Solamente analizando el primer día de campaña ya podemos augurar que el Euskaraldia va a marcar un hito histórico en la historia del euskera, algo de lo que se hablará en la historia incluso después de muchos años. Porque, al menos a mí, al margen del uso y del bombo y el platillo de todo ello, me da a entender que comienza la normalización. No la del euskera, sino la del mundo en el que coexistimos alrededor del euskera. Eta gaztelaniaz idatzi dut, nahita, ikusita zein gizarte esparruri zuzentzen zaion nire mezu hau.
Por una parte es de agradecer el ver las instituciones y el mundo del euskera ir de la mano y no, “en contra de...” como sistemáticamente hemos sufrido durante décadas. Porque sin duda ha habido mucho de “gobernatzen ari denaren araberako euskalgintza”, de demostrar quién la tenía más grande –la lengua– en ese campo, de convertir en un arma arrojadiza y meramente política el uso y la promoción de euskera.
Pero en esta ocasión me refiero a otro asunto. La semana pasada me llamó la atención el ver cómo el concejal del PP de mi ayuntamiento –un único representante de un total de diecisiete– había puesto en su perfil de Facebook el símbolo de Belarriprest. Me chocó porque por nada lo esperaba. Y tras hablar con él me comentó que, efectivamente, se había dado de alta en la campaña y que iba a intentar hacer pinitos dentro de lo poco que él sabía. Y doy fe de que, al menos conmigo, está cumpliendo su palabra.
Probablemente, por su capacitación lingüística, se limitará a ser algo muy testimonial. Pero me quedo con lo beneficioso de su simple decisión, por lo que supone el que su gente y la de su partido vea el paso que ha dado y que demostrará a muchos que el euskera no es algo a lo que tenerle miedo o un idioma para convertirlo en algo repudiable “per se”.
Sé que ahora, al leer mis palabras, saltarán en masa los que, tanto de dentro como de fuera de su ideología, le pongan verde por ser incoherente con su línea política: que si eso se nota en los acuerdos del día día, que si son ellos los que prohibieron el euskera, que si a dónde vas Íñigo dando alas a esos “borrokas” y bla, bla, bla.
Críticas todas y desde todos los frentes. Pero no deja de ser un gesto político loable. Pero que, aunque parezca mentira, también levantará recelos dentro del mundo que promociona el uso del euskera: pero ni haciendo esto ni su quíntuple. Porque para muchos simpre siempre va a ser un intruso en ese mundo, alguien al que vigilar, una ideología a la que vetar. Porque nosotros, los euskaltzales puros, los de raza, somos más de vivir en el amargor, negándonos a ver lo positivo de cualquier avance. Como esos los hongos del bosque que necesitan de las tinieblas nocturnas para poder brotar.
Pero para mí, que aclaro que estoy alejado en lo político del partido del personaje en cuestión, la decisión y postura de este concejal del PP, ese pequeño gesto, me parece oro fino, un gesto de generosidad por su parte —poco va a ganar con su gesto y quizá sí perder— y un basamento maravilloso sobre el que comenzar a edificar el nuevo futuro para nuestra lengua, una especie de augurio de la prosperidad venidera; una auténtica suerte por lo que en lo simbólico ganamos con él y por ser la prueba incuestionable de que algo está cambiando en nuestra sociedad.
No en vano, otro joven que le precedió como concejal del PP en la anterior legislatura (A. R. C.) era perfectamente euskaldun y, para más inri u honra, tenía a sus hijos matriculados en la ikastola de Laudio, no lo olvidemos, provincia de Álava. Pero no lo vayáis contando por ahí, no vaya a ser que la gente se entere de cómo el pueblo normal y sus nuevas generaciones no entienden ya de maniqueísmos. Y de que cómo no todo lo blanco es siempre blanco ni lo negro negro.
Por eso me ha encantado y le he dado las gracias personalmente a Íñigo. Porque el uso del euskera no puede depender de “militancias polítizantes” sino de normalidad social. Hay que sacar el euskera no sólo a la calle sino a la más amplia de nuestras avenidas, por donde pasee todo tipo de gente. Nada de relegarlo a catacumbas o auténticas reservas indias y, menos aún, al rechazo o negación sistemática de cuatro carcas inadaptados. De ambos bandos…
Y es que cualquier paso minúsculo en este campo es un avance gigante. Porque, pongamos los puntos sobre las íes, el uso euskera necesita desligarse de la identificación con el nacionalismo vasco y más aún con la izquierda abertzale si pretende normalizarse y volar en plenitud. Porque si no, no hay futuro y nunca va a sobrepasar el umbral de uso en el que nos encontramos. Es el momento de olvidarnos de reproches mutuos para que todos tengamos cabida y nos sintamos cómodos. Y creo que esto lo está consiguiendo desde el primer día Euskaraldia.
