Una de artaburus

El vocablo de euskera “artaburu” es y sigue siendo muy usado en nuestra tierra. Pero no con el significado primigenio, sino con otro secundario. ¿Por qué decimos esto?

Pues porque en principio “artaburu” es la ‘mazorca del maíz’, resultado de la fusión de dos palabras diferentes como “arto” ‘maíz’ y “buru”, ‘cabeza’. Es decir, se trata del ‘fruto en espiga densa, con granos muy juntos, de ciertas plantas gramíneas como el maíz’ que es la definición correcta, con traje de gala.

Pero, de modo colateral, quizá por su aspecto, el nombre de la mazorca se ha usado a modo de insulto entre las personas. Así, decir a alguien “artaburu” es como llamarle “necio, bobalicón”. El aspecto burlesco de la espiga ha generado incluso expresiones como “Joan artaburuak urkultzera!!”, muy propia del occidente vasco al que pertenezco, una especie de “¡vete a freír espárragos!” y que, traducido literalmente es ‘¡vete a desgranar mazorcas!’.

El equivalente al despectivo “artaburu” es “borono” cuando hablamos en el castellano de nuestra zona. Sin duda viene de “borona”, que significa también ‘maíz’. Es curioso, porque el uso de “borono” como ‘persona corta de entendimiento’ se usa solamente en el ámbito vasco, por lo que podemos suponer que es la traducción o el paralelo de la palabra en euskera “artaburu”. “Borono” se ha usado para indicar ‘rudo, tosco’ y, desgraciadamente también para ridiculizar y humillar a los que eran de caserío y no se manejaban bien en castellano por hablar euskera. Duele el publicar esto casualmente un 3 de diciembre, Día Internacional del Euskera. Por cierto y como inciso, que de “Internacional” nada, porque no está ni registrado ni admitido como tal en Naciones Unidas, que es quien gestiona estas concesiones. Ya puestos a inventar, nos podíamos poner “Mundial” o “Universal” que tiene más empaque. Si es que somos unos artaburus de agárrate… Pero no me liéis… Volvamos a nuestra “artoa”, la de comer.

Como curiosidad histórica, digamos que “arto” no era en origen “maíz” sino “mijo”, un cultivo local. Pero con la llegada del maíz desde América, fue tan repentina su propagación y generalización en los cultivos, que no hubo prácticamente tiempo para darle un nombre nuevo. Había por aquel entonces más hambre que necesidades léxicas.

Así, por la similitud entre los granos de ambas plantas, se conformaron con una simple diferenciación que no alteraba sus “diccionarios locales”: el mijo pasó a ser “arto txiki” y el maíz “arto handia”, ya que el grano de esta última es algo mayor que el del mijo. En la imagen, granos de mijo cayendo de una cuchara.

Pero como el maíz llegó a imponerse como cultivo principal de los caseríos, por comodidad al hablar, se empezó a denominar de un modo más abreviado, diciéndole “artoa”, a secas, quedando el “arto txiki” relegado a denominar el “mijo”. Y como este último cultivo prácticamente desapareció, “artoa” se identifica en la actualidad sólo con “maíz”. Toda una usurpación de identidad como vemos.

Exactamente lo mismo sucedió con la palabra “borona”, de origen céltico, y que se usaba para denominar el “mijo”. Con la traída del maíz americano, sirvió para nombrar el mijo y el maíz simultáneamente y, al final, se quedó como “maíz”. “Borona” es curiosamente la palabra del castellano que se usa en en nuestra zona para denominar el “maíz”.

Para finalizar, añadiremos que “maíz” proviene del taíno “mahís”, una antigua lengua hablada en las Antillas (Cuba, Haití, República Dominicana, Puerto Rico…).

Arkastas, las sensuales vírgenes del Gorbeia

KONICA MINOLTA DIGITAL CAMERA Por falta de escucharlo no será. Pero yo nunca me he llegado a creer aquello de que se daban noches de desenfreno pastoril con las ovejas. Siempre salía a relucir en aquel momento de la noche en que el coñac, que es como lo llamábamos, superaba al personaje. Y risas y mofas y fanfarronadas restaban a la historia la poca credibilidad que tenía.

Pero cierto es que las ovejas tienen su punto encantador, sugestivo. Por una parte, es lo más parecido a un harén soñado, ya que los machos son sacrificados al poco de nacer. Un estorbo menos… Y no me vengáis con milongas porque si no, no tendríamos leche y quesos con denominación de origen.

Por otra parte, las ovejas son tan bonitas que destacan entre todos los animales. A mí en concreto me apasionan las que en mi casa hemos conocido como ARKASTAS. Son el estado intermedio entre corderas y ovejas: la perfección.
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Las corderas, aun las entradas en edad fértil, se apartaban por ser aún muy inocentes para sufrir el ímpetu insaciable del fogoso carnero. En el otro extremo, las ovejas, que ya estaban de vuelta de todo tras haberse pasado por la piedra al semental todos los septiembres que habían querido y uno más, para apuntarse un buen orgasmo anual y para darnos corderitos como beneficio colateral.

