Hace unos años hacíamos chistes sobre cómo los políticos se acercaban a besar a niños durante la campaña. Hoy, entre el coronavirus y la nueva política, ya, no los hacemos. Ahora los niños o las adolescentes se enseñan en Twitter. Como hicieron con pocas horas de diferencia Iván Espinosa de los Monteros (con un niño de 12 años al que un profe quitó un boli de Vox) y Pablo Iglesias (con una chica que preparaba la selectividad rogando a San Pablo Iglesias). Es la segunda vez que los community managers de Iglesias coinciden con los de Vox. A veces tengo la sensación de que cada día sé menos de lo mío.
Sí, estamos hablando de esto
Antes de escribir esta columna me sorprendió escuchar en una tertulia radiofónica que hablar de que Vox puede alcanzar el último escaño de Araba puede impulsar, precisamente, a Vox. Hombre, el simple hecho de que exista la posibilidad es noticia, y hablar del avance del fascismo en Euskadi no solo es relevante: es necesario. Así que, si la última encuesta muestra que ese escaño baila entre Vox y PNV, es normal que Andoni Ortuzar lo explique en su videoblog. En El Independiente, Mikel Segovia muestra que Vox carece de programa: 10 puntos inconcretos y que valen para toda España pueden darles un escaño vasco.
Qué suerte tiene Juan Carlos I
Juan Carlos I ha tenido tanta suerte que lo suyo parece una voladura controlada: cuando nos enteramos de que el jefe de Estado recibió, en el ejercicio de su cargo, un regalo de 100 millones de euros de una dictadura con la que había mediado para una licitación millonaria de obra pública, un dinero que depositó en Suiza para evitar a los fisgones y el fisco, y que 65 de esos millones acabaron en la cuenta corriente de una mujer a la que este jefe de Estado parece querer y deber mucho, cuando pasa todo esto, insisto, las portadas van sobre un reporte del coronavirus. Ni una sola mención en las portadas, como denuncian en Público.
Correcto
El rebrote del coronavirus en Lleida, que parece que ha llegado hasta Ordizia, parece que va a impulsar el uso de la mascarilla. Un “complemento” absolutamente necesario pero cuyo uso cada uno interpreta a su manera. Es bien sencillo: si no puedes garantizar la distancia de seguridad en la calle, póntela. Y en una ciudad, en cuestión de segundos (un semáforo en rojo), aparece una situación de contacto. Así que, poneos la puta mascarilla. Sí, he escrito “puta”. También puedo escribir que estoy hasta las pelotas de ver cómo muchos piensan que esto no va con ellos, y que los que nos las ponemos somos unos blandos.
Casos de todos los tipos
Ni tiene que ver con los entornos laborales exclusivamente ni están vinculados al ocio: los contagios se están dando en todos los ámbitos: portales, comisarías, velatorios, zonas de bares, barbacoas familiares… Lo que deja claro que la responsabilidad es de todos y en todo momento. Esto va en serio. ¿Tenemos que dejar de hacer nuestra vida por el virus? No. ¿Tenemos que mantener las distancias, ponernos la mascarilla y andar con cuidado? Sí, claro. Es una cuestión de sentido común y de autoprotección. Pero seguimos descuidándonos, a veces, de un modo escandaloso. Y luego los que gruñimos somos unos vinagres.