Y no se sonrojan

He leído con cuidado el editorial en Diario Red, el digital de Pablo Iglesias, en el que argumentan por qué, según su opinión y la de Irene Montero, los países europeos deberían de abandonar la OTAN. La enumeración inicial de motivos puede servir para argumentar lo contrario: lo necesario que es reforzar la OTAN en un momento de “desacoplamiento” de las estructuras supranacionales y para corregir la deriva de Mark Rutte. Pero su falta de sentido y sensibilidad queda clara con su cortoplacismo: abandonar ahora la OTAN por Trump es como abandonar una carrera en tercero porque no te gusta una asignatura, es decir, infantil.

A Elon Musk le gusta esto

La idea de abandonar la OTAN la comparten Irene Montero, Diario Red y Elon Musk. Vaya, qué casualidad. El multimillonario al que Trump ha dado plenos poderes también comparte otra visión con Podemos: “Culpa a Zelenski de haber llevado a Ucrania a la guerra y de no querer pararla” (Ara). Escribía recientemente Enric Juliana en Bluesky que no creía que hubiese una izquierda trumpista en España, y estoy de acuerdo con él. Pero lo que es innegable es que en Podemos ven el mundo del mismo modo adolescente e irresponsable que el hombre más rico del mundo, metido ahora a político.

Esta es la verdad

A Europa no le ha salido bien la jugada de ser el cliente número uno de EE.UU., Rusia y China. Es evidente. Pensábamos que si comprábamos todo lo que tenían al precio que pusieran evitaríamos cualquier escalada belicista y, como ya he mencionado en esta columna, nos hemos encontrado desarmados y defendiéndonos con foie, jamón, aceite, vino y salchichas y un chip, que es lo que exportábamos. No parece suficiente. Y puede que sea desagradable aceptarlo, pero también es lo más responsable: Ursula Von der Leyen tiene razón cuando dice que “necesitamos urgentemente rearmar a Europa” (El Imparcial).

El enemigo es poderoso

Me gustaría que no fuese así, me gustaría que el mundo no se haya vuelto loco, me gustaría no preocuparme porque mi hija y, especialmente, mi hijo, crezcan en una escalada violenta que puede acabar con una llamada a filas dentro de diez años. Pero la realidad apunta a una OTAN fuerte y unida, y a una Europa rearmada porque el enemigo es poderoso: Putin, Xi Jinping, Kim Jong-Un, Trump o Netanyahu. Este último “elogia a Trump por las armas enviadas”. Para él, el presidente estadounidense “es el mejor amigo que Israel ha tenido nunca en la Casa Blanca” (Deutsche Welle). Esos son los agresores y entre ellos se llevan bien.

La guerra sigue

Miramos al despacho oval atónitos y, mientras tanto, como nos recuerda Netanyahu, cuando no le vemos Trump aumenta el apoyo militar a Israel sabiendo lo que va a hacer con él. Así Trump se convierte en el mejor aliado a la vez de Putin y Netanyahu, y este último se permite ir un paso más en la atrocidad: “Países árabes condenan la suspensión de la entrada de ayuda humanitaria a Gaza”. Como de inhumano tienes que ser para que el emirato catarí te recuerde que lo que haces es una “grave violación del acuerdo de alto el fuego, el derecho internacional humanitario y todas las normas religiosas” (Tercera Información).

Agur, Lehendakari

El fallecimiento del lehendakari Ardanza ha agitado esta atípica campaña, especialmente en Bizkaia: su victoria política sobre Garaikoetxea, los avances sociales bajo su mandato y su posición inequívoca, pacífica, ante le ETA más sangrienta, son sus grandes aportaciones al país. El lehendakari Ibarrexte lo escribió muy bien ayer: con él se va una parte de la vida política vasca, pero nos deja un gran legado. Sin la Euskadi del lehendakari Ardanza no sería posible la del lehendakari Urkullu. Ardanza, sin duda, fue un eslabón fuerte en la cadena, y estos días las semblanzas a su figura lo son también a la historia de nuestro país.

