Ignacio Garriga, que puede ser el candidato de Vox a las elecciones catalanas, casualmente, fue el que presentó la moción de censura con la típica colección de fascistadas que se podía esperar: el virus chino, la inmigración ilegal, la inseguridad y la oposición a la lucha feminista marcaron su texto como si hubiera traducido alguna intervención de Trump. No fue interesante ni carismático y cayó en algún truco, como el de la repetición, para cuando no tienes más recursos, pero fue mejor que Abascal. Y sobre todo fue de extrema derecha. Lo que Vox se ha empeñado en demostrar que es desde que las cámaras le enfocan.
Dejad que Abascal se acerque a los micrófonos
El apagón mediático a la extrema derecha debería de ser indiscutible… Salvo cuando habla Abascal: hay que dejar la cámara en plano fijo y abrir bien los micros, porque en un discurso largo como el de ayer, el de Vox muestra su incapacidad no solo discursiva. Abascal hizo el ridículo y, al mismo tiempo, lo más difícil: aliviar a Casado, que tuvo fácil centrarse ante la colección de despropósitos, chapuzas y etiquetas que pronunció el de la extrema derecha. Un discurso lesivo pero sobre todo para Vox y Abascal que, me temo, ha escrito uno de sus capítulos finales. Espinosa de los Monteros ya calienta en la banda.
Y Sánchez hizo de Sánchez
El volumen de tuits cayó mucho cuando Sánchez tomó la palabra. Hablo de tuits reales, de personas que tienen su propia opinión y la expresan libremente, no hablo de la acción coordinada de Vox en Twitter. Lo cierto es que Sánchez no sorprendió a nadie: sabía que tenía todo que ganar si no arriesgaba… Y no arriesgó. Se enfrentó a Vox después de que Abascal lo dejara fácil, fácil, y enumeró un montón de iniciativas de su gobierno. La moción para Sánchez fue un regalo y el presidente español no lo despreció. Hizo lo que le tocaba y lo hizo para su parroquia pero sin brillantez. Ahora, que haga lo importante.
Visto desde aquí
El debate de ayer, visto desde aquí, fue totalmente innecesario. Y no solo el de ayer: la mayoría de rifi-rafes en Madrid a los que asistimos vía televisión nos resultan intrascendentes por graves que se pongan, como el que provocó la senadora del PP, María Adelaida Pedrosa, involucrando a Irene Montero, a la que preguntaba: “¿Siente usted vergüenza por compartir su vida con un machista o va a seguir callada? ¿Es usted una mujer sumisa a un macho alfa?”. Itxaso Atutxa zanjaba en Twitter: “La degradación de la política desde la política. O de cómo una mujer puede agredir a otra de la forma más machista y degradante”.
Innovación, al fin y al cabo
En un plano más práctico y cercano, es bastante relevante el anuncio del Gobierno Vasco de que explorará el voto electrónico. Personalmente, sigo teniendo recelos y me sigue gustando el sistema tradicional, básicamente, porque cualquiera que ha formado parte de él sabe que es enormemente garantista. Pero como el propio Gobierno apunta en su proyecto piloto, el voto exterior necesita una vuelta: se quedan miles de vascos sin poder ejercer su derecho a votar por culpa de procedimientos engorrosos y, por lo visto, mucho menos garantistas. En cualquier caso, las innovaciones siempre merecen una oportunidad.