La insoportable levedad de Internet

2016-09-17_122455

Opino con total humildad que el actor Gorka Otxoa se equivoca cuando retuitea a sus 67.200 seguidores el vídeo de un concejal vasco (que he borrado del pantallazo) que, evidentemente, se ha pasado de cervezas, y añade: “Acojonante vídeo q sirve para hacerse la idea de lo intocables q se sienten” (sic). De verdad que no creo tenga nada que ver haberse tomado cinco cañas y sus consecuencias, con la impunidad con la que, evidentemente, se han desenvuelto Bárcenas, los de los ERE, la familia Pujol y el representante de IU en el consejo de Caja Madrid que sacaba regularmente un sobresueldo en metálico en un cajero con su tarjeta “black”. Entre algunos otros.

El protagonista del vídeo ha cometido un error. ¿Y qué? Solo porque es político su equivocación tiene que costarle un escarnio público agigantado. Ese chico, del que se están dando nombre y dos apellidos, tiene aita y ama, desconozco si tiene mujer o marido e hijos o hijas. Pero creo, sinceramente, que el vapuleo que está recibiendo es desproporcionado respecto al motivo en la España política de hoy. Cada día tengo más razones para ratificarme en que eso de “empoderar” por medios on-line se nos ha ido de las manos. Había hasta “evangelizadores” del asunto. Y no estoy bromeando.

Yo cometo errores. ¿Ustedes no lo hacen? ¿Y las miles de personas que han tuiteado y compartido el vídeo? También bebo cerveza. Hace tiempo que no lo hago, pero, sí, me he tomad hasta cinco en el mismo bar. Pero ahora, en cualquier momento, alguien te graba un vídeo con una calidad de imagen más que aceptable y, si tienes la mala suerte de que las circunstancias no te acompañan, te puede hacer un daño tan gratuito como incalculable.

Me alejo de la política con otro ejemplo: seguro que recuerdan a aquella chica joven que, divertida, se quitaba la camiseta del Athletic y nos enseñaba a todos sus tetas. Al final, la chica resultó ser menor de edad y denunció que no grabó ese vídeo con libertad, y el empresario del porno que tomó las imágenes y, al parecer, fue el primero que las envió por WhatsApp, sigue en la cárcel. Fueron muchos los que reenviaron ese vídeo pero dos personas y sus respectivas familias sufren las consecuencias de que aquel archivo fuera tan fácil de copiar y pegar.

Esta misma semana sabemos que una mujer se ha suicidado en Italia porque su ex novio ha difundido en Internet imágenes de ella manteniendo relaciones sexuales con otros hombres. Y los casos de ciberacoso ya no son noticia a menos que terminen especialmente mal. También hay casos como el de Olvido Hormigos que, con la ayuda de Telecinco, no hace ningún favor a la prevención en riesgos sobre Internet.

“Empodera, que algo queda”, parece que piensan algunos que esperan que siempre les quede, por lo menos, un puñado de followers nuevos. Y lo que hagan con contenidos especialmente delicados quienes no tienen la suficiente inteligencia como para hacerse preguntas básicas, ¿qué más dará? Ojo, no intento patrimonializar el control de la información: han sido profesionales los que han decidido publicar en sus webs de noticias el vídeo con el que empezaba la columna. Pero sí estoy convencido de que, en Internet, quien controla a los tontos tiene el poder, de que quienes los controlan saben lo que hacen, y de que no juegan limpio.