La alegría que me llevé el miércoles con el pase del equipo a una nueva final de Copa, casi se quedó pequeña el sábado con la nueva victoria de los rojiblancos. La diferencia entre ambas victorias es por la calidad del rival. El premio por ganar al Madrid son tres simples puntos en la Liga, y por ganar al Espanyol ha sido nada menos que acceder a una nueva final. A pesar de ello, la euforia que sentí al acabar uno y otro partido nada tienen que ver. El Real Madrid es junto con el Barcelona el equipo que disputa otra liga paralela a la nuestra. Esa Liga llamada a veces de las estrellas, pero que estrellas estrellas sólo hay muchas, en ambos equipos. Su calidad no admite duda y es mucho mayor que la de los demás, e infinitamente mayor que la nuestra. Ya no hablo de presupuesto, que también, sino de tener casi internacionales en todas las líneas, mientras que nosotros con nuestra Filosofía hacemos lo que podemos, con lo que da de sí la formación aquí y el territorio geográfico en el que podemos pescar. Una enanez frente a la inmensidad del mundo.
“Por eso ahora, cuando el gran Madrid de los dólares de Florentino, visita La Catedral, no puedo dejar de sentir una profunda solidaridad con los rojiblancos. Tienen a raudales ese sentimiento de calle que a veces el Madrid desprecia con su soberbia. Y entonces levanto mi copa en el bar, por ese amor vasco al fútbol que nada puede pervertir. Ni el dinero, ni la fama, ni la vanidad. Ni otra globalización que ese romanticismo de lo auténtico que alimenta la piel más difícil de alimentar: la piel del alma”.
Gracias Manuel por poner palabras a un sentimiento.
Y, unido a esto anterior, acabo diciendo que David ganando a Goliat, Nuestro Athletic derrotando al Real Madrid, no ha hecho otra cosa que alimentar y alegrar hasta el infinito la piel de mi alma y sé que la de muchísimos de vosotros también.
¡ Gracias Athletic!