Pero en el medio estaban las “arkastas”, las mejores, las doncellas, las puras… Significa ‘oveja joven’ en euskera (ardi + gaztea), esas que estaban en plenitud corporal pero que no habían sido madres aún. Porque no habían catado… Todo en su sitio, ni una lana fuera de lugar. Un vicio…

También eran llamadas “balderas” aunque ahí se englobaban todas las no mamás, jovenzuelas o viejas estériles… pero hace especial referencia a estas últimas. Nada menos que del árabe surge esa palabra y comparte raíz con otras como “baldío”, terreno sin preparar para cultivar, o con expresiones tan nuestras como “de balde” o “en balde” que es lo que hacía el carnero, desfondándose y cuestionándose a sí mismo sin saber que aquellas ovejas nunca iban a ser “la madre del cordero”. Es decir, “la madre que los parió”.

Ya no hay pastores como los de antes, ni Gorbeia es lo que era. Ya sabía yo que nos los iban a joder cuando nos obligaron a llamar “brandy” al “coñac” de toda la vida. Se perdió todo ya… todo menos las “arkastas”, las sugerentes y sexys doncellas con que soñaban cada noche, cada día, los zagales de Gorbeia…

No les toquéis los huevos

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Hay costumbres en las tradiciones rurales que nadie sabe a ciencia cierta a qué responden. Pero son incuestionables y axiomáticas en el universo ritual de quienes la practican. Y que nadie quiera ir más allá porque ya le adelanto yo mismo la respuesta que va a recibir: «porque siempre ha sido así». Y punto…

Vayamos a uno de esos casos… uno de cuando les tocan los huevos a las gallinas.

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Si pregunto a mis padres, me dirán sin dudar que para que una puesta de gallinas llegue a buen puerto, para que las condiciones de la incubación sean las óptimas, para que el beneficio del proceso sea el adecuado, el número de huevos puestos por las gallinas habrá de ser impar. Porque yo qué sé. Y, si no, empezamos mal…

No creáis que es creencia local sino que ha estado muy extendida entre nuestros baserritarras. O sea, que de devaneo de algún enajenado, nada. En fin… pongamonos serios, que habiendo huevos delante, la etiqueta lo requiere.

Rizando el rizo del costumbrismo popular, no sólo se conformaban con que fuese impar sino que cada comarca tenía sus preferencias. Por algunas zonas de Uribe-Kosta servía con que fuese número impar entre siete y quince, cifra que se acotaba más en Gernika siendo el número de huevos ideal o trece o quince (ni más ni menos), similar a la creencia de Karrantza en donde, con gran generosidad, además de las cantidades anteriores, también daban por bueno un número tan extraño y patán como es el once.

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Pero también entre las creencias rurales ha habido pueblos atravesados y díscolos. Si no cómo puede entenderse que en Elgoibar tuviesen por número ideal el dieciocho y en Ajanguiz y Orozko la docena. Si se enterasen mis padres… ¡vaya ofensa al buen hacer!

Así es que para atinar con tanta precisión en ese número mágico que garantizase una próspera pollada había algún que otro infame pervertido que hacía trampas y andaba todas las veces tocando los huevos a las pobres gallinas. Pero era una práctica que nunca ha estado bien vista.

Y a estas alturas ya no hay baserritarra que no sepa que para que te sonría la suerte no hay nada en la vida como el tener los huevos bien puestos. Pero, por dios, que nunca sean «un par de».

Arrodillaos, tejeros del mundo

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El 22 de octubre tuve la suerte de hacer una visita en la tejera de Arearrieta (Orozko, Bizkaia), dentro de las Jornadas Europeas de Patrimonio. Y allí me quejaba sin consuelo posible, confesando a los pacientes participantes que me gustaría tener un «formal», una pieza artesanal de madera que se usaba en las tejeras como molde para dar la característica curva a las tejas. Para el que lo desconozca, me encanta el tema y he hecho alguna que otra investigación y divulgación al respecto. Es decir, que lo de hoy no es una locura transitoria sino crónica.

El formal es, si cabe, el elemento más identificativo de la labor de los tejeros, una pieza que obsesivamente he buscado durante años por círculos de coleccionistas o anticuarios virtuales y reales habidos y por haber… sin éxito alguno.

Pero en aquella visita estaba escuchando, silencioso, Kepa Untzaga Aretxederra cuyo precioso segundo apellido (‘roble hermoso’) nos entronca con los propietarios de la tejera de Zaldu (Gordexola), una de las últimas en apagar su horno en Bizkaia.

