Mal lo hacen siempre los demás

Si “Podemos cierra el año con la convicción de que la vuelta al ‘ruido’ genera votos y visibilidad” y si “quieren recuperar una estrategia belicista para reconquistar visibilidad y fuelle en las encuestas” (Luca Constantini en The Objective), allá ellas y ellos. Pero luego que no nos vengan con sus cantinelas victimistas, porque su estrategia se basa en lanzar medias verdades, bulos, insultos, señalamientos y linchamientos desde ese pozo de mierda sin fondo que es X. Pero es que hay más: esta misma semana hemos tenido que oír a Pablo Iglesias dar lecciones de ética y comunicación política en la radio. Hostia, cuánto tonto.

Mira, un partido

Al final, “Movimiento Sumar se convertirá en un partido clásico con dos personas al frente en lugar de Yolanda Díaz”, según El Diario. Es decir: todo eso de que los partidos eran estructuras viejas que no aportaban nada no se lo ha creído ni ella. Y ahora que esa estructura ligera que Díaz pretendía se le ha volatilizado, ha echado mano de un partido para hacer política. Qué avezada. Ya son varios los ejemplos: Ciudadanos, Podemos, Sumar… Las amalgamas no aglutinan (salvo el odio al PNV, que es el pegamento de Bildu). Sí lo hacen los principios, los proyectos y la ideología que se adapta bien al tiempo que toca vivir.

Qué exitazo

Pedro Sánchez lleva gobernando, primero con Podemos y, después, con Sumar, desde enero de 2020. Así que los gobiernos más progresistas de la historia de España algo tendrán que ver en noticias como esta de El Blog Salmón: “Los precios de la vivienda son una locura en España. Pero las compraventas están cerca de su récord”. Una noticia que, por supuesto, también tiene que ver con Bildu, porque la ley española de vivienda que aprobó para quedar de puta madre antes de una campaña electoral es la que provoca este tipo de rebotes en el precio. Qué exitazo, tú, el de unos y otros.

Su impunidad, nuestra vergüenza

 “Israel mata a tres personas tras bombardear objetivos civiles y militares de los hutíes en Yemen” (El Periódico) y “Rusia derribó el avión estrellado en Kazajistán, según el Gobierno de Azerbaiyán” (Vozpópuli). O lo que es lo mismo: Benjamín Netanyahu y Vladímir Putin mandan asesinar cuando quieren y donde quieren mientras las personas buenas de este mundo asisten atónitas a sus ejecuciones y las malas, las justifican. Luego están los líderes nacionales y supranacionales, que no hacen nada porque no pueden o porque no quieren, vete tú a saber qué pesa más. Solo espero que la historia nos juzgue a todas y todos. Al menos, eso.

Pero, ¿qué mierda es esta?

Que en Palco 23 difundan esta noticia me deja atónito: “TikTok se posiciona como uno de los principales canales para consumir deporte en 2024”. ¿A qué llamamos deporte? ¿A refritos de goles, momentos emotivos, piruetas o tortazos de atletas que tropiezan? Porque eso es lo que hay en TikTok, eh. Bueno, vale, algunas y algunos deportistas también tienen sus cuentas y van contando sus movidas pero, ¿eso es deporte? ¿Eso es consumo deportivo? ¿O toda esta mandanga es solo para parecer modernos? Formulo la pregunta de otra manera: ¿o toda esta mandanga es porque TikTok paga a unos para que otros hablemos de su red?

El retorno

Recuerdo en la lejanía acompañar a ama y a aita al supermercado que estaba cerca de casa, en Portugalete, y retornar las botellas de vidrio. Ahora, con 44 años, volveré a hacerlo, pero con las de otro material (la única evolución, al parecer, han sido los polímeros): “Cada vez que compres una botella de plástico, se te gravará con cierta cantidad de dinero que te será devuelta cuando devuelvas el casco” (Xataka). Cuando lo leí me acordé de Liam Carpenter, el anglo-alemán que en Instagram parodia costumbres germanas como la de retornar plásticos. Pues ahora mi generación también va a saber por qué disfruta tanto haciéndolo.