La jugada del PSE

El PSE sabe muy bien qué cartas tiene que jugar esta campaña: su afirmación constante de que va a otorgar sus votos en el Parlamento al candidato del PNV solo busca desactivar el voto a Imanol Pradales. Si PSE y PNV lo tienen claro, ¿para qué votar? Eso es lo que persiguen las y los socialistas: un PNV lo más débil posible y en sus manos. Pero además de insistir en eso, su claim de campaña dice otra cosa (tiene las cartas que quiere, pero las juega mal): es el partido que decide. ¿Que decide qué? ¿No estaba tan claro? ¿O si el PNV está demasiado débil y Bildu alcanza sus mejores expectativas, tomarán otra decisión?

Que lo expliquen

Una de las cosas que más me sorprende de “la nueva política” no es que todo se reduzca a fascismos con la cara lavada, sino que ya nadie da explicaciones (aunque en realidad tiene mucho que ver con lo anterior): por ejemplo, nadie en el PSOE ha salido, ni va a salir y, lo peor, ni se plantea salir a desgranar cómo Luis Rubiales pasó a “ser el hombre del sanchismo en el fútbol a un apestado” (El Debate). Lo hemos naturalizado, ya casi nadie se hace preguntas: ¿No vamos a escuchar ni una explicación? ¿Ni siquiera una justificación? ¿De verdad la vida ya es como Twitter: lanzar nuevos mensajes para enterrar los anteriores, y ya está?

La derecha putinista

Vladímir Putin ha sido el gran agitador del tablero mundial. Y empezó a serlo mucho antes de que decidiera invadir Ucrania por el morro: ha sabido desestabilizar democracias consolidadas (que además eran sus mejores clientes) apretando por los extremos. Con la izquierda rendida al pasado ruso, la derecha debía plegarse al alcance actual del Kremlin. Lo explica muy bien Enric Juliana en un hilo en el que pone negro sobre blanco cómo fue y quién lo hizo posible, harto como está el periodista catalán de que le nieguen la mayor ignorantes y, lo que es peor, desinformadores que crecieron, sin saberlo o sabiéndolo, al calor de Putin.

El triunfo de las y los veteranos

La confesión de Ernesto Valverde de que la Copa que ganó el sábado con el Athletic había sido el triunfo que más había disfrutado, me ha reconciliado con él. No, hasta el sábado no le perdoné que cerrase su segunda etapa con nuestro club para irse al FC Barcelona. Pero ya estoy en paz. Más allá de lo emocional e irracional, llamó mi atención estos datos que publicaba la Adurizpedia: “Es el entrenador de más edad que jamás haya ganado un título con el Athletic. Logra ganar la Copa 21 años después de su debut como mister del equipo de su vida”. Traducido: las y los veteranos molamos y Valverde, sin duda, es nuestro guía.

La otra jornada de reflexión

La jornada posterior al cara a cara ha resultado una especie de jornada de reflexión para mucha gente. Visto desde Euskadi: Sánchez no fue el que esperábamos y lo que ofrece Núñez Feijóo no lo queremos. Así que creo que Daniel Innerarity no fue el único que pensó algo así: “A veces un debate entre dos sirve para constatar que no va uno a votar a ninguno de los dos”. La sensación de desastre, de ruido, de egoísmo, fueron excesivas en un territorio tan alejado de Madrid como es el nuestro, en lo geográfico y en lo ideológico. Sánchez salió a que Feijóo no ganase y se le notó demasiado, con todo lo que eso conllevó.

Un corolario tempranero

El hilo de Enric Juliana pudo ser uno más de los que abundaron en Twitter después del debate, pero un tuit lo hizo completamente diferente, especialmente por su última línea: “Treinta años después, los dos debates González-Aznar nos parecen obra de la Academia de Atenas. En treinta años se ha producido una pavorosa desarticulación del discurso político. Hemos de preguntarnos si toda la responsabilidad recae en la fragmentación digital”. Sin Internet no sería posible la política a golpe de tuit, es evidente, y gracias a esta los mediocres ahora también hacen política. Pero el problema no es quién se presenta, sino a quién elegimos.

Y un mal espectáculo

Mucho más concreto y más certero me pareció José Antonio Pérez: “Horrible. Periodismo de brazos caídos. Rendición total”. Entiendo que Ana Pastor y Vicente Vallés se vieran sorprendidos por la agresividad inicial de Pedro Sánchez, pero no que no se recompusieran. Lo hicieron mal, lo señalaba Juliana, lo señala Pérez y lo señalan muchos otros compañeros de profesión. Pero visto el resultado, no fueron los únicos periodistas que erraron: las y los asesores de campaña, periodistas en gran parte, no acertaron. Ni los argumentos de Núñez Feijóo parecían fiables ni el cuerpo a cuerpo de Sánchez gustó a nadie.