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Pues bien. Ni corto ni perezoso ayer acudió a otra salida de montaña que habíamos organizado en Orozko para hablar de leyendas y mitología locales. Y al final, apenas sin testigos, me hizo entrega de este par de formales que os muestro, así como otra pieza tosca (un «pisón») y un molde de hacer ladrillos, con sus vástagos para practicar los agujeros. Muerte súbita…

«Llevaban 60 años esperando que alguien se fijase en ellos…» me ha dicho mientras nos cruzábamos las miradas. «Y –ha continuado diciendo– precisamente gracias a ese olvido se han librado de acabar en la basura o fuego». Y me los ha dado para que yo los viva…

Para disgusto de mi pareja o de mi madre o de mi suegra (no es machismo: es así, tal cual), van a ocupar un lugar destacado en el salón de mi casa. Un salón que tiene mucho de museo y bastante más de preocupante «síndrome de Diógenes patrimonial». Un salón que haría enfermar de estrés al más inalterable ladrón.

Pero quiero que esos formales estén ahí, enaltecidos en ese altar doméstico, majestuosos, dignos, para verlos todos los días de mi vida. Para observar sus imperfecciones y esos agrietamientos de la madera que magistralmente supieron reforzar con unas partes metálicas que aún les añaden más encanto. Para sentir de continuo el pulso de aquellos tejeros parlanchines de xíriga (lenguaje de los tejeros asturianos con muchas palabras en euskera), aquellos temporeros que llenaban con sudor los días y con lágrimas las noches. Porque quiero que su simple visionado diario se convierta en un homenaje hacia aquellas humildes gentes.

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Así es que soy en estos momentos un ser muy dichoso. Plenamente feliz con algo que no son sino unos trozos viejos de madera, algo inservible para el resto de la humanidad pero importante para mí. Ayer, precisamente, que fuimos a las nieblas de Trangatx para decir que según la leyenda hay allí enterrado un tesoro…

Mila esker, bihotz-bihotzez a la familia Aretxederra. Y al resto espero mostrároslos siempre que visitemos una tejera o nos animemos a hacer unas tejas. Izan ondo edo, ahal dela, ni bezain zoriontsu bizi.

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IMÁGENES. En la foto antigua, dos de los tejeros muestran su formal, con tanto o más orgullo que con el que os los muestro yo. En las nuevas, captura del instante en que los dos formales y demás elementos se reencuentran con la vida en las otoñales riveras del Nervión.

Este domingo, akelarre

AQUELARRE

Mañana domingo, mientras los lugareños estén celebrando la fiesta de San Martín en torno a su iglesia parroquial, 75 personas (más quien todavía quiera sumarse) pasaremos a su lado. Aunque sin caer en la tentación ya que continuaremos en nuestros vehículos hasta el barrio superior de Arrugaeta, en la zona más humanamente intrincada de Orozko (Bizkaia). Porque nos vamos de akelarre… Por cierto, una aberración por nuestra parte ya que según las creencias locales, los akelarres se celebraban en viernes: jamás un domingo, el día del Señor.

No pretende ser ninguna muestra de irreverencia hacia nadie ni hacia ningún credo pero desde luego que nuestra visita (6 km andando en total) va a ser bastante más interesante y sugerente que la misa que en honor al santo titular de la parroquia se va a celebrar a las 11:00 h. Y es que ese precioso entorno de montaña recoge como en ningún otro lugar infinidad de extrañas creencias. Todo en un mínimo espacio: la peña de Trangatx y su collado inferior, Aibelaga, histórico paso entre Orozko y Zeberio.

Garaigorta

ANBOTOKO SEÑOREA
Está anunciado mal tiempo, además. Algo que suele atribuirse por estos lares a la diosa Mari, aquí conocida como Anbotoko Señorea. No en vano, ya se sabe de su presencia en estos barrios y cumbres, tal y como publicó en 1989 el añorado irundarra Luis Pedro Peña Santiago: “Según nos contaron, unos hombres del barrio de Arrugaeta de Orozko fueron a por helecho a los montes próximos del Valle. Estando en esta tarea se levantó un viento muy fuerte y el cielo se ensombreció. Fue entonces cuando mirando a lo alto, vieron cruzar por el cielo una enorme bola de fuego que se desplazaba a gran velocidad. El de más edad de entre ellos les dijo que esa bola era Anbotoko Señorea que iba de su morada en las proximidades de la cima de Anboto a su cueva de Gorbea. Quienes vivieron estos momentos contaban todavía muchos años después que aquella visión les dejó paralizados, asombrados, hasta el punto de que no pudieron recoger el helecho que habían ido a buscar, y que incluso los bueyes se asustaron y no los pudieron dominar durante largo rato”.

Dejaremos los coches en ese elevado y precioso barrio para partir por un camino que recorre, desde hace siglos, su ladera con gran suavidad, haciendo que apenas percibamos los desniveles: se trata de la carretera (camino de carros) de Komentsola, ruta otrora mercantil entre Orozko y Zeberio. Su punto culminante es el collado de Aibelaga, un altivo lugar consistente en una exigua planicie que rápido se desparrama de nuevo camino a los valles septentrionales.