Beraz, esker mila bihotz-bihotzez Iñigo Pedruzo eta ekimen honetara “igo” zareten gainerako 200.000 lagunei ere. Eta senti gaitezen eroso euskara erabiltzeko aukera hauetako bat –ahobizi zein belarriprest– hautatu dugun guztiok, kanpoan dagoenari eskua luzatuz beti, irribarretsu eta ez muzin.
Gero eta euskaldun gehiago izan gaitezen gure gizartean eta ondoren, maitasun kontu batengatik, euskara erraietan sentiarazi mihian loratu dadin. Ondo dakizun bezala, Iñigo, ondoan duzulako, zure inguruan biraka, Ulibarri abizeneko bat.
Eta bere arbaso batek, Jose Paulo Ulibarri Galindez (1775-1847) okondoarrak hain zuzen ere, ondo baino hobeto asmatu zuen zein zen euskara planik sinpleen eta eraginkorrena:
“Euskeldunak euskeldunari, euskeraz”
Ez dugu besterik asmatu behar.
Ondo izan eta goza dezagun euskaraz egiten Euskaraldia itxaropentsuari esker.
Hainbat modu genuen euskaldunok adierazteko gauza bat ohikoa baino askoz tamaina handiagokoa zela: oso, biziki, txit, arras, zeharo… handia.
Baina gure historiaren une batean, noizbait, ez ginen horrekin ase. Eta zerbait apartagoa adierazteko premia linguistikoa hasi ginen pairatzen, nahi eta ezinean genbiltzalako herraturik, mihiak ez zuelako burutzen bihotzak eskatzen ziona.
Orduantxe, ikusita ez genuela hitz egokirik, mitoetara jo genuen berba berri bat sortzeko. Hor asmatu zen, azkenik, aspalditik irrikatzen genuen handikeria: ERRALDOI hitza.
Gaur egun, pentsaezina litzateke hitz hori erabili barik euskaraz egitea. Zer nolako ipuinak kontatuko genizkieke umeei? Nola adierazi jaialdi bat aparta izango dela?
Gezurra dirudi… gezurra, bai, XIX. erdialdera arte ez ginelako hitz hori erabiltzen hasi. Atzo goizean, beraz. Eta Gipuzkoa eta Bizkaiko autore batzuen eskutik abiatu zen, gaurko egunera arte, Euskal Herri osora hedatu dela.
Kirikiño, Azkue eta abarrek, erraldoeerabiltzen zuten, bere jatorritik hurbilago dagoena. Izatez, herri-metatesi [hitz bereko bokalen arteko trukaketa, leku aldaketa] baten ondorioa delako erraldoi < erraldon < erroldan. Eta zer da hori? Erroldan, pertsonaia baten izena.
Errolan, Roland, Orlando, Roldan, Rotllá… izen ezberdinekin ezagutzen da pertsonaia historiko-legendario bat, ustez Carlomagnoren iloba zena, hau da, Gisela bere arrebaren semea. Errolan da, hain zuzen ere, Orreagako Gatazkaren kondairan (edo historian), adar-deiadar etsiak egin bitartean, euskaldunok garaitu eta hil genuen arerioa eta Chanson de Roland (1100. urtearen inguruan idatzia) obra epikoan betikotu zena.
Pertsonaiaren eta Durandarte izeneko bere ezpata miresgarriaren inguruan, hainbat mito sortu zen: han-hemen ditugu hari egozten zaizkion harri handien jaurtiketak, edo mendien urraketak edo bestelako neurriz kanpoko indarren ondorioa. Hain zuzen ere, gure hizkuntzak behar zuena…
Bestalde, eta kondairatik atera gabe, esan ohi da bere izenaren jatorrian rodant dagoela, jaiotzean biraka erori zelako zorutik. Eta… oraindik ere biraka dabil bere izena gure kulturan, hitz potolo eta handinahikorik asmatu badugu inoiz, hori, erraldoi delako. Beste barik, zoriontsu izan.