¿Quién aguantó eso?

Seis millones de espectadores me parecen muchos para tan pobre entretenimiento. El anunciadísimo cara a cara lo vimos (en parte, al menos) los frikis de la política y muchísimos hooligans de uno y otro contendiente. ¿Pero quién de las personas de a pie, de las que deciden el resultado de las elecciones, aguantó sin cambiar de canal? “Es el menos visto de los siete celebrados”, sentencian en El Independiente. Sin moderación, sin argumentación, sin poder escuchar argumentos, ¿cuánta gente llegó al minuto final sin zapear? ¿Cuánta gente, y vuelvo al principio de la columna, se planteó zapear también el domingo 23?

El tuit que demuestra lo mal que va todo

Después del debate, Pedro Sánchez acudió a la sede del PSOE, donde le esperaba su equipo y unas cuantas y unos cuantos fieles con camisetas rojas. El candidato cogió el micrófono y aseguró: “Después de este debate no tengo dudas de que vamos a ganar las elecciones”. Como sentencia final me parece sublime: Sánchez sabe que no va a ganar las elecciones (otra cosa es que al final sí gobierne), y Sánchez sabe que ese debate no le ha sumado un voto. ¿Todo vale? ¿Puedes ir allí y mentir a la cara a tu gente solo por poner un tuit que anime quien no está en ese espacio, rumiando el error contigo? ¿Es correcto? ¿Es moral? ¿Es recomendable?

Israel, como Rusia

Si los bombardeos rusos sobre Ucrania nos sobrecogen, y si los medios publicamos historia como la de Victoria Amelina, la escritora fallecida en uno de los últimos ataques a misilazos sobre población civil ordenados por el Kremlin, para que podamos empatizar, deberíamos de hacer lo mismo, exactamente lo mismo, cuando es Israel el estado que bombardea la ciudad de Cisjordania y deja nueve víctimas. Nada justifica los ataques sobre Ucrania, de la misma manera que nada lo hace sobre Palestina. No caben equidistancias, no caben los “si, pero…”, no caben las medias tintas: un antifascista lo es siempre y en todo lugar.

“El tiempo que viene”

Si mi hijo y/o mi hija dedican parte de su tiempo a la política, tengo claro que sus rivales van a ser las y los fascistas. Es “el tiempo que viene, si no se le pone freno”, como escribe Enric Juliana en Twitter después de ver la lona que Desokupa ha colocado en Madrid con un mensaje dirigido a Pedro Sánchez: “Tú, a Marruecos; Desokupa, ¡a La Moncloa!”. ¿Se presenta la empresa a las elecciones? ¿Se ve plenamente representada por una de las opciones que prometen desalojar al del PSOE de la presidencia? ¿Por cuál? En su tuit, Juliana también atina con esta descripción: “Pequeñas compañías Wagner fabricando temor”.

El PP ha comprado el marco a Vox

Lo explicaba muy bien Andoni Ortuzar en Radio Euskadi ayer: el verdadero problema de Europa es que los partidos de derechas están haciendo suyo el discurso de la extrema derecha y ya no hay manera de distinguir entre ellos. En España esto está siendo muy evidente: “El PP exhibe con Vox su negacionismo climático a las puertas de las generales”, leemos en Público, donde citan uno de los elementos que más sorpresa me genera: ¿qué tienen de malo o de comunista los carriles-bici? Que Vox imite a Trump sin pensar lo puedo entender, que el PP compre el marco y vea el mundo a través de él me resulta incomprensible.

Bildu sigue sobre la ola

Bildu sigue sobre la ola y la está surfeando. Hace lo que debe, ni más, ni menos. De aquí al 23 de julio intentará no cometer errores y, sobre todo, esperará a qué Vox, PP y PSOE le aupen en campaña, como sucedió durante las municipales y forales pasadas. Con los “agentes sociales” habiendo hecho bien su trabajo de desafección y hartazgo social, precisamente, y por primera vez con portavoces en Madrid reconocidos en Euskadi, Bildu va a por el “sorpasso” al PNV que ya lograra Podemos en unas generales anteriores. A Bildu le va bien con la abstención y al PNV, con la movilización. Básicamente, la pugna electoral vasca se resume a eso.

