Lleva diez días muerta y seguimos viendo su féretro: el entierro de Isabel II, previa gira de su cadáver, tiene que servir para que hasta el más rancio se dé cuenta de por qué nos sobran las monarquías. No tiene ningún sentido el espectáculo, ni la pompa, ni lo que es más importante: el gasto. El periplo de la momia, los viajes de otros jefes de Estado (algunos, elegidos democráticamente, otros, por las gónadas de sus progenitores) incluso el seguimiento de la prensa sin la debida contextualización (lo que cuesta, lo que supone, quién y por qué apoya todo esto) es absolutamente injustificable hoy.
El más grande
Sufrir la turra que nos han dado con Isabel II; ver quién es, qué hace y cómo interpreta el mundo Carlos III; comprobar que Felipe VI como jefe de Estado es perfectamente sustituible; y asistir al autoexilio de Juan Carlos I, las razones del mismo y, además, sus formas y sus regresos, son los mejores argumentos para defender la abolición de estas instituciones. Y si falta alguno, ya lo pone el emérito español: “Yo no he matado a nadie como para que se genere este protocolo para que no se dé esta imagen”, dicen que ha dicho quien disparó a su hermano en circunstancias que nunca se explican con claridad.
El jefe del Estado
Al funeral de una jefa de estado por herencia que ha dejado el puesto a su hijo, en representación de España, ha asistido Felipe VI, que cumple con los mismos requisitos. La presencia de Juan Carlos I, que siempre es una buena noticia para dinamitar la monarquía desde dentro, ha enrarecido al ambiente y ha provocado que el ministro de Exteriores haya tenido que insistir: “El jefe del Estado está claro que es Felipe VI”. Esta afirmación, como todo lo que estamos viendo, tiene que servir para abrir una reflexión porque a Felipe VI, si hubiera tenido que presentarse a unas elecciones, no lo elegiría casi nadie.
El matrimonio
La aparición de Juan Carlos I ha sido como un regalo para romper con toda esa aflicción forzada que ha generado Isabel II. Y para poner de manifiesto que él hace lo que le da la gana, que su hijo es absolutamente prescindible y hasta el papel de Sofía de Grecia, que tragó con todo tipo de infidelidades por mantener en pie lo poco que quedaba de la casa real griega. Hablemos de todo, pero como adultos que somos: no era campechano, era un jeta. No sabía estar, estaba para mantener a toda su familia. No está preparado, está ahí para mantener un chiringuito familiar insostenible, y menos con su falta de carisma.
“Clap your hands”
El rechazo a la casa real británica donde reina por cojones (y ovarios) es un derecho histórico, igual que lo es el rechazo a la casa real española donde reina por cojones, ovarios y porque Franco quiso, que no se nos olvide. En Escocia preveían que el minuto de silencio obligado en el fútbol iba a ser una oportunidad para que miles de personas mostrasen su desprecio a la institución, así que la orden fue aplaudir. ¿Qué hicieron entonces los hinchas del Celtic (católicos y republicanos)? Cantar: “If you hate the Royal Family clap your hands” (“si odias a la familia real palmas das”). Viva la creatividad.