Ganó quien hizo campaña

La victoria contundente de Joxerra Bengoetxea en la UPV/EHU es otra muestra de que la ciudadanía, cuando vota, quiere aventuras, que da por hecho que nada está en juego que, realmente, no importa quién esté al frente y qué ha demostrado antes. También es otra muestra de que quien hace campaña suele ganar. Y su candidatura ha hecho una campaña muy intensa (y lo escribo como un piropo) y a muchos niveles. Y finalmente es, para mí, otra muestra de que no es posible presentarse a unas elecciones como diciendo: “Nadie quería, la verdad es que yo tampoco pero, bueno, aquí estamos y a ver si ganamos”.

A tope

Yo estaba equivocado: Joseba Permach no estaba solo para tuitear. Su incorporación a la UPV/EHU tampoco ha sido solo para colocar un jarrón chino. Su aportación, al menos desde las redes, a la campaña de Bengoetxea ha dado su fruto. Y esta es otra muestra, enlazando con el párrafo anterior, de que la sociedad vasca ha querido olvidar de dónde viene, académica y éticamente, cada persona en Euskadi. Esta es la realidad, sí, pero yo no me resigno. Igual que la realidad dice que mi DNI es español pero yo me aferro a que también dice que caduca. Entre quienes lavan la cara al fascismo vasco no van a encontrarme. Allá a quien sí.

El regalo del victimismo

Todos éramos señalados como fascistas y los fascistas eran ellos, que justificaban a quien asesinaba por pensar diferente. De la misma manera, todos somos victimarios ahora y ellos, las víctimas. No es menos cierto que Guillermo Quindós se lo puso fácil a la candidatura de Bengoetxea con aquella cuenta anónima en X. Pero también es verdad que una parte de la campaña de Bengoetxea se ha basado en asegurar que eran víctimas de bulos inexistentes. Y eso en sí mismo es un bulo. Señalar al lobo con piel de cordero es una obligación social y moral, y algunos no dejaremos de hacerlo, en público y en privado.

“Reconstrucción, progreso y unidad”

No soy yo, lo dice un facha, de esos de libro: Manuel Mariscal, diputado de Vox, aseguró en el congreso español que “la etapa posterior a la Guerra Civil no fue oscura sino de reconstrucción, progreso y unidad nacional” (InfoLibre), y no paso absolutamente nada. No se paró la sesión. No se le quitó la palabra. Mariscal también agradeció la existencia de redes sociales que han permitido “a los jóvenes descubrir” las bondades del franquismo que él quiere poner en valor. Este discurso de mierda y el uso de las plataformas digitales son perfectamente extrapolables a la Euskadi de hoy y a un modo muy concreto de hacer política.

Está todo pagado

Sánchez anuncia un tercer paquete de ayudas para la DANA frente a la inacción de Mazón: ‘Que no paguen justos por pecadores’”, titulan en El Plural. “Una palanca de 2.274 millones de euros”, explican. “16.600 millones de euros en total”, ponen entre paréntesis, como si fuera poca cosa. Por supuesto, me parece necesario: ver las zonas afectadas un mes después en los informativos resulta indignante. Pero el espectáculo de ayer en el Congreso, que seguí por televisión, también lo fue. El tono de bronca, especialmente entre PP, PSOE y Vox, resulta completamente extemporáneo. Como lo de meter temas por el morro, como hizo Podemos.

¿Difamar?

¿Señalar al fascista, al comisario político y al lobo de piel de cordero es “difamar”? ¿Cuándo hemos normalizado esto? ¿Por qué? ¿No debería de ser una obligación llamar a las cosas por su nombre? ¿No estamos fomentando un pensamiento único y negacionista del fascismo? ¿No hemos visto durante años a los ultras llamar “fascista” a todo el mundo para escabullir su propio totalitarismo? ¿No dábamos por bueno el anonimato para denunciar abusos? ¿No hemos aprendido nada, absolutamente nada, de las respuestas a estas preguntas? Sí, me refiero a los tuits de Guillermo Quindós, decapitado por sus excesos anónimos.

¿Por qué lo ha hecho?

He buscado en Google información sobre Guillermo Quindós y he encontrado una entrevista que Txema Gutiérrez le hizo durante el confinamiento: “El bien común debe estar por encima del bien particular”, decía el catedrático. ¿Cómo alguien con esos principios, su responsabilidad en la gestión y su currículum académico se arriesga con una cuenta anónima? Porque está harto, como lo estamos muchos, de ver a los fascistas (he escrito “fascistas”, sí) pasearse como si no tuvieran que avergonzarse, porque está harto, como lo estamos muchos, de esas y esos lobos con piel de cordero que intentan colocarnos, insistentemente, en redes sociales.

¿Dónde vamos?

Me meto en el territorio de mi compañero Javi Vizcaíno obligado por este tuit ineludible de Marcelino Madrigal: “No se están tomando en serio los avisos de hacia donde va toda esta riada de odio, bulos y desinformación en la red. Y será una catástrofe más. Al tiempo”. En el caso vasco, el bulo es que el fascista no lo es. Empiezo por los principios: un candidato que no es capaz de llamar “terrorismo” a lo que hizo ETA en cualquier otro país habría dimitido al día siguiente. En Euskadi sigue pretendiendo ser lehendakari. El pensamiento único, hoy, aquí, dicta que no podemos señalar al fascista y, como siempre, seguirlo es un error.

¿Nos sorprende?

Los jóvenes estadounidenses han votado a Trump. En España hay una tendencia que empuja a los jóvenes a votar a Vox. En Euskadi no nos escapamos del populismo de base fascista: es la misma mierda pero con otro verde. Y el target es el mismo. O llamamos a las cosas por su nombre y empezamos a hablar, por fin, de fascistas (que acompañan a modo de comisarios) y colaboracionistas (que blanquean a sueldo), o nos comen los lobos como ha hecho Trump, como hace a cachitos Abascal, y como harán en Euskadi quien secuestró, quien justificó el tiro en la nuca y quien no dice que lo anterior fue terrorismo.

¿No lo preferimos?

Nada peor que un tipo equivocado que escribe mal. Por eso escojo muy bien a las y los columnistas de otra la trinchera y, aunque no estoy de acuerdo con todo lo que escribe, Juan Manuel de Prada lo hace estupendamente. Es un autor con las bases muy sólidas que no busca quedar bien, sino usar su coherencia para despertar la de los demás. ¿Se excedió con su ira hacia Sánchez tras la DANA? No lo descarto. ¿Es un negacionista? Creo que su idea de que no debemos aceptar que socialicen la culpa es muy interesante. Pero sobre todo opino que necesitamos más opiniones valientes como la suya, especialmente, entre las y los abertzales.