Por qué tenemos un San Antonio en Laudio

Era un enclave tan desamparado que lo denominaron Ermu en euskera y Yermo en castellano. Es decir, ‘deshabitado’. Porque aquellas altas laderas que se descuelgan del monte Kamaraka han sido desde siempre un lugar idóneo para la soledad.

Choca por ello que allí se encuentre tan impactante conjunto monumental, compuesto por un santuario de origen medieval dedicado a Santa María y unas posteriores ermitas de Santa Lucía —que es como popularmente se conoce el lugar— y otra conocida como «de San Antonio» aunque su advocación principal sea la de Santa Apolonia. Es de esta tercera edificación y las motivaciones de su existencia de las que queremos hablar. Tanto desde la información fehaciente como, a falta de más datos, desde la mera especulación.

San Antonio, cuya romería del 13 de junio esperaban con ansia los laudioarras , era la que sentían como la más local e íntima, frente a la de Santa Lucía conocida como «la romería de los vizcaínos», muy enjuiciada en la moralidad local, y el comportamiento de aquella avalancha especialmente de romeros bilbaínos.

Ermita humilladero de San Antonio (Santa Apolonia), junto a un cruce de caminos, a los que daba servicio espiritual

HUMILLADERO Y NO ERMITA. En realidad el templete de Santa Apolonia / San Antonio no es una ermita sino un híbrido entre ermita limosnera y humilladero, denominadas santutxu en euskera, por su función secundaria. Son edificaciones religiosas, muy características del barroco vasco —siglos XVII-XVIII— y, simplificándolo, su función es la de dar un servicio espiritual de «24 horas / 365 días» al transeúnte, sin necesidad de estar atendida por nadie. Por ello están abiertas, para permitir el ocasional rezo devocional, pero a su vez protegidas por característicos enrejados o balaustradas. Solían ubicarse en las entradas a las poblaciones importantes o, como es nuestro caso, previos al acceso a un gran santuario.

Allí el romero y peregrino se humillaba —de ahí su nombre humilladero— y pedía perdón por sus pecados, para entrar en el mayor grado de pureza posible al santuario mayor o principal. Ayudaba asimismo en la limpieza del alma el depositar alguna limosna, otra de las características de estos edificios.

En la práctica, el contar con humilladeros en los caminos o calzadas que accedían a los santuarios, daban a estos últimos mayor distinción, relevancia y categoría. Y también ingresos económicos, no lo olvidemos: el insert coin de toda la vida…

Por eso, todo santuario que tuviese alguna pretensión, debía contar con un humilladero. En el caso del de Laudio, se elige el cruce de caminos que, provenientes de Bilbao o de Laudio, acceden al templo principal de Santa María, 300 metros más adelante.

Humilladero de San Antonio del Yermo (Laudio), con sus llamativos muros de cuidada sillería. En la parte inferior del arranque del muro, junto al suelo, se muestra la supuesta pisada mariana en un rebaje en la pared.

LA MOLESTA CREENCIA DE LA PISADA. El barroco fue, como sabemos, un período en el que el exceso en la recarga de adornos presidía todos los ámbitos de la vida. También el de las creencias populares, rebuscadas en sus puestas en escena.

Así, existía en un lugar del Santuario de Santa María una peña con una oquedad en la que el vulgo pretendía ver una pisada de la mismísima Virgen María. Y, como en otros muchos lugares de nuestro país sucede (J. M. Barandiaran 1924 y A. Erkoreka, 1995), en torno a ella se desarrollaron unos rituales y creencias que, paulatinamente, se alejaban de las atribuciones milagrosas del entorno basadas en la fe, para caer en la simple superstición.

Estaba aquella marca en la roca protegida por una reja que quizá daba más realce a aquel elemento que, desde los estamentos religiosos, no merecía aprobación. En cualquier caso, desviaba tanto la atención de los fieles, más pendientes de los milagros obrados por aquella piedra que de los de la Virgen, que el clero se vio desbordado. Por ello, en una visita obispal de 1723, con cierto enojo frente a lo que sus ojos presencian, se ordena tajantemente —adecuadas las citas documentales a la grafía actual— «que se cierre a cal y canto la reja de la pisada» por irreverente y ofensiva frente al credo cristiano. Relata cómo se le ha informado de que «hay abuso de venerar la pisada que llaman de Nuestra Señora, que se halla en una esquina de ella junto al suelo, por la parte de fuera, en que está puesta una rejita y a donde los hombres y mujeres suelen llevar agua en la boca y la echan allí, creyendo vana y supersticiosamente conseguir el remedio de sus enfermedades».

Por ello, «deseando su Ilustrísima desterrar tan intolerable error, mande se quite la dicha reja por el cura de dicha iglesia y se cierre el dicho sitio con piedra y cal y, así hecho, ninguna persona lo quite ni lleve agua so pena de excomunión».

