Benito Valbuena: asesinato de un profesor en Alketa

Edificación de Kapana (Luxa) donde pasó su última noche Benito Valbuena, con Laudio al fondo y, en lo más profundo, Gorbeia, a donde debía dirigir sus pasos nuestro personaje.

Es un suceso sobradamente conocido pero nadie lo comenta jamás. Porque de eso no se puede hablar. Ésa ha sido la consigna del terror ejercida como represalia durante casi un siglo. Y sigue surtiendo efecto, firmemente anclada en las almas de los lugareños.

La gente mayor de Laudio conoce de sobra cómo se cazó a un muchacho «asturiano» y cómo su cadáver fue paseado por el centro del pueblo sobre un burro, en un acto de mofa, escarnio y de intento de infundir el terror entre la población.

El pasado día 5 de este mes, julio, estuve de vacaciones por Cistierna (León) y los pueblos de los alrededores con la familia, sin que aún hoy sospechen que en realidad era un viaje manipulado por mi parte, para hacer un pequeño homenaje en mi interior a aquel muchacho y, quizá, conseguir sacar algo más de información. Y es que el 5 de julio se cumplieron 80 años del asesinato de nuestro anónimo personaje, Benito Valbuena López, muy lejos de su hogar: en el término de Alketa, en las laderas de Mostatxa, montaña de Laudio.

Tan poco se ha hablado sobre él en nuestro entorno que es necesario aclarar que en realidad no era asturiano –bien pudiera ser que él mismo generase esa información equívoca para despistar– sino natural de Cistierna, comarca minera de León.

Era hijo de Concepción López Caro y Francisco Valbuena García (Valderrueda, 1875), un padre profesor y persona influyente del lugar, de convicciones muy católicas, conservadoras y, por tanto, próximas al régimen franquista en la guerra civil (1936-1939). Una persona muy implicada con su comarca, bien recordada y que por ello cuenta con una calle céntrica que lo recuerda en la villa de Cistierna.

Fue en esa villa en donde nació nuestro personaje, Benito Valbuena, el 15 de enero de 1901, un muchacho que siguiendo la línea familiar también llegaría a ejercer de profesor y que, al igual que su padre, pensaba en la cultura como remedio para sacar a aquella España rural el su endémico retraso.

Pronto empezó a ejercer en diversos pueblos de la comarca y se alineó a las ideologías republicanas, en torno a la Institución Libre de Enseñanza, varios de cuyos participantes fueron luego ejecutados por el franquismo.

Así las cosas, aquel maestro soñador, un poco oveja negra de la familia, fue sorprendido por el golpe franquista que provocó la guerra. Y, temeroso de que todos sus proyectos y logros se viniesen abajo, apostó por el bando fiel al gobierno legítimo de la república.

Sin que conozcamos el cómo, cuando ya la contienda se decantaba hacia el bando militar franquista, Benito Valbuena huyó de su tierra, desesperado, intentando pasar al exilio en Francia. Quizá se valiese del tren de La Robla o probablemente, por discreción, hiciese el recorrido a Laudio a pie, de noche, valiéndose de la vía férrea como guía. No lo sabemos.

Sea como fuere –y ahí llega lo poco que conocemos– apareció por el monte angustiado, pidiendo ayuda en los caseríos de Luxa. Allí le atendió Andrés Ibarretxe –abuelo del actual propietario– y lo refugió para pasar la noche en una casilla o cabaña cercana, llamada Kapana, para así no comprometerse él tampoco en nada.
Por aquel entonces Kapana era un entorno lleno de viñas para producir el vino local o chacolí. Como inciso diré que, en cierta ocasión tuvieron allí algunos problemas con unas tropas que atravesaron el lugar, Andresito Ibarretxe – ya fallecido e hijo del más arriba citado– y mi abuelo, Martín Mugurutza que estaba ayudando como asalariado en el cultivo de aquellas viñas. Hubo incluso algún muerto en el cercano alto de Luxamendi, en aquellas escaramuzas entre tropas y que ellos, muy jóvenes, no llegaban a comprender.

Cabaña de Kapana, en un alto sobre Luxa (Laudio)

A pesar de que en el final de nuestra historia son tres los personajes, los del lugar hablan sólo de uno que se refugió en Kapana, nuestro Benito, un muchacho que sin saber siquiera su nombre o su historia, sí supieron que había sido muerto al día siguiente.

Benito, probablemente viendo que cada vez era más complicada su huida, abandonó su fusil escondido entre la paja almacenada en la cabaña y allí lo encontraron sus propietarios días después.