GENTILES VIOLADORES
Inundan este paso de Aibelaga diversas de leyendas de gentiles (gigantes mitológicos) a los que se les atribuye todo tipo de fechorías. La más destacada sea quizá el rapto de una muchacha a la que supuestamente violaron. No sería de extrañar que estos relatos nos estén en realidad describiendo sucesos ocurridos con los soldados del cercano castillo de Untzueta. Es decir, un salto en el tiempo de 800 años. Ya lo detallaremos con más precisión in situ.

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KATALIN, KATALIN
Aún más sobrecogedor es, si cabe, el relato de lo sucedido a un vecino oriundo de Zeberio pero que vivía en Arrugaeta. Fue a visitar a la familia en su casa natal y, para cuando se dio cuenta, ya había se había echado la noche. Preocupado, emprendió el regreso por Aibelaga, como tantas veces había hecho. Ya en el collado se escuchó una voz sobrenatural que gritaba “Katalin!, Katalin!!”. Sobresaltado, preguntó nuestro personaje a ver qué pasaba. Ya se había apoderado el miedo de él porque, a la luz de la luna, veía que realmente no tenía a nadie a su lado. Entonces un fuerte alarido gritó de nuevo “Katalin!” en su mismo oído. Presa del pavor corrió alocadamente y sin mirar hacia atrás hasta el caserío, a donde llegó agonizante de espanto.

LA DENUNCIA DE KATALINTXE
“Katalin” gritaba aquella voz del más allá… Curioso nombre porque Katalintxe (Katalintxa, un diminutivo arcaico de Katalin, como neska > neskatxa) fue una niña que con ocho años declaró que ella conocía brujas, haciendo una descripción de los akelarres y método empleados por aquellos siniestros seres. Tanto que todo ello acabó en un proceso judicial (1555-1558) conocido como el “proceso de Zeberio” en el que se enjuiciaron diecisiete mujeres”. Por cierto, una de ellas, de nuestro barrio de Arrugaeta. Y habló Katalintxe en su relato de los encuentros brujeriles… Encuentros brujeriles que fueron también afamados en Aibelaga-Trangatx.

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AKELARRES
Y es que aún hoy en día es bien conocido en la tradición popular que ese collado y anexa peña de Trangatx (también conocida por peña de Garaigorta en referencia al nombre del barrio inmediatamente inferior) es el lugar de los aquelarres en el municipio de Orozko.

GIZOTSO, EL HOMBRE LOBO
Por si fuera poco, es creencia que ese entorno de Aibelaga era el lugar preferido de Goizotso para hacer sus fechorías. Era un terrorífico ser, mezcla entre humano y lobo. Un ser cruel del cual se rememora cómo persiguió a una muchacha que pasaba por aquel collado y le arrancó a mordiscos los pechos… por mucho que intentó huir corriendo y varias personas fueran testigos impotentes del trágico suceso.

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ALMAS ERRANTES
Quizá algo tenga que ver todo ello en esa tradición que dice que de noche, se escuchan en ese collado ruidos de cadenas, probablemente de almas errantes que no consiguen encontrar el descanso eterno.

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INEXPLICABLES LUCES AZULES
Y por qué no atribuir también a esos espíritus en pena las luces azules que en diversas ocasiones y durante generaciones han avistado los lugareños en la ladera norte de Trangatx (hacia Zeberio) y el mismo Aibelaga. Tan conocidas que hasta tienen nombre propio: “intzentsu-argiak”. Incienso… similar al olor a aceite que inequívocamente nos indica, según la creencia popular de estas aldeas, la presencia de almas errantes.

CAMPANA RELLENA DE URREGORRI
Cómo no, tan extraordinario entorno no podía quedar privado de su leyenda de tesoros. Pues bien: se cuenta que en Trangatx existe escondida en una pequeña cavidad de la peña una campana repleta de objetos de oro. El oro, “urregorria”, omnipresente en las más bellas leyendas de Gorbeia… A pesar de los diversos intentos, aún no lo ha localizado nadie. Por si alguno se anima, la referencia popular es clara e inequívoca: se encuentra en el lugar en donde primero pegan los rayos de sol al amanecer.

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EN DONDE PEGA EL SOL
Como interpretación personal opino que, probablemente, una vez más, esta leyenda haga referencia a un yacimiento o a ajuares de enterramientos prehistóricos. Y ya contaremos algo porque en una pequeña cuevecita del lugar se han encontrado restos humanos. Todavía es algo sin comunicar y que no puedo adelantar pero… allí están desde hace miles de años… En donde primero pega el sol…

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Existen aún más relatos que hacen de ese lugar de Aibelaga-Trangatx algo sobrecogedor, extraordinario y único para nuestro patrimonio cultural. Sin embargo ya es un bagaje desconocido, a punto de desaparecer, algo que no se enseña en ninguna escuela ni lo conocen los jóvenes del municipio: se rompe la cadena.