Al final, sobreviven los partidos

Con Podemos empezó la política y con Sumar, la revolución de las marcas electorales. Evidentemente, Pablo Iglesias y compañía no inventaron nada: solo consumieron a toda pastilla los ciclos de la política tradicional. Y Yolanda Díaz tampoco hizo la revolución: su planteamiento de que los partidos eran el pasado le deja sin futuro. Hasta en Podemos acabaron montando una formación verticalísima. Ahora que va todo entre regulinchi y mal en Sumar, los “socios de Yolanda Díaz quieren enterrar definitivamente la marca electoral” (El Independiente), y lo harán con facilidad porque Díaz renunció a crear un partido.

No todos los políticos son iguales

Quienes quieren que se extienda la idea de que “todos los políticos son iguales” son los que saben que hacen peor las cosas y necesitan que no haya una competición limpia entre partidos ni durante las legislaturas ni en elecciones. Pero no es verdad: hay muchas maneras de hacer las cosas y por ideología y capacidades, cada representante de la ciudadanía elige la suya: “El Gobierno de Mazón redujo un 49% el presupuesto para ‘encauzamientos, ramblas y barrancos’” (El Diario). El presidente de la Generalitat Valenciana, del PP, cuando eligió socios y tomó decisiones, también decidió las consecuencias, por desgracia.

Y algunos son peores

El problema no es que Alvise Pérez esté ganando mucho dinero, tanto como cualquier otro eurodiputado o eurodiputada. La cuestión, para mí, está en que se lo gane, y creo que no va a hacerlo después de ver cómo actúa. Pero la tragedia es que los votantes que le lanzaron a ese espacio de oportunidad sabían perfectamente el tipo de persona que es: “La AEPD multa a Alvise Pérez por publicar fotos de una hija de Óscar Puente cuando era menor: la joven emprenderá acciones judiciales. La joven también llevará a los tribunales a Javier Negre”, que está “igualmente sancionado por Protección de Datos” (FACUA).

Lo que se hace dentro del convento

Es evidente que Joe Biden ha completado la frase: “Para lo que me queda en el convento…”, en su versión en inglés estadounidense, por supuesto. Pero no importa el idioma ni la cita, sino los hechos: “Biden indulta a su hijo y defiende que el proceso judicial ha sido ‘instigado’ por rivales políticos” (The Objective). A Hunter, el hijo, se le imputaron delitos fiscales y por comprar armas “cuando era un reconocido consumidor de drogas”. Y Joe, el padre, dijo que la familia asumiría las consecuencias penales de sus actos. Pues parece que el actual presidente de EE.UU. irá una última vez al baño de la Casa Blanca.

Que cada palo aguante su vela

De momento sabemos que Íñigo Errejón encaja en las definiciones generalizadas pichabrava y baboso y que, con la de Aída Nízar, son dos las denuncias en los juzgados por abuso sexual. No sabemos qué dirá la justicia. También sabemos que hay varias denuncias anónimas, pero no sabemos cómo se materializarán. De ahí a extender la mancha a todos los hombres con cierto poder va un trecho que, lo siento, no podemos permitirnos caminar como si nada: “Es tan solo la punta del iceberg” (Diario Red), afirma Cristina Fallarás sobre lo de Errejón. ¿Con qué pruebas? ¿Y todos los polípticos son corruptos? ¿Y todos los vascos, terroristas?

¿De verdad ayuda?

Insisto en que el cajón que ha abierto Íñigo Errejón tiene muchos elementos que, por separado, son muy relevantes. Para empezar, el de las denuncias anónimas, que no es lo mismo que las denuncias sin comprobar. Es decir: una cosa es que una o un periodista publique un testimonio anónimo que ha contrastado, y otra que haga público lo que le envían y que se apañen los referidos. ¿Consecuencias? Para empezar, esta: “Fallarás afirma que el linchamiento contra Mouliaá podría frenar a dos de las víctimas que iban a denunciar a Errejón” (Público). Las denuncias públicas son lapidaciones para la reputación. Y luego, ¿qué?

¿Qué sabían? ¿Desde cuándo?

Yolanda Díaz reconoce que “hemos llegado tarde. Errejón no debió ser nunca ni diputado ni portavoz” (El Independiente). Y esto nos lleva a otras dos cuestiones, la primera, lo que consintieron en Sumar, Más País y Podemos (los morados han admitido que ya informaron a Yolanda Díaz pero, ¿qué sabían? ¿Y desde cuándo?). La segunda es qué le inhabilita y quién lo decide. Parece lógico pensar que la incoherencia es máxima: un discurso feminista no es compatible con un comportamiento de macho dominante, como poco, tolerado. Pero, ¿es delito ser un gilipollas? ¿O tiene más pecado quien lo consiente y lo aúpa?

