El calificativo no es mío, sino de Tedros Adhanom, el máximo responsable de la OMS. Y lo usó para describir la situación en India. Allí, el coronavirus actúa con especial intensidad y la imagen que evoca la palabra, “pandemia”, es la de los crematorios improvisados y el caos más absoluto. En India, especialmente pero no únicamente, por desgracia, la pandemia no son 1.800 muertos por millón de habitantes, ni un confinamiento con Internet y bares, ni que me metan en un ERTE, allí la pandemia va en serio: arrasa con la población, aterroriza y devora a la ciudadanía del país que, para mayor controversia, está considerado “la farmacia del mundo”.
¿Para quién es la esperanza?
Sin duda, esta pandemia nos pone delante de cuestiones que no querríamos hacernos: ¿seguimos obligando a India a exportar su producción de vacunas, dada la situación? ¿Nos mantenemos en el reparto mundial, aunque sea injusto? ¿Liberalizamos todo y que compre el que pueda? En Tailandia las autoridades se están haciendo una de esas preguntas en voz alta: “¿Vacunar antes a sus ancianos o sus islas turísticas?” (Vozpópuli). ¿Qué opinamos desde esta parte del mundo desde la que anhelamos nuestra antigua vida de ricos durante quince días en resorts paradisiacos con locales a nuestro servicio?
Al final, salimos más egoístas
Esta es la jodida verdad y no otra: nos contagiamos porque somos incapaces de no entrar a un bar abierto y porque con tres cervezas alzamos la voz y no nos acordamos de ponernos la mascarilla después de cada trago. Y los bares están abiertos en la CAV porque un juez que se reía de los epidemiólogos así lo decidió. Pero no hace falta ni juez ni hostelero (que solo es un autónomo que no quiere perder más dinero): en el primer mundo nos quejamos del puto lujo, con nuestro 4G y nuestro Netflix, atacamos a la policía (8 agentes heridos en Londres) y montamos manifestaciones porque no nos dejan hacer lo que nos da la gana.
Y ahora viene el fútbol
Pese a las decepciones del último mes, el peor para el Athletic, diga lo que diga Marcelino García, estoy deseando volver a San Mamés, pero no veo nada claro que este síntoma de normalidad esté justificado por el momento sanitario y social: el fin del estado de alarma podría permitir el regreso del público a los estadios de fútbol y los pabellones de baloncesto. Por lo que han publicado en distintos digitales, se barajan dos escenarios: los últimos cuatro partidos de Liga (Primera y Segunda) o los dos finales. ¿De verdad tanto cambiaría los panoramas económico y deportivo esta posibilidad?
Todas las vacunas son igual… De buenas
El mensaje de la investigadora Beatriz Mothe en Nius es de esos que tenemos que repetir los periodistas: “Ni se ha ido demasiado rápido con las vacunas, ni hay vacunas mejores que otras, ni los parones en la inoculación de dosis indican que algo no va bien”. Y para muestra, los botones que ya empiezan a llegar al catálogo, empezando por Israel y siguiendo por nuestras residencias de mayores. Todas las vacunas suman en la inmunización de nuestro propio entorno y si han sido aprobadas y distribuidas es porque su seguridad está garantizada. Esto es lo que hay que repetir aunque no genere “clics” en nuestras webs.