido congelada. A otros, como al finiquitado rey, más que la olla, parece que se les ha ido la… válvula de escape, porque les llueven demandas de paternidad.

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A vueltas con el roscón

roscón de reyes

SI se compraron un roscón de Reyes tamaño flotador neumático y ayer aún andaban centrifugando en sus tripas la fruta escarchada, les acompaño en el sentimiento. Porque tratar de acordarse de la clave de acceso al ordenador tras la vuelta de las Navidades, con el 99% de las neuronas concentradas en terminar de hacer de una vez por todas la digestión, es un hándicap muy difícil de superar. Por no decir que podría llegar a ser incluso motivo de baja laboral. Al menos, les quedará el consuelo de que no asomaran desde las entrañas del bollo los bucles del pequeño Nicolás, en calidad de tonto del haba, como en el fotomontaje que se propagó para atemorizar a la población vía WhatsApp. Una vez consigan descarcelar de la cama a sus hijos por las mañanas sin necesidad de llamar al cuerpazo de bomberos y asimilen que su jefe ya no está poseído por el bucólico espíritu navideño, sino por el de la niña de El Exorcista, como es habitual, todo se les hará muchísimo más llevadero. Acoplado el roscón hipercalórico a la altura del ombligo, cual cinturón kamikaze subcutáneo, el único rosco que tendrán en mente a partir de ahora será el de la televisión. Ese en el que el presentador metralleta dice, por ejemplo: Con la ce, escenario del curioso caso de Ortega Cano emulando a Benjamin Button. Y el concursante: Centro de belleza penitenciario. Lo mismo la Pantoja cuando salga está en la edad del pavo.

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Una mula de croquetas

EL gran misterio de la Navidad es qué extraño mecanismo le impide a una madre preparar comida en una cantidad directamente proporcional al número de comensales. Porque tú le dices que no se líe, que lo importante es juntarse, que ponga algo para picar y te sirve medio cordero lechal por cabeza como entrante. Luego se extraña de que le pidamos Almax e infusiones por baldes. Sospecho que si esto no se ha investigado hasta ahora es por culpa de las compañías farmacéuticas. O por los fabricantes de tuppers, porque por estas fechas siempre llega un portacontenedores desde China al Puerto de Bilbao. No sé qué tipo de agujero negro hay en las casas de los hijos pero de cada tres tuppers con sobras que se llevan de su madre, solo le devuelven uno y encima es de la suegra. croquetas

Parece una tontería, pero el atracón navideño te puede llevar a la cárcel. Sé de una joven ingeniera, deportada por el paro, que de vuelta a su exilio ha sido acusada de mula por tener veinte bolitas rodando por su aparato digestivo. Y ella, gritando que son las croquetas de su madre. Y el de la aduana, que ya, que eso dicen todos. Otro gran enigma es cómo consiguen los comensales-ventosa no levantarse de la silla ni para ir al baño. Ya sé que en cuanto despegas la nalga un centímetro para alcanzar un langostino te caen cinco comandas, pero esa capacidad de retener líquidos es digna de estudio. Eso y averiguar si el espíritu de la Navidad comió con el espectro de Rajoy.

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No se hagan los suecos

https://www.youtube.com/watch?v=5egLxg_7mg0

HA tenido que venir Ikea a decirnos con su último anuncio lo que muchos ya saben, que a los chavales les sobran juguetes y les faltan horas de juego con los padres. Lo que no han aclarado es cómo paliar esa carencia cuando se tienen unas jornadas laborales infinitas y unas tareas escolares dignas de opositor a notario. También han olvidado los publicistas incluir una advertencia para que los espectadores no intenten repetir el experimento en sus hogares. Más que nada porque no sale. En el spot les proponen a unos niños escribir una carta a los Reyes y otra a sus padres. A los primeros les piden juguetes. A los últimos, que pasen más tiempo con ellos, les hagan más caso y jueguen más. Una vez se sequen la lagrimilla, si es que a alguno de ustedes se le cae, no se hagan demasiadas ilusiones. Igual le preguntan al suyo esperando que les reclame más abracitos y les suelta que lo que en verdad necesita es la nave de Star Wars, a precio de dron. La mía, sin ir más lejos, nos ha pedido, en primera instancia, que le llevemos a la plaza. Tras insistir, que también a la piscina. A la tercera intentona, que además quiere un neceser. “¿Eso es todo?”, le repregunto en plan Ana Pastor. “Y que sea verano para ir a la playa”. “Oye, que nosotros no tenemos superpoderes ni somos los Reyes Magos (al menos, no de forma oficial)”. “Pues entonces que me deis muchos besos”. Joé, ya me ha costado.

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Hoy por mí, mañana por mí

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TODO el mundo sabe que cada equis vueltas de tambor la lavadora se zampa un calcetín y que del disgusto otro se lanza al vacío desde el colgadero y se desintegra, cual promesa electoral, antes de alcanzar el patio. Todo el mundo lo sabe, sí, pero solo conozco una empresa que los vende de tres en tres para paliar estas pérdidas y mitigar lo que en algunas familias se convierte en un auténtico drama matinal.

Otros fabricantes, en cambio, priman el beneficio propio a costa del consumidor, como esos que envasan las construcciones infantiles al vacío y luego no hay forma humana ni animal de volver a meter las piezas en su caja. Parece una bobada, pero en las decenas de horas invertidas en esa estúpida tarea algún padre o madre podría haber descubierto una vacuna o emparejado algún calcetín.

También al gobernar hay quienes piensan más en lo suyo que en el bien común -nunca volverán a las arcas los millones defraudados- e incluso a la hora de interrogar algunos se dejan llevar por su propio frenesí en vez de prestar servicio al ciudadano. A gran escala, lo hizo la CIA torturando a prisioneros, total para nada, según denuncia el Senado. A pequeñísima escala, el director del Canal 24 horas, Sergio Martín, con su pregunta-pulla al líder de Podemos. Quizás hartos de que nadie repare en ellos, dos hombres se han lanzado al foso de los leones y a la boca de una anaconda. “¿Para eso les hemos pagado unos estudios?”, pensarán sus padres.