Por eso queremos luchar contra su olvido. Y allí estaremos mañana, domingo 13 de noviembre, 75 guerrilleros de la resistencia cultural. Aunque llueva, porque el compromiso es ya firme e irreversible: vamos a por ello. Si te quieres sumar a esa columna humana estás a tiempo: mañana a las 9:30 h en el Museo de Orozko, Zubiaur, plaza del pueblo. Recuerda además que las humildes fiestas de San Martin, al bajar de Arrugaeta, nos curarán todas las heridas de guerra. Y, para las 14:00 h. cada mochuelo a su olivo, felices de haber sido partícipes en una causa tan justa y enriquecedora.

EDICIÓN FINAL, POSTERIOR A LA SALIDA:
Sabor agridilce. El respaldo de ese numeroso grupo humano (70 aprox, los mejores, el cuerpo de élite de la cultura vasca) que ha acudido con el día inclemente que hacía es lo que más dichoso y bendecido puede hacerle sentir al que está en medio del fregado. Y así me he sentido…
Sin embargo, la cerrada niebla (peor que el agua) ha impedido mostrar lo que yo prentendía contar hoy. No quería dejar datos de leyendas sino sensaciones. Quería que la gente volase con sus ojos los recorridos que delató Katalintxe, las fechorías del perverso Gizotso que nos unía los dos puntos de akelarres, los familiares de Aspuru, los gentiles de Untzueta y… hasta los personajes oscense-pirenaicos unidos por la hipótesis a Trangatx…
Pero ni la misma peña, a pocos metros, se ha podido visualizar. Ha sido como el cuento del ciego en Granada (el más desdichado del mundo por no poder ver las grandezas que delante tenía).
Para compensar, puedo prometer y por eso he prometido, que iba a poner aquí el relato del proceso inquisitorial de Katalintxe («Las brujas de Ceberio», Dario de Areitio, RIEV 1927), para que la gente imagine con su lectura lo que desde Aibelaga no han podido soñar. Va por vosotros/as, valientes!!! Maite zaituztet.
http://www.euskomedia.org/PDFAnlt/riev/18/18654664.pdf

 

11 de noviembre: a cada santo le llega su San Martín

Y más si cabe al húngaro Martinus Turonensis, cuya festividad celebramos hoy, 11 de noviembre ya que, como veremos, fue luego nuestro San Martín de Tours. Pero la fecha no coincide ni con su nacimiento ni con el martirio ni con nada similar como suele ser habitual.

Y lo decimos porque su vida se encuentra bien documentada ya que la escribió su discípulo Sulpicio Severo (¡vaya nombre! Fue otro santo, no un torturador como aparenta el nombre) en el mismo año de su fallecimiento, en 397.

Pero esa no coincidencia de ninguna parte de su vida con su celebración de hoy, 11 de noviembre, ya nos hace intuir que nos lo han colocado ahí para cubrir otros rituales ancestrales, precristianos, previos y tan arraigados que la Iglesia de la época no pudo eliminarlos. Y es así…

A CAPA Y ESPADA
Martinus o Martín fue un militar vocacional y ya con 15 años ingresó en la guardia imperial romana en donde sirvió 25 años. Repartía si ton ni son pero a la vez se dice que era clemente con el enemigo. Su mejor arma era la nobleza.

Curiosamente, el hecho más renombrado de su vida y el que le da carácter de milagroso, de sobrehumano, no tiene nada que ver con una actitud guerrera sino todo lo contrario. Sucedió en Amiens cuando llevaba seis años de militar. Allí encontró a un mendigo tiritando de frío. Conmovido con lo que veía, desenvainó su espada y cortó la mitad de su capa para dársela. No se la entregó entera porque se suponía que la otra mitad era propiedad el ejército, una especie de usufructo del uniforme.

Y de esa guisa es como siempre lo veremos representado en nuestras iglesias, en pinturas, etc. Ya tenemos un truco para identificarlo y hacernos los listos en cualquier visita.

Pero sigamos con la historia. Dicen que esa misma noche escuchó una voz (una psicofonía de la época) en la que Jesús le decía que, al cubrir aquel mendigo, le había dado calidez a él mismo. Y que le quedaba muy agradecido. Otras versiones dicen que se le apareció, pero no cambia el resultado.

VERANILLO DE SAN MARTÍN
Por eso dice la tradición popular que, en recompensa por haberle calentado con su capa, nos devolvió Dios el favor con el “veranillo de San Martín” (último repunte del buen tiempo antes de entrar en el invierno), una manera de hacernos más cálida y gozosa la vida.

CORRE CURRÍN
También por eso se decía que esa era fecha ideal para sacrificar los cerdos ya que se había acabado generalmente el viento sur típico de las semanas anteriores (que echaría a perder toda la carne) y era previo al veranillo “divino” que a continuación suele aparecer: era como un intervalo mágico y perfecto para esa labor.

