Si ayer traía a esta columna que Cristina Cifuentes había regresado a la universidad con el rango y sueldo que le correspondía, hoy les tengo que hablar de la imputación de la expresidenta, acusada de cohecho y falsedad documental, por el asunto de su falso máster. Tras perder su acta de diputada y el aforamiento, la imputación ha sido casi automática y esperada: no hinchó su currículum, activó mecanismos para obtener un título que no le correspondía, que es más grave.
¿Terrorismo en Córdoba?
Vemos en El Español la cara ensangrentada y pixelada de un policía nacional al que golpearon en la vía pública varias personas de una misma familia que le habían reconocido como agente. Es decir, le pegaron porque era policía y aunque no llevara uniforme. No me digan que no les recuerda al caso de Altsasu… ¿Podemos hablar de terrorista? Si la víctima y la motivación son similares, ¿qué cambia? ¿Somos terroristas porque somos vascos? ¿Eso le tenemos que explicar a la juventud vasca?
Rajoy tiene el don de la palabra
“El mejor apelativo que le han puesto a Rivera se lo ha puesto Mariano Rajoy. Ni falangito ni farlopito”, tuitea Javi Paciencia a sus más de 7.500 seguidores, y recordando que, efectivamente, el presidente español tiene el don de la palabra. Ese “aprobetxategi” que le espetó a Rivera y que bien podía habérselo oído a Ortuzar, es el que mejor define lo que es el de Ciudadanos: un político voraz que señala a profesores inocentes y se suma a todas las corrientes.
China quiere dejar de ser China
¿Saben en qué es China una potencia mundial? En doctores universitarios. Yo tampoco lo sabía hasta después de leer el reportaje que en BBC (en castellano) publican sobre el objetivo a medio plazo del gigante asiático: se acabarán los componentes baratos y empezarán a exportar servicios (hablan de ingeniería) y tecnologías con valor añadido. Vamos, que su objetivo es avanzar como potencia como ya hizo Japón. ¿Lo harán también en democracia y derechos humanos?
Merci, Arsène
Cojo prestado el título del artículo en Esto Es Premier sobre Arsène Wenger porque es lo único que merece la pena del texto. El resto no está a la altura del entrenador que ha resistido a la modernización del fútbol. Tendría que haber más Wengers, más entrenadores a los que se deje trabajar, que tengan proyectos de varios años para armar sus equipos y moldearlos con tiempo. Dicen que eso hoy es imposible pero yo no estoy tan seguro… Mientras asisto al despido de Ziganda.