Confluye o revienta

Le voy pillando el tranquillo a la nueva política. Consiste, básicamente, en decir una cosa y hacer exactamente la contraria. Coño, como la vieja, entonces. Qué va: a una velocidad y con una desvergüenza infinitamente mayores. Sin necesidad de preocuparse en explicar la contradicción porque nadie entre el rebaño lo va a pedir. Ojito, incluso, con soltar cerca de uno de los mansos borregos que el rey está desnudo, que caerán las hostias —dialécticas, gracias a Gramsci— como panes por mentiroso, Inda y manipulador.

Pues nada, sea. Comulguemos con la silueta recortada de la luna y digamos que es mentira y de las gordas que hace poco más de un año, los ilusos que quisieron montar una confluencia de izquierdas para ganar las elecciones del 20 de diciembre fueron tratados a baquetazos. Es trola también que el 25 de junio de 2015 San Pablo de Vallecas escupiera esto a los corintios confluyentes: “Sigue viviendo en tu pesimismo existencial. Cuécete en tu salsa llena de estrellas rojas y de cosas, pero no te acerques porque sois precisamente vosotros los responsables de que en este país no cambie nada. Sois unos cenizos”.

Da lo mismo que esté escrito y accesible a quien lo busque en Google. Falso de toda falsedad, como lo es que al ser preguntado por una alianza electoral con IU, el líder supremo respondiera: “Ninguna. Cero. Fin de la cita. Cero. No hay manera de poner otro titular”. Qué parecido, por cierto, al “No. Punto. No vamos a entrar en Podemos. Punto” de la otra que tal baila. Pero qué más dará todo, ¿verdad?, si hoy los entonces meados a presión andan celebrando la absorción gritando oé, oé, oé.

Odiada amada Europa

Resultan enternecedoras las conmemoraciones y/o celebraciones [táchese lo que no proceda] del Día de Europa. Igual las abiertamente encomiásticas que las biliosas sin matices. Incluso las pretendidamente escépticas, como esta que están ustedes leyendo. Les confieso, de hecho, que mi idea era sacar el zurriago y unirme a las fuerzas del apocalipsis de boquilla que se pegaron toda la jornada echando pestes de la cosa. Cambié de idea escuchando al sabio Juanjo Álvarez en Euskadi Hoy de Onda Vasca. Tras glosar las mil y una fallas de la actual Unión, sin pasar por alto las decididamente sangrantes, nos pidió a los presentes que reflexionáramos en los costes de la no Europa. Y concluyó: “Estaríamos mucho peor. Me quedo con nuestro modelo, que está hecho jirones por muchas cosas, pero que merece la pena defenderlo desde un pesimismo constructivo”.

Quizá esa sea la actitud. Me sumo a ella desde una visión diferente a la de Juanjo. Mientras él sostiene —y argumentos no le faltan, lo reconozco— que el proyecto nació del idealismo y de las convicciones éticas, yo más bien tengo la impresión de que el impulso inicial de la alianza de estados fue principalmente económica. Añado que ese espíritu se ha mantenido a lo largo de estas casi siete décadas y que durante la mayor parte de ellas ha sido compatible con el desarrollo y la promoción de unos mínimos valores morales. Sin embargo, tras la carrera de ampliaciones sucesivas sin ton ni son y la creación de un entramado burocrático diabólico y, para colmo, ineficaz, el dinero se ha quedado al mando en solitario. Que eso cambie será cuestión de la ciudadanía.

Arraiz en la tómbola

Falta la banda sonora de Marisol. La Justicia española es una tom-tom-tómbola. Pero no de luz y de color, claro, sino siniestra y sombría. Por añadidura, con trampa y cartón para llenar cuatro trasatlánticos. Los trileros de la bolita del rastro son catedráticos de ética al lado de los feriantes con toga que determinan, conforme a los que les sale de salva sea la parte —llámenle ideología, intereses personales o Razones de Estado— la suerte que corren los atribulados portadores de boletos.