Una vez más, la coincidencia de fechas es la disculpa ideal para hurgar en la historia y rescatar para la memoria del siglo XXI aquellos hechos olvidados de nuestro pasado.
En efecto, un día como hoy, 14 de noviembre, pero de 1880 se publicó en el diario Noticiero Bilbaíno la curiosa noticia que relata un suceso acaecido la víspera –13 de noviembre de 1880– y que llamó en sobremanera la atención «en el Arenal de Bilbao vimos ayer de 25 a 30 carros de castaña destinada al embarque para la isla de Cuba y procedente, si no estamos equivocados, de los castañares de Balentza que median entre el valle de Oquendo y los de Llodio y Luyando. No recordamos haber visto hace muchos años embarque de este fruto y por eso ha llamado mucho nuestra atención y la del público en general…»
Hace referencia al barranco de Markuartu, conocido como Balenchana en castellano y Balentxa en euskera, actualmente derivado a Balintxa. Pero, al citar Okondo o Luiaondo incluso, podemos pensar que por extensión se refiere a todo el monte Pagolar, rebosante de castaños en otra época y con abundantes kortinas (cortinas: cercados para proteger del ganado la cosecha de castañas apilada en el monte). A mí, tirando del cordón umbilical y del recuerdo de mis antepasados, estas historias me conectan con la kortina situada en el paraje conocido como Mendi, del citado monte Pagolar por parte paterna y con la de Ubieta (Olarte) por la materna.
Y es que también mis abuelos –paternos y maternos–, como la mayoría de los baserritarras del lugar, vendían las castañas de las kortinas para Bilbao, procurándose así unos jugosos ingresos dinerarios que pronto invertirían al adquirir productos de primera necesidad. Su entrega se negociaba los domingos en la plaza de Laudio, a donde acudían vendejeras bilbaínas que luego llevarían los sacos en el tren. Otros laudioarras como José Izagirre, cosechaban y compraban en grandes cantidades para bajarlas ellos mismos en carros al potentado Bilbao y así evitar intermediarios. Lo mismo que Evaristo Murga Gorbea (1865) de Luiaondo, cuyos nietos rememoran que enviaba a la villa “varios vagones llenos de castañas” para su venta.
En cualquier caso, no era necesario contar con kortinas en el monte para ello ya que, en cantidades tan inconmensurables, era en ocasiones inviable. De ahí que también se apilasen las castañas en los caseríos, almacenadas bajo cubierta cuando había espacio, o amontonadas y tapadas en cualquier era frente a la casa. Recuerdo asimismo cómo el pastor Fernando Ibarrola (Larrazabal, Laudio) me refirió en cierta ocasión que su abuelo –asimismo llamado Fernando Ibarrola y nacido en 1870– contaba que iban a la cama y por todas las dependencias del caserío caminando sobre miles de castañas que habían almacenado dentro de casa, pues eran unos de los grandes comerciantes del lugar.
Pero esas cantidades que nos parecen hoy inmensas y de las que aún tenemos referencias orales no eran sino la punta del iceberg de un pasado más esplendido en cosechas de castaña. Nos referimos a cuando el preciado fruto vasco se exportaba en grandes barcos que partían desde Atxuri (Bilbao) hacia Flandes y Países Bajos. ¿Para qué? Pues, al margen del evidente destino comestible, se demandaba por su cáscara, usada en el tinte de bayetas tipo gamuza.
Así es que se cosechaba «…exportándose ya en aquella época una gran parte al extranjero, aplicando su pellejo para teñir los paños» (Iturriza, 1787).
También nos lo recuerda con más concreción y en referencia a Laudio el escritor catalán Mañé i Flaquer en su obra El Oasis (1878):
«A fines del último siglo se cosechaban en el Señorío anualmente unas cien mil fanegas de castaña, y aun en el primer tercio del siglo presente casi todos los pueblos de Vizcaya tenían en sus cercanías bosques de castaños de aprovechamiento común y la echada de la castaña era ocasión de fiesta y regocijo para los aldeanos, pues llevaba a sus hogares un importante elemento de su existencia. La cosecha de castaña servía no solamente para el consumo de la casa, sino que también proporcionaba un auxilio pecuniario no despreciable, pues se enviaba en gran cantidad á países extranjeros, donde se utilizaba en el doble concepto de alimento muy nutritivo y sano y de materia tintórea en la fabricación de paños y bayetas, así como hoy se aprovecha para hacer con ella una pasta con la cual se fabrican los muñecos que aquí pagamos muy caros»
Sobre Laudio añade que «En Vizcaya hay castañares muy buenos, tanto por su lozanía, como por la abundancia y buena calidad del fruto, […] Los que hay en Belenchano, entre Llodio y Oquendo, que atravesaremos luego, son muy extensos y lozanos y aunque se hallan en territorio de Álava están situados en la zona de Vizcaya» en referencia una vez más a nuestra zona de recolección.