Andrés Ibarretxe padre –no confundir con Andrés Ibarretxe hijo, Andresín– le aconsejó por dónde avanzar sin tocar las poblaciones ya victoriosas y con franquistas al mando de sus instituciones. Debía ir por Luxaldai a Oleriaga y de ahí, tras pasar la aldea de Markuartu, ascender a Mostatxa-Pagolar. Después, sorteando algunos caseríos de ladera como Izardui (Isardio) u Odiaga, debía bajar hacia la Venta del Espíritu Santo –límite entre Laudio y Aiara, hoy desaparecida por la circunvalación– para remontar de nuevo las montañas sobre Olarte y, por Santa Marina, llegar a Orozko para internarse a continuación en el macizo de Gorbeia y después avanzar hacia aquella inalcanzable frontera de la salvación. No resultarían complicadas las explicaciones porque, quien conozca la altiva Kapana, sabe que desde allí se aprecia un amplísimo horizonte, con todo el recorrido descrito.

Andrés Ibarretxe, Andresín, en Luxa. Fue su padre quien dio orientaciones y cobijo a Benito Valbuena. En su recorrido debía caminar los montes del fondo de la imagen, evitando poblaciones en las que podía ser apresado. Foto de 2006.

La siguiente noticia es confusa. Unos dicen que fueron vistos Benito y otros dos muchachos –pudiera ser que ahora se hubiese juntado con otros fugitivos– por el entorno de Izardui y que alguien bajó al pueblo a delatarlos. Otras voces –la inmensa mayoría– aseguran que que acudieron pidiendo ayuda a un caserío del lugar de cuyo nombre no quiero acordarme y que fueron objeto de una gran deslealtad…

80 años después aún no puede hablarse abiertamente de ello: los nietos de aquel presunto delator son buenos amigos míos y eso pesa. Hasta he pensado en alguna ocasión que, por borrar la memoria del funesto suceso, es posible que ellos mismos desconozcan la historia: no sé si alguna vez voy a atreverme a preguntárselo.

Odiaga, Laudio

De uno u otro modo, les dieron cobijo y les facilitaron un escondite mientras que, a su vez, alguien del caserío corrió sigilosamente al pueblo a delatarlos, para que los apresasen. Quizá por miedo a las posibles futuras represalias o, sin más, para ganar méritos frente al nuevo régimen militar.

Caserío Beldui, rodeado de viñedos, hacia donde corrió en su huida el desdichado Benito Valbuena antes de caer abatido. El plan, que nunca consiguió, era el de haber ascendido las montañas del fondo para acceder a Orozko y luego Gorbeia. Foto sacada desde las inmediaciones de Kapana, Luxa, desde donde le explicaron el recorrido.

   

Rápido subieron miembros de un somatén –especie de patrullas paramilitares urbanas, con legitimación para el uso de armas– con la intención de apresarlos. Cuando se dieron cuenta de la encerrona los muchachos corrieron por el camino de monte más notable del lugar, el que sobre Gardea va a media ladera hacia Beldui y Larrazabal. Pero la batida estaba bien organizada y dicen que los atraparon como quien caza liebres. En el lugar llamado Alketa…

Miembro voluntario de un somatén, acompañando para la obligada pareja a un guardia civil

El que falleció en el lugar fue Benito, nuestro personaje, en un lugar exacto que nunca se podrá precisar pues el silencio impuesto por el miedo hizo que jamás se hablase de ello, si no era vagamente y en entornos íntimos familiares, como es mi caso.

A los otros dos los apresaron, probablemente para no tener que acarrear los cadáveres ya que sólo contaban con un burro y tenía bastante con el cuerpo de Benito. Así pensaron en llevarlos andando y, una vez en el centro del pueblo, fusilarlos a la vista de todos los vecinos. Y así se hizo…

Izardui, Laudio.

Pero una vez en el pueblo, una señora muy influyente y al parecer carlista –unas de las corrientes ideológicas que dieron apoyo al golpe de Franco–, de nombre Paula, pidió caridad para ellos, alegando conmutar el pecado capital por prisión, en base a sus profundas creencias cristianas.

Nada más sabemos: el silencio impuesto por el miedo cayó como una losa sobre nuestra historia y desconocemos más sobre aquellos angustiados muchachos o el mismo Benito. Al parecer, en la familia de León también se corrió un velo sobre la historia de aquel díscolo hijo “muerto en la guerra”.