Pero lo cierto es que eso sería en familias muy poderosas con muchos cerdos que matar o en otras latitudes. En la zona en que yo me muevo (el lejano oeste vasco) la matanza siempre ha sido más tardía, en torno a la primera semana de diciembre para que los manjares ya estuviesen aptos para Navidad. No había un período establecido. También se tenía muy en cuenta la fase de la luna, en menguante, así es que la fecha en cuestión tenía cierta movilidad: nada por tanto eso de aferrarse al 11 de noviembre.

En cualquier caso, refranes como “A cada cerdo le llega su San Martín” o el alavés “Por San Martín, sal del cortín [cortín: pocilga]” nos hablan de lo fatídico de la fecha para el colectivo porcino.

RITOS PAGANOS
No sé que nos ha pasado aquí. Pero no ha quedado ni rastro de unos rituales paganos que sin duda se dieron, ya que fueron comunes en toda Europa o en la Península. O yo al menos no he conseguido detectarlos.

En otros lugares esta fecha se preña de rituales y ofrendas al invierno que inicia su período de reinado. Es lo mismo que la fecha de Todos los Santos (era una fiesta ofrenda para el invierno, la oscuridad, el origen del omnipresente Halloween) que hemos pasado hace unos días.

El ritual de San Martín consistía (y consiste) en encender unas hogueras o pequeños fuegos, ahora convertidos en ocasiones a velas, con los que se bajaba de la montaña al valle para pedir por las casas y con ello hacer pasadas unas jornadas una merienda.

ASTUTO SAN MARTÍN
En Euskal Herria sí es por el contrario muy renombrado San Martín como un personaje extraordinariamente astuto y que consigue engañar a seres en principio superiores a él. Por medio de él se explican cómo la gente aprendió a soldar metales (haciendo contar en un descuido a diablos, gentiles… que era añadiendo algo de arcilla), o a poner en marcha ferrerías, etc.

También a fabricar las sierras (“mirando a la hoja de un castaño” dijeron involuntariamente, sin pretenderlo), etc.

Curioso es también el recurso popular a San Martín para explicar el comienzo de la agricultura. En Gipuzkoa se habla de trigo, etc. pero en el querido valle de Orozko (Bizkaia) se limita a interpretar la aparición del maíz, cultivo tardío como sabemos proveniente de América.

Dicen las leyendas populares que sólo gozaban de aquellas semillas mágicas los gentiles (seres mitológicos de gran tamaño). Las almacenaban en una cueva en un gran montón. Y, para intentar hacerse con ellas, San Martín apostó con ellos que se quedaría con el montón quien pudiese saltar por encima del mismo, sin tocar el maíz. Apostaron rápido los gentiles sabiendo que por su grandiosidad les iba a resultar facilísimo pero imposible para el pequeño Martín. Y así lo hicieron. Lo sobrepasaron sin problema los gigantes pero Martín cayó en medio de la pila de grano. Marchó compungido y ridiculizado por las mofas y risas de los gentiles. Pero lo que no sabían es que todo ello había sido una treta, un montaje, para llenar de granos las holgadas botas de Martín sin que nadie se percatase del pequeño hurto. Desde aquel día en que el personajillo bajó los granos de borona (maíz) al valle nunca más hubo necesidad.

AZAROA
El nombre de noviembre es “azaroa” o “zemendi” en euskera. Ambos hacen mención a la siembra que en esas fechas ha de hacerse con los cereales: “hazi+aroa” (`´epoca de simiente’) y del latín “sement-” respectivamente. Similar Zemendi a como se denomina en ciertas partes de Álava a esta época de sementera: “semencia”.

Por ello no es extraño que los mitos hagan referencia cruzada a San Martín, a la siembra y a noviembre, el mes por excelencia en esta labor.

También la relación con el mundo del metal, ferrerías, etc. parece que fue intensa ya que los ferrones eran apodados “matxin”, un hipocorístico o forma más doméstica del nombre Martín.

Era esta fecha de San Martín cuando, recuperados ya los caudales de agua, comenzaba la temporada de plena producción de las ferrerías.

PETIRROJO
Curiosamente con el nombre de “matxin”, como los ferrones, son denominados los petirrojos en Laudio. Probablemente por su sonido similar el martilleo constante y rítmico de la fragua y también porque en noviembre estos pajarillos buscan la cercanía de las casas y se convierten en un avecilla de buen agüero, talismán en cierto modo.

¿Y POR QUÉ DE TOURS?
Porque nuestro personaje militar dejó las armas para dedicarse con fervor a la religión cristiana. Tanto que llegó a ser obispo de Tours, Francia. Su vida pastoral se caracterizó por la evangelización y la lucha contra las costumbres paganas y, por buen impulsor de la expansión de aquella religión, fue declarado santo. Falleció ya sin salir de Francia, en Candes-Saint-Martin, allá por el 397. No pisó nunca más su Hungría natal.