A falta de un buen trabajo de investigación en los registros de mercancías portuarias de Bilbao, sabemos sin embargo que la exportación de la castaña a Flandes tuvo su mayor esplendor antes de fines del siglo XVII, ya que los franceses, a la vista del potencial negocio que ello suponía, plantaron bosques extensísimos de un nuevo castaño –el castaño de Indias– que fue llevado desde Constantinopla a Francia en 1615. Al ser más voluminoso su fruto, poseía más cáscara que las castañas vascas por lo que eran más interesantes. Además, la duración y el coste del porte en barco se reducían en gran manera. Así es como, sin desaparecer, sí comienzan a declinar aquellas exportaciones del preciado fruto vasco.
Hasta ese punto de inflexión que marca el paulatino descenso fue tal magnitud la exportación que, a fines del XVII, «…la villa de Bermeo se había opuesto a la extracción de la castaña para reinos extraños. Pero el Señorío la había defendido alegando que era la cosecha muy superior al consumo interior y de su exportación resultaba al país el doble beneficio de lo que lucraba con su venta y de que los buques que la llevaban al extranjero se comprometían a traer de retorno trigo y otros alimentos de que carecía el país, con lo que aquí se moderaba mucho el precio de los cereales»
También en 1703 se acordó imponer un real a cada fanega exportada «…con destino al pago de réditos de censos contraídos para la fortificación y defensa de la costa el mismo Señorío: constituía un arbitrio de mucha entidad» tal y como recuerda el diario que da pie a esta reflexión.
Pero ya para 1787 nos recuerda Iturriza lo decadente del negocio usando un “apenas” que parece añorar tiempos pasados mejores: «en la actualidad apenas se cogerán en Vizcaya setenta mil fanegas anuales, de las cuales se exporta una gran parte al extranjero: en el año en que escribo este libro (1787) vale la fanega de castaña once reales».
Asimismo es digno de atención el documento que en su día nos facilitó el investigador Alberto Santana en el que se relata un plantón y bronca de unos comerciantes de castañas orozkoarras acaecido en un lluvioso 23 de noviembre de 1780. Todo sucedió porque al entregar en la lonja del embarcadero de Atxuri las 1.200 fanegas de castaña –unas 50 toneladas– el comprador quiso forzar a la baja el precio de compra acordado en 15 reales por fanega a 11, acabando la operación mercantil en un gran tumulto.
Pero lo curioso del documento es la información añadida que aporta ya que la transacción económica se había negociado por Joachim Roussellet, mercader de Nancy –ciudad de Francia próxima a Luxemburgo– que contaba con su despacho en Bilbao y su agente local el laudioarra Manuel de Goikoetxea, quien había subcontratado con aquellos jóvenes orozkoarras la apreciada mercancía de sus castañares.
Al margen del puerto de Bilbao, también se embarcaban exorbitantes volúmenes de castaña procedentes de Enkarterrien Zubileta, punto del río Cadagua hasta donde ascienden las mareas de la ría para hacerlo navegable. Porque también esta comarca era una muy gran productora.
No en vano, es en el Fuero de las Encartaciones (1503) en donde encontramos la primera referencia a las kortinas o kirikino-hesis, aquellos cercos de almacenamiento de castañas con sus erizos, indicando además qué condiciones técnicas habían de reunir:
«…la senbradura que es hecha en monte de concejo e castannos e cortina e vivero se han de defender con seto suffiçiente […] segun costunbre antigua, ha de estar mas çerrado e mas defendido/ e ha de aber ocho palmos de ençeas en largo e vn palmo so tierra e ha de aber tres hiladas de verdugas texidas con las ençeas e/ ençima sus escajos; e si desta manera no estan çerradas, no han/ pena los ganados que entraren e fezieren danno».
