Fue injusto y punto

No quise escribir en caliente sobre la aberrante teoría de Maddalen Iriarte según la cual el daño causado por ETA fue injusto o no dependiendo del relato. Lancé, es verdad, un par de tuits al aire, pero para extenderme más, preferí esperar una explicación de semejantes declaraciones a Vocento. Me refiero a algo que fuera más allá del socorrido “El perro me ha comido los deberes”, equivalente en este caso a “Han manipulado mis palabras”, que fue la decepcionante salida de Iriarte. Esa y, de propina, otro comodín de carril: “Mi compromiso con los derechos humanos está fuera de toda duda”. Pues no. Quizá lo estuviera hasta el instante mismo en que pronunció esas palabras, las vio publicadas y no corrió a aclarar que jamás quiso decir lo que apareció en el entrecomillado.

Una rectificación a tiempo es una victoria y en la cuestión de la que hablamos habría evitado la frustración de ver cómo la persona que representa la superación de los viejos tabúes de la izquierda soberanista acaba profiriendo una frase que hiela la sangre en el más rancio y descorazonador estilo de los irreductibles del matarile. ¿De verdad, señora portavoz parlamentaria de EH Bildu, los asesinatos de Brouard o Muguruza fueron justos o injustos en función del relato? Claro que no. Y lo mismo con los de Blanco, Buesa, Jauregi…

Negociar, sin más

Déjenme que ejerza de adivino. En lo sucesivo, cada vez que un portavoz de la autoproclamada izquierda soberanista tire del sobadísimo repertorio para despotricar del Tren de Alta Velocidad, alguien del PNV le recordará con media sonrisa que EH Bildu respaldó en el Congreso de los Diputados una inversión de una porrada de millones para el supuestamente malvado ingenio. Valdría también la vaina, por cierto, para los aquí aguerridos ecocínicos de Elkarrekin Podemos, cuyos mayores en Madriz han dado carta de naturaleza al mismo pastizal para el TAV, al no impuesto al diésel y, ya si nos ponemos, a las partidas destinadas a sufragar el caspuriento ejército español, la Corona borbonesa, el CNI, las cloacas de Interior y me llevo una.

“¡Igual que los de Sabin Etxea!”, estarán clamando ahora algunos de mis más biliosos odiadores. Y no diré lo contrario. Mencionaré tan solo que hasta la fecha no recuerdo a ninguno de los representantes jeltzales que han propiciado la aprobación de los presupuestos de diversos gobiernos españoles justificando sus votos en nombre de la futura república vasca o de la destrucción del régimen. Menudas risas, si Anasagasti, Erkoreka o el propio Esteban hubieran salido por semejante petenera en lugar de explicar lisa y llanamente que esto de la política va de negociar. Sin más.

Podemos es la oposición

Es un hecho constatado cien veces que la triderecha PP-Vox-Ciudadanos no le hace ni cosquillas a Pedro Sánchez. Al contrario, cada vez que montan el número en el Congreso juntos o por separado, lo único que consiguen, además de hacer un ridículo sideral y provocar vergüenza ajena por arrobas, es engrandecer al inquilino de Moncloa. Ahí y así me las den todas, pensará el presidente que tiene como objetivo único seguir siendo lo que es a la mañana siguiente.

La torpeza del tridente diestro no es su problema. Su motivo de preocupación viene —¡oh, paradoja!— de su socio en los bancos azules. Ahora mismo la única y verdadera oposición de Sánchez está en su propio gobierno. Y qué oposición, oigan, que no se queda en zancadillas corrientes de las que se esperan en cualquier ejecutivo compartido, sino que llega a las puñaladas por la espalda con charrasca de nueve pulgadas, como acabamos de ver con la autoenmienda de Podemos a los presupuestos en compañía de ERC y Bildu, siempre prestos al enredo. Y ya no solo por su presentación. En el instante en el que escribo, una Secretaria de Estado —Ione Belarra, fiel escudera del vicepresidente Iglesias— sigue sin haber pedido disculpas a la ministra Margarita Robles por haberle llamado “favorita de los poderes que quieren que gobierne Vox”. Esto promete.

Pactad, pactad, benditos

“Creo que estoy dando una noticia”, se adornó Arnaldo Otegi, después de adelantar en la radio pública vasca —el medio es el mensaje, decía el clásico— que la formación que lidera está muy por la labor de aprobarle los presupuestos al gobierno español. En efecto, el de Elgoibar, que no es nuevo, sabía de sobra el mondongo que acababa de lanzar a la pista de baile. Un gol en Las Gaunas en toda regla, con el ultramonte y la vieja guardia del mismísimo PSOE encabritados, los aspirantes a bisagra naranja con un palmo de narices y, para qué vamos a negarlo, el llamado nacionalismo moderado decidiendo si flipa en tecnicolor, la coge llorona o se descuajeringa de la risa al ver cómo los otrora irredentos se dejan acariciar el lomo pactista por los barandas del estado (ya no tan) opresor. Y casi gratis total, oigan.