Ni siquiera reclamaron su cadáver, enterrado el día 6 de julio en el cementerio municipal, en la tumba 127, un extraño, alguien casi anónimo y cuya partida de defunción indica escuetamente que murió por “heridas de arma de fuego”. También sabemos que dejó viuda y tres hijos.

Por eso los días 5 y 6 de este mes, pasados 80 años, he querido recorrer las tierras que vieron nacer y crecer a Benito Valbuena López. Las que le vieron ejercer como pedagogo-maestro. Y escribo estas breves letras en su memoria, para resucitar su historia y dignidad, así como aquellos proyectos suyos para modernizar España. Una España casi un siglo después aún anclada en el retraso, sin poder hablar todavía de aquellos muertos y honrando impunemente estos días en un valle monumental al genocida que provocó tantos cientos de miles de muertos. Entre ellos un padre de 37 años que fue cazado como un animal en término de Alketa. Por eso su nombre Benito significa ‘bendito’, porque lo era sin duda.

In memoriam

 

PS: sobre este suceso también escribió en su día unas líneas Jon Muñoz, poniendo sobre la mesa de nuevo su historia. Pero es especialmente del historiador y cronista leonés Siro Sanz –a instancias del laudioarra Ángel Larrea– de donde he rescatado esa parte la información de Benito que aquí desconocíamos. Mil gracias a todos ellos.
El relato es la suma de los exiguos y deformados relatos recogida a diversos informantes,  siempre con información recibida de generaciones que ya no están entre nosotros por lo que no puede comprobarse. Por ello el relato es una media aritmética de todo ello y, queramos o no, un relato dubitativo e idealizado. Tanto que el texto podría en un futuro tener modificaciones, siempre persiguiendo el noble fin de acercarno lo más posible a la verdad, el objetivo de todo investigador.

Ur bihurtuta

Urteak neramatzan Basatxi izeneko bide misteriotsutik ibili gabe eta atzo itzuli nintzen. Gorbeian dago, Baia erreka-arroaren [euskaraz Baia delako eta ez Baias] gainetik doa, irudika dezakegun baso-hegi liluragarrienetatik igarota. Xarma handiko lekua, onirikoa, baina, aldi berean, nahasgarria orientatzeko orduan.

Bertatik ibiltzen ziren behinolako artzain, hargin eta ikazkinek, marka batzuk egiten zituzten zuhaitz azaletan, aizkoraz, eurentzat ere konplikatua zelako han bide egokia zein zen asmatzea. Eragindako zauria sendatu nahian, alu itxurako orbain batzuk sortzen zituzten pago eta haritzek, egun ere ikusgarri daudenak. Ez ziren gutxi izan, irudi horiek direla-eta, nik ezagututako artzainek egindako barreak, lehen orain bezala, txerri gose guztiek ezkurrekin egiten zutelako amets.

Gure egunetara itzulita, ez dira alu gidari horiek behar. Eta inor gutxik identifikatzen ditu. Hain zuzen ere, egun, sateliteek gidatuta ibil gaitezkeelako, bertatik iragaten den mendizale kopurua inoiz baino handiagoa delako, hots, bidea argien dagoen garaian gaudelako. Baina, halarik ere… margo gorriz bete da ibilbidea, gehiegikeriaz margotua, inor gal ez dadin aitzakia zilegiarekin. Beldurraz…

Zalantza barik, itsusi dago basoa haiekin, gorri bizi hori ez delako berezko kolorea aurkintza horietan. Iraingarria dirudi, naturarekiko errespetu gutxikoa. Gainera, sarritan, alu itxurako orban horietan egin izan dira brotxakada mingarriak, iragan erromantikoa ezabatzeko beharra balego bezala… Eta “bide-bidegabekeria” hori justifikatua dagoela dirudi… pertsonak ez galtzea delako lehenetsi behar dena. Hor dago gure okerra, naturaren kontra lehiatzean.

Bizi izandako eskarmentuan oinarrituta, inoiz horrelako baso batean galduko bagina ez ginateke izutu beharko: kezkatu bai, baina ez beldurtu eta are gutxiago desesperatu. Eta basoa arerio gisa ikusi beharrean gure aliatutzat hartu beharko genuke.

