Si me hiciese pasar por un activista de izquierdas les estaría engañando y me estaría mintiendo. Sé cómo funciona la política y he intentado comprender y explicar las exigencias de Europa y los gobiernos más cercanos. Pero también creo que para seguir siendo justo hay que dar ya un golpe sobre la mesa. Y las subidas de las pensiones y el SMI han sido dos que tienen que suponer un punto de inflexión para que la clase media (que la formamos casi todos) deje de verse ahogada por impuestos y recortes, y se recupere. Ya vale de rescatar a los de siempre. Nos toca.
La verdad
Me esfuerzo en conocer el suelo que piso, y sé que, en política, en lo implícito puede ir lo más importante de los mensajes (entendiendo algunas decisiones también como mensajes). Este fin de semana el extraordinario Miquel Roig, sin embargo, decidió ser explícito en dos tuits que ponen muchas cartas europeas boca arriba: “Si me permiten la paráfrasis, España hace como que cumple y la Comisión como que vigila… Lo que cambia este año con el nacionalpopulismo italiano es que Italia no hace ni amago de querer cumplir y, claro, eso es un desafío político”. Sigamos haciendo como que.
No, no lo necesitamos
La periodista de TVE, Ana Ruiz Echaurre también clavaba en un tuit una acertada reflexión, de esas que abren debates: “No necesitamos que un reportero se meta en el agua hasta las rodillas para contarnos que llueve y es peligroso. Es peligroso para él y un mal ejemplo para prevenir accidentes. Ya está bien de espectáculos absurdos en vez de información”. Y estoy de acuerdo: ciertas modas, sobre todo en los directos, siguen resultándome incomprensibles y, como casi todas las modas, prescindibles. Son muchos años ya de tele como para saber qué aporta y qué no.
El otro gran tabú del fútbol
Son dos los grandes tabúes del fútbol actual: el de la homosexualidad de los futbolistas y el de la imposibilidad de ser madre (por contrato, incluso) de las futbolistas. Por eso es estupendo que en el Twitter de Panenka hayan recuperado su artículo sobre lo silenciada que esta esa práctica. No la de la maternidad, sino la de la imposibilidad de ejercer tu derecho a planificar tu vida por contrato. Unos contratos que, además, por la histórica situación del fútbol femenino, en nada son comparables a los de los profesionales del masculino. Aunque se han tomado medidas será importante levantar el tabú.
Uber, el liberalismo perfecto
Ya pocos se atreven a decir lo que dijeron: que Uber era un espacio colaborativo que había proporcionado la tecnología, un ejemplo a seguir para transformar la economía y hacer posible una utopía socialista o casi comunista. Hoy Uber es ya el mejor ejemplo de lo que es el liberalismo salvaje, y Esteban Hernández lo describe muy bien en El Confidencial: el trabajador paga los impuestos y la herramienta de trabajo, y la empresa optimiza la inversión en recursos (lo que cuesta la web, los abogados y la publicidad). Además, el trabajador se controla por la puntuación constante del cliente.