Amotinémonos

El genial cómico Ignatius Farray reconoce que su frase favorita es: “Finge, finge y finge hasta que te salga de verdad”. Me acordé de ella tan pronto como vi a Pedro Sánchez anunciar la próxima convocatoria electoral: el 23 de julio elegiremos quién nos representa en el Congreso de los Diputados y para qué.

En plena ola del PP, en España, y de Bildu, en Euskadi, al secretario general del PSOE le ha parecido buena idea no recoger los bártulos. Igual hasta podemos reciclar tarimas, traseras y lemas. Lo que está claro es que a Yolanda Díaz no va a darle tiempo a preparar nada y creo que ahí está la cuestión: el PSOE fía todo a vampirizar el espacio a su izquierda. Y no ha improvisado: estaba esperando el hundimiento de Podemos y el tropiezo de Sumar, y se ha lanzado a por todos los restos. O el PSOE o la derecha española.

Y por supuesto, a doble vuelta: hacerlas en julio abre la posibilidad de una repetición en invierno ya con las orejas del lobo a la vista de todas y todos. Sánchez vive para sobrevivir políticamente. Su barco no va a ningún sitio, lo único que le importa es que él siga de capitán. Amotinémonos.

El análisis de lo que pasó el domingo hay que hacerlo ahora en clave electoral, obligatoriamente. En esencia, valorar unos resultados electorales es muy sencillo: las elecciones las gana el partido por el que todos los demás se cambiarían. Y el domingo vencieron dos. Bildu ha ido a más, significativamente, con lo mismo que ha funcionado a EAJ-PNV hasta ahora: la marca. La izquierda abertzale ha ganado con candidatas y candidatos conocidos, desconocidos e incluso que ya habían perdido elecciones. Los votos que obtuvieron en la CAV y Nafarroa fueron a una marca y al total de las personas que le han aportado valor poniéndose delante en la foto de las que se lo restaban. Es evidente que les han funcionado también sus esfuerzos por pasar página igual de bien que les han funcionado sus esfuerzos por parar un país, una ciudad como Bilbao, literalmente, y un periódico, el mismo, dos veces en un año.

Nadie niega la existencia de problemas. Pero tampoco es posible negar una estrategia y unas intenciones conocidas, como es innegable que el relato hoy favorece a quien está más a gusto con el tuit que con el argumento y con el corte breve en TikTok que con el discurso completo. A Bildu y al PP les va bien así  porque si tienen que dar muchas explicaciones unos y otros acaban reconociendo en quiénes se tienen que apoyar para alcanzar su objetivo político.

En la CAV el PP también ha recogido los frutos de una campaña enmarcada en un cuadro que reconocen sus votantes. Al PSE le ha ido bien con tanta abstención porque es un partido de familias. Siempre lo ha sido. Eso les permite mantener un suelo que parece más alto cuando vota menos gente. Y lo de Podemos nos lo pueden contar como quieran pero lo suya es una retirada para que Bildu ocupe sus trincheras: en su campaña anti PNV, simplemente, les han ganado los que odian más y desde hace más tiempo. Y el “hate” es “hype”, aquí como en Madrid, lo que explica los acontecimientos políticos de los últimos dos días.

Los 57 minutos de Ali Dia en al Premier League

Hay dos maneras de decir eso de que en una campaña, como en la guerra y como en el amor, todo vale. Puedes hacerlo fanfarroneando porque tienes escrúpulos. O puedes asegurarlo y generar malestar en quien te escucha. En una campaña, como en la guerra y como en el amor, que sepas que no vale todo es lo que diferencia a las personas de quien se deshumaniza.