Lehenik, preso gaituen gure gizaki-pentsamenduari uko egin behar genioke une batzuez, horrek bere mugak dituelako eta, bistan denez, haren aplikazioaz galdu egin garelako: motz geratu zaigu, ez da gauza gu estualdi larri horretatik ateratzeko, bere sentsoreak –ikusmena, entzumena, orientazioa…– baliogabetzen direlako lainoetan murgildutako basoetan. Estrategia berria behar dugu…

Gizakion pentsatzeko modua utzi eta horrelako ingurunetan aske eta eroso dabilen urarena hartuko dugu, ura, gu bezala, lurrari lotua bizitzera kondenatuta dagoelako. Ideala da estualdiei aurre egiteko. Horregatik uraren portaerara egokitu behar gara salbazioa lortzeko, konfiantza osoz gainera, mundu osoan ez delako betiko “desbideratuta edo galduta dagoen” urik ezagutzen: baduzu imitatzeko eredua, beraz: lasai egon gaitezke.

Nahikoa da urak egingo lukeen moduan, aldapan behera joatea eta berak erabiliko lituzkeen zirrikitu guztiak baliatzea: jauziak, bihurguneak, zintzurrak… urak ez duelako ingurune horietan gaindituko ez duen oztoporik. Eta logika horri jarraitu uneoro… Apurka-apurka bestelako ur-hariak aurkituko ditugu, gurearekin bat egiten dutenak eta, horrez gero, bidelagun fidelenak izango zaizkigu: ez gara bakarrik sentituko, beraz, bakardadetik lagun-mordora pasako garelako urratsak egin ahala. Eta behera eta behera beti, konturatu orduko ur-konpartsa oso bat izango dugu ondoan, gurekin batera ibiltzeko gogoz, gizaki-etxe batzuk aurkitu arte. Eta beherago, auzunea. Eta gero, herri nagusia. Eta harago hiria. Eta gero… guk nahi duguna aurkitu arte. Erreka guztiek bat egiten dutelako gizakion guneekin. Edo, hobeto esanda, gizakiok beti egiten dugulako bat ur-guneekin. Bat garelako eta urari zor diogulako gure izaera, gure zibilizazioa.

Eta gorago beldurtzeko moduko larrialdia zirudiena, esplorazio goxo gogoangarri bihurtuko zaigu behean, zoriontsu egiten gaituen albumean beste kromo ahaztezin bat gehituko diguna. Basoak eta oro har natura ez direlako gure etsaiak, horregatik ez ditugu margo gorriez iraindu behar: besoak irekita daude, zain, gu besarkatzeko irrikaz. Gako bakarra gizakion pentsamoldeari uko egin eta ur bihurtzea da

Cuando baila el sol

Es creencia popular que el sol, rebosante de alegría por ser su festividad, aparece bailando en la madrugada del día de San Juan. Un sol femenino, como corresponde a la cultura vasca, y que se empodera(ba) hoy más que nunca sobre el mundo de lo maligno, siempre acechante desde la noche y oscuridad. Por eso hoy es la fecha con docenas de rituales ofrecidos al sol, porque hoy vence el bien sobre el mal, la luz sobre las tinieblas, el firmamento divino sobre los avernos demoníacos… Y en esas estamos.

Posiblemente se trate de una costumbre cuyo origen se remonte a la prehistoria y a las celebraciones relacionadas con el solsticio de verano. Y sería de tal arraigo que consiguió sobrevivir al raseo de la cristianización, a pesar de haber usado para su suplantación su artillería más pesada, nada menos que san Juan Bautista, el antecesor de Jesucristo, no con ciertas coincidencias con lo que hasta aquí nos ha traído: es él precursor que purifica el alma y el cuerpo con el agua del bautismo. Lo mismo que se hacía —y hace— con el sol, fuego, agua, rocío, plantas… del día de San Juan.

 

Eguzkia dantzan, pozik San Joan eguna bere eguna delako

A GORBEIA
Una de dichas costumbres, ya olvidada, era la de ascender a la cumbre de Gorbeia (1.481 m), punto culminante de los territorios vascos de Bizkaia y Araba, para admirar cuán grande era ese día el amanecer. Es sobrecogedora e inequívoca la descripción que da Pascual Madoz al hacer su Diccionario Geográfico que elaboró entre los años 1845 y 1850, con las respuestas a sus preguntas, remitidas desde todos los pueblos. Dice así en la entrada «Gorbea»: «Principalmente el día de San Juan Bautista suele ser extraordinaria la concurrencia que para los primeros albores del día se halla ya en la cima, esperando la magnífica salida del sol».

He escuchado a algunos pastores mayores el recuerdo del baile que luego hacían en el entorno de Igiriñao —majada previa a las grandes rampas que nos llevan a la cumbre— aquellos que descendían de la cumbre junto a los más remolones que habían optado por quedarse allí, con peores vistas del amanecer.