Es decir, cierres de entrelazado vegetal reforzados con espinos. Y es que muchísimas han sido las kortinas vegetales de ese tipo y que por tanto no han dejado rastro en nuestro paisaje. En su momento debieron ser las más comunes ya que cuentan con numerosas referencias orales y, sin ir más lejos, mi padre mismo las ha conocido.
Un pasado glorioso para Laudio que pivota en torno a aquellos bosques de castaños de los que nadie actual parece querer acordarse: «Los castaños [de Laudio] son muy numerosos y corpulentos; así es que en ciertas estaciones del año, como por ejemplo la primavera, éste es uno de los valles más hermosos de estas provincias» como recogió entusiasmado Mañe i Flaquer (1878).
Porque a pesar de decaer el comercio con Flandes, no dejó de tener salida la castaña en otros mercados como, por ejemplo, la villa de Bilbao, cada vez más poblada. Así se entiende que en pleno siglo XIX, casi cuando aquellos muchachos aparecieron con los carros por el embarcadero de Atxuri-San Antón, la demanda hiciese que continuamente se plantasen más y más castaños que traían la riqueza al valle: «Los montes más famosos son el Yermo, Mostacha y Tardamente, poblados en su mayor parte de robles y castaños, cuya plantación aumenta diariamente y es una gran riqueza en el país» (Pascual Madoz, 1845-50).
El ocaso de toda aquella ensoñación llegó a fines del XIX, en la década entre los años 1880-1889, con la irrupción de enfermedad de la tinta del castaño que prácticamente los exterminó. Dicen que decía mi abuela (1900-1956), “apañadora” de castañas y a quien no conocí, que la enfermedad apareció en Laudio en el cruce de Barbara –entre Larrazabal y Markuartu– y que de ahí se extendió por todos los montes. Justo en el lugar en donde comienza el barranco de Balintxa, Balenchana, aquel que tanta fama había adquirido por sus ingentes cosechas. Principio y fin de una fecunda historia, cuya relevancia, ante todo, no podemos ni debemos olvidar.
Así es que comencemos hoy mismo por rememorar aquellos alegres muchachos que, para enviar castañas a las colonias cubanas de ultramar, no dudaron hace 138 años en avanzar hasta Bilbao con un espectacular y anacrónico convoy de 25-30 carros que causaron gran admiración entre los que tuvieron la fortuna de presenciarlo. ¡Lo que daría yo por verlo!
A la abuela Dominga Mendiguren Solaun (1900-1956) quien, también un 14 de noviembre como hoy, decidió dejarnos como antes lo habían hecho los castaños. Seguro que en ese espacio para eternidad y el recuerdo andará aún colmando su kortina de Mendi, aquella que –decía– por nada del mundo debíamos olvidar
Si alguna vez el euskera ha marginado a alguien, si lo ha ofendido en lo íntimo de su ser, ese es el dedo anular de nuestras manos. Lo demás son cuentos.
Y lo digo con pleno convencimiento porque, salvo cuando ha necesitado ponerse el traje lingüístico de gala y lo hemos llamado hatz eraztunekoa o eraztun-hatza–‘dedo del anillo’, similar al dedo anular del castellano–, en el día a día, en la intimidad de la familia, en el interior de las cuatro paredes del caserío, cuando sabíamos que nadie nos escuchaba, lo hemos denominado hatz nagia, es decir, el ‘dedo vago, perezoso’, la oveja negra desheredada en esa familia de cinco vástagos. Porque el dedo anular siempre ha sido desdeñado por interpretarse que no sirve apenas para nada.
LA VENA DIRECTA AL CORAZÓN. Otra concepción menos bárbara y sublime que la nuestra fue la que nos ofrecieron desde la clásica Grecia. Allí, observando las disecciones que hacían de los cadáveres humanos, creyeron ver una pequeña venilla que, partiendo de ese dedo, iba directa hasta el corazón.