Roca con la supuesta huella de la Virgen que se desplazó desde el santuario de Santa María al exterior de la ermita-humilladero, por considerarse indigna y ofensiva a la fe

Pero aquella orden jerárquica generaría más de una duda incluso en el clero local que no vería con tan malos ojos aquellas supercherías que, se quisiera o no, acercaban fieles y riquezas al templo. Así es que, hecha la ley, hecha la trampa. Y se decide extraer aquella peña con la oquedad que se interpreta con una huella mariana, y alejarla del templo principal para incrustarla en unas condiciones similares, en el nuevo templo de San Antonio que se habría de edificar como humilladero. Así, el nuevo edificio vería reforzada su acogida popular —no perdamos de vista los codiciados ingresos de las limosnas— y el santuario principal alejaría la indigna superstición pagana, a la vez que los fieles no se verían defraudados en sus arraigadas creencias populares.

LOS OTROS RITUALES DEL TEMPLO. Desde entonces y hasta nuestros recuerdos de infancia —no creo que haya nadie que lo practique en la actualidad— era costumbre llevar tres veces la boca llena de agua para depositarla en la huella de la Virgen en el humilladero de San Antonio. Con ello se prevenía el dolor de dientes, colmillos y muelas durante todo el año. El agua se tomaba en la fuente que mana del muro de la ermita de Santa Lucía o de una fuentecilla, más cercana, en la parte inferior de la carretera actual.

Bloque desgastado por el roce en el exterior del templo. Quizá por ser el primer elemento «santificado» que encontraban los romeros que subían desde Laudio

Del mismo modo, por impregnarse del halo de santidad que emanaba el lugar y con la intención de que la buena suerte les acompañase durante el año siguiente, muchos romeros tocaban con su mano uno de los bloques angulares de la edificación, en donde es apreciable su desgaste. Me gustaría pensar que sería un ritual practicado por los fieles provenientes de Laudio que, tras ascender las duras pendientes, accedían al primer punto físico del conjunto monumental, en donde depositaban sus creencias y esperanzas. Este rito de frotar la primera piedra no es practicado en la actualidad y su recuerdo se limita a los vecinos más mayores del lugar.

También la huella de la Virgen ha sido usada para introducir en ella el pie descalzo. Así se pedía novio o novia, sin duda una réplica de las atribuciones milagrosas de los dos San Antonios de Urkiola y que flanquean en el santutxu o humilladero a la titular, Santa Apolonia.

Así, el templo con diferencia más humilde de la «trilogía» monumental del lugar es el que se convierte en el principal referente milagrero, en donde la población vuelca su necesidad innata de dar rienda suelta a las rebuscadas supersticiones populares que le parecen más efectivas, tangibles y cercanas que la fe cristiana propiamente dicha.

El templecillo se construyó por tanto en el XVIII, con seguridad aprovechando la bondad económica del momento y las obras de ampliaciones y renovaciones en el santuario principal, y de reparación de su torre-campanario. Su construcción está realizada en sillería de gran calidad, algo que llama la atención, por no ser habitual como técnica constructiva en este tipo de templos que se consideran secundarios. También las tallas de Santa Apolonia y de San Antonio Abad y San Antonio de Padua son del momento, del XVIII, quizá coetáneas del encargo la elaboración de nuevos retablos para el santuario.

El arraigo del culto al templete debió ser grande, ya que incluso se crea una pujante cofradía en su honor que, junto a la que honra a San Roque en el fondo del valle hacen las delicias de los fieles. Incluso el vino que ha de suministrar el ayuntamiento cuenta con exenciones fiscales en el día de su honrosa romería, a la que acudían obligadamente las autoridades. De ese modo, tanto el alma como el cuerpo encontraban la gloria allí arriba cada 13 de junio.

Una posible ubicación para la pisada mariana original, en la base del pórtico, de diferente y menos cuidadosa etapa constructiva en un lugar en el que se observan diversas oquedad similares en la roca madre. Aunque no deja de ser una mera especulación personal, sin nada que lo sustente al margen de la intuición, sí sabemos que justo cuando se manda arrancar y deportar la pisada (1723), el cantero de Llanteno Juan de Aguirre realizó, entre otras obras, un estribo nuevo en la iglesia principal del santuario.

¿POR QUÉ SANTA APOLONIA Y LOS SANTOS ANTONIOS? Es fácil relacionar el rito del agua con el dolor de muelas, de la que es patrona y protectora Santa Apolonia, si bien el documento de 1723 se habla de un «remedio de sus enfermedades» en general y no con esa concreción. Pero es más que probable que, entre tantas enfermedades, también sanase las de los dolores de muelas. Y esa fue la chispa que debió iluminar a quien pensaba en crear un humilladero allí, la jugada maestra que solucionaba varios problemas a la vez. Ahora, sin soporte documental alguno, vayamos al campo de la hipótesis, al de la mera especulación.

En las épocas en que se edifica nuestro humilladero, San Antonio de Urkiola era el santuario por excelencia, el más venerado y el que sin duda más eco y renombre gozaba en nuestro orbe. Casualmente, en la antigua calzada —hoy perdida en el bosque— comercial entre Álava y Bizkaia, entre Castilla y el mar que venía desde Otxandio, encontramos un relativamente desconocido templo previo a acceder al gran santuario, unos centenares de metros antes, para dar auxilio espiritual a los peregrinos que accedían por aquella transitada ruta.