Casualmente también el poeta y músico laudioarra Ruperto Urquijo (1875-1970), que tan bien describe escenas de los primeros años del siglo XX en sus canciones, es quien nos habla de aquella cándida romería en las alturas, aprovechando las excursiones en sus estancias veraniegas en el balneario de Areatza:

«Pañuelo al cuello, faja de seda, pantalón blanco limpio y plancha[d]o. Hala Ana Mari, a cuándo esperas, los txistularis ya han empezado, en todo el valle los txistus suenan, toda la gente va hacia Iturriotz. Van a la fuente, van de verbena, aúpa Ana Mari vamos los dos.
Vamos todos hoy de madrugada a la fuente clara, cantando a un compás, allí haremos chocolatada, cantando canciones de amor y paz.
Vamos todos a la bella fuente donde los pastores apagan su sed. Vamos todos como fueron siempre, vamos a la fuente porque San Juan es.
Levanta Ana Mari no tengas galbana que ya apunta el alba y las cuatro son. Levanta Ana Mari que en esta mañana es lo más grandioso ver salir el sol».

La fuente a la que hace referencia esta extraordinaria descripción es la de Igiriñao, la última en el ascenso hacia la cumbre, cercana al lugar del baile, y que se conoce como Iturriotz o incluso Lekuotz, porque —insisten todos los pastores más mayores— es su agua tan fría que a mucha gente le ha dado un pasmo al beberla. Por ello hay que extremar las precauciones…

También es reseñable la referencia de Juan Manuel Etxebarria Aiesta en su obra Gorbeia inguruko etno-ipuin eta esaundak-II (2016) relatando una vivencia [usando la traducción que ofrece el autor] de uno de sus entrevistados: «Ahora él va siempre que puede a la cruz del Gorbeia a dormir bajo la cruz en la víspera de San Juan. En la mañana de San Juan, se levanta, pisa descalzo el rocío matutino, observa la salida del sol, saca unas fotos y desciende. Dice que desde la cruz del Gorbeia aparece el sol por encima del Anboto, un poco hacia el Oiz, justo por encima del llamado “el paso del diablo”, el famoso paso peligroso del Anboto».

 

Anboto eta munduko mendiak, eguzki berria besarkatzen

EL BAILE DEL SOL
Los más dados a la ciencia opinan que, en efecto, sí se producen unas refracciones en los rayos solares que aparentan cierto movimiento del astro. Por tanto no va del todo descaminada esa creencia extendida por toda Europa y es que, una vez más, tampoco la idea del baile del sol es exclusiva nuestra.

 

Ardiak, bazkan pozarren, egun berria heldu delako

Especial arraigo goza, aún hoy en día, en las zonas rurales de Galicia: «No día de San Xoán, baila o sol pola mañán» dice su celebrado refrán. Allí lucharon inútilmente durante décadas contra esta creencia un gran número de ilustrados y eruditos. Con poco éxito…

Es llamativa la desesperada reflexión del fraile predicador Benito Jerónimo Feijoo que, en 1740, la tildó de creencia ridícula: «Lo que baila el sol esos días, es lo que baila todos los demás del año en las mañanas claras y serenas; y es que al salir se representan sus rayos como en movimiento, o como jugando unos con otros, y esto quiso el vulgo que fuese bailar el sol».

DESDE GORBEIA
Al publicarse estas notas estoy en la cumbre de Gorbeia, pasando la noche previa a San Juan en su cumbre, para ver desde este púlpito el grandioso amanecer sobre el macizo de Anboto. Hay algún que otro nostálgico más que aún mantiene la tradición…

Porque a las costumbres, creencias y tradiciones, es decir, a lo que en esencia somos, hay que velarlas en dura vigilia para poder sentirlas, interiorizarlas y fundirnos con ellas, del mismo modo que los caballeros habían de hacer con sus armas antes del nombramiento o el cetrero con su nuevo halcón.

Y aquí estoy, locamente enamorado, esperando que la simpar doncella Eguzki me haga perder el sentido al concederme uno de sus milenarios bailes…

 

Dicen que decían los mayores de Okondo

Dicen que decían los mayores de Okondo [Araba] que en el amanecer del día de San Juan el sol salía bailando, pozarren gainera, berarentzat egunik garrantzitsuena zelako, aginte gehienekoa.

