Golpistas y terroristas

Detesto con todas mis fuerzas a ese Geyperman cañí que atiende por Iván Espinosa de los Monteros. No me cabe ni la menor duda sobre su fachez con olor a Varon Dandy ni sobre su condición de mala persona. Conste en acta antes de anotar que el fulano en cuestión tuvo toda la razón, o sea, todas las razones, para agarrarse un globo y pirarse con cajas destempladas de la sesión de la pomposa comisión para la reconstrucción nacional en la que se le meó encima el vicepresidente del gobierno españolísimo, doctor Pablo Iglesias Turrión, con la ayuda del presidente (manda huevos) de la cosa, Patxi López.

Claro que lo más triste a la par que ilustrativo es que como esto va de banderías y parroquias, la hinchada progresí hace la ola a su ídolo por haberle escupido unas diez veces al fulano no sé qué de un golpe de estado. Quizá si fuéramos una gotita ecuánimes, reconoceríamos que igual que es una barbaridad llamar terrorista a todo quisque, es, como muy poco, una frivolidad tildar de golpismo cada regüeldo cavernario. Dejemos algo, por favor, para los terroristas y los golpistas de verdad.

Por desgracia, volvemos a no estar ante una anécdota sino frente a una categoría. Decenas de miles de muertos y la devastación económica son solo munición para que los desvergonzados engorden su caladero de votos. Y su ego.

Muertos ‘de más’

Como señaló atinadamente Juanjo Álvarez ayer en la tertulia de Euskadi Hoy de Onda Vasca, resulta tremendo que en la técnica estadística existan conceptos como Mortalidad esperada o Exceso de defunciones. Es uno de los aprendizajes siniestros y no exentos de morbo de esta pesadilla interminable. Lo primero viene a ser la previsión de muertos en un periodo, supongo que en función del comportamiento medio de otros años en las mismas fechas. Lo segundo, lógicamente relacionado con lo anterior, es el número de fallecimientos que se dan por encima de la estimación.

Y ahí es donde se han roto todas las marcas. Con datos puros y duros de los registros civiles en la mano, resulta que solo entre el 13 de marzo y el 22 de mayo murieron en el estado español 43.000 personas más de las que se esperaba. La cifra está muy por encima del balance oficial de fallecidos por coronavirus que aporta el ministerio de Sanidad. Se puede argumentar que no necesariamente cabe achacar al maldito covid19 cada uno de los decesos de más. O no, por lo menos, como consecuencia directa. Otra cosa es cuántas de las muertes han sido por efecto colateral del virus, al deberse a dolencias eclipsadas ante la emergencia sanitaria. Averiguarlo es un reto que tiene la ciencia y que nos dará la estremecedora dimensión de la tragedia.

El Marlaskazo

Tiene un puntito golfamente divertido que la derecha extrema que idolatró a Grande-Marlaska en su época de espolvoreador de Justicia a granel se le haya terminado lanzando a la yugular con saña por haberle dado la patada al tal Pérez de los Cobos, fallido exterminador de urnas de plástico en la Catalunya irredenta. Y el regodeo alcanza el grado de justicia poética cuando el desencadenante del pifostio ha sido uno de esos informes de corta-pega-colorea de la Guardia Civil a los que el togado no les hacía ascos cuando instruía sus causas épicas. De rebote, resulta igualmente despiporrante que el progrerío de ocasión descubra de golpe y solo porque le ha tocado a uno de los suyos los usos y costumbres de los beneméritos a la hora de hacer dossieres por encargo judicial. Incluso los que no somos ni medio sospechosos de glorificar a los matones llevamos lustros denunciando esas compilaciones de fantasía que condujeron al trullo a más de uno por el artículo 33.

No pretendo llegar a ninguna conclusión edificante. Sospecho, incluso, que no la hay. Todo este psicodrama al que seguramente le quedan capítulos es sin más y sin menos uno de los clásicos ajustes de cuentas en lo más profundo de las cloacas. Toca, pues, tirar de cinismo y hacer acopio de palomitas para disfrutar del espectáculo desde la grada.

Contar muertos

Una noticia directa a la boca del estómago: la factura mensual de las pensiones ha caído por primera vez por las muertes por coronavirus. La Seguridad Social tuvo que hacer frente en mayo a 38.508 pensiones menos que en abril. Es altamente probable que en la explicación detallada de semejante descenso entren otros factores, pero a nadie se le escapa el brutal mensaje que contiene esa cifra. Nada, por otra parte, que no se nos hubiera pasado por la cabeza ni que nos resulte extraño. Esta pandemia se ha cebado cruelmente con las personas mayores.