Siempre queda, claro, la solución de compromiso, que es aguantarse la carcajada y afirmar como si lo creyéramos de veras que es una gran noticia que la política se normalice y entren al cambalache de cromos, digo al juego democrático, quienes daban lecciones de integridad y juraban que no beberían el agua del pozo de la sumisión. Tiremos, pues, de cinismo solo disimulado a medias y aguardemos al próximo capítulo de la tragicomedia. ¿El apoyo a las partidas para el Tren de Alta Velocidad? Quizá.

La segunda en la frente

El PSOE de Sánchez tiene la extraordinaria habilidad de vender la torre Eiffel o el desierto del Gobi al mismo pardillo varias veces. Cabría la crítica acerada al timador, y de algún modo esta columna pretende algo de eso, pero lo cierto es que, como sostiene el adagio, a partir de la segunda ocasión en que te la meten doblada la culpa es tuya. Es lo que les ha vuelto a ocurrir a EH Bildu y sus jaleadores en medios y redes. Uno no olvida el bullicio ante la promesa arrancada al partido que gobierna en España de promover la derogación de la Reforma Laboral del PP a cambio de dejar pasar una de las prórrogas del estado de alarma. Pasando por alto que la cuestión estaba más que comprometida en el pacto con Unidas Podemos, ni dos horas tardó Ferraz en salir a matizar que lo firmado era un bueno, ya si eso, se verá lo que se hace.

Ante la trapacería, Otegi mandó poner dientes, tiró del manido y mil veces desmentido latinajo Pacta sunt servanda y, en fin, arreó patada a seguir. Unas semanas después de aquello, la claque de la multicoalición aplaudió a rabiar que el grupo socialista hubiera votado a favor de la tal derogación en ese brindis al sol llamado Comisión para La Reconstrucción. Seguían los vítores cuando el partido de Sánchez trampeó una nueva votación y cambió el sí por el no. Sin ruborizarse

De la RGI al IMV

Celebro, no imaginan cuánto, que el Ingreso Mínimo Vital haya salido adelante en el Congreso de los Diputados sin votos en contra. Otra cosa es que sea capaz de reprimir la sonrisa boba al ver ciertos comportamientos.

Para empezar, la abstención del ultramonte abascálido —léase Vox—, después de haber vomitado sapos y culebras contra lo que bautizaron con su patrioterismo insolidario con olor a Abrótano Macho como la paguita. Tanto marcar paquete para luego no tener los bemoles de votar No. Qué decir, medio diapasón más abajo, del giro copernicano del PP. Otros que farfullaban que ya estaba bien de subvencionar vagos y maleantes y que, vaya usted a saber por qué milagro o cálculo electoral, han acabado dando su aval a lo que tachaban de martingala bolivariana. Los conversos a la cola, diría Don Manuel de Irujo.

Y eso vale también, en alguna medida, para los encantados de conocerse padres putativos de la idea, es decir, el PSOE en calidad de centrador del balón y Unidas Podemos como levantadora de brazos victoriosos. Cómo no carraspear, en todo caso, ante la evidencia de que la sucursal local morada, al igual que los ahora aplaudidores de EH Bildu, sigue tachando de mezquina la Renta de Garantía de Ingresos de Euskadi, que dobla holgadamente la cuantía del voluntarista remedo español. [Risas enlatadas]

Milonga de la acetona

Escucho en Radio Euskadi al secretario general de Sortu, partido ampliamente mayoritario de EH Bildu, decir que las pintadas en sedes de partidos, principalmente batzokis y casas del pueblo, se quitan con acetona pero que nadie va a devolver la vida a Fulano, Mengano y Zutano, miembros de una organización criminal, autores y/o coautores de un quintal de asesinatos e incontables vulneraciones de los Derechos Humanos. En el primer bote, la frase resulta insuperable como melonada, pero más aun como autorretrato moral (o sea, inmoral) de quien —insisto— lidera la formación troncal de la segunda fuerza política de este país.

Por lo demás, las desahogadas palabras de Arkaitz Rodríguez Torres podrían ser un buen principio para que el individuo siga profundizando en su propia pregunta. ¿Quién, por ejemplo, devolverá la vida a Tomás Caballero, vilmente asesinado por el preso de ETA que está sirviendo de banderín de enganche a los ataques de estos días? O quién resucitará a Juan Mari Jáuregui, Miguel Ángel Blanco, Isaías Carrasco, Gregorio Ordóñez, Manuel Zamarreño, el niño Fabio Moreno, José Mari Korta, Fernando Buesa, Jorge Díez Elorza, Juan Priede, Froilán Elexpe, José María Ryan, Fernando Múgica, Enrique Casas, Fermín Monasterio, Yoyes, Ernest Lluch y los otros casi mil que no caben en estas líneas. ¿Quién?