La juventud szekler acampa cada verano por su autonomía

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La «summer camp» de Gyergyószentmiklós cumple su 11 edición. Es la segunda acampada para los jóvenes de origen húngaro en Transilvania después de la celebrada en Tusnad dos semanas antes.

GYERGYÓSZENTMIKLÓS. El desmontaje de la acampada no es fácil. A los escenarios, las carpas, los barracones para las charlas, las áreas de comida y bebida, e indicar el camino a las furgonetas y caravanas que ofrecen comida rápida («combustible» para seguir escuchando, cubriendo tu turno, integrándote en círculos diferentes, y participando en los conciertos) hay que sumar las cuadrillas de rezagados y los propios equipos de colaboradores, que remolonean para que no se apague fácilmente lo que ha costado tanto arrancar. Szeklerland avanza así, verano tras verano, como una región con atractivo turístico y como una comunidad que toma conciencia política de sí misma para lograr el objetivo de la autonomía, arrebatada por Ceausescu y no devuelta por ninguno de los gobiernos democráticos posteriores.

Ya son once los años que lleva celebrándose ininterrumpidamente la EMI Camp que organiza la Erdélyi Magyar Ifjak o Juventud Húngara de Transilvania, en esta ocasión, del 5 al 9 de agosto en Gyergyószentmiklós (en húngaro, Gheorgheni en rumano). Pese a los cambios de localización, el proyecto se ha consolidado. Un proyecto que ha crecido integrando otros elementos de la ciudad, como las cabañas turísticas (levantadas con fondos europeos) junto a la zona de acampada que este año han acogido a los organizadores; los hoteles en los que alojan a músicos, ponentes y periodistas; y la propia prensa local. El siguiente paso, la creación y mantenimiento de un camping permanente que reporte ingresos todo el año salvo la semana de la acampada, reservada para su realización. A ella se han acercado jóvenes de todo el territorios, y algunos hasta de Hungría. También han sido muchos los no tan chavales que se han dejado ver. «Los que eran jóvenes hace once años ya no lo son tanto pero siguen viniendo», comenta divertido Arus Zsolt, del Consejo Nacional de Szeklerland, que nos va explicando los porqués de todo lo que vemos.

El ciclo de los asistentes (muchos de ellos, al mismo tiempo, voluntarios a turnos) empieza por la noche: después de los conciertos, digeridos con cerveza szekler (la marca ha nacido este mismo año y ya es un éxito) y, por supuesto, palenka, una especie de orujo muy afrutado, hay que dormir un poco, antes de que a las 10:00 empiecen a hablar los ponentes, locales o llegados de otras zonas de Europa, en barracones propios de una acampada. A medida que avanzan las horas y las mesas, el número de asistentes crece, igual que el de jóvenes que se desperezan, abandonan sus tiendas de campaña y van de un lado a otro de la campa, comprobando cuál es la oferta cultural del día. Por la tarde, demostraciones musicales con instrumentos tradicionales, actividades como montar a caballo o explicaciones sobre las técnicas de defensa y ataque medievales.

No hay que olvidar que los szekler se definen a sí mismos como el pueblo heredero de Attila, el huno, que «ya estaba allí» cuando los húngaros llegaron a Transilvania. De hecho, ellos eran los guardianes de las fronteras del imperio austro-húngaro, los encargados de repeler las cometidas del enemigo rumano, y salvaguardar los límites territoriales, apunta Marc Gafarot, periodista y observador político del CIDOB, ponente en las dos acampadas szekler este verano. Después de la I Guerra Mundial, Hungría empezó a perder territorios con los diferentes tratados y negociaciones, y surgieron estas comunidades húngaras a cientos de kilómetros de la frontera, que han luchado y luchan por preservar su propia identidad y cultura, asimilados, rodeados y colonizados (con ciudadanos rumanos instalados por el gobierno en los típicos edificios socialistas de tres plantas en los ensanches de las antiguas ciudades) por quienes habían sido sus enemigos.

