Rato a la sombra

De entre las imágenes de los últimos días, ninguna me ha parecido tan inspiradora como la de Rodrigo Rato Figueroa, plusmarquista sideral de la soberbia, pidiendo perdón urbi et orbi a la entrada de cárcel de Soto del Real. Es verdad que la humildad sobrevenida no colaba ni para festival de teatro escolar y que olía que echaba para atrás a solicitud anticipada de mejora de grado. También es un hecho indiscutible que al fulano le han permitido lo que se le niega a la inmensa mayoría de carne de presidio, es decir, escoger trullo y, dentro de un plazo, día y hora del ingreso. Podemos unir a las certezas la cortedad de la pena y el muy presumible trato privilegiado que se le dispensará al ya probado chorizo asturiano, y aun así, seguirá pareciéndome que hay motivos para el aleluya. Piensen que no hace muchas lunas creíamos sin duda que antes pasaría una caravana de camellos por el ojo de una aguja que este y otros tiburones por el control de acceso a una prisión para quedarse una temporada dentro. Y ya son unos cuantos, casi los suficientes para que empecemos a pensar que a lo mejor deberíamos corregir algunos estereotipos y soflamas sobre la impunidad.

Ya puestos, sería genial que también se aplicaran el cuento los malhechores de cuello blanquísimo que se tenían —con razón, por otro lado— por intocables. El vídeo del otrora todopoderoso vicepresidente español y mandarín máximo del FMI agachando la cerviz y balbuceando una contrición de baratillo debería convertírseles en pesadilla recurrente. Los próximos en abrir los telediarios y alimentar los memes virales de Twitter y Whatsapp podrían ser ellos. Ojalá.

Filosofía obligatoria

Escucho entre el pasmo, la pereza infinita y algo muy parecido a la indiferencia el clamor festejante unánime por la vuelta de la Filosofía como asignatura obligatoria a los programas educativos del bachillerato. Si tanto molaba, se pregunta uno a santo de qué convirtieron en optativa la untuosa materia que ahora devuelven con los votos de todo el arco parlamentario español, como la piedra que es, a las mochilas de los atribulados cachorros de la tribu. No se esfuercen, que sé la respuesta: cada reforma educativa de un gobierno lleva como hipoteca de vencimiento fijo una contrarreforma a cargo del siguiente gabinete. Y en este caso, parece que del millón de aspectos muy derogables de la anterior ley, se ha decidido empezar por este bonito fuego de artificio para la galería.

Como hace bastantes lustros dejé de estar en edad de frecuentar aulas, ahí me las den todas. Me limito a dejar constancia de mi solidaridad con la chavalada que, igual que centenares de generaciones anteriores, tendrán que apechugar con una serie de enseñanzas perfectamente prescindibles. Su única suerte será que den con un docente que les suministre las dosis de nada con cierta gracia. Huelgo decirles, porque son lo suficientemente avispados para estar al cabo de la calle, que la tal filosofía no les hará “instalarse conscientemente en el tiempo y en el espacio”, como exageró, rozando el desabarre, la ministra Celaá. Tampoco les “enseñará a pensar” ni “desarrollará su conciencia crítica”, según la chachiversión oficial. De tales menesteres deberán encargarse ellas y ellos, igual que de aprobarla en como se llame ahora la Selectividad.

Un chollo de Estatuto

25 de octubre, fugazmente San Patxi y San Antonio (Basagoiti) en aquel trienio pardo de gobierno vasco sociopopular que decidió convertir en fiesta de guardar el aniversario de la aprobación del eternamente incumplido Estatuto de Gernika. Hoy, que se alcanza la trigesimonovena vuelta completa de calendario, aunque vuelva a ser jornada laborable, tocará asistir de nuevo al orgasmo celebratorio justamente a cargo de quienes han perpetrado con diurnidad y alevosía su vaciado sistemático de contenido. Se le ocurren a uno pocos ejercicios de hipocresía semejantes. O mejor dicho, de cinismo y de ventajismo: los mutiladores contumaces del texto lo glorifican como supuesta gran cúpula celeste bajo la que viven felices las vascas y los vascos de la demarcación autonómica.

