Cuanto antes nos vayamos haciendo a la idea de que el coronavirus ha cambiado ya la forma de relacionarnos en el próximo par de años, mejor para todos. Yo lo tengo claro… Y lamento comprobar que puedo estar en lo cierto cuando leo en Twitter a gente mucho más clarividente que yo, como Juan Ignacio Pérez Iglesias, que mantuvo una realista conversación pública con Antonio Martínez Ron: “Salvo que antes haya una vacuna. Es evidente. Y esa es la razón por la que (1) la gente sigue sin entender en qué consiste esto, dónde está el problema, y (2) hay que pensar en un estado estacionario sin cierre total o casi total”.
Los que sobran
Es incompatible escuchar las malas noticias sobre la deuda pública y leer en Twitter a iluminados como Spiriman, que hacen colectas on-line para comprar material sanitario básico. El problema no es el dinero: todos los gobiernos se gastan lo que no tienen para frenar la epidemia. Todos. El problema es la falta de suministros, por eso esta es una crisis sanitaria mundial. Así que el dinero tampoco es la solución: a ver qué hace Jesús Candel con lo recaudado (ha pedido 310.000 €), que antes ya presumió de conseguir mascarillas a precio de coste pero no aclara ni dónde ni de qué modo.
Estamos fatal
Es un mal previo a esta crisis pero que durante la misma se ha hecho especialmente palpable: hoy, cualquier asociación o colectivo se convierte en fuente en un medio de comunicación. Y el periodista de turno reproduce lo que dice sin comprobar la veracidad o conveniencia de la reclamación de turno. Por ejemplo, ha llegado hasta El País una idea de “familias y expertos” para abrir los colegios en julio. ¿Y los profesores y coordinadores, qué opinan de que “los firmantes” decidan sobre sus vacaciones cuando ahora están poniendo su wifi y sus equipos para dar clase y evaluar como pueden? Respetémonos. A todos y a nosotros mismos.
Pero otros están peor
Como las debilidades del periodismo, lo mal que estaban en EE.UU. lo intuíamos muchos y durante la pandemia lo hemos confirmado: grupos armados se han manifestado en contra del confinamiento en varios estados, tachando la medida de comunista. El país se les va por el sumidero por la falta de red social pública, porque el despido libre ha dejado sin recursos a millones de personas ya empobrecidas (aun con empleo) y porque la sanidad privada es evidentemente insuficiente (antes también lo era, pero no era público los que se morían en sus casas por otras dolencias). ¿Modelo a seguir? Jamás.
Pues yo he encontrado un gurú
Este confinamiento ha convertido las redes sociales en un espacio plomizo. Cada vez son menos apetecibles por culpa de todos esos que ahora tienen más tiempo para decirnos lo que tenemos que hacer todos, o por los trolls organizados por el fascismo (el de allí y el de aquí). Pero entre todas las opiniones prescindibles y las que quieren colarnos, algunos se están destapando, con mayor crudeza que antes de la pandemia, como personas con principios, coherentes y un poco brutas pero absolutamente certeras: “De esta salimos más gilipollas todavía”. El humorista gráfico Juarma López es mi nuevo gurú.