Siguiendo el rastro del turismo

Gyergyószentmiklós es una ciudad de algo menos de 20.000 habitantes, muy dispersa, en la que la mayoría de la población habla y vive como si fueran húngaros. El centro es reducido, con varios bancos, tiendas de diferentes tipos y tamaños, incluso unos almacenes no muy grandes, alguna cafetería, un hotel (en toda la ciudad hay cuatro, además de otras posibilidades para hospedarse como las campañas y un motel) y el periódico local (por supuesto, editado en húngaro). La atención en la hostelería es bastante desigual.

La ciudad creció al uso socialista de mediados de siglo, con edificios rectangulares de tres plantas y calles muy anchas, hay varias zonas residenciales con casas bajas en las que se pueden apreciar los vallados y puertas de maderas típicas de Szeklerland, y en las afueras se sitúan las zonas y viviendas rurales. En la carretera hacia las montañas (aunque «Szentmiklós» ya está a 800 metros sobre el nivel del mar) pero dentro del término municipal, hay casas de verano junto al río, que son las que más sufren a los muchos osos que merodean por los alrededores. En menos de 30 kilómetros, después de coronar la primera cima por medio de una carretera serpenteante, el municipio ofrece dos de sus principales atractivos turísticos naturales: Gyílkos Tó, un lago formado cuando una montaña se desgajó y cortó el flujo de un río, y Békási Szoros, el desfiladero cuya carretera y túnel fueron construidos en tiempos del imperio austro-húngaro, y que conecta en cuestión de minutos con la Moldavia rumana.

Varios hoteles rurales esperan a los viajeros, de momento, mayoritariamente rumanos, como rumanos son quienes ofrecen artesanía producida en serie en rincones imposibles de la carretera, en casetas iguales unas a otras permitidas por el gobierno de Bucarest. Este ejecutivo es también el responsable de la masificada oferta de terrazas y merenderos junto al lago, y de dejar en manos del ayuntamiento, como una patata caliente, la gestión de los servicios que estos mismos locales y sus visitantes exigen. Pese a los tenderetes, los Cárpatos siguen siendo imponentes y el desfiladero, impresionante. La montaña parece echarse sobre el caminante, que, con mucha atención a coches y autobuses turísticos, se sobrecoge al levantar la vista y comprobar cómo el sol ilumina los picos más altos. Muchas de las paredes están marcadas para que los aficionados a la escalada puedan también disfrutar.

También en Tusnad

Dos semanas antes de la summer camp de Gyergyószentmiklós tiene lugar otra en Tusnádfürdö, un municipio con un importante atractivo turístico basado igualmente en su particularidad cultural y los recursos naturales. Esta primera acampada tiene un enfoque mucho más político, y en la edición de este año estuvo el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, además de otros miembros de su gobierno, representantes diplomáticos y parlamentarios europeos. Esta acampada cuenta con una suerte de apoyo, por lo menos por medio de su presencia, del partido de Orbán, el Fidesz, dentro del PP europeo. En ambas acampadas participó como invitado el presidente del Consejo Nacional de Szeklerland, Izsák Balázs.

La comunidad szekler, por medio de su consejo nacional, iniciativas civiles y particulares como las acampadas, lleva varios años trabajando en dar a conocer su situación y sus reclamaciones. Estos campamentos sirven para reforzar el asentamiento de sus reivindicaciones entre los más jóvenes, pero también son un estupendo ejercicio de relaciones internacionales con otras comunidades, partidos políticos o medios de comunicación. Con un objetivo parecido pusieron en marcha el Tour de Szeklerland, una prueba ciclista en el último nivel del profesionalismo pero dentro del calendario de la UCI Europe Tour, y que tuvo lugar, igualmente, la primera semana de agosto.

Este reportaje fue publicado [Enlace roto.] y [Enlace roto.] el 16 de agosto de 2015.