Un impacto mundial

Sigue el Tour aunque haya abandonado el País Vasco (volverá a entrar a Zuberoa en alguna etapa de Pirineos), y seguimos viendo los coletazos de la visita de la carrera a nuestra tierra: Rafael Anchía, el congresista estadounidense de origen vasco, compartía en su Twitter la noticia del The Guardian sobre cómo las y los vascos habíamos arropado a los ciclistas y a todas las personas (muchísimas) que hacían todo el montaje. El impacto del paso del Tour por Euskadi ha sido mundial, y ha sido positivo: nuestro paisaje geográfico y humano ha salido bien retratado. Solo nos falta creernos lo que somos capaces de ser.

Nos falla la memoria

“Hoy me he acordado de lo que me dijo José Moreno Torres, el último gudari, hace alrededor de 10 años: ‘Que no tengáis que pasar por lo que pasamos nosotros’”. Este sencillo tuit, escrito desde una cuenta que homenajea a Juan de Ajuriagerra, concentra la esencia de lo que nos está pasando: somos la generación que tiene acceso a más información y de la manera más sencilla y, al mismo tiempo, somos la generación que más rápidamente ha dejado que se desvanezca la memoria y el legado. Ante una pandemia nos hemos comportado egoístamente (sin hablar de los negacionistas) y ante una amenaza no hemos sabido anticiparnos a la guerra.

La maldad y el poder

Vladímir Putin es un ser humano malvado. Lo ha sido todos estos años en los que algunos hasta le han reído las gracias desde la política (de izquierdas y derechas) y desde el show business hemos permitido que se popularizara un “viva Rusia” en la televisión pública (hasta que en la privada cortaron las alas a alguno). Más duro que yo ha sido Antonio Martínez Ron en Twitter, y ha acertado: “La historia nos ha enseñado que un solo ser humano cargado de poder y estupidez puede arruinar la vida de millones de personas. Allá va Putin, derechito a ganarse un sitio destacado en el panteón de criminales ilustres”.

No a la idiocia

Es perfectamente compatible aborrecer la guerra, despreciar a los canallas que la apoyan, como decía Julio Anguita, y saber que el enfrentamiento armado es inevitable esta vez y que Europa tiene que ganar. Así de sencillo. Las panfletadas cursis y los señalamientos a la OTAN, a Biden o a la Unión Europea solo son propios de mentes adolescentes. Pero si vienen de partidos con responsabilidades de gobierno o de personas que tienen que tomar decisiones, estos brindis al sol, estos gritos tuiteados por la fraternidad de los pueblos trabajadores, estas llamadas al diálogo que no se hacen al teléfono de Putin pasan a ser ya graves por muy idiotas.

Las contorsiones

Hace solo unas semanas, Abascal y Buxadé ejercían de anfitriones ante los dirigentes de partidos, algunos incluso de países, de la extrema derecha europea. La tensión entre Ucrania y Rusia ya existía y se trasladó al hotel donde tuvo lugar la reunión de nazis, aunque de puertas para afuera todo debía de parecer una fiesta. Lo cierto es que Putin es el mayor antisistema y desestabilizador del mundo, y para lograrlo ha apoyado y ayudado a algunos partidos ultras. Enric Juliana era diáfano en Twitter: “El verdadero aliado de Putin en España es Vox. Toda la extrema derecha europea bebe de las fuentes ideológicas del neo-zarismo ruso”.

Lo que diga William. O no

William Serafino se presenta en Twitter como escritor, politólogo, Premio Nacional de Periodismo en 2019, diplomado superior en Estudios del Trabajo, autor de una tesis en Historia y capaz de difundir mensajes como este: “Seré breve: si no estás con Putin estás con los neonazis. Punto”. Este reduccionismo es muy del gusto de los que se concentraron en un hotel de Madrid gracias a Vox hace unas semanas, pero no del mío, lo siento. Y pese a sus 29.000 seguidores tengo que contradecirle: ni estoy con Putin ni estoy con la escoria neonazi. Tampoco estoy con quien me señala ni con quien intoxica.