Un problema potencial

Si Íñigo Errejón ha cometido delitos sexuales mientras sus prácticas iban quedando a la vista de todos (porque sí, a un baboso se le ve venir y, sí, si hay recurrencia en el modo en el que te llevas a las tías a la cama, acaba siendo reconocido), habrá que revisar el feminismo real de esa izquierda, por lo menos. Pero existe un problema que está quedando relegado y que Pilar Velasco recupera para su columna en El Nacional: “Hay otra zona de sombra que han reconocido las tres formaciones de izquierdas. Errejón se estaba tratando problemas de adicción y aun así pasó de un partido a otro hasta ser nombrado portavoz”.

El mejor

La complejidad del tema y sus consecuencias me empujan a buscar diferentes matices al Caso Errejón, pero sé que tengo que dejar espacio en la columna para la masacre israelí sobre Gaza, la política vasca (Bildu sigue poniéndoselo todo fácil al PSOE y todo difícil al PNV), a otras cuestiones de la política española y otros hechos relevantes, como que el portero del Athletic haya sido elegido como el segundo mejor del mundo. Me parece su caso más importante que el de Nico Williams porque Unai Simón, simplemente, es el mejor, y Emiliano Martínez ha ganado un Lev Yashin descafeinado (sin Courtois ni Neuer completando sus temporadas).

La terca realidad

La realidad es terca y, con lo que estamos leyendo, resumir la caída de Errejón como lo hace David Martínez en el digital que dirige Pablo Iglesias, es ridículo: “Al final, Errejón no era el prodigio que parecía. Ni Iglesias era la reencarnación de Stalin. Veremos qué depara el futuro a Yolanda Díaz”. Los hechos han sobrepasado cualquier análisis político de parte y en el medio del jefe, y el cóctel que nos ofrece Errejón a beber está compuesto por ingredientes muy sustanciosos ya por separado. Lo que no tiene un pase, y la realidad se muestra ahí terca también, es que en su lejano comunicado, el de Más País demuestra que nos toma por idiotas.

¿Vale con unas denuncias anónimas?

El primer ingrediente sustancioso del cóctel es el dilema que se nos ofrece: ¿vale con unas denuncias anónimas que una periodista recibe y hace públicas, sin que sepamos si las ha comprobado, en su cuenta en Instagram? Es cierto que todo ha estallado gracias al trabajo que hace Cristina Fallarás de esa manera, pero, ¿hasta qué punto es creíble, literalmente? Estamos conociendo detalles escabrosos que los más irresponsables atribuirán a Errejón con ligereza. El daño no es político, es personal. Igual que el que él habría perpetrado, si es que las denuncias anónimas se convierten en pruebas sólidas, evidentemente.

El papel de la mujer

Pedimos cuentas a Yolanda Díaz, con la que despachaba, a Mónica García, su primera espada de Más Madrid, y hasta a Rita Maestre, que ha sido pareja de Iñigo Errejón. ¿Lo hacemos porque siempre pedimos más cuentas, más explicaciones, a ellas? ¿O lo hacemos por el papel instrumentalista de la mujer en la izquierda? Ahí va otro ingrediente con sustancia. Errejón era la excepción con pito en un entorno feminizado y era, a la vez y por lo que parece, un pichabrava cuyos excesos analizará ahora la justicia. Su supuesta visión de la mujer para satisfacerse anula su discurso feminista. La pregunta es: ¿era la excepción?

“La azotaría hasta que sangre”

Esa frase de Pablo Iglesias en un chat a Juan Carlos Monedero, según cuentan las crónicas, fue denunciada por Mariló Montero (a la que el entonces líder de Podemos “azotaría hasta que sangre”) en 2016. Entonces, Errejón formaba parte del “núcleo irradiador” (hemos aguantado cada gilipollez…) del partido morado. Y lo que vemos, uniendo los puntos, es un “mood” poco recomendable. No solo es que podamos enlazar hechos aparentemente aislados para denunciar una hipocresía evidente, es que debemos hacerlo, porque hablamos de unos personajes moralizadores que han dado pruebas de una ética muy particular. Y machirula.

