Señoritos contrariados

No fue la vibrante y brillante clasificación para semifinales de Real y Athletic haciendo morder el polvo a Madrid y Barça. Ni siquiera la posibilidad de una final entre ambos en Sevilla con Felipe VI encabronado y récord de decibelios en el momento del chuntachunta. Decididamente, lo mejor de esta Copa a cara o cruz sin red ha sido la llantina inconsolable de los señoritos porque sus todopoderosos y multimillonarios equipos no se han jalado un colín.

Se ha hecho medio famoso estos días el tal Roberto Gómez, el discípulo menos aventajado de Butano, despotricando en la tele pública española —manda huevos— por el sindiós de llegar a la fase decisiva de la competición con todos los gallos apeados y cuatro comparsas como protagonistas. En su cerril descarga de bilis, el individuo porfiaba como un tremendo daño al torneo el método que había provocado la ausencia de los supuestamente grandes e intocables en el cuadro de honor.

Pura anécdota, si el bocachancla Gómez hubiera sido el único en salir con tal petenera. Por desgracia, en francachelas igual dizque deportivas que politiqueras me he topado con melonadas despreciativas del mismo pelo. Muchas terminaban, no en el capítulo de La Cartuja, sino en el siguiente, en la turné de pleitesía a los petrosátrapas saudíes. “¿Tú te imaginas lo que dirán los jeques y los de las televisiones cuando vean un Mirandés-Bilbao (sic) en la Supercopa del año que viene?”, se indignaba uno de los habladores. “Esto no puede volver a ocurrir”, zanjaba un compadre de blablablá. Y tiene bastante pinta de que allá donde se toman las decisiones alguien convertirá en realidad sus deseos.

De aquí al 5 de abril

Si la vida es eterna en cinco minutos, cómo de larga será en la semana escasa que ha pasado desde que saltara la liebre del adelanto electoral en la demarcación autonómica hasta su confirmación ayer a las cuatro de la tarde. Quedan como asuntos del pleistoceno la primera miguita de pan lanzada por el portavoz del Gobierno y las especulaciones de aluvión en que nos enredamos. La lección es que el escenario puede cambiar bajo nuestros pies como los más avispados consultores y lectores de posos de café no son capaces de vislumbrar. Miren Zaldibar, sin ir más lejos, o sea, más cerca. Cuidado con pensar que se gana sin bajar del autobús o sin mancharse la pernera del pantalón. Seremos un pueblo emocionalmente austero, pero los sentimientos cuentan. Vaya que si cuentan.

Por lo demás, si ha de ser el 5 de abril, sea. Como he leído ya no recuerdo a quién, cuanto antes, mejor. Si de algo estamos hasta la mismísima sobaquera por estas laltitudes es de climas preelectorales infinitos, con broncas de a duro, demagogias hediondas y desvergonzados ejercicios de cuantopeormejorismo. De hecho, cuento los días que quedan hasta la fecha en que hemos sido convocados a las urnas, y me siento acechado por una pereza estratosférica. Se nos viene encima toda la caterva de señoritingos de bolsillo holgado, autoinvestidos de portavoces de los que están a dos velas, a predicarnos que vivimos en un paisaje lunar irrespirable. Advierto desde ya que no será la mejor de las ideas tratar de contrarrestar esos embistes y esos embustes a base de pincel rosa y baño de almíbar. Hay que ganarse cada voto de uno en uno. Hasta el último cuenta.

Casado humilla a Alonso

Casi a la par que Real y Athletic consiguieron su brillante pase a las semifinales de Copa tras hacer morder el polvo, respectivamente, a Madrid y Barça, corrió el chauchau de que el Partido Popular había elegido a Rosa de Sodupe como candidata a Lehendakari para las elecciones que —tiene pinta— se nos vienen encima. Era inevitable que las albricias se adueñaran de los memes de las redes sociales. Tanta alegría, aventuraban decenas de malévolos tuiteros, no podía ser verdad. Y la lástima, mirado desde el lado de quienes desean que la franquicia vascongada del PP resulte más irrelevante de lo que ya es en la actualidad, es que no lo vaya a ser.

