«De la misma manera»

Bildu se ha enredado en su propia tela de araña: su negativa a “condenar” la agresión a un miembro del PP en Gasteiz y el argumento de que esta palabra sirve para “desgastar al adversario político” son dos elementos anacrónicos. A estas alturas, una agresión por motivos políticos es condenada o es justificada. Y donde se ubique cada uno es su responsabilidad. Por ejemplo, el papelón de Eba Blanco, de EA, defendiendo el argumentario tradicional de la izquierda abertzale, ha sido de los de recordar y deja muy claro cuál es el precio de pisar moqueta en Bildu, por si quedaba todavía alguna duda.

Parte del problema o parte de la solución

La negativa a “condenar” una agresión por motivos ideológicos, esto es, claramente fascista, ha neutralizado el trabajo de blanqueo que Bildu ha llevado a cabo durante años, ayudado por líderes políticos de partidos menores y la parte amnésica o ideologizada del periodismo. La izquierda abertzale ha demostrado que, cuando ha vuelto la violencia directa, ellos no se habían movido nunca de su sitio. Y social y políticamente esto tiene un coste. Hace bien Iñaki García Calvo, el agredido, la víctima de lo sucedido, en plantar cara: “Claro que volveré allí a tomar cervezas, no puedo permitir que la calle sea suya” (El Independiente).

¿Quién genera el conflicto “semántico”?

Paul Ríos está en lo cierto cuando tuitea: “Que una persona militante del PP no pueda pasear con libertad y seguridad me parece terrible. Y que la semántica impida que todos los partidos, a una, se posicionen en contra juntos, anacrónico”. Pero lo que tiene que quedar claro es que el conflicto “semántico” solo lo genera y lo sostiene Bildu. No podemos ser templados contra quien agrede ni contra quien justifica. Ya, no. Si algunos no han evolucionado es su problema (aunque lo suframos todos los demás). Identificar meridianamente a la víctima, al victimario y a quien le ampara es la única manera de avanzar. Ahora, sí.

Distinto partido, mismo avance

Cuando Casado “se rodea de aznaristas” (Vozpópuli) no decide regresar al pasado: decide airear que nunca se movió del cuarto más rancio de la sede del PP. Pues lo mismo en Gasteiz o en Euskadi: no hay un rancio-fact mayor vasco que el que protagoniza el viejo de la izquierda abertzale que justifica al joven agresor porque pegar un bofetón a un pepero tiene mucha gracia y que no exagere, que no le han limpiado el forro, como pasaba antes. Todos podemos visualizar la escena, el aspecto de ese nostálgico y hasta el olor, y todos nos damos cuenta de que estamos hablando del mundo viejuno, del pasado, del ayer.

Si hay que ir a Colón, se va

Si hablamos del pasado, de los nostálgicos y de lazos que deberían ser imposibles pero son jodidamente reales, tenemos que hablar también de este titular de República.com: “Casado asistirá a la plaza de Colón porque el impacto de los indultos será mayor que la foto con Abascal”. Por cierto, Arrimadas también se plantea repetir, se ve que no ha escarbado suficiente en su propio suelo. Esta es la España de hoy, la de la indiferencia al sufrimiento, la de la persecución política, la de los representantes que justifican lo indignante. Esta es, también, la Euskadi de hoy, que es la de ayer, por desgracia.

La escalada continúa

Llevamos tiempo advirtiéndolo: la izquierda abertzale está permitiendo que su entorno se engorile y se crezca principalmente porque sabe que le justificarán sus actos. Ya no son pintadas en los batzokis o el señalamiento a la Ertzaintza, que por sistemáticas son más graves de lo que nos quieren hacer creer: hemos llegado a la agresión a un miembro del PP en Álava solo por serlo. Se persigue a objetivos, se les acosa y, encima, se organizan ruedas de prensa para poner excusas que encuentran el amparo de sus mayores. El ataque a Iñaki García Calvo es intolerable, y quien no distinga al fascista es parte del problema.

Sí, la justificación es agresión

Andoni Serrano describe en su Twitter con una frialdad asombrosa sus reflexiones después de verse señalado repetidamente en el municipio en el que es concejal por GeroaBai, Zizur Nagusia. Su nombre ha aparecido varias veces en pintadas y pancartas. Su propio entorno le anima con que no es como antes, que ya no se juega la vida, pero él mismo matiza algo muy importante: “Lo están legitimando sus padres. Eso sí, los padres de un muy bajo porcentaje de jóvenes”. Quien justifica esta escalada real de violencia ya directa (y que se lo pregunten a Iñaki García) también es agresor y como tal hay que tratarlo.

¿Libertad de expresión?

La libertad de expresión de quien pinta un nombre en una pared o en una pancarta para señalarle por pensar diferente es similar a la libertad de expresión que reivindica quien celebra el criterio del CGPJ cuando advierte que la ley de Memoria Histórica vulnera, precisamente, este derecho: “La apología del franquismo (…) constituye la expresión de ideas que, aunque contrarias a los valores proclamados por la Constitución, están amparadas por la libertad de expresión” (El Confidencial). Esta es la España en la que nos jugamos el futuro. Y no es peor que esta Euskadi que en la que te agreden en una terraza.

Negacionismo

Un rasgo del fascismo es el negacionismo: quien ve la realidad con la mente abierta y las bases democráticas claras jamás se aproximará a la visión fascista. Por supuesto, en el fascismo negacionista también hay niveles: muchos negarán que las víctimas lo son, la mayoría negará que es fascista, y algunos trasladarán su negacionismo a otras áreas de la vida como el progreso o las vacunas. La diputada de Vox en la Asamblea de Madrid, Alicia Rubio, que ha compartido el vídeo de gente pegándose, supuestamente, tenedores en el área donde le han puesto la vacuna para demostrar que esta imanta.

Y pulsismo

La política no es una sucesión de pulsos. Así se la tomaba siempre Pablo Iglesias y ha salido trasquilado, y no por las cloacas o por la presión mediática, sino por su manera de creer y de crecer en política: agresiva, tensionante, más destructiva que constructiva, en resumen. Y eso es justo lo que está haciendo Bildu en Azpeitia: ante la dificultad de mantener y explicar un conflicto de empleo e industria, ha elevado el tono hasta el conflicto político (gracias a los medios que le han ayudado) y, una vez hemos visto todos el plan de la nueva empresa, ha empezado con los pulsos, como el de este fin de semana. Eso no es política.