“Parecemos todos gilipollas, viviendo para trabajar”. Ese escueto tuit de Exe me sacudió, no lo pude evitar. Venía precedido de este otro: “Mensaje del curro a estas horas (21:16). Me da exactamente lo mismo que estés en México o en Indochina. Me paso tu horario por el forro. Ni perdón ni hostias”, y era claramente un desahogo (una de los funciones que definen a Twitter desde el principio). Y no era el único: durante los días anteriores había visto otros tuits de autónomos quejándose de peticiones peregrinas a horas disparatadas. Algo estamos haciendo mal, sin duda. Y es algo que podemos y debemos parar.
Stop
Con los años he aprendido a dejar de poner cara de interés. Al principio, lo hacía aunque tuviera enfrente a algún gurú hablándome de “desaprender” y “salir de la zona de confort”. Después, ya con WhatsApp generalizado (porque yo empecé en esto cuando los portátiles costaban cuatro cifras), me desahogaba chateando durante charlas llenas de tonterías con alguien que sabía que les prestaba el mismo caso que yo. Ahora, directamente, no pierdo el tiempo porque he aprendido que se acaba. Como Rocío en Twitter, ya sé identificar a los que no tienen escrúpulos para vender ideas de mierda. Y ahí les mando.
Sobre todo, en “Social Media”
He dado charlas y clases sobre manejo de redes sociales para marcas. Y en todas, que yo recuerde, empezaba preguntando: ¿una tienda de pinturas en un pueblo tiene que tener una página en Facebook? Era un ejemplo real: hace muchos años me llamaron para crear una y rápidamente lo rechacé porque me parecía que estaba atracando a ese comercio. Sé que otro “community manager” aceptó el reto y giró la factura. Algo parecido pero con mucha más gracia cuenta en un hilo en Twitter “Los Pájaros Pican”, que también tiene experiencia en el sector y llega a conclusiones similares. P.D.: ¡a la mierda los gurús!
Iglesias todo lo puede
Yo soy muy torpe: entre la columna, el trabajo como consultor en Identidad Digita, mi hija y mi hijo, y la mitad que me corresponde del trabajo en casa, apenas saco tiempo para ir dos veces por semana al gimnasio. Y no he visto a mis amigos desde que terminó el confinamiento. Sin embargo, Pablo Iglesias es un superhombre: tiene tres hijos, lidera un partido, es vicepresidente del gobierno de un Estado azotado por la pandemia, cuida el jardín, ve todas las series que molan y le sobra tiempo para hacer entrevistas y colgarlas en YouTube. La hostia, no: la rehostia. Porque además lo tuitea y por eso nos enteramos.
En efecto
Mucho gurús aseguran que la televisión lineal, la tradicional, es cada vez es menos importante: la gente prefiere ver series cuando quiera en plataformas de suscripción, como hace Pablo Iglesias, o contenidos directamente en YouTube, como los que crea Pablo Iglesias. Sin embargo, en El Independiente alertan de un fenómeno: el del político que baja a la tertulia y el debate… Como hizo Pablo Iglesias antes de formar Podemos. Personalmente, lo considero un error. Es una tentación por parte de las productoras porque creen que contentan a jefes de prensa y abaratan costes, pero pierden la política y, a medio plazo, la tele.