Pedro Blanco me representaba con este tuit: “Lo voy a decir. Que llevo días queriendo hacerlo. Creo que la forma en la que estamos juzgando la respuesta a una crisis jamás vivida, jamás contada, jamás gestionada es una mezcla de frivolidad, atrevimiento e irresponsabilidad. Yo tengo todas las dudas, otros sólo certezas”. Admito mi ignorancia como admito mi perplejidad ante la cantidad de gente, políticos, futbolistas o anónimos, que lo tiene tan claro. Pero no nací ayer: sé que está intentando hacer trampas quien es tan osado de mezclar el TAV con la compra de mascarillas, por ejemplo, como si solo él fuera listo.
El mejor aplauso, los impuestos
Por supuesto, me parece bien salir al balcón a aplaudir a los sanitarios, ertzainas y trabajadores del servicio municipal de limpieza que nos están cuidando. Pero coincido con Aitor Lagunas en que más importantes que esos minutos son otras cosas: “Me parece genial que quien quiera salga al balcón a aplaudir al personal sanitario. Pero que esta crisis, además de los gestos, sirva para concienciarnos: no hay nada más ‘patriótico’ que pagar los impuestos y nutrir con ellos la sanidad, educación e investigación públicas”. Como sugería Josu Eguren en Twitter: ojalá esta crisis sirva para estigmatizar a quien no paga impuestos.
¡Toma modelo privado!
Quienes plantean recortar impuestos o apostar por la sanidad privada porque, según sus gónadas morenas, es más eficiente, podría empezar por explicarnos por qué el tratamiento contra el coronavirus en EE.UU. asciende a 35.000 dólares. Dinero que abonará el asegurado, en el mejor de los casos, en parte, porque los seguros no parecen cubrir las pandemias, precisamente. Y eso, contando con que el afectado tenga un seguro decente, porque hay personas que directamente no pueden permitírselo y si caen enfermos tienen que elegir entre sobrevivir endeudados o morir. Literalmente.
A ver si cae este mito
Ojalá este esfuerzo de confinamiento o de ir a trabajar con miedo pase rápido y, sobre todo, sirva para algo. Lo primero, para que la pandemia afecte menos y se cobre menos vidas. Segundo, para que podamos sacudirnos un poco y despreciar a quien no paga impuestos, a quien nos la ha intentado colar para su propio beneficio (económico o político) durante esta crisis, y a quien ha vivido muy bien con chorradas que hemos visto innecesarias. Un mito que tiene que caer, por ejemplo, es el de que la juventud no ve la televisión y se informa solo por medio de infuencers y youtubers. ¡Ya les gustaría!
Demasiada filosofía tempranera
En la segunda semana de confinamiento han empezado a surgir reflexiones sobre cómo será la sociedad resultante de este confinamiento. Como acabo de escribir, yo me conformo con poner en valor el pago de impuestos, rechazar a los que intentan siempre colárnosla y que midamos mejor la verdadera influencia de los influencers, sobre todo, en la juventud. Pero algunos empiezan con filosofía tempranera. Hay optimistas que se aferran a que “saldremos diferentes y mejores”, y los hay pesimistas, que hablan de economías y sociedades hundidas. Yo, simplemente, soy escéptico: todo será igual. O casi.