No recuerdo un aniversario de la Constitución española más aguachirlado que este último. Y no solo por la pandemia, que nos ha ahorrado el ágape y los corrillos de rigor. Todo ha sido herrumbroso, como los sables que se agitan estos días en cartas, manifiestos y grupos bravucones de guasap. Qué gracia, por cierto, pensar que estos militarotes nostálgicos del bajito de Ferrol se reclamen como los últimos valedores de la llamada Carta Magna. Ya no se acuerdan los decrépitos uniformados lo poco que les gustó el texto en los días en que fue promulgado. Al final, parece que han acabado asumiendo, como la mayoría de los actuales palmeros de la cosa, que de todos sus artículos, los únicos que cuentan son los que proclaman la sagrada unidad de la nación española.
Por lo demás, no deja de resultar digna de alborozo la lista de los ausentes en los fastos. A los malvados que han convertido en tradición no estar en el cumpleaños se unieron esta vez la derecha ultramontana (lean Vox) y esa nadería que atiende por Ciudadanos. El PP del zigzagueante Casado —¡ahora dice que representa a los socialdemócratas!— no tuvo narices de faltar. ¿Y qué me dicen ustedes de los presentes en primer tiempo de saludo? Porque es verdad que el PSOE siempre ha estado, pero el entusiasmo de su socio, Unidas Podemos, mueve a la… ¿risa?