Albert Rivera ejerce su libertad de expresión cuando pasa por Altsasu y, sin bajarse del coche, saca una foto al cartel de la autopista para tuitear: “On the road. ¡Viva la Guardia Civil, viva la libertad!”. Es difícil ser más “cuñado” con tan pocas palabras. Y también es difícil ser más hiriente, porque lo que falta en Altsasu es libertad, la de una serie de jóvenes que cometieron un error, eso es innegable, pero lo están pagando tan caro como la justicia española quiere que lo paguen. Rivera lo sabe y por eso usa esa palabra, “libertad”, utilizando el sufrimiento ajeno en beneficio político propio.
Es una pandemia
Montxo Armendariz es de los que dignifica Twitter y justifica el tiempo que dedicamos a esta herramienta: “Tiene que ser un virus extraterrestre, me resisto a creer que tanta imbecilidad se esté extendiendo de forma exponencial por todo el planeta”, lamentaba ante la noticia de que la ministra de la Mujer del gobierno brasileño justificaba con una cita de la Biblia que le hubiesen cazado presumiendo de unos títulos académicos que no posee. Por lo menos sabemos que la imbecilidad se extiende por medio del populismo que se ha instalado también en Brasil. Sabemos dónde atacar.
Ni un zulo, ni un pisazo
Por desgracia, la clarividencia de Armendariz es una excepción en Twitter: lo normal es la batalla que te roba tiempo y no te lleva a ningún sitio. Por ejemplo, las horas de discusión que algunos han dedicado a afirmar que el piso de 68 metros de El Nega, el cantante de Los Chikos del Maíz, es un piso pequeño o uno de pijos. Él, por supuesto, aseguraba que era minúsculo, porque a proletario no le puede ganar nadie. Y muchos, lo contrario, que eso era un pisazo, mucho más grande que la media. Lo curioso es que los que ponían cierta mesura recibieron también su ración de desprecios.
La sociedad en la que vivimos
Cuando habla de Euskadi a Enric Juliana se le nota que mezcla deseo con realidad, pero cuando opina de cosas inconcretas o escribe sus crónicas de Catalunya merece la pena leerle. Su columna sobre el conflicto del taxi es estupenda porque le sirve para reflexionar sobre la sociedad española, pero también la catalana y la vasca: la digitalización de la indignación ha provocado que esta sea más violenta e injustificada ante un sistema cuyas garantías se ponen realmente en juego como si no importasen las consecuencias. Solo importa el postureo y los más indeseables son los que lo manejan mejor.
A mí sí me fastidia
He esperado varios días a propósito para poder trasladar con calma lo que pienso respecto al derby entre el Athletic y la Real: sí me fastidia (el fin de semana hubiera escrito que “me jode”) que los rojiblancos pierdan contra la Real más que contra otros equipos. Porque es nuestro derby y ese partido siempre hay que ganarlo, por definición. Si no, no sería un derby. Pero lo es, insisto. Así que bienvenida esa intensidad donostiarra y hasta ese punto de humillación que llevamos sufriendo esta semana en Bilbao si la temporada que viene nos ponemos las pilas en los dos partidos, para jugar y ganar.