¿Y en casa?

De la misma manera, por supuesto que puedo y debo cuestionar la instrumentalización del rol de la mujer en la izquierda, porque tenemos muchas pruebas de su cinismo. ¿Y en la izquierda vasca? En Euskadi hay un libro pendiente: ¿cuál fue el papel de la mujer en ETA? ¿Y el de aquellas chicas a las que se animaba en las herriko tabernas a escribir a “los presos”? ¿Cuántas parejas surgieron después de conocerse en un bis a bis? ¿Nada tiene que decir de eso el líder que estuvo entonces, sigue ahora y presume de más de 40 años sin casos de corrupción (porque el impuesto revolucionario y la “caja B”, al parecer, no existieron)? ¿Y de los otros?

«Una mentira como la copa de un pino»

Que los inmigrantes delinquen más “es una mentira como la copa de un pino”. No lo digo yo, se lo dijo en la comisión de Interior en el Congreso el director de la Policía Nacional, Francisco Pardo, al diputado de Vox, Javier Ortega Smith. Pardo fue muy explícito: “Hay que tener mucho cuidado con estas cosas. No asocien inmigración y delincuencia, porque no es verdad, se equivocan”, “el 75% de los delitos que se cometen en España los cometen nacionales españoles”, y alerta de que los discursos antiinmigración de los ultras solo sirven “para generar ruido, para generar confusión y para desinformar”.

Se equivocan otra vez

Mientras haya una demanda mucho mayor que la oferta el problema de la vivienda seguirá ahí, manifestándose de distintas formas pero sin solución. Y la que propone Sumar no es una solución: “La regulación de los alquileres” (El Independiente) solo va a servir para que haya menos viviendas en el parque. Lo que hay que hacer es prohibir (sí, hablo de prohibir y también de sancionar duramente) a quien invierte en un bien de primera necesidad para especular, ya sea con alquileres turísticos, ya sea con alquileres habituales. Es decir: la regulación debe servir para que haya más oferta, no menos. Eso lo sé hasta yo.

El gobierno que tuitea

Le toca a la vicepresidenta porque tuiteó sobre el tema del que todas y todos hablamos después de que en la manifestación del domingo las iras fueran para quienes aprobaron una ley electoralista después de identificar un problema social: “Yolanda Díaz valora meterse en política al ver la incapacidad del gobierno actual para solventar la crisis de la vivienda” (El Mundo Today). Pero también podemos citar a Óscar Puente o a Bolaños (mucho más comedido que el ministro de Transportes, es cierto). Y en la otra trinchera, a Isabel Díaz Ayuso, claro. Desde el gobierno no pueden tuitear como lo hacen, quien crea lo contrario se equivoca.

Como en Italia, sin salir de Ciudad Real

Evidentemente, si me ha parecido mal la idea de Meloni de hacinar a personas en Albania y llevarlas a Italia cuando necesiten mano de obra, y el apoyo de Von der Leyen a semejante barbaridad, tiene que parecerme mal que el gobierno español (ese tan progre y social) se plantee meter en el aeropuerto de Ciudad Real, en desuso, a miles de migrantes. Y luego, ¿qué? Esto, insisto, no lo plantean Núñez Feijóo y Abascal al alimón, ni aquel Rajoy pragmático hasta lo pasmoso: es una propuesta de PSOE y Sumar que, una vez más, no dan una respuesta práctica, real, estructural y consensuada a un problema grave.

30 días bajo las bombas y el fuego

Tenemos que acabar con la impunidad del gobierno de Netanyahu y su grupo de ultras, y tenemos que hacerlo inmediatamente con las instituciones supranacionales de las que nos hemos dotado, sin que a nadie le tiemble el pulso. No podemos permitirnos, porque no pueden soportarlo en Gaza ni ya en Líbano, otros treinta días. Ese es el ultimátum que ha dado Biden: “30 días para mejorar la situación en Gaza o frenará el envío de armas” (Huffington Post). ¿Cómo van a sobrevivir otros 30 días las y los gazatíes sin alimentos ni medicinas y bajo el fuego israelí? ¿Y si gana Trump el 5 de noviembre? ¿Y si a Netanyahu le da igual?