Sabemos gracias a una inscripción que aquella ermita está edificada en 1515, seguramente para solapar con cristiandad unos rituales paganos de culto al agua milagrosa que allí, desde las entrañas de la ermita, brota. Era la Señora de los Remedios a donde acudía la gente a sanar sus dolencias, como reza su rótulo interior, y especialmente las de las muelas. Para ello, se introducía agua en la boca y se daba tres o «varias» vueltas a la ermita, arrojándola en su interior, invocando a Santa Apolonia, que preside el humilladero como titular posterior. Era un templo secundario que, como decimos, formaba parte del conjunto del santuario de Urkiola y que permitía a los romeros acceder a él con un mayor grado de limpieza espiritual, gracias a este templecillo.

Peregrinos en Santa Apolonia de Urkiola, probablemente camino al santuario principal, en torno a 1900. Allí, aparte de orar, se practicaban rituales con el agua milagrosa que brotaba en la ermita

LA JUGADA PERFECTA. La similitud con los rituales del santuario del Yermo y que el clero quería erradicar, verían en este caso de Urkiola la inspiración para la solución perfecta: crear un templo secundario apartado del templo principal, junto al camino y abierto a modo de humilladero y desplazar allí el ritual del agua milagrosa, replicando el caso de Urkiola, a través de Santa Apolonia, mártir a la que según la hagiografía cristiana se arrancaron dientes y muelas en las torturas de su martirio. Su simple alusión despejaría cualquier duda en Laudio.

Ermita de Sta Apolonia en Urkiola con su inscripción de Ntra. Sra. de los Remedios 1515. A partir de ahí caminaban descalzos como penitencia algunos peregrinos que iban al santuario. No sería de extrañar que algo similar se hubiera practicado en el templo homónimo de Laudio

Asimismo, se añadirían al templo del Yermo los dos santos Antonios —Abad y de Padua— venerados con gran devoción en Urkiola, para dejarnos a las claras de dónde procedía aquella Santa Apolonia, nueva vecina de Laudio. Además, con el gran renombre y fama de aquellos santos vizcaínos, la acogida popular estaba asegurada y el éxito en lo espiritual y económico —limosnas y donaciones— garantizado. Es decir, para solventar el problema de la superstición del agua milagrosa del Yermo, se implanta una «sucursal» del santuario de Urkiola en Laudio.

Por si era poco, para dar más verosimilitud a aquella propuesta, se hace creer por medio de una leyenda creada ex novo que aquella oquedad en la roca que tanto desasosiego había generado a las autoridades eclesiásticas correspondían a la pisada de San Antonio de Padua que, camino a Urkiola, había pasado por el lugar: «la tradicion asegura que san Antonio de Pádua visitó aquella montaña y puso su pié en aquella piedra» (Antonio Trueba, 1867). Quedaba así unido este humilladero (y huella) con Urkiola en la mentalidad popular. Hoy en día nadie recuerda haber escuchado la atribución de la marca en la piedra al periplo de San Antonio hacia Urkiola. Por ello podríamos pensar que la leyenda se crearía intencionadamente por vía culta (¿el mismo clero?) para desvincular del santuario la superstición en torno a la curiosa piedra.

Como cabía esperar, la reputación tan grande con la que contaba el santuario de San Antonio en todo el orbe occidental vasco haría que, casi inmediatamente, se conociese el templete como «ermita de San Antonio» y no de la Santa Apolonia titular. También, al igual que en Urkiola, se replicaría el «error» de que el santuario advocado en realidad a dos San Antonios se conociese como un único «San Antonio», que su romería se celebrase el 13 de junio y que en supuesta la pisada de la Virgen se pidiese pareja casadera durante generaciones: una moda importada, sin duda.

Todos… excepto nuestra sacrosanta cuadrilla de amigos que, cuando acudíamos allí, introducíamos el pie para rogar a los santos para que no nos diesen novia, que nos protegiesen de ellas y sus naturales tentaciones, para que ninguna lianta rompiese aquel mágico vínculo entre amigos. A la vista de los resultados, no hizo efecto alguno y todos y cada uno de nosotros nos enamoramos de ellas en infinidad de ocasiones. Incluso fue en aquel mágico lugar en donde intimé por primera vez con el primero de aquellos amores: no se me ocurrió un lugar más altivo y romántico para abrazarme a ella y mirar juntos a la luna… ¡Qué regalo! Benditos sean san Antonio y la ineficacia de la huella mariana en la roca.

San Antonio Abad, Santa Apolonia (que hasta hace poco mostraba un diente real en su mano) y San Antonio Abad en el humilladero de Laudio. Se encuentran protegidos con sendas hornacinas de vidrio laminado antivandálico desde que sufrieron un irracional ataque.