Es más, el resto de conductos sanguíneos que accedían hasta la parte externa de nuestro cuerpo lo hacían siempre a través de ramificaciones capilares. Todas excepto aquella fina línea excepcional que partía de nuestro perezoso dedo: la única que unía sin interferencias el mundo de las sensaciones al órgano central de nuestras emociones. Y no lo digo yo, sino que ya lo publicó el romano Aulo Gelio en el siglo II:
«…al cortar y abrir los cuerpos humanos […] se descubrió un nervio muy fino solo desde este dedo del que estamos hablando, que se dirigía y llegaba al corazón del hombre; […] ese dedo que parecía estar ligado y como conectado con la fuerza principal del corazón»
VENA AMORIS. De ahí que pronto interpretasen que era por ahí por donde nos entraba el mal del enamoramiento. Y la bautizaron nada menos que como vena amoris, ‘la vena del amor’.
ANILLO DE CASTIDAD EXTRAMATRIMONIAL. Así se entiende que las personas casadas, a sabiendas de lo débil que es la carne frente al pecado, pusiesen a sus parejas un anillo en ese dedo, a modo de talismán-cortafuegos para impedir que por ahí accediese al corazón de la pareja algún desvergonzado o una pelandusca que podrían hacer estallar el matrimonio. Dicho de otro modo, nuestra alianza o anillo matrimonial poco tiene de romántico y mucho de rudo pragmatismo: es una especie de cinturón de castidad frente a las posibles infidelidades amatorias.
DIGITUS MEDICUS. Pero nuestro dedo es mucho dedo. Y por ello sus virtudes no se limitaban a los desvaríos pasionales sino que, aprovechando aquel conducto que penetraba por la vía directa hasta nuestras entrañas, es por lo que en cierto momento de nuestra historia se estimó que además era la ruta ideal para administrar las medicinas y para vigilar la salud. De ahí que se rebautizase como «dedo médico» o “dedo medicinal”, una forma aún en uso. Nadie mejor que San Isidoro de Sevilla para contárnoslo en sus Etimologías (años 627–630), aquella especie de Enciclopedia de la Edad Media:
«…el cuarto [dedo se llama], “anular”, porque en él se lleva el anillo. Recibe también el nombre de “medicinal”, porque con él aplican los médicos los ungüentos».
COROLARIO. Así es que, con todos los respetos, hagamos los vascos una autocrítica profunda y pidamos perdón a ese dedo que tiene mucho más de fabuloso, excelso y fascinante que de perezoso, inservible y zángano. Si no, claro está, ya estaría catalogado como “dedo borbónico”.
Hemos olvidado ya el 2 de noviembre, Día de las Ánimas, que contó con un arraigo extraordinario en nuestras costumbres hasta que fue eliminado por el revolucionario concilio Vaticano II (1963-65). Eliminado decimos porque desde la misma Iglesia se consideró como excesivo al entender que había logrado ya los objetivos para los que fue creado, más contando con la celebración de la víspera, 1 de noviembre, día de Todos los Santos. Pero… ¿por qué en su día se había duplicado aquella fiesta?
SUSTITUCIÓN DE RITOS PAGANOS. Insistimos de nuevo en que nos encontramos frente a unos rituales antiquísimos, paganos, bien constatados entre los celtas. Conmemoraban el fin de año, la muerte de la actividad de la naturaleza y, por ello, el contacto con los difuntos que, al contrario que hoy en día, se daba por hecho que convivían junto a los vivos a pesar de encontrarse en una dimensión invisible al ojo humano.
Pero estar, estaban. Y por ello se les esperaba y recibía en estas fechas como quien acoge a un familiar o amigo añorado que no hemos visto hace tiempo. Fechas de recogimiento hogareño y de confraternización. Algo similar a nuestras navidades actuales.
SUSTITUCIÓN. Hasta que irrumpió la Iglesia Católica, el movimiento sustituidor por excelencia en lo que se refiere a tradiciones populares paganas y que no dudaba en enmascarar la celebraciones existentes para poder hacerse con su control y así beneficiarse del éxito que previamente gozaban entre la población. Por ello creó la festividad de Todos los Santos. «Todos los santos», sin dejar ninguno, para que tuviese el empaque necesario y así poder absorber un acontecimiento ritual de tanta raigambre popular. Con unos antecedentes en el siglo VIII, su celebración se extendió por orden papal a todo el orbe cristiano en el siglo IX.
Pero, a pesar del éxito conseguido, el pueblo llano no se contentaba con honrar a los santos de vida ejemplar, aquellos que promulgaba la Iglesia y, por el contrario, continuaba aprovechando estas fechas óptimas para reencontrarse con «sus» muertos que eran sin duda los que sentían y querían cerca: el padre, la hermana, la criatura o aquel amigo que se había llevado al lado oscuro una férrea amistad. Honraban algo terrenal, cargado de imperfecciones a menudo, y no tanto aquellas lejanas idealizaciones celestiales.