Pensaba uno cuando se echó a correr semejante especie que se trataba de un bulo de cuarta regional. Ni les cuento la cara que se me quedó al saber por las fuentes cavernarias que he vuelto a frecuentar que, efectivamente, en la Génova del mandarín Casado se había ponderado esa posibilidad muy seriamente. De hecho, va a misa que la doña exmagenta fue llamada a consultas en la sede central del PP junto a Fernando Savater —lagarto, lagarto— y Maite Pagazaurtundua, quien, por cierto, aún no está descartada al cien por ciento para encabezar una hipotética candidatura conjunta de populares y Ciudadanos en la plaza autonómica.

Todo eso, ojo al parche, después de haber ofrecido a Alfonso Alonso la consabida salida digna remunerada a millón en algún chiringo semipúblico bajo la égida pepera. Parece que la estrechez de fechas, sobre todo si hay adelanto, lo va a impedir. Pero como humillación al principal valor político del partido en la CAV no me digan que no es del quince.

Mal menor o así

Ayer tuve un cariñoso cruce de cargas de profundidad con mi apreciado Jon Iñarritu. Él tuiteó (creo que) con la socarronería aguda que lo caracteriza que no acababa de fiarse de la enésima promesa del gobierno español de ponerse manos a la obra con las transferencias eternamente pendientes. Dejando de lado que yo también tiendo a un escepticismo cimentado en quintales de incumplimientos, le anoté al diputado de EH Bildu que ese gobierno del que dudaba era exactamente el mismo al que hace un mes pelado había sido aupado por la abstención de su formación. Con agilidad gatuna, llegó la respuesta. Iñarritu me apuntaba, palabra arriba o abajo, que la experiencia le empujaba a la desconfianza, que iban a denunciar lo que no se hiciera y, como resumen y corolario, que este gobierno era el mal menor. De inmediato llovieron en tromba retuiteos y likes de su réplica a modo de zasca y chúpate esa, infecto pinchaglobos enemigo del pueblo.

Y vale, sí, que pulpo, animal de compañía, pero también que y sin embargo, se mueve. Quiero decir que, mal menor o bien mayor, Sánchez debe su reválida por los pelos a la abstención de la fuerza liderada por Arnaldo Otegi y, sobre todo, de sus socios de ERC. Bien podían haber hecho como los antiguos convergentes, ahora Junts per Cat, que le atizaron con su no en los morros al tipo que en campaña había prometido traer a su líder esposado desde Waterloo. Pero la coalición soberanista no solo no lo hizo, sino que tuvo guardados sus síes en la recámara por si algún socialista patriota ponía en peligro la investidura. Y todo fue, parafraseando a Otegi hace dos días, gratis et amore. No se olvide.


Sobre el adelanto

Confieso que me cogió a contrapié el portavoz del Gobierno vasco, Josu Erkoreka, cuando contó que el lehendakari había pedido a las consejeras y los consejeros una reflexión sobre la fecha más propicia para celebrar las elecciones que tocan este año. Ahí, sin duda, había un mensaje. No digo en el hecho de que se pidiera opinión a quienes integran un gabinete, que es lo razonable y deseable cuando se forma parte de un equipo, sino en la decisión de hacerlo público. ¿Qué nos quería decir Iñigo Urkullu con ese gesto? Sigo preguntándomelo y a lo más que llego a partir de lo que conocemos sobre su forma de actuar es a que hay una buena razón.

Respecto a la fecha, les ahorro las especulaciones y las dejo para mi círculo próximo, porque cualquier afirmación que dejara por escrito no pasaría de cuñadada de barra de bar. Los vaticinios enteradísimos no son lo mío. Ayer, sin ir más lejos, asistí a la divertida yenka de los que fijaron el 5 de abril a primera hora de la mañana, lo desmintieron a mediodía y volvieron a asegurarlo por la tarde.