San Antonio Abad (Laudio), con su característico cerdo

Santa Apolonia (Laudio), la titular del templecillo




San Antonio de Padua (Laudio)


La clasificación de ese tipo de templos de ruta como ermitas limosneras se debe a la función recaudatoria con la que también son planteadas


Ermita de los Remedios o Santa Apolonia en Urkiola

Interior de Santa Apolonia de Urkiola dejando patente su función sanadora: «Geisoen osasuna » (gaixoen osasuna) ‘la salud de los enfermos’


Santa Apolonia de Urkiola presidiendo el altar sin retablo de la humilde ermita


Indicador del camino entre el santuario de Urkiola y la desconocida ermita de Santa Apolonia, en la antigua calzada que llevaba a Otxandio, hoy invadida por el bosque.

Fuente de agua milagrosa que brota bajo la ermita de Santa Apolonia en Urkiola




Las mujeres y los ajos del Berakatz Egun

Con el nombre de Berakatz Egun o el de su equivalente en castellano Día de Ajos, se conocen unas curiosas fiestas restringidas a cuatro municipios muy cercanos entre sí: Arrankudiaga, Ugao-Miraballes y Orozko en Bizkaia y Laudio en Araba.

La aportación de este artículo pretende ser el rescate del papel preponderante de la mujer en ese día, un día en el que, como si de autoridades locales se tratasen, lideraban las danzas ceremoniales propias de la jornada.

Devolvamos a la actualidad el prestigio social femenino, ese que los estudiosos del folclore intentaron ocultar hasta hacerlo casi desaparecer de la memoria colectiva.


Detalle del cuadro Berakatz Eguna (c. 1914) de José Arrue, con el aurresku del baile (personaje delantero) ataviado con ajos, en Orozko.

Solamente por esa concreción geográfica y su exclusiva denominación los Berakatz Egun merecen ser considerados como unos elementos patrimoniales de interés. Pero además, como veremos, su valor es mucho más rico que lo que nos muestran los vestigios que han llegado hasta nosotros, los últimos rescoldos de una gran hoguera cultural que ardía en honor a la mujer y que, desgraciadamente, los tiempos modernos se empeñaron en extinguir o devaluar.

PARA QUÉ. La finalidad del Berakatz Egun siempre ha sido la de poner fin a un ciclo festivo, la de ser la jornada de cierre de unos días dedicados a la celebración y a la diversión. Y, a pesar de su carácter postrero y de relajación frente a los días más grandes que le preceden, quizá por aliviarse de la carga de tanta solemnidad que pesaba sobre los días especiales, con el paso de los siglos se convirtió en el día popular por excelencia. En Arrankudiaga y Orozko sigue siendo así. En Ugao-Miraballes sucede lo mismo, disfrazado de alubiada. Son sus días grandes, quizá no los más solemnes, pero sí los de más arraigo entre la población.

No contó con la misma suerte en Laudio en donde el refuerzo de otras fechas, especialmente en el último siglo, hizo que el Berakatz Egun quedase paulatinamente relegado, hasta casi desaparecer. Sin embargo, es significativo que cuando el sacerdote e investigador José Miguel Barandiaran (1889-1991) encuesta a gente de Laudio en 1935 para preguntar sobre las fiestas locales de carácter popular, éstos tan solo reseñen el Berakatz Egun (y no otras más populares hoy , como el Día de las Morcillas) de entre todo el ciclo de los sanroques. No es casualidad.

FECHAS. Como ya hemos citado, el Berakatz Egun o Día de Ajos siempre ha de poner fin a un conjunto festivo. En el caso de Arrankudiaga las fiestas se celebran desde la Asunción —15 de agosto— hasta el domingo siguiente, que es el día de la Cofradía, con comida en el pórtico de su iglesia. Es en el día posterior, siempre lunes, cuando celebran el concurrido Berakatz Egun, hoy identificado por la ingesta popular de morcillas. El caso es calcado al «lunes de Cofradías«en Ugao—lunes siguiente a la Cofradía original y que ya no se celebra como tal—, fiesta popular donde las haya y, desde hace unas décadas, se identificada con las alubiadas que llenan cada rincón del municipio.

Cuadro Sokadantza (1915) de Javier Ziga

En Orozko, su día grande es el de San Antolín —2 de septiembre— un santo que siendo secundario en la también secundaria iglesia de Sta. María (la principal está advocada a San Juan Bautista), concertó las mayores devociones, quizá por la presunción milagrera de sus reliquias. Así nos lo contaba Pascual Madoz (1845) con la información que le enviaron desde el Valle: «…en la [iglesia] de Santa María se halla la efigie y reliquia del dedo índice del glorioso mártir San Antolín a cuya festividad concurre en corporación el ayuntamiento pleno con el clero». Suponemos que al ambiente festivo ayudaría también el que «en los primeros días del mes de septiembre se celebra anualmente feria de ropas, lienzos y linos, que es de bastante concurrencia» (Diccionario geográfico, 1802).


Detalle del cuadro Berakatz Eguna (c. 1914) de José Arrue, con el aurresku del baile (personaje delantero) y músico ataviados con ajos, en Orozko.


