Llevamos tiempo advirtiéndolo: la izquierda abertzale está permitiendo que su entorno se engorile y se crezca principalmente porque sabe que le justificarán sus actos. Ya no son pintadas en los batzokis o el señalamiento a la Ertzaintza, que por sistemáticas son más graves de lo que nos quieren hacer creer: hemos llegado a la agresión a un miembro del PP en Álava solo por serlo. Se persigue a objetivos, se les acosa y, encima, se organizan ruedas de prensa para poner excusas que encuentran el amparo de sus mayores. El ataque a Iñaki García Calvo es intolerable, y quien no distinga al fascista es parte del problema.
Sí, la justificación es agresión
Andoni Serrano describe en su Twitter con una frialdad asombrosa sus reflexiones después de verse señalado repetidamente en el municipio en el que es concejal por GeroaBai, Zizur Nagusia. Su nombre ha aparecido varias veces en pintadas y pancartas. Su propio entorno le anima con que no es como antes, que ya no se juega la vida, pero él mismo matiza algo muy importante: “Lo están legitimando sus padres. Eso sí, los padres de un muy bajo porcentaje de jóvenes”. Quien justifica esta escalada real de violencia ya directa (y que se lo pregunten a Iñaki García) también es agresor y como tal hay que tratarlo.
¿Libertad de expresión?
La libertad de expresión de quien pinta un nombre en una pared o en una pancarta para señalarle por pensar diferente es similar a la libertad de expresión que reivindica quien celebra el criterio del CGPJ cuando advierte que la ley de Memoria Histórica vulnera, precisamente, este derecho: “La apología del franquismo (…) constituye la expresión de ideas que, aunque contrarias a los valores proclamados por la Constitución, están amparadas por la libertad de expresión” (El Confidencial). Esta es la España en la que nos jugamos el futuro. Y no es peor que esta Euskadi que en la que te agreden en una terraza.
Negacionismo
Un rasgo del fascismo es el negacionismo: quien ve la realidad con la mente abierta y las bases democráticas claras jamás se aproximará a la visión fascista. Por supuesto, en el fascismo negacionista también hay niveles: muchos negarán que las víctimas lo son, la mayoría negará que es fascista, y algunos trasladarán su negacionismo a otras áreas de la vida como el progreso o las vacunas. La diputada de Vox en la Asamblea de Madrid, Alicia Rubio, que ha compartido el vídeo de gente pegándose, supuestamente, tenedores en el área donde le han puesto la vacuna para demostrar que esta imanta.
Y pulsismo
La política no es una sucesión de pulsos. Así se la tomaba siempre Pablo Iglesias y ha salido trasquilado, y no por las cloacas o por la presión mediática, sino por su manera de creer y de crecer en política: agresiva, tensionante, más destructiva que constructiva, en resumen. Y eso es justo lo que está haciendo Bildu en Azpeitia: ante la dificultad de mantener y explicar un conflicto de empleo e industria, ha elevado el tono hasta el conflicto político (gracias a los medios que le han ayudado) y, una vez hemos visto todos el plan de la nueva empresa, ha empezado con los pulsos, como el de este fin de semana. Eso no es política.