Se antoja especialmente siniestro que hayamos conocido este hecho apenas unas horas después de que el artista del alambre Fernando Simón nos informase de que de un día para otro habían desparecido casi dos mil personas del saldo oficial de muertes. ¿La explicación? Ninguna convincente: que las comunidades autónomas no saben contar. O peor aun, que cambiando de criterio, los números salían menos feos. Miren que trata uno, casi con fe de carbonero, de no poner en duda el criterio de los que saben, pero en este caso cuesta un mundo. Máxime, si como hemos venido intuyendo, hasta la fecha las muertes se han contado de menos y no de más. Eso, sin pasar por alto lo más doloroso, que es la reducción a mera estadística de vidas que se han quedado por el camino.

Siguen los ataques

Vamos ya para quince días seguidos de ataques a locales políticos, un domicilio particular y algún que otro objetivo. Salimos a una media de dos por noche, e incluso podemos añadir alguno a plena luz del día, como en el que se vivió en una unidad de Lurraldebus la semana pasada. Al primer bote, tanta reiteración y con semejante distancia geográfica da para reflexionar si estamos de verdad ante cuatro nostálgicos o nos enfrentamos a algo más organizado y con respaldo más numeroso. Inquieta cualquiera de las dos opciones. Si es la primera, porque un grupúsculo de chalados sea capaz de provocar estragos en puntos bien distantes con total impunidad. Si es la segunda, por razones obvias: echando mano de una palabra de uso extendido estos días, el rebrote va más allá de la anécdota.

Con todo, lo más terrible a la par que ilustrativo es la falta de rechazo contundente de la autotitulada izquierda soberanista. A fuer de ser sincero, no negaré que he escuchado a varios miembros destacados de EH Bildu expresando su reprobación. Casualidad, añado a continuación, que ninguno de ellos pertenezca a Sortu. De hecho, el máximo responsable del partido troncal y ampliamente mayoritario de la coalición ha regresado a la vieja y rancia letanía de la negativa a entrar en la rueda de las condenas estériles. Pues eso.

Diario del covid-19 (53)

Una hora después de que el ultramonte motorizado pusiera la nota bicolor —rojo y gualda— por el sufrido asfalto de varias ciudades hispanistaníes, incluyendo Bilbao y Gasteiz, el Timonel Sánchez emitió una suerte de adelanto de último parte de guerra. Faltaría más, no dio por cautivo y desarmado al bicho, puesto que todavía queda un rato para seguir ordeñándolo como se hace con las benditas maldiciones, pero sí apuntó que la nueva normalidad, o sea, la vieja tuneada, está a la vuelta de la esquina. Apertura al turismo extranjero ya en julio, no vaya a ser que los italianos, a los que se ha seguido al milímetro en cada mala decisión, y que ya se han adelantado en ese terreno, le coman la merienda a la tierra que nació entre flores, fandanguillos y alegrías.

Y la cosa es que no seré yo quien critique tal decisión, del mismo modo que me parece absolutamente razonable celebrar a mediados de ese mes unas elecciones si la situación sanitaria lo permite. Hasta entonces seguiremos en este columpiarnos de fase en fase o de desfase en desfase, con episodios como la toma al asalto y antes de tiempo de las playas, las colas kilométricas ante las terrazas o la cuchufleta del inicio de las fiestas de Beasain el viernes pasado que le costó la dimisión a una edil de EH Bildu que se dejó llevar por el jolgorio.

Truco o trato

La sublimación del arte del timo se alcanza cuando el timado festeja la estafa de la que ha sido objeto. Puede ocurrir esto porque el primo se la haya comido con patatas, porque quiera evitar a toda costa aparecer como el pardillo que ha sido o, en una versión más rebuscada, porque todo haya sido una componenda de dos pillos y los auténticos timados sean otros.

¿Qué es lo que ha ocurrido en el presunto trile de Sánchez a EH Bildu ofreciendo una derogación total e inmediata de la Reforma Laboral para, acto seguido, aclarar que ni será total ni inmediata? Hombre, de entrada, llama la atención que se compre lo que ya está vendido ni se sabe las veces. Tanto en la moción de censura contra Rajoy como en la segunda investidura de Sánchez y todo el tiempo intermedio, la derogación ha sido una promesa tan cacareada como incumplida. Poco sentido tiene hacer de ella materia de un pomposo pacto, salvo que el supuesto contenido sea solo una excusa para poner en el mismo papel las firmas de PSOE, Unidas Podemos y EH Bildu, y allá películas con si se lleva a la práctica o no algo que, en todo caso, se sabe que no se puede hacer de la noche a la mañana. Doy fe de que no soy el único que apuesta por esta posibilidad que, de ser la real, implicaría que nos disponemos a vivir tiempos (todavía) más interesantes.