Como en tantos lugares sucede, el período festivo se compone de tres jornadas: el día del santo, el de su repetición y el siguiente y postrero, nuestro Berakatz Eguna que, en este caso de Orozko, coincide por tanto siempre con el 4 de septiembre.

Algo similar sucede en Laudio que, en su conjunto de tres días de festividad, celebraba San Roque, su repetición —llamada San Rokezar (‘San Roque (el) viejo’)— y el día final, Berakatz Eguna, siempre el 18 de agosto. De nuevo tres días, algo que choca con la estructura actual de fiestas, más extensas, que todos hemos conocido. Por ello hemos de aclarar que, tal y como publicamos en otra ocasión, el día 15 de agosto se incorporó al conjunto festivo en 1909 y es debido a la inauguración de una controvertida estatua. Por otra parte, la Cofradía —en origen, el domingo siguiente a San Roque— y su jornada previa aparecen siempre desligadas del conjunto festivo y con carácter absolutamente independiente respecto al mismo.


Detalle del cuadro Berakatz Eguna (c. 1914) de José Arrue, con el aurresku del baile (personaje delantero) ataviado con ajos, en Orozko.

DÍA DE LAS MUJERES. Especialmente en Laudio se recuerda el Día de Ajos como uno de los más participativos en el primer tercio del siglo pasado, previo a la guerra fratricida (1936-39). Era el día de asueto de la servidumbre —femenina— del palacio del marqués y de las casas pudientes y, en alegres cadenetas o soka-dantzas, iban a buscarlas los muchachos, ávidos de encender la chispa del amor en sus corazones. El recuerdo de aquella fiesta la recogió el grupo Untzueta Dantza Taldea en el trabajo “Berakatz Eguneko Aurreskua” dentro de la revista local Bai (1996). La referencia a la palabra clave —aurresku— la tomaron de un antiguo programa de fiestas en que aparecía citada.

AURRESKU DE MUJERES. Y no iban desacertados al enfocarlo desde el prisma del aurresku, el baile de los vascos por excelencia y que era mucho más complejo de lo que hoy en día estamos acostumbrados a presenciar. Una de las partes principales del baile eran aquellas cadenetas o soka-dantzas que recorrían calles y plazas.

El puesto más honorífico de aquel baile colectivo, el de más reconocimiento social, era el del dantzari que encabezaba la cadeneta. Era la ‘mano delantera’, el que da nombre al mismo aurresku (aurre + esku), en contraposición al bailarín que la cerraba, el atzesku (atze + esku) o ‘mano trasera’, el segundo en del rango de honores.

OCULTACIÓN DE LA MUJER. A pesar de la infinidad de trabajos etnográficos y de investigación profunda del folclore realizados entre el XIX y XX, la presencia de la mujer quedaba restringida a un papel irrelevante en el aurresku, siempre para engrandecer el rol brillante del hombre (obras de Labayru, Aita Donostia…). Sirva como muestra esta contundente aseveración del gran estudioso Aita Donostia (1886-1956), probablemente a sabiendas de que no reflejaba la realidad que él había de conocer: «El hecho es que la mujer vasca no baila en el verdadero sentido que la palabra tiene entre nosotros. Asiste al baile y toma parte en él; pero como bien se ha dicho, es para «ser bailada», para que ante ella muestre el varón sus habilidades». Y en base a aquellos autores está tan arraigada esa creencia errónea que aún hoy en día leemos en la wikipedia que «…era costumbre sacar por pareja del aurreskulari (bailarín de aurresku) a la señora o hija del alcalde, la que no hacía más que presenciar la fiesta, ya que en este baile la mujer no baila, sino que es bailada»

Pero no puede ser mero fruto del despiste o la casualidad que se pasasen por alto y de refilón todas aquellas referencias en las que la mujer lideraba, con todos los honores sociales correspondientes, el baile del aurresku. Quizá se deba esa ocultación a la condición religiosa de la mayoría de estudiosos de nuestros bailes como ya se ha apuntado en algunas ocasiones o, sin más, al machismo que con más fuerza que nunca llegaba de la mano del mundo obrero fabril, en el que el hombre adquiría el papel predominante al llevar un sueldo a casa, dejando a la mujer un cometido doméstico y devaluado al no aportar a la economía doméstica riqueza en metálico.

En realidad, son muchísimos ya los documentos históricos conocidos que desde las épocas más antiguas nos hablan de aquellos bailes o días especiales en los que la mujer disponía de toda la relevancia y reconocimiento social imaginable, quedando su papel en el baile diferenciado del masculino y no supeditado a este. Al respecto clarificadora por concisa es la obra Así bailan las mujeres en Bizkaya (sic) de Iñaki Irigoien publicada recientemente (2019) por el Museo Vasco de Bilbao junto a Bizkaiko Dantzarien Biltzarra.

Grabado de Christoph Weiditz (c. 1529) en el que representa cómo «bailan las mujeres en Bizkaia«. Su pose es la característica del aurresku o aurreskulari, el papel m´ás estimado por relevante. Es la primera constatación de que, a pesar de lo que tantas veces se ha publicado, las mujeres no participan solo «para ser bailadas por los hombres» sino que ellas lideran también unas ceremoniosas danzas en las que «bailan a los hombres».