REFUERZOS ANTE LO IMPOSIBLE. Por ello, siglos más tarde, la Iglesia hubo de «reforzar» aquellas fechas que no conseguía controlar, creando para ello otra festividad ad hoc con la que apuntalar su credo canónico entre los fieles. Y así surgió el Día de Ánimas que, tras varios balbuceos, Roma adoptó como definitivo en el siglo XIV, medio milenio después de instaurar la de Todos los Santos. Ello ayudó asimismo a reforzar la idea del Purgatorio —también ideado por la Iglesia católica— y así se podía por fin pedir y orar por esas almas que, errantes por no haber cumplido algo que dejaron pendiente en vida, nos visitaban con cierta frecuencia. Algo tan interiorizado en el tozudo vulgo que parecía imposible de superar.
TRADICIONES VASCAS. En las tradiciones vascas de hasta no hace un siglo, el Día de Ánimas era de más raigambre y celebración que el de Todos los Santos, costumbre que perduró más en el tiempo en las zonas rurales. Demasiado importante como para no dedicarle unas líneas en este blog, siempre subversivo ante el imperante olvido de lo nuestro… Va por vosotros, antepasados.
Ez dakit gaur gauean sorgin-akelarreren bat egon ote den gure etxe ondoko lorategian. Edo, egunari erreparatuta –Domu Saindu eguna–, arima herratu eta sumindu batzuen batzarra. Baina zerbait berezi jazo da: ziza batzuk ageri dira bat-batean eta ustekabean, biribil moduko batean jarriak.
Gure antzinako sinesmenen arabera –baita ni jaio nintzen Laudio herrian ere–, horrelakoetan uste izaten zen sorginen bileraren bat egona zela aurreko gauean. Edo arimena… Zizek eta onddoek beti izan dutelako misterio kutsua gure tradizioan. Zergatik? Basoa hiltzearekin batera –udagoienean– ugaltzen direlako, basoko hilotzetan dutelako bizi-substratua, gizakiak hiltzeko ahalmena dutelako, berezko haluzinogenoen bitartez beste mundua bisitatu zitekeelako edo, beste barik eta nire gaurko kasuan bezala, erein gabe eta bat-batean agertzen direlako. Gauetik egunera… Magia hutsa, lilura… sorginkeria.
ZIZAK ETA HERIOTZA
Zizek zituzten heriotzaren zantzu horiek berehala bihurtu zituen naturaz gaindiko izaki, era guztietako ahalmen bereziekin apaindua.
Horregatik egiptiar kultura zaharrean, jaungoikoentzako janaritzat hartzen zen. Edo Grezia eta Erroma klasikoan, soldaduei ematen zitzaizkien borroketan hil ez zitezen, arestian aipatu bezala, hilezkortasuna zelako zizen ezaugarria, beraiek zirelako herioa eta biziaren arteko zubia. Arrazoi hagatik, hutsik gabeko afrodisiakotzat jo zuten, betiko gaztetasunaren eramaileak zirelako.
ZIZAK ETA DEABRUKERIAK
Aurrekari horiekin, Kristautasunak ez zituen zizak begirunez ikusten. Eta berehala egotzi zien deabrukeriekiko harremana. Horrela, Erdi Aro osoan, ziza eta onddoei buruzko era guztietako azalpen bitxi eta harrigarri zabaldu ziren. Ez da arraroa, bada, gure ume garaiko ipuinetan naturaz gaindiko izakiak –sorginak, ipotxak…– zizez beteriko ingurunetan bizitzea: Erdi aroko uste haietatik datorkigun ondorea da.
Nolanahiko azalpenak zeuden, zein baino zein harrigarriagoa. Batzuek zioten Deabruak sortutako izakiak zirela. Eta bere existentzia maltzur herratuan, atsedena hartzeko esertzen zen tokietan hazten zirela zizak. Baina Txerren ikusezina zenez, gizakion artean inork ez zuen ikusten. Hala ere, zenbaitetan apo itxura hartzen zuen eta jauzi-jauzika zebilen basoan barrena. Eta lurra ukitu bakoitzean, bere igarotzearen lekuko, hazten zen ziza bat. Bestalde, jainko haserretuek lurrera botatako oinaztarriek eragiten zituztela uste izaten zen: tximistak jotzen zuen lekuan bertantxe azaltzen ziren.