Ocurre que tal martingala no cuela. Hace mucho que dejó de ser verdad que la carta del 79 concita el acuerdo mayoritario de los censados en los tres territorios. Y miren que podía haber sido así. Quizá si se hubieran ido cumpliendo los mandatos que el documento deja negro sobre blanco, hoy tendríamos algo parecido a ese consenso inventado. Pero no ha habido la menor intención ni —todavía peor— la hay a día de hoy, como acaba de dejar claro el presidente español, Pedro Sánchez, en el Senado con su lapidaria al tiempo que reveladora frase sobre la competencia en materia de Seguridad Social: “Si no se ha completado en 30 años, por algo será”. Lo triste es que el principio es de aplicación para cada una de las disposiciones que no han pasado del papel a los hechos. Si lo piensan, los festejos son totalmente comprensibles: este Estatuto es un chollo.

El comisario patán

El jefe de la Policía Nacional en Nafarroa usaba una cuenta de Twitter anónima para poner a caldo de perejil a rojoseparatistas de variado pelaje y para exaltar a macizos de la raza hispana como el teniente coronel Tejero y el cabo furriel Abascal. Tocaría indignarse dos congos por semejante desmán perpetrado, para más inri, por un servidor público, o sea, un fulano al que le pagamos el sueldo. Pero no me sale, se lo juro. Por más que intento encabronarme con la infamia del tal Daniel Rodríguez López, solo consigo que se me descoyunte el bullarengue de la risa.

Que sí, que ya sé que es grave, pero no me digan que no les resulta despiporrante que el sujeto sea tan mastuerzo de usar su nombre real de pila para soltar sus cuescos dialécticos y que haya elegido para bautizar la cuenta el nombre de su pueblo seguido de su fecha de nacimiento. De premio Nobel de la mentecatez. Este es de los que se cree a pies juntillas que para ir de incógnito hay que disfrazarse de lagarterana. Para rematar la faena, cuando los de Eldiario.es le pillan con el carrito del helado, todo lo que se le ocurre balbucear es que, pese a que los ladridos han salido de su teléfono oficial, los autores han sido su mujer y su hermano, joder con los patriotas valientes que dan la cara.

Luego, pretende arreglarlo renunciando cinco minutos antes de que lo echen, el muy héroe. Y quizá aquí sea donde empecemos a ponernos a serios, porque algo me dice —mayormente decenas de experiencias anteriores— que este tirón de orejas ha sido para la galería. Andando el tiempo, no será extraño que el comisario Rodríguez acabe recibiendo una medalla pensionada.

Iglesias, el negociante

Asisto con divertida curiosidad al tour diplomático emprendido en las últimas fechas por Pablo Iglesias. La primera duda que me asalta es si se trata de una iniciativa propia a mayor gloria de su ego inmarcesible o si ejerce de correveidile de su socio presupuestario, el doctor Sánchez. Es verdad que el entorno monclovita se está cuidando mucho de tomar distancia del Marco Polo de Galapagar (anteayer, de Vallecas), y hasta exagera la nota al presentar a su partenaire de cuentas como una especie de metete que va por libre. Cuadra con esa forma de actuar de yo-mi-me-conmigo, pero igualmente es verosímil la versión del tonto útil enviado a sondear pero de modo que parezca un accidente.

Claro que también puede ser una mezcla de uno de lo otro: sabiendo de la querencia de Iglesias por figurar y consciente de la necesidad de un poquito de foco, Sánchez le deja hacer, a ver si suena la flauta y se suman los votos necesarios para aprobar los presupuestos. De momento, no parece. Sabemos que en el pomposo encuentro presidiario con Junqueras, el líder de Esquerra le cambió de conversación. En la charleta teléfonica con Puigdemont, ni siquiera hubo lugar a sacar el tema porque el expatriado en Waterloo no se deja marcar la agenda.