Pero mi intención no era hablar de lo que vale sino de lo que cuesta: el partido que más ha gastado en publicidad en Meta (Instagram y Facebook), en Euskadi, es Podemos con diferencia: 5.502 euros. Bildu ha gastado mucho menos: 1.801. Y EAJ-PNV, 1.315. De PP y PSOE solo tenemos datos de España: las y los de Núñez Feijóo han gastado 57.352 €, y las y los de Sánchez, 29.309. Sumar no ha gastado nada en las semanas de campaña pero hasta que esta ha empezado llevaba apoquinados 4.775 € (muy poco para un “universo” como el español) en anuncios con este texto: “Hagamos a Yolanda Díaz la primera presidenta del Gobierno”. Porque ser concejal de pueblo, como todo el mundo sabe, es de pobres.

Es llamativo que el PP casi doble al PSOE en España (no es posible hacer publicidad política en TikTok y Twitter), y es muy significativo que Podemos se gaste tanto en Euskadi, básicamente, para aterrizar la campaña madrileña. Nunca han entendido este país.

Escarbar en los anuncios, en los tuits, en los vídeos, en los detalles, es un ejercicio apasionante. Y sin duda el partido que más campaña está haciendo es Bildu: no solo por su razonable inversión en Meta con unos mensajes localizados, porque sus spots juegan a parecerse a BeReal y porque han jugado, también, con su logo y la imagen de TikTok, red social a la que han llevado a sus caras más vistas. La de la izquierda abertzale es una actualización por imperativo y vía rápida en la que todas y todos han colaborado: no importa lo que es, importa lo que parece. Se lo han tatuado.

El pegamento para pasar por todos los aros es bien barato y accesible: el odio al PNV. Es lo que les compacta, les aglutina y les hace renunciar a sus principios. En Sortu guardan silencio y cuando les pillan con 44 carritos del helado, reaccionan: si las y los condenados por pertenecer y colaborar con ETA son elegidos no recogerán sus actas. ¿Qué más hay que hacer? Lo que sea mientras pueda perder el PNV. ¿El puerta a puerta? Eso no pasó. El ecologismo en Bildu es de postal y escaparate, como cantó La Polla Récords, y se actualiza con la moda.

La intolerancia, no. Esa sí que es genuina: Kai Nakai fue acosada por participar en un podcast con Beatriz Artolazabal y La Polaka, el personaje en el que se transforma Javier Gallego, alcalde jeltzale de Ribera Alta y candidato a la reelección, ha recibido el ataque de la coalición de izquierdas, progresista, tolerante, integradora y que reclama todos los derechos para todas las personas, salvo si son del PNV.

El 23 de noviembre de 1996, Ali Dia debutó con el Southampton contra el Leeds. Estuvo 57 minutos en el campo. Los únicos que disputó en la Premier League. Su nombre se asocia a una de las mayores estafas del fútbol: sin “scouting” ni YouTube, un representante espabilado colocó a aquel senegalés en el equipo británico asegurando que había jugado en el PSG y la segunda división alemana, y que era primo de George Weah. La realidad es que no había pasado de la tercera división finlandesa.

En el fútbol actual eso no podría suceder hoy, pero a la sociedad vasca le están colando un Ali Dia sideral representado por Arnaldo Otegi, que ha sido de ELA y cuenta con el primo del Zumosol, el de toda la vida. Yo me quedo con La Polaka.

Con fuste

Hablar de “política líquida” hoy resulta tan de un “mundo viejuno” como hablar de “nuevas tecnologías”. Facebook (como primera gran red social), una videollamada de WhatsApp o ChatGPT son, simplemente, tecnologías contemporáneas. Y con la política líquida pasa exactamente lo mismo: es la política que nos ha tocado vivir. Por supuesto, sin la existencia de la tecnología de hoy no puede explicarse la política de hoy: de Trump a Putin (con su sofisticada guerra propagandística y las sospechas de un elaboradísimo ciberespionaje) pasando por Pedro Sánchez, el éxito del populismo solo se explica con los desarrollos tecnológicos que le aúpan. ¿Estoy diciendo que Pedro Sánchez es un populista? Más bien estoy sugiriendo: ¿y quién no lo es en la política española de hoy?


