Así de fácil… Y de difícil

No recuerdo haber estado tan de acuerdo nunca con Isabel Celaá. La ministra española de Educación tuiteó un mensaje muy sencillo de leer, muy sencillo de comprender y muy difícil de implementar, como todo durante la crisis sanitaria y económica sin precedentes que estamos sufriendo: “Tenemos que vivir en las circunstancias que nos han tocado. Todos debemos hacer un esfuerzo para que las escuelas estén abiertas y que nuestros niños y jóvenes continúen con su educación con la mayor seguridad posible. El riesgo cero no existe pero trabajamos para minimizarlo”. A partir de aquí, para algunos empieza la barra. Para mí, no.

Los que pagan y los que cobran

Afiliados a un partido son los que pagan. El resto son simpatizantes o votantes. Es así de sencillo. Y pagar a un partido, aunque sea tres euros al mes, es un paso relevante, un compromiso con unas ideas, con una forma de ver el mundo, con un grupo humano con el que compartes algo que te importa. Según El Confidencial, Podemos ha decidido facilitar ese compromiso creando una base de datos con quienes se apuntarán a pagar. Pero en el nuevo reglamento también incluyen un apartado sobre quienes se apuntan a cobrar: desaparecerían los límites de salarios y mandatos para los cargos internos.

El partido de Trump

En un mundo tan globalizado y con una visión cultural tan influenciada por EE.UU., parece que sigue siendo necesario relativizar cuando hablamos de elecciones, campañas y política en ese país, si no queremos volver a equivocarnos. Así que la comunicación del Partido Republicano puede ser horrorosa a nuestros ojos, pero puede funcionar a los ojos de los votantes. De hecho, ya pasó: Trump se presenta a la reelección con su familia como núcleo duro y después de haber fagocitado a una formación histórica y con auténticas sagas. Y ganó enfrentándose claramente a las políticas de un Obama que a muchos nos parecía admirable.

¿Estamos todos locos o solo ellos?

En pleno repunte de la pandemia, una serie de aficionados al FC Barcelona (unos pocos y con poca pinta de socios) entraron en las instalaciones para protestar por la decisión de Leo Messi de dejar el equipo. Previamente, habían hecho turnos para llamar ininterrumpidamente al timbre (¿esta generación no conoce el truco de la pipa?) y habían protagonizado imágenes más vergonzantes que importantes (incluido un humorista que está haciendo fortuna colando su personaje de hooligan). Sin embargo, dudo de que ninguno de ellos protestara, ni de estas ridículas maneras, cuando Messi fue condenado por defraudar a Hacienda.

Uno de los nuestros

Como la mayoría, solo conocía a Jesús Arrizabalaga de vista: de verlo en la tele o de verlo, de lejos, en el campo. Pero “el txapela”, cuyo fallecimiento ha abierto una espita de mensajes, era uno de los nuestros, uno de esos supporters que representa lo que fue la afición del Athletic: chirene, particular, animosa y buenrollera. Arrizabalaga protestaría y tendría sus entrenadores y jugadores favoritos, y todo lo contrario, pero seguro que estaba muy lejos de esos aficionados que empujan a Herrerín a irse, que buscan pelea alrededor de su propio campo y que se empoderan repartiendo carnés de antifascista… Y otros.

El ministro tuitero

Y no, no es Patxi López, contra casi todos los pronósticos, sino Maxim Huerta. No voy a columpiarme: desconozco si el exlehendakari ha rechazado el puesto y, además, el próximo máximo responsable español de Cultura y Deportes genera suficientes comentarios. Más de 350.000 seguidores en Twitter (para que se hagan una idea: el lehendakari tiene 30.000) y una trayectoria no siempre ejemplar, con tuits como: “Me cago en el puto independentista”, otro en el que la reforma del Estatut le parecía algo provinciano e incluso algún chiste con tufo xenófobo.

¿Qué prometes a un astronauta?

¿Qué ha prometido Pedro Sánchez a Pedro Duque para convencerle? En una entrevista reciente en Radio Euskadi, el astronauta reclamaba más inversión en ciencia e investigación. Y ahora le toca exigir para su ministerio ese incremento a quien le ha ofrecido el puesto… Porque entiendo que se lo ha prometido. Y si lo logra, me levanto y aplaudo a Sánchez y a Duque pero, ¿qué ha asegurado a las otras dieciséis ministras y ministros, a las que ha tenido que convencer para meterse en este lío? Porque hay que reconocer a todas y todos el mérito de la valentía.

Dos ministros vascos

Celaá y Grande Marlaska son los dos vascos que estarán en el consejo de ministras y de ministros. En principio, su éxito será el de todos con un gobierno español fuerte que consiga que el principal territorio al que exportamos los vascos tenga capacidad de gasto y producción. Pero no soy muy optimista, lo confieso: si les va mal, por supuesto, será malo para Euskadi. Pero si les va bien no será necesariamente bueno para nuestro país: el juez ha mostrado su “pasado antiabertzale” (El Nacional) y la exconsejera de Educación disfrazó con el trinlingüísmo su presión al euskera.

Y uno más

Hay otro vasco muy cerca del presidente español: el donostiarra Iván Redondo será el nuevo jefe de gabinete de Pedro Sánchez después de haber sido asesor de Basagoiti, García Albiol o Monago en Extremadura. Ya saben que me encantan estos personajes en la sombra pero con una capacidad de mover hilos como pocas personas tienen en España. Redondo es dueño de una consultoría especializada y, como en las series americanas sobre la trastienda política, ha sabido convertirse en el hombre de confianza de personas importantes en los dos principales partidos españoles.

Iglesias, despierta

No hay ministros de Podemos. Pedro Sánchez no ha hecho siquiera un simple guiño al tercer partido en el congreso de los diputados como sí ha hecho con Ciudadanos o el PP. Solo un gesto es visible: los hombres que han decidido que van a llamarse “Unidas Podemos” ven cómo once ministras dejan claro que lo de los morados solo es postureo para el cartel. Y ahora Pablo llora, dice que Pedro se ha olvidado de ellos en tan solo 24 horas. Pero eso no es cierto: ni siquiera les ha dedicado tanto tiempo porque sabe que Podemos es solo uno más en la oposición, como en Euskadi.