Por eso, dicen que decían los mayores de Okondo, no era de extrañar que las brujas se apareciesen a los humanos entre Markuartu y Arasketa y que, como las de toda Euskal Herria, estuviesen inquietas la noche anterior a San Juan, haiek ohituta zeudelako gauean ibiltzen eta gau hura urteko laburrena, kezkagarriena zelako. Arriskuan zuten gaueko izakien erresuma… «Eguna egunekoentzat, gaua gauekoentzat» zioen esaera zaharrak. Nola ez ziren kezkatuta egongo ba…

Dicen que decían los mayores de Okondo que por ello se solían poner unas ramas de fresno en la puerta de casa, para protegerse, zerbait egin behar zutelako izaki bihurri haien trikimailuetatik babesteko. Elorria ere jartzen zuten edo, oraindik ere zaharragoei entzunda, unas cruces de madera. Todo era poco para librarse de su perturbador mal humor.

Una de ellas era la afamada bruja que vivía en la Cueva del Conejo, sí, la cueva encima del barrio de Laburu, de La Ventilla hacia arriba. Ez zuek hark umore onik, ez. Batez ere orain kontatuko dizuedan historian.

Dicen que decían los mayores de Okondo que en cierta ocasión un muchacho de Okondo le robó aquel peine de oro con el que tantas horas pasaba acicalándose el rubio pelo al sol. Eta hartu zuen haserrea egundokoa izan zen. Era guztietako biraoak bota zituen sorginak lau haizeetara, jakin gabe nork zeukan lapurtutako orrazia: «Ekarri nire orrazia, bestela galduko dizut zure ondorengo askazia«, «Dame el peine leré, que si no te mataré«. El peine nunca apareció ni se supo a ciencia cierta quién lo había robado, pero algo se podía intuir porque no fueron pocas las desgracias que, generación tras generación, cayeron sobre la desdichada familia de un muchacho del caserío Aspuru. Aunque otros dicen que el muchacho sería del cercano caserío de Beraza ya que una noche aparecieron muertos todos sus cerdos de la txarrikorta sin razón alguna. Sorginaren madarikazioari egokitu zitzaion zorigaitzezko gertakizun hura. Edonola, algo habría cuando así sucedió… Dicen que decían los mayores de Okondo

A veces, por envidias o recelos, llegaban a confundirse, intencionadamente, los humanos con las brujas. Que se lo cuenten si no a aquella pobre Catalina de Otaola a la que llevó a juicio en 1517 su potentado vecino de Okondo Martín de Urtizaustegi, acusándola de «hechicera pública y secreta, encantadora y sorgina«. Tal cual… En fin, no perdamos el hilo…

Dicen que decían los mayores de Okondo que no había rito más importante para la salud que llenar un recipiente con agua de cualquier fuente en la noche de San Juan. Pero, al igual que a la hora de cortar las protectoras ramas de fresno, debían hacerlo antes de que despuntase el sol. De no proceder así, perdía su poder mágico y protector. Para más inri había que proceder además sorteando las tretas de las omnipresentes brujas. Y de los duendes, aquí llamados «familiares» que a buen seguro los había.

Por no hablar de los gentiles que, dicen que decían los mayores de Okondo, vivían en la Cueva de los los Gentiles, en el barranco de Asuntza, en Okongogoiena, debajo de Kastillozar… el castillo que aquellos mismos gigantes habían probablemente construido.

Ez da harritzekoa gertu dagoen Aretxarro haitzuloan Historiaurreko gizakien aztarnak agertu izana. Leku miresgarria da Okondoko bazter hura eta horregatik han eta betiko bere hildakoak uztea erabaki zuten gure arbasoek. Ba al da betikotasunean egoteko leku liluragarriagorik Mareazuloko ingurumaria baino? Okondo eta itsasoa bat egiteko, izaki mitikoek eraikitako lur azpiko zuloa. Ederra… Baina itzul gaitezen utzitako bidera…

 

Nada había tan único y especial como la noche previa al día de San Juan, una noche que, desde una eternidad atrás, se disputaba entre los incómodos seres mitológicos de la oscuridad y los resignados okondoarras que a duras pena conseguían sobrevivir en aquel valle, en aquel húmedo valle… Una noche peligrosa y en la que el mejor remedio era traer la luz del sol a la noche. Pero, ¿cómo? Haciendo una gran fogata [porque aquí son fogatas y no hogueras], eguzkiaren ordezkaria lurrera ekarriz, nolabait esateko. Sorgin eta iratxoek jasaten ez zuen sute handi bat, bai. Horra, norberak garbitzeko zuen guztia botatzen zen, azken finean, horixe zelako sute hura: purifikazio erritual bat.