Es ahí — además de en otras varias publicaciones especializadas— en donde se habla de cómo en diversas poblaciones, el tercer día festivo es el propio de las mujeres y su aurresku. Unas mujeres que en absoluto se limita a la servidumbre doméstica como se recordaba en sus últimos rescoldos en Laudio sino por la mera condición de ser mujer, eso que se pretendió luego ocultar. Es en épocas anteriores a la omisión de la presencia histórica femenina en las danzas cuando ya tenemos noticia de ellas. Por ejemplo, Ignacio Iztueta nos dice ya en 1824 que, generalmente, las señoras casadas bailan a sus maridos el tercer día de las fiestas patronales, fecha dedicada en aquella época particularmente a las mujeres y que, en diversos pueblos, todavía recordaban o practicaban. Las mujeres a los maridos, el orden tradicional invertido. Sin duda, ahí hemos de entroncar nuestro Berakatz Eguna.

Otro ejemplo cercano de fiesta con el aurresku (soka-dantza) presidido por señoritas de categoría social destacada es el que, de casualidad, recogemos en la romería del santuario de La Blanca, en la cercana población de Llanteno, Ayala. Algo que a priori podría parecer impensable. Nada menos que inmersos ya en el siglo XX. E insistimos en el «de casualidad» porque aquello que parecía ser costumbre hace un siglo ya no se recuerda entre sus habitantes. Decía así el corresponsal de El Noticiero Bilbaino (09-08-1905) enviado a Artziniega:

«Un incidente que no había podido prever hízome abandonar la romería cuando esta daba señales de verse más animada. Así es que no presencie el famosísimo aurresku hecho por muchachas acerca del cual me han informado en medio de los mayores elogios…».

Noticia del aurresku liderado por mujeres, «famosísimo» por aquel entonces en la romería del santuario de La Blanca, en la montaña de Llanteno, Ayala (Álava). Noticia de 1905.

POR QUÉ AJOS Y MUJERES. En la obra Así bailan las mujeres en Bizkaia antes citada se nos habla del tercer día festivo, de Ubidea y Otxandio, con el aurresku, su solemnidad y honores reservado a las mujeres: «En la década de 1940, en el pueblo de Ubidea, no habiendo tamborilero en el lugar, se contrataba al de Otxandiano, y a su son, el tercer día de las fiestas de San Juan, se bailaban aurreskus dirigidos por las mujeres, ya que el uso de la plaza les pertenecía a ellas. En aquel tiempo, también se daba este hecho en la villa de Otxandiano, bailando dicho tercer día de sus fiestas,al cual denominaban «Koziñera egune»». Y esta última denominación puede ser el indicio que nos sustente la hipótesis que a continuación planteamos.

La mujer, al margen de su función o clase social, era la encargada de recibir invitados en los grandes días festivos así como de supervisar o cocinar las abundantes viandas que se iban a disfrutar en los banquetes. Por eso eran días de tensión que, supuestamente, desaparecerían al día siguiente y final, el Día de Ajos, apto para liberarse del trabajo y centrarse en disfrutar de la fiesta.

Por otra parte, es de creencia popular general que la sopa de ajo es el mejor depurativo tras los excesos de las comilonas y, sobre todo, de la excesiva ingesta de alcohol. De ahí que aún en muchas fiestas populares se prepare al amanecer, para ir a la cama en un estado lo más sobrio posible. Y, como ya he publicado en más de una ocasión, es fácil que ese fuese el menú del «día después» y que de ahí adquieran su símbolo del ajo, los Berakatz Egun que aquí tratamos. Era además un plato fácil de preparar y que dejaba el tiempo libre necesario a las mujeres para celebrar su día por excelencia. Pero insistimos, no debió ser algo limitado a las servidumbres sino a toda la estructura social que sustentaba la mujer.

Detalle del cuadro Berakatz Eguna (c. 1914) de José Arrue, en Orozko. Dos hombres, aparentemente ebrios, rompen la armonía del baile. Era tal la solemnidad e importancia social de la danza que solía haber un alguacil o persona encargada de expulsar a los personajes que no danzaban con el decoro adecuado


ADORNOS DE AJOS. Esa exaltación del ajo como elemento festivo, se convirtió en una especie de adorno inexcusable y simbólico al menos en casos como el de Laudio. Aunque en la actualidad nadie lo recuerde, disponemos de una preciosa información que se recoge en 1935, en unas notas en las que un informante de Laudio —Daniel Isusi— responde a las cuestiones hechas por José Miguel Barandiaran sobre las fiestas populares y sus rituales populares. Como antes hemos apuntado, es curioso que de todos los sanroques, el informante sólo haga mención al Berakatz Egun, seguramente por ser la jornada festiva con más arraigo popular. Son datos inéditos, desconocidos hasta hoy, ya que aunque se conservaron las notas manuscritas en Ataun, el conocido sacerdote no las publicó jamás. Con todos los ingredientes deseados dentro de ellas, dicen así:

«Día 18 de agosto. Día de Berakatza. El día 18 de agosto desde tiempo inmemorial se viene celebrando en Laudio la fiesta de Berakatza, llamada en general, «día Berakatzeun (sic) o de los ajos«.