En esas está ahora mismo el presidente de Sortu, Hasier Arraiz. Mañana empieza a girar su bombo en el Tribunal Superior del País Vasco, e igualmente le puede caer la muñeca chochona que el perrito Nicolás, el que mola mucho más. Aquí cambiamos de música. Toca Jarabe de Palo (esperemos que no en sentido literal) y su canción Depende. Según salga el sol de sus señorías y de las beneméritas (ejem) entidades que ejercen de acusación particular, le pueden caer seis años de cárcel y otros tantos de inhabilitación o puede evitar la trena, si bien quedando imposibilitado para desempeñar un cargo público.

Esto último fue lo que les ocurrió a las otras 35 personas juzgadas por la misma causa. A Arraiz, manda pelotas, la misma condición de aforado que a otros les sirve para marchar de rositas le puede suponer una pena más dura que a sus compañeros. Eso es una tropelía sobre la arbitrariedad fundacional que consiste en la persecución judicial de unas personas, las detenidas en Segura aquel infausto día de 2007, que ya ha quedado acreditado que trabajaban para acabar con el ciclo violento de ETA. Que sea para bien, Hasier.

De buena tinta

¿Así que Iñigo Martínez al Athletic por un pastón y Garbiñe Biurrun, candidata a lehendakari de Podemos, eh? Con estos ojitos y estos oídos que se van a merendar los gusanos lo leyó y escuchó aquí su seguro servidor. Lo proclamaban a todo trapo los grandes visionarios de este oficio de tinieblas tirando de su proverbial suficiencia de agáchate y hazme una churrupaíta.

No hablo solo de las primeras páginas donde ambos pronósticos fallidos —ofrecidos, ojo, como hechos consumados— han quedado para los restos como monumentos al fiasco anticipatorio. Si cabe, me encabronan más esos y esas colegas (por mentarles de algún modo) que recorren los corrillos impostando gran misterio antes de soltar con soniquete de orgasmo clitoridiano lo que el dúo Gomaespuma llamaba elsupernoticiónquetecagas.

Fui testigo de refilón de cómo varios de estos Nostradamus de lance iban contando a quien les saliera al encuentro que la candidatura morada de la jueza Biurrun era cosa hecha desde el pleistoceno inferior. En su versión, se estaba dejando pasar el tiempo para disimular. Me recordaron un huevo a aquel otro clarividente del copón que la víspera del atentado de ETA en la T4 me aseguraba, citando contactos “de muy dentro”, que la tregua era irrompible. Ni una semana después del bombazo, el tipo presumía de haberlo anunciado. Siguiendo idéntico patrón, hoy es el día en que los difusores del chauchau de la magistrada van con el mentón enhiesto y sonrisa picaruela alardeando de haber tenido noticia antes que nadie del rechazo de la oferta para encabezar las listas moradas al parlamento vasco. No hay quien pueda con ellos.

La persecución del ‘Txori’

Habrá enorme algarabía hoy en las sedes de UPN y PP. Cautiva y desarmada la perversa herramienta de propaganda vasquizante, las tropas regionalistas han alcanzado uno de sus más ansiados objetivos: los canales de EITB han desaparecido de los mandos a distancia de uno a otro confín de la foralidad.

En lo sucesivo, como en los tiempos en que se cruzaba la muga del norte buscando alegrarse el ojo con El último tango en París, será menester traspasar la raya con la CAV para ver programas de dos rombos ideológicos como el de Xabier Lapitz o el de Klaudio Landa. Y no digamos los que se expelen en la lengua del diablo que es, ¡ay!, la navarrorum, esa en la que cada vez más padres y madres, ¡ay, ay, requeteay!, matriculan a sus hijos en el más vetusto que viejo reino.

