Cuando hablábamos de una era virtual yo creo que muchos pensábamos en el desarrollo de una realidad virtual que sigue sin darse. Lo que no esperábamos, seguramente porque éramos unos incautos, es que se tratara de una economía virtual en la que el modelo de negocio es la aspiración y lo inmaterial manda sobre lo tangible. La maniobra de Tesla para invertir en Bitcoin y ganar dinero con la revalorización de esta moneda digital (no respaldada por ningún banco nacional o patrón) solo con la propia inversión de Tesla tendría que hacernos reflexionar sobre el mundo que estamos construyendo entre todos.
Otro ejemplo
Sí, todos somos responsables de esta economía volátil, injustificada e insostenible. Porque si no participáramos en el obsceno show-business internetero tampoco sería posible la industria del influencer tan difícil de comprender: “Gano 3.000 € escribiendo poemas para las fotos eróticas de ‘influencers’ en Instagram”, leí este fin de semana con interés en El Confidencial, y me alegré por la autora de los textos al tiempo que volvía a sorprenderme con el margen de beneficio que deja una puta foto. ¿Quién paga la fiesta? ¿A quién? ¿Y por qué? Esta me la sé: porque no hemos sido honestos con el retorno que realmente genera.
¿Y si se acabase?
El estrés al que la pandemia ha sometido a todo y todos (desde la Unión Europea a cada uno de nosotros pasando por los sistemas sanitarios y escolares públicos y privados, gobiernos, partidos, medios de comunicación y todo tipo de empresas) también ha afectado a las redes sociales: el ciclo de nacimiento, cumbre y desgaste de Instagram es el más rápido que yo recuerdo en una red social. Sí, parece que nos hemos cansado y algunos vuelven a Facebook y otros se refugian en Twitter, WhatsApp o TikTok (que también está quemado). Y por extensión, los influencers de pose para la foto ven temblar su modelo de negocio.
También en política
Twitter ha hecho mucho daño a la política: la ha convertido en algo frívolo y grotesco por inmediato e intrascendente. No importa tanto el fondo como la forma o la declaración en un tuit para el informativo de turno. Y me temo que dentro del fenómeno influencer, los políticos influencers serán los últimos en abandonar el barco. Mientras tanto, seguiremos viendo desplantes y errores que generan interpretaciones jugosas como el que protagonizó Inés Arrimadas (todavía no sé si fue desplante o error), que dejó de seguir a Toni Cantó y permitió que elucubrásemos sobre un final truculento de Ciudadanos.
A los brazos de Twitch
Seguí con atención el primer directo de Jon Cortazar en Twitch, la red social que precisamente está llamada a sustituir a Instagram, TikTok y Twitter porque tiene un poco de cada una de ellas: inmediatez, influencers, entretenimiento a chorro, todo ello en directo, espontáneo, y con posibilidad de ganar dinero directamente, es decir, un modelo de negocio declarado desde el primer minuto. Esta especie de mosaico de microcanales de televisión lo tiene todo para ganar y para desplazarnos a quienes entendemos las redes sociales de una manera que cada día más es el pasado. Lo que viene es Twitch y ahí tendremos que vernos.