Actualmente la fiesta se halla muy reformada y solo se observa que las señoritas que presiden la verbena, corrida de toros por la noche, etc. vayan adornadas con grandes collares de ajos; pero dicen mis padres que, en su juventud, se celebraba dicha fiesta en el mismo día que actualmente pero que los números de la fiesta tan solo consistían en un gran número de bailes baskos [sin duda en referencia al aurresku]. Los bailarines debían presentarse al público, completamente adornados con ajos así como el balcón del ayuntamiento, etc. Se puede decir que actualmente no se conserva de la fiesta más que el nombre».

Notas sobre el Berakatz Egun de Laudio, recogidas por J. M. Barandiaran aunque sin reflejo en sus publicaciones (1935)


Hoy no se conoce referencia alguna de aquellos ajos que se usaban como adorno característico de dicha fiesta y, de no ser por esta nota, se habría perdido para siempre. Algo similar sucedería con el caso de Arrankudiaga, del que no tenemos ninguna referencia a los ajos aunque, no lo dudo, existiría.

«…las señoritas que presiden la verbena, corrida de toros por la noche, etc. vayan adornadas con grandes collares de ajos...» Laudio, 1935.

Tan sólo en Orozko es costumbre aún hoy en día el mostrar un diente de ajo colgado del pañuelo festivo o prendido de la camisa en su día de Berakatz Eguna. Debe de ser el recuerdo residual de algo más complejo y de lo que ya hoy nada sabemos.

Por otra parte, una vez más, debemos a José Arrue (1885-1977) el documento gráfico de aquellas fiestas. En un cuadro titulado Berakatz Eguna y que expone en 1914, refleja el Orozko de hace un siglo. Muestra en él a unos muchachos que adornan sus sombreros —elemento imprescindible en los aurreskus descritos en el XVIII — y trajes con ajos y acompañan en la soka-dantza las jóvenes muchachas, aparentemente de diversa condición social, por el centro del pueblo.

En este caso, el aurresku o dantzari que encabeza el baile, el puesto más honorífico, corresponde a un varón ataviado con los ajos. Se echa en falta que sea una mujer, como todo parece indicar que fue. Sin embargo sí es mujer la atzesku —el puesto final— el segundo en importancia tras el aurresku delantero, lo que ya nos da una pista. Parece una muchacha distinguida, no una aldeana al uso de las que tantas veces dibuja.


Detalle del cuadro Berakatz Eguna (c. 1914) de José Arrue, con la atzesku del baile (personaje que cierra la cadeneta) femenina, en Orozko. Aparenta ser una muchacha distinguida, digna de ocupar el honroso puesto.

Quiero pensar que unas décadas atrás ocupaba también el puesto delantero una mujer honorable. Pero para cuando se pintó el cuadro ya estábamos en el siglo XX y nada era lo que había sido. La modernidad había llegado para quedarse y un mundo lleno de novedosas cámaras fotográficas, fábricas, vapores, carbones, ferrocarril, bancos, altos hornos, coches… devoraba compulsivamente el recuerdo de todo el pasado hasta relegarlo al olvido. Así abandonamos también a la mujer, su baile y sus ajos. Por mi parte os aseguro que será un placer comenzar a recuperar el tiempo perdido…

NOTAS:
= Por adecuación al calendario festivo, desde 1999 el Berakatz Egun de Laudio se celebra el miércoles previo al último domingo de agosto. Es decir no en el tradicional 18 de agosto sino en una fecha que fluctúa entre el 21 y el 27 del mes.

= El baile vasco es muy complejo y lo que hoy conocemos como aurresku (un dantzari mostrando los respetos a un personaje homenajeado) es la mínima expresión de un baile con diferentes partes y códigos de funcionamiento. Por ello, cuando hablamos del aurresku histórico, hacemos más referencia a la soka-dantza y bailes entre hombres y mujeres. Para más información, léase esta nota de la enciclopedia Auñamendi.

= La gente mayor de Laudio, ya no euskaldunes, usan en castellano la denominación Día de Ajos pero también Beracacégun, un término eusquérico pero con una pronunciación castellanizante. En cualquier caso, su uso está ya muy restringido.

= El ajo ha sido considerado como un elemento con poderes sobrenaturales y muy válido para hacer frente a los maleficios que acechan desde el exterior. No sólo en Euskal Herria sino, al menos, en gran parte de Europa. Por ello, los collares de ajos han sido usados a modo de talismán protector. Sin embargo, por simple intuición, no creo que sea el camino a explorar a la hora de interpretar nuestro Berakatz Eguna.

Basoetako olio usainaz

Berehala ohartu nintzen zerbait bereziren aurrean geundela eta ez nuela une hori bizi bitartean ahaztuko. Bat-batean, ustekabean eta baso baten erdian egotearen babesgabetasunean, deskubritu nuen usaimenak antzemandako hats hura eta gure arbasoengandik iritsitako istorioak gauza bera zirela funtsean.

