Un lento suicidio

Hace años que está muy claro que no hay que hacer nada para acabar con la tauromaquia: es una “fiesta” que agoniza y quienes más colaboran en culminar ese final son quienes se tienen por sus más firmes defensores. Que en Gijón se matase a los toros Feminista y Nigeriano no tiene justificación (aunque lo hayan intentado con una historia inverosímil sobre que la vaca Feminista fue anterior al toro Feminista), y solo ha servido para acelerar el final de la feria en la ciudad asturiana, que no renovará la concesión para no seguir fomentando un humor negro, casposo, chusco e inexplicable. Allá quien lo defienda.

Desfachatez, no: fachatez

Hay que tener muy poquita vergüenza para defender que matar a toros sirve para que estos vivan, y que los nombres de los sacrificados en Gijón no pueden ser objeto de una lectura en clave social. Pero hay que tener todavía la cara más dura para ser Macarena Olona e intentar mostrar cierta sensibilidad en el aniversario del asesinato de García Lorca. Lo suyo no es desfachatez, es “fachatez” en todo su esplendor. Y su soberbia al pensar “ahora les jodo con esto”, utilizando un símbolo de las víctimas del golpe de estado franquista, es solo una muestra más de lo que son y de quién son herederos los de Vox.

Joseba, el viajero

Joseba Permach no ha ido a Dinamarca como un turista más, sino como un viajero o un observador de otras realidades porque, como todo el mundo sabe, un turista para los de la izquierda abertzale es un ser despreciable. El de Bildu no solo se ha desplazado, sino que lo ha contado en Twitter donde ha aprovechado, cómo iba a resistirse, a dar otra lección sobre gestión de la pandemia. Gestión que hacen otros, claro. Por supuesto, tampoco se ha resistido a defender el derecho de la juventud a emborracharse con libertad, en este caso, con la que da un test de coronavirus. Y los que no somos tan listos como Permach, con mascarilla en Islares.

Ya me gustaría ser así de listo

Numeritos ironizaba en Twitter: “Sorprendente cuánta gente cursó la doble especialidad de inmunología y geopolítica afgana”. Pero yo, que soy más prosaico, solo acierto a asombrarme de todas y todos los que este verano sumaban a esa doble especialidad el máster en deportes olímpicos y hasta un curso avanzado de inversiones en bitcoins. Por cierto, quienes tienen ese currículum suelen manejarse en Twitter con soltura porque el intelecto les da para todo. ¡Ya me gustaría ser así de listo! Pero no llego: no soy viajero, solo un turista; no sé de todo, pero sí veo y escucho, y tengo memoria. ¡Ay, la memoria!

Correcto

Lo que no debemos olvidar es quién ayuda, en la medida de sus posibilidades, a que vivamos en un mundo mejor: “Facebook veta a los talibanes de todas sus redes sociales” (Trecebits). Ya sé que se les escaparán perfiles, páginas y grupos (ya reconocen que será más difícil taponar WhatsApp aunque en Instagram también echarán el cerrojo a la talibanada), ya sé que Facebook cierra esa puerta y parece que no se fija en que mantiene abiertas otras igual de preocupantes o más, porque nos afectan con cercanía. Pero ese paso también cuenta, por pequeño que sea. Y esa es precisamente la clave, esos pequeños pasos hacia delante.