Tengo mis columnistas de cabecera. Por ejemplo, en El Nacional, siempre leo a Iu Forn que, como buen analista de la actualidad, desentraña lo político (que en Catalunya es mucho) pero también lo del día a día: “Sin quererlo ni saberlo somos punks y estamos en el ‘no futuro’. No podemos planificar nuestra vida y estamos en permanente provisionalidad. (…) El debate público está en manos de incendiarios y de insensatos. Y de sectarios. (…) Gastamos una cantidad inmoral de energías intentando saber por dónde nos engañan y por dónde nos la han colado. Imposible saber qué es verdad y qué manipulación”.
Un señor de Sotosalbos
Javier Maroto tuvo el cuajo de decir esto en el atril del Senado: “No hay peor gobernante que quien quiere ocupar el poder a toda costa”. Tiene su gracia porque después de no lograr su escaño de diputado por Araba corrió a empadronarse en Sotosalbos, municipio segoviano de 130 habitantes, para colarse en el Senado por designación autonómica. Entonces, Maroto opina que alguien como él que se busca un sillón en Madrid a toda costa, ¿es un mal gobernante? Ya respondo yo: sí, estoy de acuerdo con la afirmación. Un buen político entiende cuándo y por qué no es elegido, y cuándo y por qué sí lo es.
Subiendo el nivel
Mientras Javier Maroto apostaba por hacer el ridículo en el Senado, Santiago Abascal demuestra que carece de ese sentido (el del ridículo) y, a cambio, la naturaleza le ha dotado con un superpoder: el de superfacha. Porque hay que serlo, y mucho, para hablar de “el peor gobierno de los últimos 80 años” y comparar al de Sánchez e Iglesias con la dictadura de Franco. Esto es, un gobierno de coalición fruto de una repetición electoral (a todas luces, innecesaria) con un régimen que resultó de un golpe de Estado dirigido por un caudillo tan cruel como de chiste que, seguro estaría muy orgulloso de Abascal.
¿Quién escribe eso?
Abascal usa el estrado del Congreso para intentar legitimiar una dictadura, España está llena de calles que recuerdan al generalísimo o a Primo de Rivera, y en los estadios de fútbol, antes del cierre, era habitual ver simbología franquista o nazi. Pero para el Abc son “escudos anticonstitucionales” los que se veían en algunos uniformes durante la jura del lehendakari Urkullu en Gernika. Los mismos uniformes y blasones, por cierto, estaban presentes cuando lo hizo Patxi López junto a militares, guardias civiles y miembros del PP. Pero en el diario de Vocento dedican ahora varias piezas a este tema porque se ve que importa.
La vergüenza del fútbol español
La que presumió de ser “la mejor liga del mundo” hace tiempo que ha sido superada por el brillo de Inglaterra y la seriedad organizativa de Alemania. Y si sigue así, el cartel de España como polo de atracción del fútbol (lo que supone mejores jugadores y más dinero moviéndose) va a seguir siendo percibido como decadente: una temporada más, el calendario lo tiene que marcar una juez después del último tira y afloja de Liga y Federación por el fútbol los lunes y los viernes. Todo esto, tras ver cómo el calendario ha podido ser dirigido con algunas coincidencias curiosas. Y el Athletic, una vez más, en medio.