Por suerte, va calando la idea de que los test masivos y constantes son inviables. Digo “por suerte” porque esa falacia está haciendo mucho daño al ánimo general y a la gestión de los diferentes gobiernos. En Twitter, precisamente, empieza a haber cierta corriente que apuesta por ser precisos y señalar a quien solo intenta desestabilizar: “Por lo que leo de los expertos de Twitter se necesitan 46 millones de test fiables solo para empezar, luego otros 46 millones cada 15 días para asegurarse de que seguimos todos sanos. Eso y personal sanitario para hacerlos. Y bajar los impuestos, claro. Yo, con ellos a muerte”.
No solo en sentido irónico
Es fácil encontrar información sobre por qué no es posible hacer tantos test ni tampoco es recomendable: básicamente, porque los recursos necesarios para analizar los resultados son ingentes y porque tampoco aportan nada más que la foto de un día e importa la evolución, para lo que serían necesarios más test y más recursos, claro. Mucha culpa de que se haya generalizado la idea es de que pocos escuchan a Simón o Murga, y muchos leen fragmentos cortados (y comentados) con evidentes intereses electorales. Porque lo de Casado y lo de Otegi, y sus respectivos entornos, va de elecciones, no de salud.
No, no tenemos ni idea
Me sorprende lo rápido que aprenden algunos sobre pandemias, sobre confinamientos como nunca habíamos vivido y sobre cómo tienen que finalizar estos. Pero ni siquiera los más espabilados entre los que más rápido aprenden demuestran tener ni idea de gestión de lo público. Algunos de los osados, significativamente, viven de la política e incluso han tenido responsabilidades de gobierno. Colette lo resume perfectamente: “El que nunca ha trabajado dirigiendo nada siempre dice que lo que hace el que lo dirige, lo hace él con la punta de la polla. Y no, queridos, no”. La gestión es dificilísima. Y durante una pandemia, más.
“Si no lo creo, no lo veo”
La frase del usuario Jess Meliton es redonda y muestra, sin duda, la forma de actuar de muchos durante esta pandemia: “Si no lo creo, no lo veo”. Hay muy pocas opiniones que no tengan que ver con una posición de partida: toda la oposición ha criticado todo, en Euskadi y en España, aunque sean de naturalezas políticas distintas, en principio. Y todos los entornos de esas oposiciones (sindicatos o medios) han ido a la contra sistemáticamente. Solo han visto aquello en lo que ya creían: que el rival político tiene que ser desplazado, suceda lo que suceda y al coste que sea, literalmente. Y, sí, es reprobable.
Explicándonos la vida
Lo que hacen esos que, en medio de una pandemia, no tienen problemas en generar incertidumbre y cabreo en una sociedad cansada y con miedo, en Euskadi y en España, saben que tienen que hacer un esfuerzo extra: sus agitadores en redes están muy activos intentando que estemos seguros de que estamos haciendo mal las cosas y, por supuesto, que estamos pensando mal si no vemos el desastre en el que vivimos por culpa de quienes gestionan, claro. Como siempre, Antonio Agredano ironiza mejor que yo: “Explicadme cómo es la vida, que estoy viviendo mi vida equivocadamente palmo a palmo”.