¿Será ese día? Echando mano de los plazos previstos, muy pronto saldremos de dudas, así que insisto en que no merece la pena entrar a jugar a Rappel y/o a politólogos de lance, que en el fondo es lo mismo. Sí quiero decir, a riesgo de volver a ser minoría absolutísima, que si el motivo del leve adelanto es buscar no coincidir con las elecciones catalanas anunciadas en diferido por Torra, lo comprendo pero no lo comparto. El riesgo de contaminación siempre va a estar ahí, y nuestros procesistas de salón se van a emplear a fondo. Quizá no calculen que el tiro les salga por la culata.

¡Al rico sapo!

Pues no, petulante y encantadísimo de conocerse señor vicepresidente del gobierno del Reino de España, lo del error que no volverá a ocurrir no cuela. Comprende uno que en su meteórico viraje de amenazar con la guillotina a rendir cortesana pleitesía a la borbonada haya querido adornarse con un homenaje al Campechano, pero su acto de contrición tras haber votado en contra de la publicación de la hoja de servicio del matarife Billy el Niño no va a evitar el autorretrato de la acción inicial. Usted, yo y el que le saca el polvo a su mesa de caoba sabemos que de no haber mediado el torrente de indignación por su traición a las víctimas del torturador (y en general, a cualquier persona con un gramo de decencia), no habría habido lugar a esa rectificación innecesariamente posturera.

Con qué clarividencia, maese Iglesias Turrión, advirtió a sus mansos conmilitones de que venía un tiempo de tragar sapos. Va camino de récord de ingesta de batracios en menos de un mes de gabinete compartido. Estuvo fina hace unos días, porque le conoce de largo y de ancho, su levantisca compañera Teresa Rodríguez al recordarle unas palabras de Sabino Cuadra: una cosa es tener que tragar sapos y otra decir que nos gustan los sapos. Y ahí enlazamos, no tanto con usted como con su patulea de lamelibranquios que antes de que saliera a dar marcha atrás, se dedicaron a la jabonosa justificación de lo injustificable. Sostiene Iñaki Galdos, de quien he tomado prestado el apunte anterior, que los pelotas andarán deseando ser tragados por la tierra, pero yo me permito dudarlo.

Un saludo final, por cierto, a su progresista socio, que no rectificará.

Procedamos, pues

Volvamos atrás. Exactamente hasta el instante en que en mi anterior (y muy borrascosa) columna escribí que en última instancia debería ser la ciudadanía con su voto la que decidiera si era pertinente que el o la lehendakari no fuera capaz de desenvolverse en euskera. Me faltó apostillar que, personalmente, hoy no votaría unas siglas que propusieran para el cargo a una persona no euskaldun. Simplemente quería expresar que no me siento la unidad universal de medida. Como en tantas cuestiones, mi opinión es solamente eso. Tengo la suficiente tolerancia a la frustración como para comprender que, por maravillosos que sean mis planteamientos, si estoy en minoría, ahí me jodo.

Puro principio de realismo, que es del que suelo partir. Y si hay que cambiar las cosas, propóngase abiertamente, pero siempre sin perder de vista las consecuencias. ¿Está algún partido en situación de propugnar la obligatoriedad del conocimiento del euskera y la capacidad de su uso para aspirar a ser la principal autoridad de los tres territorios? ¿Lo extendemos a la presidencia de Nafarroa y a la de la Mancomunidad de Iparralde? ¿Y a las personas que figuran como elegibles para cualquiera de los parlamentos?

Si la respuesta es sí, procedamos. Hagamos una propuesta clara donde no quepan dudas y apliquemos el tantas veces invocado derecho a decidir. Aceptemos después que nos saquen la conocida letanía de los ciudadanos de primera y de segunda —esta vez, quizá con complicada posibilidad de réplica— y, además, el riesgo de que en todo nuestro país o en alguna de sus tres partes haya una mayoría social que no esté por la labor de cruzar ese puente.