UN AGUJERO NEGRO
Una vez más, observamos la complejidad de nuestro mundo y cómo en una simple celebración como la de hoy, confluyen mil y una historias, creencias, rituales y saberes milenarios. Porque el 11 de noviembre, San Martín, es mucho más que el día atribuido a la matanza del cerdo y a su gozoso veranillo.

Sin más… sean ustedes bienvenidos al invierno. Y si tienen frío sueñen con que algún apuesto soldado le regale la mitad de su elegante capa.



Demasiado (poco) vino en la Cofradía de Laudio

Desde que hace más de cuatro siglos (1599) decidieran asociarse gran parte de los vecinos de Laudio bajo unas reglas religiosas, prácticamente TODO HA CAMBIADO en los usos y costumbres de la «Cofradía del Señor Sant Roque«: las motivaciones, la ubicación de la ermita, la de la comida, el número de comensales, la fecha de su celebración o hasta el mismo menú.

VINO CON TRADICIÓN
TODO MENOS EL VINO, verdadero protagonista de la mesa, el único que ha concentrado las ansiosas miradas de los comensales a través de siglos y generaciones. Seguro que también el líquido elemento es en gran medida el artífice que ayuda a conseguir el ambiente de paz y de convivencia del que alardeamos cada último domingo de agosto.

GARDEA: UN MILENIO DÁNDOLE AL PIMPLE
Nadie puede poner en duda que nuestro pueblo de Laudio goza de una tradición vitivinícola extraordinaria a través de su historia. Sin más rodeos, podemos citar la primera presencia documentada del cultivo de la viña en toda la cuenca del Nervión, en un lejano año 964, antes incluso de que se consagrase la iglesia de San Pedro de Lamuza. Son dos los hermanos, Jimeno y Marina, los que donan al monasterio de San Esteban de Salcedo los bienes que poseían, VIÑAS entre ellos, en «nuestro monasterio de San Víctor y Santiago, situado en el lugar que decimos Gardea«.

Nada sabemos hoy de aquel monasterio o iglesia privada (probablemente en el subsuelo de la ermita de Sta. Cruz: ¡¡arqueología ya!!) pero sí sabemos que para aquel entonces, hace más de un milenio, se producía vino en el conocido barrio de Laudio.

VINO DE CRISTO, QUE NUNCA TE HE VISTO
No debemos pensar sin embargo que sería un producto popular y de consumo extendido. Al contrario, su consumo sería considerado como ALGO EXTRAORDINARIO y al alcance de las clases más elevadas, en este caso los poseedores del monasterio y los altos cargos religiosos del mismo.

Para entonces el vino ya goza de un gran predicamento, gracias especialmente a la difusión que hace de él el Cristianismo. De hecho, es considerado como la bebida sagrada por excelencia y se usa nada menos que para simbolizar la sangre de Cristo. No olvidemos además que su primer testimonio escrito se encuentra en el Antiguo Testamento en el que, lejos de recriminar la borrachera, se muestra como algo ejemplar: «Noé comenzó a labrar la tierra, y plantó una viña; bebió el vino y se embriagó» (Génesis 9-21). Con esta referencia explícita al vino y sus «beneficios» colaterales, da comienzo la historia del vino dentro de la tradición judeo-cristiana.

Por otra parte, también los dioses del vino en Grecia y Roma eran muy venerados, debido a los poderes embriagadores y afrodisiacos de la «divina bebida», ya que también se asociaba con el amor y el disfrute carnal, además de con el descanso y el alivio que producía esta bebida. El estado de beodez no representaba como ahora algo vergonzante sino que representaba el equilibrio, una forma de expresión cultural; era el vino una bebida social que se integraba en diferentes momentos de ocio y placer de las ciudades.
Y ¡claro! Como todos somos hijos de dios… pues de aquellos lodos estos barros…

ELIXIR DE LA VIDA
Su consumo ha estado visto, desde que se tiene constancia de él hasta hace tan sólo unas décadas, como un medicamento natural, como el elixir de la salud. Era un SUPLEMENTO vitamínico y calórico para los fuertes trabajadores y el mejor reconstituyente para los convalecientes o parturientas. Por ello en la historia se ha bebido más por ansiedad que por sed.

LAUDIO: EL MEJOR VINO MALO DE BIZKAIA
Lejos ya de los viñedos medievales, limitados como hemos dicho a las grandes familias y linajes poderosos, el pueblo llano hizo lo posible y lo imposible por conseguir llevar a sus venas ese mágico Laudio gran parte de los caseríos contaban con su viñedo o, más común, con una buena parra en la fachada más soleada de la casa. Fue grande y extraordinaria la calidad de nuestro vino, ahora ya llamado txakolin, tanto que un periodista y escritor catalán, Joan Mañé i Flaquer, dice al visitar y describir Euskadi en 1879 que «El chacolí (vino del país) que se produce en Llodio es el más estimado de Vizcaya«.