Morrocotudo éxito del navarrisímo Esparza y la cofradía que desde hace nueve meses no ha parado de ladrar su rencor por las esquinas. Logro, por demás, póstumo, pues como se sabe, el cese de las emisiones es consecuencia de una denuncia que dejó escondida —a modo de esas bombas-trampa de las pelis de mafiosos o de la tierra quemada de Gengis Kan— el gobierno de Barcina cuando ya olía a cadaverina. Una bajeza del quince que retrata a sus perpetradores, sí, pero más que eso, una torpeza inconmensurable. Aparte de la memez de poner literalmente puertas al campo en un tiempo en que cualquiera puede acceder sin demasiado esfuerzo a la televisión local de Pernambuco, la persecución enfermiza del Txori lo único que consigue es elevarlo a la categoría de símbolo y hacerlo, por lo tanto, más peligroso. O dicho en menos fino, un pan como unas hostias.

Dejar España

Me encanta el olor del patriotismo cañí al amanecer. Hablo del mismo sentimiento de orgullo nacional español al que ya se refirió hace una porrada de años Julio Camba diciendo que se medía en el número de gallinas que se meten entre pecho y espalda, los copazos que se pimplan y los puros habanos que se atizan los que presumen de llevarlo a toda hora a flor de piel. Cierto, una versión extendida y literaria de la definición canónica de Samuel Johnson: el último refugio de los canallas.

No sé si llega a tal condición Imanol Arias, pero ahí anda haciendo sus pinitos. Ya de paso, estudia para ser de mayor Gerard Depardieu, al que le ha copiado el cabreo tras ser descubierto despistando pasta al fisco del país de sus emocionados hipidos. “Como siga así, dejo España”, ha advertido el tipo tras la segunda oportunidad consecutiva en que su nombre aparece ligado a sociedades creadas para evitar pagar impuestos como el común de los mortales. ¡Tremenda amenaza que nos llena de congoja y de zozobra! ¿Qué será de nuestras bellas artes sin sus ¡Me cago en la leche, Merche! o sus gañotazos a cuerpo de rey por la piel de toro, pagados a doblón unos y otros por el ente público de radiotelevisión? Y ya fuera de las dotes interpretativas —o dentro, vayan a saber—, ¿quién nos endilgará esas lecciones de dignidad que guardamos en la memoria de los tiempos en que se apuntó a portavoz de no sé qué decencia contra aquellos de sus paisanos de la pecaminosa Vasconia que no nos excitábamos en rojo y amarillo? Tanta vena inflamada por la nación española, y a la que le pillan en renuncio, dice que se pira. Qué poco fuste.

Destruir lo público

Una nueva heroicidad al coleto. Tentativa de incendio del vicerrectorado de la Universidad del País Vasco en Gasteiz. De madrugada y mediante el lanzamiento de neumáticos ardiendo, caray con los guerrilleros urbanos. Con los gamberros de tres al cuarto, quiero decir, porque no pasan de ahí. Ni estos ni —si no son los mismos, que está por ver— la panda de niñatos malcriados que en lo que va de curso llevan acreditados un buen puñado de ataques gratuitos a dependencias educativas públicas. Supuestamente, en nombre de la educación y de lo público, hay que joderse mucho con los camisitas pardas de nuevo cuño.

¿Solo con ellos? No, miren, también con quienes en el presente punto de estas líneas están arrugando el morro. Es ahí, en realidad, donde está el problema. Hay un número de individuos —quisiera pensar que no muy amplio, aunque no lo tengo claro— que ven sin asomo de duda como muy digna de aplauso la actitud devastadora de los chiquilicuatres. Un escalón más abajo están, y estos sí son realmente abundantes, los reyes de la adversativa. Empiezan diciendo a media voz que la conducta de los cachorros quizá no sea la más idónea para, inmediatamente después, ametrallarnos con peros no ya exculpatorios, sino justificadores sin matices. Lo más habitual es culpar a la presencia policial, incluso cuando los destrozos han sido previos a la llegada de los uniformados. Y como argumento definitivo, la comparación por elevación o reducción al absurdo. La difusa violencia del sistema siempre es peor, y su sola existencia sirve como disculpa o coartada para no dejar, en este caso, un pupitre en pie. Así nos va.