Pero mi intención era hablar de la política vasca y de cómo Podemos y PSOE han importado el populismo y el PP, el complejo ante los partidos que le comen la tostada. Una política vasca en la que la fuerza que más sube en las encuestas (en la misma medida en la que Podemos pierde porcentajes) también ha abrazado el populismo. Bildu se empeña en mostrarnos que su modelo es ERC, como si ERC no tuviera en el Congreso a un portavoz que intervino sosteniendo una impresora, y como si en Catalunya, para justificar su retirada y mantener una hegemonía que le ha regalado el nacionalismo convergente, los republicanos no estuvieran diciendo lo que creen que la gente quiere oír.

En este contexto, en esta política, con estas tecnologías, Bildu ha hecho muy bien las cosas: ha sabido meterse en los debates por elevación (“centrémonos en lo importante y no en las competencias”, como vino a decir Oskar Matute), ha sabido hacer de lo líquido su elemento y de lo nuevo su oportunidad: si la vieja izquierda abertzale no vendía muchos peines, la nueva, la que se parapeta en torno a Bildu y colaboracionistas, los vende muy bien. Pero que haya sabido hacer bien la comunicación no significa que haya mejorado algo en su forma de hacer política.

Pero igual que añoramos el viejo fútbol sabiendo que este no volverá, no podemos refugiarnos en un conservadurismo democrático que cofunda el medio con el fin. No se trata de mantener la política tal y como era, tal y como nos gustaba, de conservar las negociaciones puras, de esperar una mano tendida como hizo el lehendakari Agirre. Vencerá el que sepa actualizar aquella política en estos medios, con estos rivales que son capaces de aparentar que renuncian a sus esencias mientras meten a excolaboradores y exmiembros de la banda armada en unas listas municipales, principalmente, por serlo. Habrá que nadar, porque ya no hay camino: nos lo han inundado. Y tendemos que usar la tecnología pero no para mostrar si lo nuestro es “la cerveza o el cubata”, sino para dejar claro que hemos llegado, que la política “con fuste” también se puede llevar a las redes sociales digitales.

En un diálogo escrito por Mark Légasse en 1985, uno de sus personajes preguntaba a otro: “¿Es usted vasco?”. Y el segundo respondía: “Sí. No es gran cosa hoy en día pero mientras queden golfos de nuestra clase ellos no ganarán del todo”. Algunos, simplemente, tratamos de mantener esa sensación en 2023, con todo lo que nos toca en 2023.

Pablo Iglesias ya no es una estrella del rock

Pablo Iglesias es padre de familia numerosa, tiene una hipoteca de las grandes para pagar su chalé y su compañera de préstamo y vida está en el mismo negocio que él, así que, tonterías, las justas. Ahora gestiona su empresa de un modo más eficaz que antes, después de un adelgazamiento importante, y pese a que no logra competir con los más grandes y ha tenido que rebajar sus objetivos, mantiene el control de las pérdidas. Atrás quedaron los momentos en los que su start-up parecía un unicornio y él, una estrella del rock. Podía hacer o decir lo que quisiera en la tele que el público estaba dispuesto a perdonarle. Ahora, sus errores, como caer en todas las trampas que le fue poniendo Sánchez, le penalizan como a cualquier hijo de vecino. Pablo hoy es solo un político más.

Pero el resultado de anoche le ha convertido en el vencedor moral. Primero, porque quien le abandonó con las ideas del proyecto no ha despegado. Una empresa es algo más que un manual con toda la teoría escrita, ahora, por fin, también lo sabe Íñigo Errejón. Y después, porque quien lidera el sector de la izquierda ha querido acabar con su competencia pero no lo ha logrado. Iglesias y Podemos resisten. Sus acciones valen menos que ayer y menos que en abril, pero resisten.