Sin embargo, en aquellas épocas en que la calidad del vino dependía prácticamente en exclusiva de la cantidad de sol recibido por la viña, el chacolí no llegaba ni por mucho a la calidad, renombre y fama de los vinos navarros y mucho menos los riojanos y siempre se le ha tenido, en ámbitos populares, por «UN VINO MALO».

El consumo de aquellos vinos navarros o riojanos, «los de verdad» era un lujo inalcanzable, especialmente por el encarecimiento del transporte, en mulas y con muchas jornadas de arriería. Además, unas medidas proteccionistas obstaculizaban aún más el consumo del vino tinto, para no arruinar a los productores locales de chacolí.

VINO, UN DÍA AL AÑO
Por ello la presencia de vino en las jarras de nuestra cofradía, algo que hoy nos parece anecdótico y hasta sin importancia, era un asunto de extraordinaria importancia generaciones atrás. Era, probablemente, el único día del año en que podrían humedecer sus resecos labios con aquella sagrada bebida, deliciosa como pocas y que ayudaría en sobremanera a la calidad de la salud durante el resto del año. Podíamos imaginar a los cofrades llegando a sus casas y explicando, eufóricos por la libación, a los miembros de su familia y vecinos las maravillas de aquella bebida de la que tantas veces habían oído hablar pero que, por su humildad, nunca o en muy contadas ocasiones habían probado.

HASTA LAS TRANCAS, NO
Por ello, las ganas de hacer acopio en el cuerpo de aquel sagrado líquido, NO TENÍA LÍMITE EN LAS DEMANDAS DE LOS COFRADES. Toda cantidad suministrada parecía poca, a pesar de su elevado precio, para aquellos cofrades que sabían que si los reyes y grandes señores lo bebían en grandes cantidades, también debía ser maravilloso para ellos: «El agua para los bueyes y el vino para los reyes» recuerda la sabiduría popular.

Es en ese momento en donde se decide PONER FRENO a la demanda de más y más vino por comensal y se pacta un acuerdo de mínimos: debían de conformarse con dos azumbres (antigua medida) por mesa, lo que traducido a nuestro sistema de medidas actual, se convierte en el litro por cabeza (dos «cuartillos» [de azumbre]). Una medida que hoy puede parecernos excesiva pero que, como decimos, fue un AJUSTE DE MÍNIMOS motivado por inasumible coste del vino. Aunque los vecinos cofrades querían, pedían, rogaban y ansiaban más…

Al respecto, y como referencia histórica para entender o justificar a nuestros antepasados, no olvidemos que incluso la regla por la que se regían los monjes benedictinos recomendaba el consumo de UN LITRO DE VINO POR MONJE Y DÍA como medida de mesura ideal, una cantidad que se reducía a la tercera parte en el caso de las monjas.

JARRA PATRÓN
Recuerdo de aquellas limitaciones, de aquellas discusiones sobre la cantidad apropiada en el reparto del vino, es la PRECIOSA JARRA cuya parte superior está cortada para hacer la MEDIDA EXACTA, ni un trago más ni uno menos, de las dos azumbres que correspondían a cada mesa, de cuatro comensales. Con ella se daba el patrón de medida para el servicio de los cofrades, a pesar de las desairadas protestas de muchos porque con aquella cantidad no se podía hacer gran cosa. Ni una gota más ni una gota menos desde que cortaron a medida aquella maldita jarra.

VOLCAR LA JARRA. SER O NO SER
Por ello existe en la cofradía un precepto de recomendado cumplimiento y que consiste en «volcar» la jarra una vez ingerido su embriagador elemento. Nada sucede a quien no pueda o no le apetezca hacer frente a tal cantidad de vino, pero no cabe duda de que hacerlo llena de orgullo y hermana a los miembros de la mesa. Es un gesto cargado de simbolismo, supongo que para no dar pie a rebajar la cantidad de vino del siguiente año. Una manera de decir «¿veis cómo no es suficiente?

No sería hoy en día políticamente correcto hacer apología del consumo de vino pero la historia pesa y está ahí. Ánimo por tanto al consumo del vino que nos corresponde, compartiéndolo y hermanándolo, sin prisas y con sentido común. O al menos no tomándolo como un elemento más de la mesa sino como el tótem por excelencia de la misma, sintiendo tras el vino a todos esos cofrades precedentes que durante siglos han hecho de esos tragos algo ritual y mágico.

Así es que, si nos encontramos este domingo a la tarde, sed indulgentes con mi lengua torpe. Porque habré bebido la media azumbre de vino riojano de mil amores, como poco emulando las andanzas de Noé. O más…

Salud y buen vino: va por todas/os vosotras/os.