¿Y con el lehendakari? Pues hasta donde uno imagina, lo lógico es que antes de llegar a Gasteiz, alguien le explicara al líder de Podemos de qué va la bicefalia en el PNV y cuál es la diferencia entre la institución y el partido. Otra cosa es que en el encuentro, con la presencia del delegado de la sucursal local de la formación, se hablara de las cuentas vascas. ¡Pena de grabadora si fue así!

Herenegun, reflexionemos

Nos conocemos desde hace mucho. Es evidente que el PP y las asociaciones monopolistas del dolor no van a aceptar jamás ningún intento de aproximarse a nuestra larga noche de plomo que no sea su —por otra parte, legítima— versión de blancos y negros sin lugar para cualquier tono de gris. Es más, aunque a las aulas llegara un material que se pareciera a ese trazo grueso, no dejarían pasar la oportunidad de montar una barrila. Y vuelvo a la primera línea de este texto: por brutal que parezca, a estas alturas ya no nos asusta el aprovechamiento infame de la violencia de ETA… incluso por parte de quienes la han padecido. Resumiendo: su rasgado de vestiduras ante los contenidos del programa Herenegun estaba, por desgracia, amortizado.

Sin embargo —y aquí viene lo sustancial de lo que quiero expresar—, no podemos decir lo mismo ni del PSE, ni de otros colectivos, ni de las víctimas a título personal que también están manifestando su disgusto por el contenido de los vídeos que forman parte de las unidades didácticas en cuestión. Yo mismo, que espero no ser sospechoso del vicio del relato obligatorio, me he sentido bastante incómodo viendo algunos fragmentos. Probablemente sea un asunto más de forma que de fondo, o de medio que de mensaje. Algo tan terrible como lo que nos ocurrió, cuyas consecuencias todavía arrastramos, no se puede contar —menos, si está destinado a chavales y chavalas— entre risas ni como batallitas del abuelo Cebolleta.

Sobran, por supuesto, las postureras peticiones de dimisión. Esto se arregla de un modo más sencillo, sin dramatizar. Basta una nueva revisión con ojos y espíritus más abiertos.

Rivera en Altsasu

Como a Altsasu le faltaban tocapelotas contumaces, ahora se le viene encima ser sede del penúltimo capítulo de la competición entre el PP y Ciudadanos por ver quién es más facha, más cuñao y más casposo. En realidad, es una especie de partido de vuelta, pues como guardamos en nuestra memoria de acontecimientos patéticos y causantes de rabia y vergüenza ajena, el Fuhrercín Casado ya eligió la localidad de Sakana para lanzar algunos regüeldos selectos cuando todavía era candidato a suceder a ese moderado que hoy nos parece Mariano Rajoy. En esta ocasión, es el turno del falangete naranja —Albert Rivera en el españolísimo carné de identidad—, que en su desesperada lid por recuperar el liderazgo de la carcundia hipanistaní, acaba de anunciar que el próximo 4 de noviembre montará su circo en el pueblo que, según brama, “se ha convertido en símbolo para los constitucionalistas que defienden la unión y la igualdad entre los españoles”.

Aparte de que hay que tener los dídimos cuadrados para sostener tal membrillez sobre un lugar en el que su partidillo no llega ni a pedo de monja, el figurín figurón termina de retratarse como el incendiario sin matices que todos sabemos que es. Al plantarse con una colección de sogas en casa del ahorcado, busca descaradamente que su presencia termine en trifulca que abra los telediarios y refuerce su condición de sacrificado héroe de la causa. Quizá por eso, merecerá la pena tragarse las humanísimas ganas de satisfacer su vocación martiriológica para evitar a toda costa que se cumpla su autoprofecía. Aunque cueste, el mejor desprecio hacia su provocación será no hacerle aprecio.