Sin embargo, lo más celebrado era el saltar sobre las brasas, una vez desaparecidas las llamas. El alma del fuego… ya que, dicen que decían los mayores de Okondo, ello preservaba de la enfermedad de la rabia y de las mordeduras de las serpientes a quien lo hiciese. Tampoco era extraño hacer pasar el ganado, con el mismo fin protector, sobre las cenizas ya apagadas.

Herri euskalduna zen Okondo, oso, eta ia sagardoa baino ez zuten edaten baserritar haiek. Ez zuten besterik nahi. Sagardoak indar eta bizitasuna ematen zizkiolako gorputzari. Hala esan zigun Jose Paulo Ulibarri entzutetsuak… Era por otra parte la sidra y el tocino asado, aquí llamado «koipetsu», lo que hacía perder el sentido a las brujas. Y una y otra vez se lo pedían o robaban a los sufridos okondoarras. Dicen que decían los mayores de Okondo

Pero, al margen de estas historias locales, las brujas y otros seres de la noche siempre están ahí. Y hoy más que nunca, agazapados en cualquier rincón, esperando a salir para hacernos de las suyas. No tenéis más que mirar a vuestro alrededor y fijaros con atención. Por nada del mundo os olvidéis de hacer hoy una gran fogata, de poner una ramita de fresno en vuestra puerta o de echar un trago de agua antes del amanecer. No vaya a ser que luego se os arrepienta. Pero tranquilos, que esta noche amenazante acaba rápido… enseguida saldrá el sol bailando por el horizonte, sobre Markuartu. Y algo habrá de cierto en toda esta historia, porque dicen que así lo decían los mayores de Okondo

Meltxora Larrinaga (1937) okondoarrari eskainia, berak, beste inork ez bezala, dakielako Markuartuko zein iturritatik dabiltzan sorginak…


[A Melchora Larrinaga (1937), última gran depositaria de los tesoros de Okondo y que, a pesar de haber nacido el día de San Pedro, conoce como nadie qué grandes son la noche y el día de San Juan]

 

 

Alkandora, la chilaba vasca

 

Como me encanta el Magreb, la semana pasada he vuelto a ir una vez más al fascinante Marruecos. Pero en esta ocasión, para evitar andar acarreando equipajes molestos, fui con la vestimenta mínima y, una vez allí, compré en el zoco de Marrakech una chilaba, la indumentaria ideal para moverse por aquel país.

Durante varios días nos ha acompañado un muchacho bereber originario de Merzouga y que ha sido nómada hasta hace unos años. Hablando con él de la chilaba le comenté una curiosidad que yo conocía y le deleitó. Por ello creo que es interesante compartirla.

La chilaba es para nosotros una prenda típica árabe que cubre todo el cuerpo y que identificamos rápidamente. Su rasgo distintivo es que están dotadas de una característica capucha puntiaguda: si no, no son chilabas de verdad.

Se trata de una prenda muy antigua, poco evolucionada en aquellas latitudes y que no difiere demasiado de los kapusai que usaban nuestros pastores hasta hace un siglo o de los hábitos de los monjes.

Sin embargo, lo que para nosotros es «tan unificado», en el mundo árabe es más complejo. Así, distinguen perfectamente que la chilaba es en realidad esa prenda en su versión femenina, pasando a denominarse kandora cuando es la de los hombres, normalmente con menos adornos.


Pues bien, aquellas kandora del pasado eran, al ponerles el artículo, al-kandora. Y de la convivencia de varios siglos con los árabes en la Península, el castellano antiguo adoptó para sí aquel término que, aunque no se usa en la actualidad, sí lo recoge aún el diccionario de la Real Academia Española: «Alcandora: Vestidura a modo de camisa o la camisa misma«.

Y, una vez más, el euskara la tomó prestada. Y la meció durante siglos para hacerla llegar hasta nuestros días, devolviéndonosla llena de vida, mimándola y queriéndola como sólo nuestra lengua sabe hacer. De ahí nos surge el nombre de las «alkandora» vascas, las ‘camisas (de hombre)’ que vestimos a diario.

Como sabemos, fruto de una metátesis —salto de lugar de algún sonido dentro un vocablo— tenemos la variante alkondara, versión léxica muy extendida si bien Euskaltzaindia desaconseja su uso, priorizando la más genuina alkandora por ser aquella variante tardía de ésta.