El de Errejón es un proyecto empresarial fallido desde su nacimiento: si el líder en el sector te lanza nunca pasarás de submarca. Como mucho, serás una marca blanca con fortuna durante algún tiempo. Pero ni el mercado político español ni el vasco dan más de sí. El marketing vacío no sirve de nada. Nunca lo ha hecho. Y nunca lo hará. Cojones ya.
Pero volvamos a Iglesias y su empresa. La campaña de Navidad va a ponerle a prueba: tiene que colocar su mercancía. Otras elecciones, otra vuelta a la casilla se salida, no la entendería nadie y los clientes seguramente se refugiarían hacia otros mercados, los de la derecha y extrema derecha, aunque solo fuera porque allí el abastecimiento de pactos está asegurado. El servicio posventa sería horroroso, todos los sabemos, pero en España a la tercera tener un gobierno es, ya, una necesidad de los votantes.

Hace tiempo que la guitarra de Iglesias está colgada de la pared en su chalé. Debajo de ella, seis A-Z, de 2014 a 2019. Hoy Pablo es un hombre de negocios al que no le sonríe la suerte que esperaba, pero tampoco le sonríe a sus rivales. Pero con eso, una piscina en el jardín y un puñado de compañeros fieles en la bancada, empezando por su compañera de vida e hipoteca, él se va conformando. Otros lo harán con menos.

El triunfo del Bildu menos Bildu

Si Andoni Ortuzar decide no presentarse de nuevo para presidir el EBB, y dando por hecho que si hay adelanto electoral para el Parlamento Vasco el lehendakari seguirá siendo Urkullu, el de Sanfuentes va a dejar al PNV sin margen para ganar más ni mejor en la CAV. Pero en muchas sedes de Bildu han celebrado tanto o más sus resultados que en los batzokis o Sabin Etxea. Han consolidado su posición como alternativa a base de parecerse cada vez menos a Bildu y cada vez más al PNV. Dan la razón al modelo que funciona al mismo tiempo que persiguen a sus creadores. Pero no es la única contradicción que cabalgan los de Otegi. Su mano izquierda, la de las candidatas jóvenes y sonrientes (mientras al frente de los partidos y la coalición siguen los mismos hombres de siempre), la del discurso bonista, la que llama la atención a los votantes de Podemos, parece que no se entera de lo que hace su mano derecha, la que maneja un pasado cercano muy doloroso, la que se aproxima a quienes homenajearon a Josu Ternera en Ugao-Miraballes, y con la que el propio Arnaldo Otegi señala a periodistas como en los viejos malos tiempos.

Pero todavía no han logrado su objetivo: los territorios y las capitales de la CAV siguen en manos del PNV, y los principales municipios, también. Y en Bildu tienen que seguir justificando su peneuvización no a los que mandan, que con ese proceso se aseguran seguir ocupando un escaño, sino a todos los demás. En especial, los que pisan moqueta tienen que satisfacer a ese sector duro al que, de momento, sí han conseguido mantener (y lograrlo podría estar en su haber si no se tratase de lo que se trata), pero que está viendo que todo lo que puso encima de la mesa, al final, no ha servido para nada. Y para colmo, el futuro como partido pasa por parecerse a ese PNV al que odian más incluso de lo que le odiaron.

En el horizonte, unas elecciones al Parlamento Vasco y la gobernabilidad en Madrid. Una situación en la que en Bildu se sienten cada vez más cómodos: no les hace falta ejercer como posibilistas, basta con que lo parezcan. Las municipales y forales vuelven a quedar lejos, así que pueden seguir planteando quimeras (cuando alcanzan el poder se instalan en la inmovilidad echando la culpa al resto de instituciones). Pero lo que les queda cerca, de verdad, es lo que tienen en la trastienda. Ahí confían en que la estrategia irlandesa, la de ponerse la corbata como los del Sinn Féin, tenga el mismo resultado partiendo de la misma base: los duros no tienen otra opción de voto. Pero Irlanda del Norte y Euskadi tienen pocas similitudes. Veremos si también en lo puramente político.