Iragan diren Gabonetan izan zen, ateri zegoen egun euritsu baten arratsaldean. Menditik gindoazen familian, nekatuta baina alaiki ibilbidearen amaiera sumatzen genuelako: Oleta (Aramaio, Araba) atzean utzita, Otxandiora (Bizkaia) gindoazen Limitado izeneko baso liluragarriaren erditik.

Limitadoa, Araba eta Bizkaia artean eztabaidatutako basoa

Han ez dago ezer: ez etxerik, ez fabrikarik, ez antzekorik. Horregatik ezin zitekeen oker bat izan: eliza-usaina zen nagusi. Sendoa, gainera. Olio eta argizari nahaste bereizgarri hori, guztiok errazki identifikatzen duguna. Orduan ulertu nuen, umilduta, gure arbasoek basoetako olio-usainez kontatzen zizkiguten gertaerek azalpen arrazoitu bat zutela eta, hein batean, egiazkoak zirela.

Ez dakit orbelaren usteltze prozesua izango ote den edo hezetasunaren ondorioa –euria izan zen egon osoz– edo… baina errealitate eztabaidaezin baten lekukoak ginen: han, baso bazter hartan, gurekin zen olio-usain beldurgarri bezain ospetsua. Sorgin edota arimen hatsa ei zen behinolako herri-usteen arabera.

Olio-usain misteriotsua sumatu genuen lekua

Entzuna nuen nola behin batean ikatz-lanetan ziharduen behargin talde bat iheska joan zen, korrika, izuak hartuta, noraezean jauzika. Bazekitelako olio-usaina basoan arnasteak, nahitaez, ondore txarra zekarrela.

Ezaguna da –oraindik ere Orozko bezalako herrietan– nola bakerik lortu ezin dezaketen arimak agertzen zaizkien bizidunei su-itxura edota olio-usaina hartuta. Olio-usaina, askoren ustez, horixe izan zelako beste partera joan aurretik gizajo haiek jaso zuten azken igurtzia, azken sakramentua.

Basoetan eta bidegurutzetan izaten da nabaria kirats hori, ezaguna denez, horiexek direlako arima herratuen gordeleku gogokoenak.

Jose Mari Satrustegi (1930-2003) ikertzailea bere azken urteetan izan nuen lagun. Hark argitaratu zuen luzifer hatsa zela bidegurutzetan, olio-usainari erreferentzia eginaz. Eta hau gehitu zuen, argigarri: «Sorgin-usaina es el nombre con que se designa en Beasain y en Asteasu el olor que se siente a veces hacia la madrugada. (…) Este olor recibe el nombre de sorgin-putza en Etxalar. (…) En Bermeo dicen que es olor del aceite con que las brujas untan su cabello al peinarse. (…) Este olor es atribuido a las almas del Purgatorio en Placencia. (…) En Zerain y en Anoeta decían que es animen usaina; en Ataun es olor producido por el paso del diablo y, según otra versión, es debido al argitalume, “lámpara” de Dios. En Soravilla dicen que es Satanasen putza; en Segura lumera-usaia u olor de aceite de lámpara que los búhos roban en las ermitas».

Gautxoriak, ustezko olio lapurrak

Bitxia da, bestalde, azken herri-uste hori: olio-hatsa ez zutela arimek edo sorginek eragiten, gautxoriek baizik. Ez da kontu txikia eta badirudi zerbait sakonagoa eta arkanoagoa dagoela sineste horren atzean. Honela azaldu zuen bere tesian Anuntxi Arana luiaondoarrak, hontzuriei buruz hitz eginda:

«Hontzak kriseiluetako olioa edaten duela sinesten da eskuarki. Eta herioaren hegaztia da hontza, baita sorginena ere. Laudioko gizon batek adierazi zidan zergatik esaten duten olio usainak sorginen presentzia salatzen duela; haren ustez sorginik ez da, eta olio usaina ez dute sorginek ematen baizik eta hontzek, horiek kriseiluetako olioa edaten dute-eta.

Mitoaren interpretazio arrazionala eman nahiz, mitoan kokatu da berriemailea bete-betean, sorginen eta hontzen arteko lotura bezain mitikoa baita haien olio-zaletasuna.

Gaztelan sineste bera bada eta Okzitanian hontzaren izenean islatzen da: “En Languedoc les enfants donnent au chat-huant le nom de Jan l’Oli, Jean de l’Huile, et Béu l’Oli, l’Huile, parce qu’ils l’accusent de boire celle des lampes (Sébillot, 1968…)».

Gautxoriei leporatuta elizetako olioa edan izana, usain berezi haren sorburua…

Zein sinesmen-mundu konplexua honen guztiaren atzean. Zein ahaztu eta zein galdua gutako gehienontzat. Zelakoa izango zen nire bizitza Oleta eta Otxandio bitarteko baso bazter hartan arimen olio-kiratsa usaindu izan ez banu. Arimak edo… arima… gure herriak modernitatearen trukean saldu zuen arima bera.