Por otra parte, el castellano usa hoy en día la palabra «camisa» que en realidad tiene origen celta. Y de ahí el camisón que, salvo la capucha, no difiere mucho de la concepción de la prenda conocida como kandora o chilaba.

Otra curiosidad más, recuerdo de una dulce conversación nocturna sobre el arenal desértico de Merzouga, el legendario Erg Chebbi.

Tanemirt, Hamy, bihotz-bihotzez.

Urratsak egin eta ez eman

Gaztelaniari begira dugu euskara, morrontza sistematikoan, hark egiten duenari beti so, geuk zerbait antzeman eta berehala, arineketan imitatzeko. Berdin dio zein aberatsa den gure altxor linguistikoa, zenbat gure baliabideak: gaztelania da gure ibilbidea artezten duen argia. Euskararen arima deabruren bati merke saldu diogula esango nuke…

Kasu horietako bat urratsa edo pausoak hitzak erabiltzean dugu, geroz eta gehiago erabiltzen delako egokia ez den forma. Edo, behinik behin, ez da erabiltzen egokiena den aukera.

Urratsak eta pausoak egin egiten dira euskara jator eta tradizionalean, ez eman. Eman aditzak ‘entregar’ esanahia du euskaraz, hots, ez da batere egokia gure beharretarako.

Adineko baserritar batekin hitz egingo bagenu ez legoke zalantzarik, berez irtengo litzaiokelako forma klasikoa. Baina Hego Euskal Herriko euskaldun ikasi batekin hitz egingo bagenu, gauzak aldatuko lirateke, praktikan, guzti-guztiek erabiltzen dituztelako «etorkizuna konkistatzeko gaur hasi behar dugu pausuak ematen» tankerako formulak. Ia salbuespenik gabe. Hori delako eskoletan, euskaltegietan edota hedabideen estilo liburuetan zuzentzen ez den formula arrotza, ez egokia. Euskara aurrera joan dadin, ikasi, mintzatu eta sentitu beharra dago. Pausoz pauso. Poliki-poliki. Baina aurrera egin ahala, urratsak gehituz joango gara.

Klasikoetatik hasita gure garai modernoetara iritsi arte, urrats(ak) / pausu(ak) egin izango dugu. Harago oraindik, urrats egin ibili aditzaren sinonimoa da.

Aurrera edo atzera ez dakit, baina ez ditzala gaztelaniak gure hizkuntzak egin beharreko pausuak marka.

Cuando paseéis hoy por Gardea

Hoy cuando paseéis por Gardea (Laudio)… os encontréis una curiosa alfombra de pétalos y ramas de “millu” (‘hinojo’) frente a la casa Poletxe. Y quizá os sorprenda…

No es fruto de ninguna locura. Es la gran aportación que anualmente hace una gran mujer, Itziar Letona, para que no se pierda una tradición que antes se llevaba a cabo en todas las casas.

Se debe a que hoy es el Corpus Christi, una fiesta de gran raigambre e importancia en otros tiempos (de ahí el conocido dicho de “Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión”) pero que dejó de ser festivo como tal en 1989.

La fecha se calcula en función del calendario lunar, siendo por tanto móvil. El mejor “truco” para identificarlo es añadir 60 días al domingo de Resurrección, al domingo de la Semana Santa, y siempre es jueves. Hoy en día, al no ser ya festivo, se celebra el acto religioso en el domingo posterior. En comunidades como Madrid o Castilla-La Mancha así como en numerosos municipios, adoptaron el día de hoy como festividad local para seguir reforzando el poder «intocable» de la Iglesia ya que hubo muchas corrientes críticas internas a la hora de eliminar el carácter de festividad.

Es una fiesta de origen medieval, por cierto, concebida e impulsada de nuevo por otra mujer, Juliana de Cornillon, y celebrada por primera vez en 1246 en Lieja (Bélgica). Con ella se rinde homenaje al cuerpo y sangre de Cristo, es decir al vino y las hostias que, consagradas, reciben en las misas los practicantes que así lo desean. Con ello, se funden los humanos y lo divino, poniéndose «en común», haciéndose uno… de ahí el término comunión.

Pero sin más rollos mañaneros, quedaos con el detalle de las flores en los Caminos Viejos de Gardea, las únicas supervivientes en el naufragio ya irremediable de otra de nuestras costumbres.

Gracias mil, Itziar, por mantener la llama de nuestro pueblo viva. Mujer tenías que ser…