Erlijio gehiegikeria haietan girotua, garaiko teologo batek (san Alberto Magno, XIII. mendean) argudiatu zuen zizak eta onddoak Lurraren arnasketa zirela, beherago zegoen infernuaren hatsa hain zuzen ere.
ZIZAK EUSKAL KULTURAN
Aurretik aipatutako sinesmen orokor horiek alde batera utzita, badira bestelakoak, han-hemenka egindako ikerketa etnografikoetan azaldu direnak eta, guretzat bitxiak direnak Euskal Herrikoak direlako.
Haietako batek esaten digu nola, eskuarki, zizak eta onddoak biltzea gizonon ardura izan den… Nafarroa Behereko hainbat herritan izan ezik. Han emakumeek eta umeek batzen zituzten eta gizonek eginez gero, igande arratsaldean izan behar zen, behin meza entzunda. Seguruenik, zizak izaki madarikatutzat hartzen zirelako.
Luzaide (Nafarroa) aldean, halaber, oso sinesmen polita dago: “beste aldeko landareak” zirenez, behin gizaki batek ikusita, lilura galtzen zuten eta harrituta moduan geratzen ziren. Horregatik hobe zen lehenbailehen jasotzea, ikusiak izan eta gero, ez zirelako gehiago hazten.
Bestalde, Facebook-eko lagun batek kontatu zigun lehengo egunean bere aititari (Ibarra, Gipuzkoa) entzuna ziola basoan ez zirela ziza guztiak jaso behar, bestela bertako zuhaitzak gaixotu egiten zirelako ezinbestean. Galeraren bihozminak jota seguru…
Eta oso gustatu zitzaidan ohitura hau, beste behin gogora dakarkigulako basoekiko eta, oro har, naturarekiko euskaldunok izan dugun maitasunezko eta hartu-emanezko tratua. Noiz eta nork madarikatu gintuen hain aberasgarri eta atsegingarriak ziren gure existentziaren kontzepzio eta balore haiek galtzen uzteko…
Ez nau harritzen sorginak edo, batek daki, arima herratuak ere haserre agertzea gure etxe ondoko lorategiko ziza-biribilean…
El día de hoy, 28 de octubre, San Simón y San Judas, se considera en la cultura vasca como la fecha que deslinda el verano del invierno o, dicho de otro modo, el final del vigor de la naturaleza para reposar hasta principios de febrero, cuando el bosque y animales resucitarán de nuevo exuberantes de vitalidad.
Así es… “San Simon eta San Juda, joan zen uda eta negua heldu da” dice la celebre sentencia popular, ‘San Simón y San Judas, se fue el verano y ha llegado el invierno’.
Pero poco hay que rascar para comprobar que esos dos santos son una máscara intencinadamente superpuesta por el cristianismo para ocultar aquellos ritos paganos mucho más profundos, arraigados y ancestrales y que nos advierten de esa llegada de la oscuridad, de la muerte de la tierra que nos mece y de la época de más actividad y de empoderamiento de los seres del más allá, de todo lo que se temía.
En realidad, hoy estamos celebrando lo mismo que dentro de unos días será el Día de las Ánimas o de Todos los Santos o de esa nueva fiesta impuesta que, maldito sea su nombre, conocemos como Halloween. Por no hablar del samaín gallego o las fiestas de las castañas (hoy por ejemplo en Orozko), Gaztainerre o los magostosde la cornisa cantábrica, tal relacionadas con el culto a los difuntos, a la muerte… a ese invierno que todo lo envuelve y sincretiza a partir de estos días.
Celebramos hoy por tanto aquella transición entre estaciones anuales que se amoldaban más a los ritmos de inhalaciones y exhalaciones de la naturaleza que a rígidos y exactos calendarios con los que hoy nos regimos.
Aquí tienes unas notas en euskera más extensas sobre el tema, escritas el año pasado. Y vívelo como prefieras pero, en cualquier caso, ten presente que el de hoy no es un día más, sino una fecha especial, fascinante, sobrecogedora… más con la ventaja de –al contrario que les sucedía a nuestros ancestros– saber que pronto volverá la primavera con todo su esplendor y derroche de vida. San Simon eta San Juda, joan zen uda eta negua heldu da…
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